Mesa de interlocución Semillas y gérmenes del 68: movilizaciones contra la guerra de Argelia, luchas obreras, movimiento estudiantil, con la participación de Kristin Ross, Prisca Bachelet y Jean-Pierre Duteuil |
La “memoria reactiva” que se ha fabricado en torno a Mayo del 68 suele presentar este acontecimiento como un suceso insólito e inesperado que apareció “como caído del cielo” y no condujo a nada (sólo al arrepentimiento o la autodestrucción de sus protagonistas). Sin embargo, Prisca Bachelet, Jean-Pierre Duteuil (dos integrantes activos de este movimiento que no se arrepienten de haber participado en el mismo) y Kristin Ross consideran que está arraigado en “malestares y procesos de nueva politización” que experimentó la sociedad francesa durante los años sesenta: desde las acciones y movilizaciones que se organizaron contra conflictos bélicos como la Guerra de Argelia o la Guerra de Vietnam, hasta la emergencia de luchas obreras y estudiantiles que denunciaban la alineación burocrática, pasando por la fértil actividad de ciertas “minorías” intelectuales (Socialismo o Barbarie, la Internacional Situacionista,...) que elaboraron una crítica teórica radical de las nuevas formas de dominación que estaban apareciendo. Kristin Ross, autora del libro El surgimiento del espacio social: Rimbaud y la Comuna de París, analizó la influencia que ejerció en las prácticas y experiencias políticas que antecedieron al Mayo francés la expansión a nivel global de una mentalidad anticolonialista y antiimperialista. Esta mentalidad propició una apertura hacia el otro, un “desplazamiento” -tanto físico como psíquico- que permitió romper con las inercias que impedían una interacción entre colectivos ligados a sectores sociales y/o ámbitos culturales y geográficos distintos. Un ejemplo de este “desplazamiento” está en la colaboración -no exenta de tensiones y conflictos- entre el cineasta Chris Marker y los huelguistas de la planta textil de Rhodiaceta de la localidad de Besançon. Todo empezó cuando éstos mandaron una carta al director de Sans soleil para que presentara sus trabajos en la fábrica. Según Kristin Ross, en un primer momento, Marker -que cuando recibió la carta estaba ultimando el montaje de Loin du Vietnam (película colectiva que plantea una crítica contundente del colonialismo)- decidió que se limitaría a enviarles algunos de sus filmes, pero al final cambió de opinión y se "desplazó" hasta Besançon, donde junto a Mario Marret terminó rodando un documental, A bientôt, j'espère (que se proyectó antes de la celebración de esta mesa redonda), en el que se analizaban los motivos por los que los empleados de Rhodiaceta estaban en huelga. El documental se estrenó en la fábrica, generando un intenso debate sobre si mostraba o no lo que sentían y pensaban los trabajadores (esto es, si era útil o no para la "causa"). Ese debate (del que da cuenta La Charnière, un film sin imagen que también se proyectó en el marco del encuentro Semillas y gérmenes) dio lugar a la gestación de los Grupos Medvedkine, dedicados a la producción y realización de películas militantes por parte de los propios obreros. A todo esto habría que añadir el hecho de que Chirs Marker decidió estrenar Loin du Vietnam en la planta textil de Rhodiaceta, algo que, en opinión de Ross, es un ejemplo de cómo se llegaron a imbricar y fusionar las luchas antiimperialistas y anticapitalistas en los años sesenta. Hay que tener en cuenta que la "memoria reactiva" que se ha construido en torno a Mayo del 68 ha intentado desligar este acontecimiento tanto de las luchas obreras como de las acciones y movilizaciones antiimperialistas y anticolonialistas que se llevaron a cabo en esa época en Francia y otros países europeos. De este modo, el 68 se ha presentado como un suceso aislado y "pintoresco" que, en palabras de Jean-Franklin Narodetzki, "no se sabe muy bien cómo y por qué se produce, ni cómo ni por qué acaba". Por ejemplo, esta "memoria reactiva" obvia o minimiza la relación entre el 68 y un conflicto "colonial" que ha marcado la historia reciente de Francia: la Guerra de Argelia, que para muchas personas supuso el primer paso de un proceso de "desidentificación" tanto con el Estado francés como con la izquierda oficial (no hay que olvidar que el Partido Comunista mantuvo siempre una actitud muy ambigua respecto a esta guerra) que terminaría materializándose en la insurrección de mayo. En este sentido, Kristin Ross señaló que la multitudinaria manifestación que se celebró el 17 octubre de 1961 contra el toque de queda impuesto sobre los argelinos que vivían en la región parisina puede considerarse como la "primera gran manifestación masiva del Mayo francés". A juicio de la autora de Coches veloces, cuerpos limpios: descolonización y reordenamiento de la cultura francesa, esa manifestación -que fue brutalmente reprimida1- representó un claro ejemplo de "desplazamiento" (físico y psíquico), pues permitió que más de 30.000 argelinos procedentes de la periferia de París "ocuparan" los distritos más céntricos de la capital francesa, abandonando su rol de ciudadanos invisibles y poniendo en juego sus propias vidas. En este punto de su intervención, Kristin Ross recordó que a finales de los años cincuenta y principios de los sesenta, la expansión a escala global del llamado "tercermundismo" (corriente política que planteaba que el subdesarrollo de los países del tercer mundo era producto del colonialismo occidental y sus derivaciones posteriores) propició la conversión de los habitantes de las colonias en "sujetos revolucionarios" a los que se les asignaba el mismo papel que se había otorgado históricamente a la clase obrera. Uno de los principales impulsores del "tercermundismo" en Francia fue el traductor, editor y librero parisino François Maspero que, entre otras cosas, tradujo y publicó ediciones muy económicas de libros de (o sobre) Mao Tse-tung, Malcom X, Amilcar Cabral o Ché Guevara. Libros que leyeron con avidez muchos de los protagonistas del 68 que, a menudo, utilizaron la librería de Maspero en el Barrio Latino como espacio de encuentro. La expansión de esta sensibilidad "filotercermundista" alcanzó un punto de inflexión durante la Guerra de Vietnam, un momento en el que, según Kristin Ross, se produjo en Francia otro singular proceso de "desplazamiento": numerosos militantes y estudiantes de clase media fueron a los barrios obreros y a las zonas donde vivían los inmigrantes para colaborar en la organización de distintas actividades contra la política imperialista de los Estados Unidos. Ese "desplazamiento físico" también generó un "desplazamiento mental e identitario", pues posibilitó llevar la acción política fuera de sus canales habituales y romper con las lógicas e inercias que impiden una interacción directa entre personas y colectivos que pertenecen a sectores sociales diferentes. "Obreros y estudiantes", concluyó Ross, "tuvieron que hacer un esfuerzo de desplazamiento, de apertura hacia el otro, re-definiendo así su propia identidad" y propiciando la emergencia de nuevas formas de concebir el lazo social y la práctica política. Cuando Prisca Bachelet entró en la universidad en 1958, Chales de Gaulle acababa de asumir el puesto de primer ministro desde el que impulsó la elaboración de una nueva constitución2 que otorgaba un poder mucho mayor al Presidente de la República. Cargo al que el propio De Gaulle accedería en 1959 tras unas elecciones en las que obtuvo el 78 % de los votos (mientras el socialista François Mitterrand logró el 13% y el independiente André Châtelet, el 9%). En esa época, un porcentaje considerable de los estudiantes tenía que abandonar la universidad muy pronto, pues había un sistema selectivo sumamente rígido para poder pasar el primer curso, algo que sobre todo perjudicaba a los alumnos con menos recursos económicos que debían compaginar sus estudios con el desempeño de alguna tarea laboral. Por aquel entonces, numerosos colectivos y entidades se disputaban el control del movimiento estudiantil parisino, desde instituciones católicas como el Centro Richeliu hasta el Partido Comunista Francés (PCF) que creó una organización, la Unión de Estudiantes Comunistas (UEC), para intentar instrumentalizar la militancia universitaria de izquierda. "En cualquier caso, durante sus primeros años de existencia, la UEC gozó de bastante autonomía", precisó Prisca Bachelet (que militó en esta organización y también en el Sindicato de Estudiantes-UNEF), "convirtiéndose en un punto de referencia fundamental para muchos activistas que la utilizaron como plataforma para poner en marcha y/o canalizar distintas iniciativas. Hasta 1960, la sociedad civil francesa (incluyendo el colectivo estudiantil) apenas se movilizó contra la Guerra de Argelia. La situación cambió cuando el gobierno de Charles de Gaulle decidió enviar reservistas al frente y, en palabras de Bachelet, "la gente empezó a darse cuenta de que era su vecino, su amigo, su hermano o su hijo el que, como se dice ahora en Estados Unidos, podía volver a Francia envuelto en una bolsa de plástico". En un primer momento, desde la UEC, la UNEF y otros colectivos estudiantiles se presionó para que a los universitarios se les concediera una prorroga que aplazara indefinidamente su incorporación a filas. Esta iniciativa abrió un intenso debate en el seno del movimiento estudiantil, pues surgieron voces que planteaban que esa moratoria para universitarios no solucionaba el problema sino que sólo lo desplazaba (haciendo que recayera en otros sectores de la juventud "el peso de los muertos"), por lo que era imprescindible cambiar el enfoque de la lucha y exigir directamente el fin de la represión del movimiento independista argelino. En este contexto empezó a fraguarse el rechazo de sectores cada vez más numerosos del movimiento estudiantil a la "lógica colaboracionista" de la izquierda parlamentaria (rechazo que alcanzó su máxima expresión en las revueltas de Mayo del 68). “Hay que tener en cuenta”, explicó Bachelet, “que el PCF mantuvo siempre una actitud muy ambigua frente a esta guerra colonial (y también frente al envío de reservistas), pues aunque oficialmente se oponía a ella, ignoró e incluso bloqueó todas las iniciativas que hubieran podido frenarla”. A finales de 1960 y principios de 1961, la situación en la universidad francesa se volvió muy tensa. Los enfrentamientos con grupos de extrema derecha y la represión de la Policía obligaron a los colectivos estudiantiles de izquierda a idear mecanismos organizativos que permitieran garantizar su seguridad. Las acciones y movilizaciones contra la Guerra de Argelia se multiplicaron. Se tejieron redes que de forma clandestina proporcionaban apoyo logístico a desertores e insumisos (y también a miembros del Frente de Liberación Nacional argelino). "Tras la sublevación de los jefes militares franceses en Argelia la noche del 21 de abril de 1961", recordó Bachelet, "fuimos muchos los que temimos que se produjera un Golpe de Estado fascista en Francia y empezamos a organizarnos para una posible resistencia. En ese momento volvimos a comprobar que no era muy conveniente fiarse del PCF". El Golpe de Estado finalmente no se produjo, pero la OAS (Organisation de l'Armée Secrète) inició una dura campaña terrorista que generó una situación de gran inestabilidad en Francia. En ese contexto, Prisca Bachelet y otros estudiantes de la Sorbona elaboraron un documento en el que alertaban a los ciudadanos del resurgimiento del fascismo en el país galo y denunciaban que muchos miembros de la Policía y del Ejercito habían colaborado -directa o indirectamente- con la OAS. "Como no obtuvimos el respaldo de ninguna organización", señaló Bachelet, "decidimos firmar ese documento como 'un grupo de estudiantes antifascistas'". Otros muchos estudiantes se organizaron en "pequeños grupúsculos" para realizar iniciativas similares, lo que dio lugar a la gestación del Frente Universitario Antifascista que articuló un tipo de activismo directo, difuso y descentralizado que, de algún modo, ya anticipaba la apuesta por una "acción política rigurosamente situacional" que se hizo en la insurrección de Mayo del 68. Tras la firma de los acuerdos de Evian y el reconocimiento, por parte de Francia, de la independencia de Argelia, en ciertos sectores del movimiento estudiantil comienza a cobrar fuerza la idea de que se daban las condiciones objetivas para poner en marcha un proyecto revolucionario, algo que sólo se podría conseguir si se optaba claramente por una radicalización de la lucha. En este sentido, se plantea que es necesario ir más allá de una mera defensa de los intereses corporativos de los estudiantes y proponer un cambio radical del sistema universitario (que desempeñaba un papel clave en el proceso de burocratización alienante que estaba experimentando el mundo capitalista). "De este modo", concluyó Prisca Bachelet, "fueron emergiendo una serie de prácticas políticas y de discursos teóricos en el seno del movimiento estudiantil francés que hicieron posible que éste tuviera la capacidad de desencadenar y catalizar una rebelión como la del 68". La mesa redonda Semillas y gérmenes del 68: movilizaciones contra la guerra de Argelia, luchas obreras, movimiento estudiantil se cerró con la intervención de Jean-Pierre Duteuil que habló de algunas de las luchas obreras más emblemáticas que se llevaron a cabo en los meses previos al estallido insurreccional de Mayo del 68. En muchas de estas luchas ya se produjo una alianza entre obreros y estudiantes y se articuló una crítica radical de la alineación -no sólo laboral sino también, y sobre todo, existencial- que promovía el capitalismo fordista. "Así", señaló Duteuil, "en el documental que realizó Chris Marker sobre la huelga en la planta textil de Rhodiaceta de la localidad de Besançon, podemos observar que los huelguistas lo que realmente desean es acabar con una dinámica de explotación que les impide disfrutar de la vida", que hace que sus relaciones -laborales e interpersonales- estén sometidas a una lógica rígidamente funcional y profundamente deshumanizadora que antepone la racionalidad productiva al bienestar de los ciudadanos. Según Jean-Pierre Duteuil, en 1967 y los primeros meses de 1968, Francia fue escenario de varias luchas obreras de características muy similares a la de Rhodiaceta. "Luchas", subrayó, "protagonizadas por colectivos obreros muy diferentes (trabajadores especializados, empleados sin cualificar, inmigrantes...) y que se desarrollaron en distintas zonas del país: desde las áreas metropolitanas de ciudades como París, Burdeos o Lyon a la cuenca siderúrgica de la región de Lorena, pasando por espacios hasta entonces poco industrializados como la Baja Normandía. Dos de las luchas más emblemáticas fueron las que se llevaron a cabo en la central metalúrgica de Dassault (Burdeos) y en los astilleros atlánticos de Saint-Nazaire. En esta última, las mujeres jugaron un papel muy importante, pues por primera vez en la historia del movimiento obrero en Francia no sólo proporcionaron apoyo logístico a los huelguistas, sino que también participaron de forma activa en muchas de las acciones y movilizaciones que éstos organizaron. Al igual que en Rhodiaceta, uno de los objetivos fundamentales de la huelga de Saint-Nazaire era conseguir que la disminución del horario laboral no supusiera una reducción del salario. En opinión de Jean-Pierre Duteuil éste es uno de los muchos datos que desmotan el "tópico reaccionario" de que la mayoría de los que participaron en estas luchas obreras (y, en general, en todas las luchas vinculadas a Mayo del 68) sólo buscaban un aumento de su poder adquisitivo y, por tanto, de su capacidad de consumo. Tópico que la "memoria reactiva" que se ha fabricado en torno al Mayo francés ha utilizado de forma perversa para argumentar que, en realidad, fue un movimiento pro-capitalista, pues sus protagonistas no aspiraban a transformar la sociedad, sino a derribar todas las barreras que obstaculizaban la satisfacción de sus deseos de consumo. En la central metalúrgica de Dassault (Burdeos), una de las cosas que se reclamaba era que los salarios se equipararan a los que cobraban los trabajadores de la región de París. Esa también fue una de las principales reivindicaciones en las luchas obreras que se realizaron en la Baja Normandía y otras regiones del noroeste de Francia a finales de 1967 y principios de 1968 (cuando ciudades como Caen, Redon o Le Mans fueron escenario de multitudinarias manifestaciones que, a menudo, desembocaron en duros enfrentamientos entre los obreros y las fuerzas de seguridad). Hay que tener en cuenta que a mediados de los años sesenta muchas fábricas ubicadas en la periferia parisina se trasladaron a esta zona, donde el coste de la mano de obra era mucho menor, algo que, en palabras de Dutueil, "demuestra que ya por aquel entonces el capitalismo había descubierto las 'ventajas competitivas' de la deslocalización". Todas estas acciones y movilizaciones obreras desempeñaron un papel clave en la activación y radicalización del movimiento estudiantil y, por tanto, en la gestación de las revueltas del 68. "Nos indignaba tanto la intervención imperialista de Estados Unidos en Vietnam (o, a nivel más abstracto, la alienación existencial que promovía el sistema capitalista)", señaló Jean Pierre-Duteuil (que en aquella época era estudiante en la Universidad de Nanterre), "como la situación laboral de los obreros franceses que en Besançon, Saint-Nazaire, Burdeos o Caen vivieron antes de Mayo del 68 su particular Mayo del 68". A su juicio, también se debe tener en cuenta el papel que jugaron las movilizaciones que emprendieron ciertos colectivos campesinos durante aquellos años. Colectivos que rompieron con la idea (defendida por las principales organizaciones campesinas de la época) de que el agricultor es, ante todo, un propietario y que, en muchos casos, establecieron un relación muy intensa con el movimiento obrero y estudiantil de las zonas en las que actuaban.
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