Crónica/resumen de la intervención de Silvia Federici

Silvia Federici durante su intervención en la UNIA La gira que la activista y pensadora feminista Silvia Federici ha realizado por distintas ciudades del Estado español recaló los días 20 y 21 de mayo en Sevilla, donde la autora de Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria ofreció una multitudinaria conferencia en la sede de La Cartuja de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) para presentar su libro Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas que acaba de editar en castellano la editorial Traficantes de sueños. Además de esta conferencia, con la que se abrió las jornadas De los conflictos capital/vida a la diversidad funcional (incluidas dentro del proyecto Múltiplo de 100, última escala, por el momento, de las actividades en torno a los feminismos post-identitarios que ha organizado UNIA arteypensamiento), durante su estancia en Sevilla Federici también dio una charla en la Universidad Pablo de Olavide (donde estuvo acompaña de Lina Gálvez, Catedrática de Historia e Instituciones Económicas) y mantuvo un encuentro en la librería Relatoras con representantes de varios colectivos feministas locales.

En el inicio de su intervención en la UNIA, Silvia Federici planteó la necesidad de repensar la actual crisis internacional, pues ella considera que, a diferencia de lo que nos quieren hacer creer, ni es algo "nuevo" ni tiene un carácter exclusivamente económico o financiero. A su juicio, la crisis que estamos sufriendo ahora en las sociedades occidentales ("y subrayo intencionadamente lo de las sociedades occidentales, porque se nos suele olvidar que otras partes del planeta nunca han dejado de estar en crisis") es, ante todo, una crisis política que no puede desligarse de los procesos de acumulación y de explotación que desde hace más de quinientos años está llevando a cabo el capitalismo.

Según Federici, los orígenes de la crisis actual se remontan a la década de los setenta del siglo pasado, el momento culminante del ciclo de luchas que se desarrolló tras la Segunda Guerra Mundial. Un ciclo de luchas que tuvo múltiples y muy variadas manifestaciones y que, en su opinión, llegó a socavar los cimientos del capital hasta el punto de que este se vio obligado a reinventarse para poder seguir imponiendo su lógica individualista y competitiva. "En los años cincuenta y sesenta", explicó, "asistimos a la emergencia, consolidación y expansión de movimientos anticapitalistas de diversa índole, no solo en Estados Unidos y Europa, sino también en Latinoamérica, África y Asia. Lo novedoso fue que por primera vez los protagonistas de gran parte de estas luchas eran sectores de la población que habían sido marginados por los movimientos revolucionarios. O, dicho con otras palabras, colectivos sociales (las mujeres, la población afroamericana de Estados Unidos, los habitantes de las antiguas colonias europeas...) a los que la tradición marxista nunca había visto como potenciales sujetos revolucionarios. Y eso, qué duda cabe, supuso un cambio histórico de enorme relevancia".

Silvia Federici durante su intervención en la UNIA A juicio de Federici, para tratar de contrarrestar y desactivar el profundo cuestionamiento que estas luchas hicieron del capitalismo, en los años ochenta se inició a escala global un intensivo "ataque a la capacidad de reproducción social de los ciudadanos". Un ataque que ha adoptado formas muy diferentes, desde la apropiación de grandes extensiones de territorios en los países empobrecidos (generando un gran éxodo poblacional) hasta el progresivo desmantelamiento del Estado del Bienestar que se había logrado erigir, aunque fuera de forma parcial y limitada, en algunos países occidentales1. En opinión de la autora de Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas, la amplitud y dureza de ese ataque ha sido directamente proporcional a la magnitud de la crisis política que lo propició. Crisis que, paradójicamente (o, quizás, no tanto), el poder ha sabido reconvertir en un instrumento para justificar e imponer unas políticas de austeridad que, en el fondo, solo sirven para que las clases dominantes mantengan (y aumenten) sus privilegios a costa del resto de los ciudadanos.

Silvia Federici señaló que el movimiento de liberación de las mujeres ha jugado un papel clave en todo este proceso. Hay que tener en cuenta que en los años sesenta y setenta del siglo pasado el feminismo era una fuerza social muy importante que logró movilizar a muchas mujeres planteando un rechazo frontal al modelo de organización política, social y económica que proponía el capitalismo. Un modelo que negaba a las mujeres el acceso al mercado laboral, obligándoles a permanecer en el ámbito del hogar, donde tenían que realizar un tipo de trabajo -el trabajo doméstico, el trabajo reproductivo- que no estaba remunerado y que, por tanto, les hacía ser económicamente dependientes de los hombres.

En este sentido Federici aseguró que no es casual que este movimiento comience y se consolide en la Europa y los Estados Unidos de las décadas posteriores a la II Guerra Mundial. "Durante la contienda", explicó, "muchas mujeres de estos países tuvieron que trabajar fuera de sus casas porque los hombres estaban en el frente, y al hacerlo se dieron cuenta de lo que suponía disponer de un salario propio y no depender de nadie para subsistir. Pero al terminar la guerra se les obligó a volver al hogar y empezaron a sentir que eso les hacía perder autonomía y les generaba una profunda frustración. De manera más o menos consciente transmitieron estas sensaciones a sus hijas que serían las que en los años sesenta y setenta se rebelaron contra el trabajo doméstico y todo lo que este implicaba".

El movimiento de liberación de las mujeres desempeñó, por tanto, un papel crucial en el proceso de cuestionamiento que experimentó el capitalismo durante las décadas de los sesenta y setenta. Para intentar neutralizar su potencialidad subversiva se empezaron a poner en marcha iniciativas gubernamentales e institucionales de diversa índole que propiciaron la reformulación de la agenda feminista. Según Silvia Federici, una institución clave en esta operación de domesticación y desactivación fue la ONU que, por aquellos años, organizó una serie de conferencias internacionales que "contribuyeron a redefinir y canalizar las reivindicaciones de los movimientos feministas para que no entraran en conflicto con el programa neoliberal que se estaba empezando a implantar".

Silvia Federici durante su intervención en la UNIA

De este modo, a través de la instrumentalización institucional del rechazo frontal del feminismo de los años setenta al trabajo doméstico y todo lo que este suponía, se consigue que de forma generalizada se asuma que las mujeres podrán alcanzar su emancipación si se garantiza que puedan acceder en igualdad de condiciones que los hombres al mercado laboral. Algo que, con muchos matices, se podría decir que en determinados lugares del planeta (y, sobre todo, si dentro de esos lugares, centramos nuestra mirada en los sectores de la población más acomodados), el sistema capitalista neoliberal ha llegado a posibilitar.

Pero la incorporación de las mujeres (de parte de las mujeres) al mercado laboral no ha propiciado una transformación real y profunda de la sociedad. Es indudable que las mujeres (que algunas mujeres) han ganado una cierta autonomía económica, pero según Silvia Federici continúan ocupando una posición subalterna dentro de las estructuras organizativas de la sociedad, entre otras cosas porque el acceso al trabajo asalariado no les ha librado del trabajo reproductivo y de cuidados que, además, sigue estando sin remunerar. De hecho, lo que nos encontramos ahora es que muchas mujeres -especialmente aquellas que cuidan de niñxs, y/o personas dependientes y/o ancianxs- tienen jornadas de diez, doce o catorce horas, es decir, igual o incluso más largas de las que tenían los trabajadores en los inicios de la Revolución Industrial.

"Bajo mi punto de vista", subrayó Federici, "es fundamental que evidenciemos y denunciemos que se ha avanzado mucho menos en la autonomía de las mujeres de lo que nos quieren hacer creer. No en vano son [las mujeres] quienes más antidepresivos y ansiolíticos consumen, en gran medida porque se ven atrapadas entre un trabajo asalariado (las que lo tienen) que nos les satisface pero al que no pueden renunciar y un trabajo doméstico y de cuidados del que siguen siendo las principales responsables y por el que siguen sin recibir ningún tipo de remuneración". Además, las políticas de austeridad han propiciado que su situación se precarice, si cabe, aún más, no solo porque dichas políticas hacen que haya menos puestos de trabajos disponibles (los que hay son de peor calidad y, por lo general, siguen siendo los hombres sus principales destinatarios), sino también porque los recortes de los servicios sociales les obligan a asumir más responsabilidades domésticas y de cuidados, lo que -y esta es la "pescadilla que se muerde la cola"- dificulta su acceso al mercado laboral, a un trabajo remunerado que es el que, a menudo, ha permitido a ciertas mujeres delegar en otras personas (casi siempre, también mujeres) esas tareas de cuidados2, con todas las contradicciones que ello comporta.

Silvia Federici durante su intervención en la UNIA

Silvia Federici quiso aclarar que este proceso de precarización generalizada de la existencia no solo está afectando a las mujeres, sino que también lo están sufriendo otros muchos colectivos3, por ejemplo el de los niñxs y jóvenes ("cuyos problemas, en demasiadas ocasiones, se medicalizan, ignorando las causas sociales que los generan") o el de las personas mayores ("entre los que vemos formas muy acuciantes de sufrimiento"). Respecto a estas últimas, una cosa que se suele presuponer es que, durante las últimas décadas, la "esperanza de vida" en los países occidentales se ha incrementado de forma considerable. Sin embargo, la autora de Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria aseguró que ese es un dato que habría que matizar, porque si se analizan con detenimiento las estadísticas disponibles podemos observar que, en realidad, la esperanza de vida entre las capas más desfavorecidas de la población ha disminuido incluso hasta en cinco años.

Resumiendo, según Federici es necesario desmontar la idea de que la mejora en el acceso de las mujeres a puestos de trabajos remunerados (una mejora que, a pesar de ser relativa y estar muy segmentada, el neoliberalismo ha convertido en una especie de mantra autolegitimador) ha supuesto un gran paso para su emancipación, así como recuperar el carácter subversivo del feminismo que contribuyó a generar la profunda crisis sistémica que experimentó el capitalismo durante los años setenta. "Para ello", subrayó, "tenemos que (volver a) poner en el centro de nuestras luchas la cuestión de la reproducción. Porque no se puede conseguir una verdadera emancipación de las mujeres sin transformar radicalmente la sociedad. Y para que esa transformación sea posible es necesario dejar de invisibilizar y desvalorizar, como ha hecho históricamente -y sigue haciendo- el sistema capitalista, el ámbito de la reproducción... O dicho con otras palabras, tenemos que pensar formas de lucha y resistencia que pongan en el centro la cuestión de la vida, que desnaturalicen, den visibilidad y revaloricen el trabajo doméstico y reproductivo. Porque si no lo hacemos, lo único que lograremos es desplazar la explotación desde nuestros hombros a los hombros de otrxs".

Stand de las librerías La Fuga y Relatoras con los libros de Silvia Federici 'Revolución en punto cero. Trabajo doméstico, reproducción y luchas feministas,' y 'Calibán y la bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria'
Stand de las librerías La Fuga y Relatoras con los libros de
Silvia Federici Revolución en punto cero y Calibán y la bruja

Para Silvia Federici también es fundamental analizar críticamente qué es lo que entendemos cuando hablamos de crisis y tomar conciencia de que, en realidad, las crisis son consustanciales al capitalismo, con la particularidad de que la que estamos sufriendo en la actualidad afecta de lleno a los países occidentales y, además, ha devenido en un instrumento para justificar y apuntalar la contrarreforma neoliberal que comenzó a gestarse a finales de la década de los setenta del siglo pasado, cuando culminó el ciclo de luchas que hizo que se tambalearan los cimientos del sistema. A su juicio, la gran ventaja que tenemos ahora con respecto a aquellos años es que el proceso de globalización ha hecho que resulte más evidente que el capitalismo solo puede funcionar creando desequilibrios y desigualdades y que, por tanto, no podemos construir una sociedad que garantice una vida digna de ser vivida, una vida que nos permita realizarnos (tanto a nivel individual como colectivo), utilizando sus lógicas y metodologías, asumiendo sus reglas de juego.

 

 

 

 

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1.- Un Estado del Bienestar que permitió que parte de la riqueza que los ciudadanos generaban les fuera devuelta a través de diferentes tipos de servicios y prestaciones (educación y sanidad pública, pensiones, subsidios de desempleo...). Todo ello desde la premisa de que el bienestar que se le brindaba a los ciudadanos podía contribuir a la consolidación del sistema, pues posibilitaría que estos mejoraran su productividad y terminaran aceptando el capitalismo como una especie de mal menor.  [^]
2.- Otro asunto al que hizo referencia Silvia Federici durante su intervención pero en el que no ahondó es el de la "externalización" de ciertas labores de cuidado y reproducción. Un fenómeno con múltiples implicaciones y derivadas que nos muestra cómo en la globalización neoliberal la lógica capitalista se ha ido infiltrando en todas las esferas de la vida de los ciudadanos.  [^]
3.- Hay que tener en cuenta que, como señaló Silvia L. Gil en su charla en el seminario Agenciamientos contra-neoliberales: coaliciones micro-políticas desde el sida, "la precariedad ha dejado de ser algo excepcional que afecta únicamente a un grupo más o menos reducido de sujetos (ya sea por su condición social o por determinadas elecciones vitales que estos hayan hecho) para pasar a ser la norma neoliberal que rige la vida de una gran parte de los ciudadanos".  [^]