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Eduardo Serrano: "Territorio urbano y ciberterritorio" |
Cuando se observa el comportamiento de los animales territoriales, se descubre que éstos, además de un medio físico, comparten un medio semiótico constituido, entre otras cosas, por signos que informan a los de su especie que allí habita uno de los suyos. "Ese medio semiótico o basado en el lenguaje", señaló Eduardo Serrano en el inicio de su intervención, "es una propiedad común para todos los animales de esa especie (propiedad común tanto en el sentido de cosa poseída por todos como de cualidad específica de la especie) y, por tanto, en contraposición al medio físico, representa para ellos un medio social". En el caso concreto de la especie humana, con el desarrollo del lenguaje, este "medio social" se va complejizando, de modo que el territorio físico llega a ser codificado bajo la dicotomía de publico/privado y aparecen planos y mapas que a través de finas líneas fijan y marcan los límites de las propiedades y/o de las fronteras de los Estados, dando por hecho que cada parcela representada cuenta con un propietario o un agente que la gobierna. Pero el territorio, entendido como "una composición entre una población (o unos habitantes) y un medio que le sirve de sustento, tiene una segunda dimensión que no se puede representar como un "mosaico de dominios", sino más bien como un conjunto de líneas que "cortan perpendicularmente a las perimetrales que cierran dichos dominios, conectándolos y poniéndolos en relación". "Según predomine una u otra dimensión", indicó Eduardo Serrano, "podemos hablar de territorios mosaico o de territorios red ". Ejemplos paradigmáticos de estos últimos -que con la emergencia de las sociedades industriales y del capitalismo moderno han adquirido una importancia creciente- serían las infraestructuras automovilísticas y los sistemas de metro urbano. En ellos, el tiempo prevalece sobre el espacio y, en gran medida, el medio no está sujeto a las condiciones de la propiedad privada. "La razón de su existencia", precisó, "es la de proporcionar servicio al conjunto de la ciudadanía. Pero las posibilidades de que sus usuarios intervengan en su diseño, funcionamiento y modificación son mínimas... Aunque se trata de bienes de propiedad pública, son gobernados según criterios técnicos y económicos, y la responsabilidad en la toma de decisiones que les afectan recae en una minoría de expertos y políticos". A menudo se asume de forma acrítica que las cuestiones estratégicas que atañen al control y la gestión de estas redes no dependen de sus particularidades topológicas, sino única y exclusivamente de razones técnicas y, por tanto, neutras. Sin embargo, Serrano cree que no es así y que son posibles -"y deseables"- otras formas de articular la relación entre la parte social y la parte técnica de las mismas. "Hay que dejar de concebir el medio territorial como algo pasivo", subrayó, "pues la forma que tenga/adopte una red influye -y mucho- en cómo se pueden relacionar entre sí sus nodos (es decir, los agentes que desde ellos operan)". En este sentido, Eduardo Serrano recordó que en lo que se refiere a su configuración formal y siendo muy genéricos, existen tres tipos fundamentales de redes: centralizadas, en las que la relación entre los nodos ha de pasar por un único nodo central; descentralizadas, donde en vez de un único nodo central, hay un número limitado de nodos que cumplen su función ("lo que permite algunos caminos alternativos"); y distribuidas, en las que todos los nodos pueden relacionarse entre sí por múltiples vías. Internet, que en muy poco tiempo se ha convertido en el soporte principal de la comunicación a distancia de la humanidad, sería un ejemplo de este último tipo de red, algo que, a juicio de Serrano, constituye un enorme desafío para el capitalismo, pues las redes distribuidas ponen en entredicho la "topología de las relaciones de poder" que instaura la lógica capitalista.
Lo paradójico es que el capitalismo está aprovechando este envite para reformularse y reinventarse. De hecho, ya ha sido capaz de generar herramientas que hacen que las potencialidades de las redes distribuidas se pongan a su servicio. Como, por ejemplo, las redes sociales de carácter abierto pero titularidad privada (Facebook, Twitter…) que, de algún modo, pueden verse como la versión evolucionada -o, más exactamente, como una adaptación al espacio digital (al ciberespacio)- de "dispositivos" de control y organización poblacional/territorial que han jugado un papel clave en la construcción y el desarrollo de las sociedades capitalistas. Eduardo Serrano analizó cuatro de estos dispositivos que, en su opinión, nos muestran "el tejido biopolítico del capitalismo" y ya anticipan las características del emergente cibercapitalismo o capitalismo informacional: - Los sistemas de vigilancia panóptico que, como explicó Dean MacCannel en Sobre capital y territorio I, derivan de un prototipo de prisión que ideó el pensador británico Jeremy Bentham a finales del siglo XVIII con el objetivo de que los reclusos pudieran estar permanentemente vigilados. De forma más o menos explícita, estos sistemas se han aplicado en todo tipo de espacios disciplinarios (cárceles, asilos, hospitales, escuelas...) "y, con el desarrollo tecnológico", advirtió Serrano, "se han ido refinando y complejizando: el condicionamiento coercitivo, especialmente en ámbitos como el docente, ha sido sustituido por un condicionamiento mucho más amable e indirecto que, a menudo, ni siquiera se percibe como tal". - Los proyectos de remodelación y planificación urbanística que, a partir de la propuesta de G.E. Haussmann para París, se empezaron a llevar a cabo en las grandes ciudades europeas a mediados y finales del siglo XIX. No hay que olvidar que estos proyectos contribuyeron tanto a mejorar la vigilancia y el control de los movimientos de los ciudadanos (es mucho más fácil reprimir una revuelta en una ciudad de calles rectilíneas, anchas y diáfanas que en una ciudad con un entramado urbano denso y enrevesado) como a estimular aquellos [movimientos] que pueden resultar útil para la generación de actividad económica. - La vivienda obrera que, según Eduardo Serrano, constituye uno de los "espacios de conjugación" -esto es, "medios territoriales que propician, mediante un cierre bien definido, una densidad crítica de elementos activos que, obligados a interactuar entre sí, terminan produciendo algo que antes no existía"- más significativos de la modernidad capitalista. Hay que tener en cuenta que la vivienda obrera jugó un papel crucial en la expansión y consolidación de la "familia nuclear", el sujeto por antonomasia de las sociedades capitalistas industriales. Un sujeto que es "bipolar", pues se articula en torno a un doble binomio: hombre/mujer y producción/consumo (siendo el varón el encargado de todo lo relacionado con la producción y la mujer quien gestiona todo lo relacionado con el consumo). "Se culmina así", subrayó Serrano, "un largo proceso que se inició en el siglo XVI y que, como explica Silvia Federici, supuso la progresiva anulación del valor económico de las actividades femeninas que, aunque son fundamentales para el funcionamiento del sistema, se dejan (casi) sistemáticamente sin remunerar, con todo lo que ello implica".
- La emergencia de la figura del consumidor y la conversión de la mercancía en territorio (y del territorio en mercancía). Igual que los espacios disciplinarios evolucionaron hacia modelos más abiertos y flexibles, a partir de la segunda mitad del siglo XX la "funcionalidad conjugadora" de la vivienda obrera y de la familia nuclear se fue reconfigurando y la ciudad (que comienza a perder su forma compacta y se desparrama, de modo que cada vez resulta más difícil distinguir entre lo urbano y lo rural) se conforma como el escenario más propicio para la producción del sujeto contemporáneo. Los presupuestos capitalistas se interiorizan (hasta el punto de que se llegan a ver como algo natural) y emerge la figura del consumidor que, en palabras de Eduardo Serrano, representa la "suprema mercancía". A juicio de este arquitecto y urbanista malagueño, la aparición y rápida expansión de las redes sociales comerciales evidencia que la lógica capitalista ha entrado con fuerza en el territorio de la Red, utilizando y promoviendo procesos, instrumentos y dispositivos similares a los que acabamos de comentar. Serrano considera que estas redes sociales (muy fáciles de usar y de personalizar, por lo que resultan extremadamente adictivas) no estimulan la interconexión entre los distintos entornos webs ni el interés por la dimensión política y la potencialidad crítica de las herramientas digitales. Como ocurría, como aún sigue ocurriendo, con la televisión, lo que propician es que "mucha gente se pase mucho tiempo entretenida", si bien en ellas, la comunicación ya no es unidireccional y sus usuarios tienen un papel bastante más activo1. Según Eduardo Serrano, en el emergente cibercapitalismo la mercancía ha adquirido una enorme potencia como mediador social, desbordando su dimensión estrictamente económica. Los avances tecnológicos se utilizan para ir un paso más allá en las estrategias de marketing y, además de incentivar los gustos y deseos de los consumidores (que es lo que ha hecho tradicionalmente la publicidad), también se intenta condicionar y orientar directamente su conducta a través de la producción de dinámicas procesuales y aparentemente interactivas que posibilitan generar vínculos de confianza con ellos. Uno de los principales dispositivos tecnopolíticos con los que se trata de propiciar este nuevo nivel de condicionamiento son, como ya hemos dicho, las redes sociales comerciales que, por un lado, permiten hacer un seguimiento exhaustivo de todos los movimientos de sus usuarios y, por otro, saben sacar provecho de una potencialidad fundamental de las redes distribuidas: la comunicación vis a vis o par a par ("en la que se basa la propagación viral de información en circuitos de confianza"). En este sentido, Serrano aseguró que la utilidad o el valor que para el capital tienen las redes sociales no está tanto en los ingresos publicitarios que éstas generan (ingresos que, al menos por el momento, no han respondido a las expectativas) como en el hecho de que es en ellas donde se construye al consumidor, donde se establecen (y quedan registrados) sus gustos e intereses. O, dicho con otras palabras, la principal y más valiosa mercancía de las redes sociales son los propios consumidores. Eduardo Serrano considera que a través de estas redes sociales de carácter abierto pero titularidad privada se intenta capturar e instrumentalizar una "sociabilidad emergente y masiva que, en gran medida, había logrado hasta ahora funcionar según la lógica del territorio red ". Bajo su punto de vista, el hecho de que cada vez más actividades de distinto tipo ("incluido el almacenamiento de gran parte de nuestro trabajo") se desarrollen y alojen en ellas -o en espacios similares- supone "todo lo contrario de un avance", pues en realidad lo que está provocando es una (re)segmentación y (re)centralización de Internet2. "Se podría decir", señaló Serrano, "que las redes sociales son los nuevos espacios de conjugación, ya que es en ellas donde se está fabricando al habitante propio del cibercapitalismo, un sujeto que es, al mismo tiempo, productor y consumidor (como lo era en el capitalismo industrial la familia nuclear)". Para salvaguardar y (re)activar la "extraordinaria creatividad técnica y social que ha caracterizado la breve historia del cibermundo" (una creatividad que, insistimos, se encuentra ahora amenazada "desde dentro" por la eclosión y fulgurante expansión de las redes sociales comerciales), Eduardo Serrano propone, por un lado, repensar y expandir la noción de ciborg, explorando las potencialidades del acoplamiento entre las máquinas energéticas (aquellas que generan movimientos) y las máquinas informacionales (aquellas que controlan el movimiento de acuerdo con una programación previa); y, por otro lado, investigar cómo se puede potenciar la creación de lo que el antropólogo y analista cultural Christopher Kelty define como "públicos recursivos" (esto es, "públicos que están vitalmente comprometidos con la conservación y modificación material y práctica de los medios, técnicos, legales y conceptuales de su propia existencia como públicos"). Sin duda, el ensamblaje entre máquinas energéticas e informacionales no es nuevo, pero los avances tecnológicos permiten que la hibridación entre ambas sea cada vez mayor, posibilitando la creación de estructuras complejas con rasgos que ya se aproximan a los de la vida orgánica. La potencialidad transformadora de esta "fusión de cibermundo y geomundo" queda ya patente en propuestas que, situándose en el cruce entre el arte y la ciencia, intentan generar una simbiosis entre lo humano y lo no humano, entro lo artificial y lo biológico3. Pero según Serrano, (dicha potencialidad) es aún más evidente en los emergentes procesos de "fabricación digital comunitaria", una expresión acuñada por el colectivo CommonFab para hablar de proyectos de acoplamiento energético-informacional que abarcan todo el proceso de diseño, fabricación y vida útil de un producto o servicio, de modo que sujetos que antes estaban separados según funciones especializadas y que tenían un conocimiento parcial de dicho proceso, pueden participar activamente en todas las fases del mismo.
En relación a la noción de "público recursivo", Eduardo Serrano recordó que, aunque es un concepto que Chistopher Kelty ideó para hablar de un fenómeno que él había observado en la Red (como se ha dicho: la existencia de una comunidad que se compromete de forma activa con la construcción y el mantenimiento de aquello que le permite ser lo que es), se puede aplicar a otros muchos ámbitos, y en especial al territorio urbano. Basta recordar, en este sentido, fenómenos como el del movimiento okupa, las cooperativas de viviendas o los proyectos de cartografía ciudadana. Pero en su opinión es necesario ir un poco más allá de lo que propone Kelty y empezar a asumir que los medios territoriales en los que esas comunidades nacen y se desarrollan son también organismos vivos que disponen de un poder propio ("un poder que es, precisamente, el que trata de aprovechar e instrumentalizar el modo de gobierno que llamamos biopolítico"). Según Serrano, el territorio urbano y el territorio de la Red comparten esta "condición primordial", con la particularidad de que el segundo ha vivido desde sus inicios dinámicas y desarrollos que surgían "desde abajo", lo que ha hecho de su construcción "un proceso realmente inmanente". A su juicio, tenemos que hacer todo lo posible para intentar preservar y reforzar esta inmanencia que ha dotado a los habitantes de este territorio "de amplias capacidades y facultades para intervenir tanto en sus mecanismos de funcionamiento como en su autogobierno".
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