Intervención de Germán Sierra |
A juicio de Germán Sierra, profesor de Bioquímica y Neurociencia en la Universidad de Santiago de Compostela y autor de libros como El espacio aparentemente perdido (1996), La felicidad no da el dinero (1999), Efectos secundarios (2000) o Intente usar otras palabras (2009), las producciones artísticas y literarias actuales no pueden obviar que la expansión de las nuevas tecnologías digitales está propiciando que cambie la forma en que recibimos y procesamos la información y, con ello, nuestra manera de percibir e interpretar el mundo. En el inicio de su intervención, Sierra recordó que en su famoso ensayo E Unibus Pluram: Television and U.S Fiction (1993), David Foster Wallace señalaba que para los artistas había dejado de tener sentido intentar establecer un diálogo con los mass media en sus propios términos y que, por ello, esperaba que llegara una nueva generación de escritores que en su crítica a la televisión fuera capaz de ir más allá del distanciamiento irónico, tratando de recuperar valores como la autenticidad personal o la emoción. Con el tiempo, el propio Foster Wallace fue tomando conciencia de que eso no era más que un deseo utópico, pues el capitalismo, a través de su maquinaria tecnológica-mediática, había conseguido que dichos valores también se convirtieran en bienes de consumo. Es decir, el autor de La broma infinita, al igual que otros escritores de la época, comenzó a darse cuenta de que vivimos en una realidad producida tecnológicamente -una realidad que nos conforma y configura (pues, parafraseando a Josefina Ludmer, es "un universo sin afueras")- y si la literatura (o el arte) quiere seguir teniendo sentido en el presente debe empezar a asumirlo. Curiosamente, poco después de que se publicara el ensayo de Foster Wallace, el panorama de los mass media experimentó una profunda reconversión por la expansión de la World Wide Web, y el término network, que hasta entonces se había utilizado para nombrar a los canales de televisión, comenzó a usarse como sinónimo de internet. Las redes electrónicas, al favorecer la conectividad y la interacción, posibilitaron que colectivos artísticos y culturales minoritarios que hasta ese momento se habían mantenido a un nivel muy underground , lograran una visibilidad mucho mayor y multiplicaran su capacidad de influencia. En este contexto, según Germán Sierra, "el medio dejó de ser el mensaje para pasar a ser sólo uno entre muchos posibles mensajes", y los artistas y escritores más innovadores empiezan a explorar las potencialidades de la ficción hipertextual y del uso crítico de las nuevas tecnologías. Para Sierra, lo importante no es que la tecnología digital haya cambiado la forma en que realizamos y recibimos producciones artísticas y literarias, sino que ha propiciado que la visión "técnica" condicione cada vez más nuestra manera de percibir y de relacionarnos con el mundo. O dicho con otras palabras: las nuevas tecnologías tienen "efectos reales" más allá de la representación pues, como plantea Mark Hansen, influyen en nuestras vidas y en nuestros cuerpos a un nivel que podríamos describir como "infraestructural", es decir, a un nivel que está por debajo del umbral de la representación. Hay que tener en cuenta que el concepto central en torno al que gira el proyecto discursivo de artistas, escritores y teóricos en la emergente era digital ya no es el texto, sino el código que constituye un nuevo lenguaje universal performativo que consigue unificar lo textual con lo audiovisual. Utilizando el ordenador como principal herramienta de trabajo, los escritores se transforman en programadores/diseñadores, pues lo que escriben, además de un efecto textual, también tiene un efecto performativo; y, al mismo tiempo, los artistas visuales se convierten en escritores, ya que la mayor parte de sus obras están escritas sobre código. A juicio de Germán Sierra, en este nuevo marco paradigmático (en el que el código se adueña del lugar que antes ocupaba el texto), la literatura (el arte) tiene que funcionar como un instrumento que nos ayude a "descubrir los mensajes alternativos que emergen dentro de los procesos de mediatización". En la segunda parte de su intervención, Germán Sierra -que, como ya hemos comentado, es profesor de Bioquímica y Neurociencia en la Universidad de Santiago de Compostela- aseguró que en los últimos años ha habido varios intentos de traducir textos a código genético para insertarlo en el ADN de una bacteria. Por ejemplo, a mediados de la pasada década, Craig Venter, fundador de la empresa que completó la primera secuencia del genoma humano, anunció que tenía la intención de codificar varias citas de James Joyce para introducirlas en el ADN de las bacterias con las que estaba trabajando1. Y recientemente, el poeta conceptual canadiense Christian Bök ha puesto en marcha un proyecto llamado XENOTEXT que pretende traducir un poema a código genético añadiéndole los elementos necesarios para que la bacteria en el que se inocule lo "recite" en forma de proteína2. Germán Sierra recordó que unos días antes de que se celebrara el seminario se encontró casualmente con una conversación en Twitter en la que varios escritores (entre ellos, Jeff Noon, uno de los autores vivos de ciencia ficción que más admira) hablaban del trabajo de un biólogo que quería introducir un texto traducido a código genético en el "ADN basura" de una bacteria. Sierra no pudo evitar inmiscuirme en la conversación para explicar a quienes participaban en ella que la expresión "ADN basura" ya no se utiliza en biología molecular, que es un "atavismo" conceptual procedente de una época en la que se consideraba que el ADN no codificante no cumplía ninguna función en la fisiología de la célula (hoy se sabe que sí la cumple). Pero si mencionó esta anécdota en el seminario no fue porque crea que el "futuro de la literatura pasa necesariamente por la transformación genética de microorganismos", sino porque la expresión "ADN basura" le recuerda que la confusión que hay en torno a la noción de genoma no es muy diferente a la confusión que existe en torno a la propia noción de literatura. Hay que tener en cuenta que la palabra genoma se utiliza tanto para referirse a las secuencias de ADN que producen proteínas (aproximadamente el 5%) como para hablar de la totalidad del ADN humano. Hasta ahora se consideraba que el ADN no codificante (es decir, el 95% del ADN) era "ADN basura", pero investigaciones recientes han demostrado que también contiene información muy valiosa ("de hecho, es absolutamente imprescindible para regular el modo en que se comporta el 5% del ADN que sí codifica proteínas"). Con la literatura, según Germán Sierra, sucede algo muy parecido. Se puede tener una visión muy restringida de lo literario, de manera que sólo se considera como tal un tipo específico de texto que se difunde a través de un objeto con características físicas claramente definidas: el libro. O, por el contrario, se puede concebir la literatura como algo mucho más amplio y voluble (como una manifestación expresiva que abarca propuestas con rasgos -conceptuales y materiales- muy diferentes), e incluso llegar a plantear que un programa de ordenador, un juego tipográfico o el ADN modificado de una bacteria también pueden verse como obras literarias ("no hay que olvidar que todo lo digital es textual y, por tanto, susceptible de ser literarizado"). En la conclusión de su ponencia, Sierra señaló que si se impone la primera visión, la literatura probablemente acabará siendo lo que, equivocadamente, a menudo creemos que ha sido: un mero "pasatiempo para exquisitos". En cambio, si prevalece el segundo punto de vista, la literatura podrá ser (o, más exactamente, podrá seguir siendo) lo que, en realidad, siempre ha sido: "un modo de intentar entender el modo en que entendemos la realidad".
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