Resúmen de las intervenciones de Azul Blaseotto |
Azul Blaseotto es una artista visual argentina que describe su trabajo como una "praxis artística biodiversa basada en proyectos interdisciplinares de investigación y cooperación con personas y/o agrupaciones de fuera del mundo del arte". En Narrativas de fuga III habló de la posibilidad de utilizar el dibujo y el cómic como una herramienta documental y presentó algunos de los proyectos que ha realizado, como su investigación en torno al proceso de privatización de Puerto Madero (una antigua zona portuaria de Buenos Aires que se ha convertido en uno de los barrios porteños más exclusivos) o su colaboración con un grupo de trabajadores que ha logrado recuperar unos astilleros que, tras la crisis de 2001, fueron abandonados por sus antiguos propietarios. En su práctica, Azul Blaseotto, que en 2009 obtuvo el Premio Szenario del Festival Internacional de Cómic de Lucerna, trata de crear a partir de imágenes propias y "prestadas" una "narrativa en contexto", esto es, una narrativa que dé cuenta del lugar y del momento en el que se genera y que a la vez sea contextualizante ("pues se dirige ex-profeso a determinados receptores") y crítica. Todo ello con la intención de dar visibilidad a una heterogeneidad de relatos y procesos colectivos que la Historia oficial ("esa Historia que se escribe con H mayúscula") nunca tendrá en cuenta. A su juicio es de vital importancia que el artista o investigador pueda utilizar el marco teórico-práctico que mejor se adapte a sus necesidades, ya sea recurriendo a uno pre-existente o desarrollando el suyo propio. Blaseotto ha elegido esta segunda opción y ha creado un método de trabajo llamado "Incidental Critic" en el que funde ideas y conceptos procedentes del Critical Incident (una técnica con la que se intenta resolver conflictos que surgen en espacios donde hay gente con diferentes backgrounds culturales) con la teoría del Bondelosigkeit1 que propuso el escritor y filósofo políglota Vilém Flusser (que pensaba y escribía en cuatro idiomas: checo, alemán, brasileño e inglés) para explicar lo que experimentan las personas que viven a caballo entre dos o más culturas, algo que termina condicionando su manera de ver y entender la realidad. Azul Blaseotto considera que este método se puede aplicar para crear "cómic-documentos". Y un ejemplo de esto sería Incidental Critic Comicdokumente de Frau K. in Berlin, un cómic que realizó en el año 2009 para el Master Art in Context de la Universidad de las Artes de Berlín en el que se "visualizan" las aventuras y desventuras de un grupo de jóvenes estudiantes latinoamericanos que intentan abrirse camino en la capital alemana. Hay que tener en cuenta que, por lo general, a los dibujos y los cómics se les niega la condición de documentos, quizás porque en ellos es más evidente la ficcionalidad y su dependencia de una subjetividad creadora que en el cine o la fotografía. Sin embargo, detrás de cualquier filme o imagen fotográfica hay también una subjetividad que interpreta lo que está viendo y que decide, por ejemplo, qué se enfoca o destaca y qué se deja fuera de plano. Y no sólo eso, a lo largo de la historia de la fotografía y del cine documental hay numerosos casos de imágenes y películas que aparentemente mostraban de forma objetiva un hecho real y que con el tiempo se ha comprobado que eran falsas o estaban manipuladas. Incluso un icono de la fotografía documental y del fotoperiodismo como Muerte de un miliciano, de Robert Capa, se sospecha que es un montaje. "Los dibujos", subrayó Azul Blaseotto, "son siempre el fruto de una acción subjetiva, pero eso no implica que, al igual que las imágenes fotográficas y las producciones audiovisuales (detrás de las cuáles también hay siempre una subjetividad), en ciertos casos puedan funcionar como documentos". Esto es lo que ella intenta en Soja bonus track, una "novela gráfica en proceso" en la que Blaseotto da cuenta de los efectos devastadores (tanto desde un punto de vista medioambiental como social y cultural) que está teniendo la expansión del cultivo de soja en Argentina. Unos efectos que los medios oficiales niegan o que, en todo caso, minimizan y/o justifican por los supuestos beneficios económicos que genera. A menudo los documentos sobre los que se asienta la Historia oficial de un país tienen un claro sesgo ideológico y son interpretaciones muy poco rigurosas de un hecho o acontecimiento. En este sentido, Azul Blaseotto recordó que para hablar de la fundación de Buenos Aires se suele recurrir a un dibujo que hizo un soldado alemán llamado Ulrico Schmidl (que formó parte de la expedición colonizadora que dirigió Pedro de Mendoza en 1536) en el que se mezclan los aspectos documentales con los imaginarios (de hecho, son estos últimos los que prevalecen). En 1950, el ilustrador argentino Oscar Conti (Oski) realizó una versión humorística de este dibujo que, en palabras de Blaseotto, "no sólo no falsifica el documento histórico original sino que le da mayor exactitud". La Historia con mayúscula se construye también a partir de lo que se omite y silencia. En el caso de Argentina, una de esas grandes omisiones es el exterminio de la población indígena que iniciaron los conquistadores españoles y que culminaron sus descendientes, los criollos, quienes a mediados del siglo XIX emprendieron la llamada "Conquista del desierto", una campaña militar contra los pueblos mapuche, tehuelche y ranquel para obtener el dominio territorial de la Pampa y la Patagonia oriental.
Con esta campaña militar lo que se pretendía era ampliar el terreno dedicado a la ganadería -la principal actividad económica de Argentina- y, al mismo tiempo, contar con más espacio para levantar nuevas colonias en las que alojar a las oleadas de inmigrantes que estaban llegando al país. Sin embargo, la mayoría de estos inmigrantes no se fueron a trabajar al campo, sino que se instalaron en Buenos Aires y con los años pasaron a engrosar las filas del creciente proletariado urbano. La convivencia entre personas procedentes de países y culturas muy diferentes (en 1914, alrededor del 30% de la población del país y del 60% de la de Buenos Aires era de origen extranjero) generó múltiples fricciones e hizo que la cuestión identitaria se pusiera en primer plano, donde, en gran medida, aún continúa hoy, cuando se conmemora el segundo centenario de la independencia de Argentina. Blaseotto mostró una ilustración de 1917 que documenta la diversidad cultural del Buenos Aires de aquella época a través de la representación caricaturesca de sus viejos y nuevos habitantes: el gaucho, el gallego, el judío, la rusa, el mulato...
En su segunda intervención, Blaseotto -que describe su trabajo como una "praxis artística biodiversa" porque en él se utilizan distintos medios (cómics, pinturas, fotografías, vídeos, instalaciones...), se busca la cooperación con personas y/o agrupaciones no vinculadas al mundo del arte y se abordan cuestiones muy diferentes (las problemáticas de género, la migración, la ecología, el mundo laboral...)- habló del proyecto que ha llevado a cabo en torno al proceso de privatización de Puerto Madero, una antigua zona portuaria de Buenos Aires que se ha convertido en unos de los barrios más "exclusivos" de la capital argentina. Este antiguo espacio público, con el que Azul Blaseotto mantenía una fuerte relación afectiva, se encuentra junto a la Reserva Ecológica Costanera Sur, el mayor espacio verde de Buenos Aires que también corre el peligro de acabar urbanizado.
En el reverso del cuadro -que no se coloca en la pared, sino que se cuelga con unos cables del techo, de modo que los espectadores puedan rodearlo- se especifica quién es cada uno de los personajes que aparece. La obra se tituló Cabezas en homenaje a José Luis Cabezas, reportero gráfico y fotógrafo argentino que fue asesinado tras investigar la presunta implicación del empresario Alfredo Yabrán en casos de corrupción2. "La titulé así", explicó, "porque, al igual que José Luis Cabezas, con obras como ésta lo que pretendo es ponerle nombre y apellidos a la gente que hace negocios con el patrimonio público". Como ya hemos comentado, en muchos de sus trabajos Blaseotto colabora con personas y colectivos de fuera del mundo del arte. En este sentido, uno de los proyectos más interesantes que ha llevado a cabo es el que realizó con unos trabajadores que habían recuperado un astillero que, tras la reconversión del sector en la década de los noventa, se fue a la quiebra. "Quería contribuir a resguardar la historia de estos trabajadores que sin apenas formación, al margen de cualquier partido y sin ayuda pública de ningún tipo, estaban logrando recomponer lo que políticos y economistas formados en las 'mejores universidades' del país habían destruido", subrayó. Junto a ellos, Azul Blaseotto realizó una instalación para la muestra La Normalidad en la que recrearon a pequeña escala la silueta de un barco petrolero de 190 metros de eslora al que llamaron El futuro. A ambos lados del barco pusieron fotografías, dibujos y textos que documentaban la historia tanto de este astillero como del único astillero estatal que aún permanece en activo. Y todo esto se complementó con una serie de grabaciones en audio en las que los trabajadores hablaban, entre otras cosas, de los motivos por los que habían decidido recuperar la fábrica.
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