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Resúmenes del seminario "Literatura y después" |
Dirigido por Ignacio Echevarría, el seminario Literatura y después. Reflexiones sobre el futuro de la literatura después del libro se celebró entre el 17 y el 19 de abril de 2012 en la sede de La Cartuja de la Universidad Internacional de Andalucía y reunió a una docena de escritores, teóricos y agentes culturales de España y de Latinoamérica pertenecientes a distintos estratos generacionales. Como su propio subtítulo indicaba, el objetivo fundamental de este seminario era reflexionar sobre el futuro de la literatura en un contexto en el que el libro (o, más exactamente, la "cultura libresca" y todo lo que ella conlleva), que ha sido durante siglos su principal soporte, ha entrado en crisis. Para introducir y enmarcar el debate, en la presentación del seminario Ignacio Echevarría leyó pequeños fragmentos de textos ensayísticos y de declaraciones de tres autores -Francisco Rico, Juan Benet e Italo Calvino- que en muchas de sus obras han analizado y diseccionado la noción de lo literario y se han preguntado por el papel que ha jugado el libro en la historia de la literatura. De Francisco Rico, Echevarría leyó un extracto de un ensayo que este filólogo escribió para una voluminosa edición del Cantar de Mio Cid que publicó la colección Biblioteca Clásica de la Real Academia Española de la Lengua, así como un fragmento de una entrevista que le realizaron en 1987. En el primer caso, Rico recrea un diálogo "doble o triplemente" apócrifo de Juan de Mairena en el que el profesor machadiano, trasladado a la época actual, le hace ver a uno de sus alumnos que nuestra idea de la literatura es tan ancha como para acoger obras que en su día fueron puramente orales y ajenas a la alta cultura (las jarchas mozárabes, el Cantar de Mio Cid, el poema Disputa del alma y el cuerpo...) y tan estrecha como para rechazar otras que en nuestro tiempo tienen el mismo carácter y cumplen la misma función (las letras de las canciones de Jarabe de Palo, la teleserie Médico de Familia, los sketches de Martes y Trece...). En la entrevista, que data del mismo año en el que Francisco Rico ingresó en la RAE, señala que lo literario no es una propiedad formal o lingüística intrínseca a determinados tipos de textos, sino una convención histórica (es decir, algo que está sujeto a variaciones y transformaciones) y que, por tanto, no puede ser definida en su esencia, "porque no la tiene". "La literatura", subraya el filólogo barcelonés, "es la historia de la literatura". El fragmento que citó de Juan Benet procede de La inspiración y el estilo, un ensayó que publicó en 1966, pocos meses antes de que saliera a la luz su novela Volverás a Región. Benet plantea que desde el Renacimiento nuestra cultura mantiene en torno al libro "una especie de fetichismo que con frecuencia raya en la idolatría" y que éste es percibido por mucha gente (incluyendo a la práctica totalidad de los escritores) como un "instrumento gigantesco de poder", como aquello que da sentido a la vida del 'hombre de letras' y que posibilita que su figura trascienda y quede consagrada. Según Ignacio Echevarría, lo realmente significativo de nuestro presente es que empieza a haber indicios de una perdida de la centralidad que ha tenido el libro en la historia moderna de la literatura. Una centralidad que propicia que cuando se habla de crisis del libro pensemos automáticamente en crisis de la literatura, aunque como dice el texto de presentación del seminario, eso implica tener una visión "muy restringida de lo que la literatura misma ha sido en el pasado y quizás sea en el futuro". Por último, Echevarría leyó un fragmento de la nota preliminar que Italo Calvino escribió para su ciclo de conferencias Seis propuestas para el próximo milenio (1985). Una nota en la que el autor de Los amores difíciles recuerda que el milenio que acabamos de dejar atrás ha sido el "milenio del libro" y que quizás una de las señales más elocuentes de que nos estamos adentrando en un nuevo milenio es la frecuencia con la que nos preguntamos por la suerte de la literatura y del libro. Ignacio Echeverría planteó que aún evitando el automatismo con el que tendemos a identificar literatura y cultura libresca, debemos empezar a tomar consciencia de que el actual proceso de declive del libro (que, en realidad, ha sido objeto de una fuerte impugnación desde la época de las vanguardias históricas) puede provocar que la literatura pierda gran parte de su "función conservadora", es decir, "de su capacidad de hacer memorable la experiencia del hombre a través del lenguaje (...), de generar memoria, depósito, sedimento". "Esta es una de las cuestiones que se van a debatir en este seminario", señaló Echevarría, "en el que hemos querido alejarnos de estériles polarizaciones entre apocalípticos e integrados, entre modernos y antiguos, tratando de confrontar con ánimo más prospectivo que polémico diferentes perspectivas".
El seminario se estructuró en tres sesiones o jornadas de trabajo, cada una de las cuales se articuló en torno a una serie de temáticas más o menos específicas e incluyó tanto una conferencia introductoria como una mesa redonda. En la primera sesión -que contó con la participación de Reinaldo Laddaga, Eloy Fernández Porta, Luis Magrinyà y Julián Rodríguez [audio]- se analizaron las mutaciones experimentadas en el ámbito de lo literario durante las últimas décadas (mutaciones propiciadas tanto por los avances tecnológicos como por la creciente aspiración de cierta literatura a dialogar y fusionarse con otras manifestaciones artísticas), examinándose, entre otras cosas, "las nuevas vías de circulación de la palabra escrita" o "las condiciones en que cabe pronosticar la continuidad o la mengua progresiva de la tradicional tipología de escritor/texto/lector". Josefina Ludmer, Sergio Chejfec, Belén Gopegui y German Sierra fueron los escritores y teóricos que participaron en la segunda jornada del seminario donde se intentó llevar el debate a un plano más político, proponiendo una reflexión crítica en torno a las implicaciones sociales y culturales que tienen las nuevas configuraciones o formas de lo literario. Finalmente, la tercera y última sesión -que contó con la presencia de Gonzalo Torné, Ramón Buenaventura, Rodrigo Fresán y Teresa Moure- tuvo como eje central las resistencias que desde la literatura tradicional se le están planteando a las nuevas formas híbridas de lo literario, y en ella se analizó hasta qué punto la expansión de éstas supone una ampliación del concepto de literatura o más bien un vaciamiento o debilitamiento de su naturaleza lingüística para priorizar otros elementos.
¿Qué se quiere decir cuando se plantea que estamos asistiendo a una "declinación de la cultura del libro"? Según Reinaldo Laddaga, ensayista y escritor argentino que actualmente es profesor en el Departamento de Lenguas Romances de la Universidad de Pennsylvania (EE.UU), se utiliza esta frase para señalar que los libros han perdido gran parte del prestigio que hasta ahora poseían y que cada vez recurrimos menos a ellos para interpretar el mundo y conocernos a nosotros mismos y a nuestros semejantes. Y también para denunciar que en las sociedades contemporáneas no estamos desarrollando de la manera que deberíamos una serie de hábitos asociados a la práctica de la escritura y de la lectura de obras impresas como la "constancia, la concentración o la tolerancia a los obstáculos hermenéuticos". Hábitos que no sólo consideramos positivos sino que nos parecen fundamentales para garantizar una "convivencia social saludable". Eloy Fernández Porta (Barcelona, 1974) inició su ponencia repartiendo las trece cartas de baraja que componen Heart Suit, el último de los cuentos incluidos en A Child Again, una obra que el estadounidense Robert Coover publicó en 2005. Cartas que se encuentran separadas físicamente del libro y que los lectores puede recombinar como quieran (siempre y cuando la última sea la K, es decir, la que corresponde a la figura del Rey), por lo que las posibles variaciones y permutaciones del relato son múltiples. Si en Heart Suite, que entronca con una tradición literaria que explora las potencialidades narrativas que ofrece la baraja de cartas (tradición que se ha desarrollado especialmente en Italia de la mano de escritores como Massimo Bontempelli o Italo Calvino), la unidad básica que se propone para superar el formato libro es el naipe, Eloy Fernández-Porta señaló que en su poética personal, articulada en torno al spoken word y a las nuevas modalidades de recitado, la unidad básica sería el "aforismo, el silogismo, la frase no concluyente...". En su intervención en el seminario Literatura y después, Fernández-Porta expuso cinco puntos claves de su poética y recitó un fragmento de su libro €®O$. La superproducción de los afectos que obtuvo el Premio Anagrama de Ensayo y fue elegido por la web Notodo como el libro de no ficción más innovador del año 2010. Cada vez que se lanza al mercado un nuevo artefacto tecnológico, el artista británico David Hockney pinta rápidamente con él un ramo de flores. Tras este gesto, que muchos fans de las nuevas tecnologías saludan con entusiasmo, como si consideraran que es una manera de dar legitimidad artística al nuevo producto que se pone en circulación, Luis Magrinyà lo que ve es una pequeña venganza. Parece que Hockney nos dice que ya va siendo hora de que se invente un aparato con el que no sea posible hacer un ramo de flores. Si no centramos en el campo específico de lo literario, lo que se podría decir es que ya va siendo hora de que se invente un medio, gadget, formato, lenguaje o canal de difusión que permita no hacer literatura. "Porque desde luego, si tal fenómeno se ha producido", señaló Magrinyà en el inicio de su intervención, "yo no me he dado cuenta (...). Sin embargo, en lo que sí que he reparado es en que algunos de los que vitorean las aportaciones de las nuevas tecnologías, siguen utilizándolas para hacer ramos de flores". A veces, esos ramos de flores son híbridos, y mezclan la creación literaria con cómics, fotos, músicas y vídeos; o rompen la relación tradicional entre autor-editor-distribuidor-lector. Pero por mucho que se intenten presentar como otra cosa no dejan de ser lo que son: ramos de flores. Autora de libros de ensayo como Onetti, los procesos de construcción del relato (1977), El género gauchesco, un tratado sobre la patria (1988), El cuerpo del delito, un manual (1999) o Aquí América Latina. Una especulación (2010), Josefina Ludmer considera que la noción de "lo que viene después" puede ayudarnos a repensar tanto el pasado como el presente de la literatura. Hay que tener en cuenta que lo post (la periodización post) plantea que las divisiones entre las diferentes materializaciones históricas de una forma cultural o artística no son tajantes y que, por ello, no tiene sentido confrontarlas dialécticamente. De hecho, cuando hablamos de "lo que viene después", no estamos hablando de algo que se caracteriza por proponer un corte total con lo que había antes. "En lo que viene después", explicó Ludmer, "el pasado está presente en el presente y persiste en él junto con los cambios". O dicho con otras palabras, "no es anti ni contra, sino alter (...). Lo que viene después es un modo de vivir el presente que no puede ver del todo su futuro porque éste está abierto e indecidido". Ante la pregunta sobre "lo que viene después", Sergio Chejfec, que es autor de novelas, ensayos y selecciones de poesía como Lenta biografía (1990), El llamado de la especie (1997), Boca de Lobo (2000), Los incompletos (2004) o Mis dos mundos (2008), señaló que lo más indicado sería contestar que no sabe qué responder, pero que al reflexionar sobre esta cuestión tiende a abordarla desde dos enfoques o puntos de vistas. Un enfoque más personal: ¿cómo serán sus próximos libros o, más aún, cómo se va a vincular con ellos? (en este sentido, Chejfec quiso aclarar que, a su juicio, para un escritor es fundamental la pregunta sobre lo que seguirá escribiendo, pues le "permite imaginar su propia estela que es esencialmente borrosa"). Y un punto de vista más general: ¿cómo será la literatura tras la "gran crisis" que conjeturamos que ésta está empezado a sufrir y que, supuestamente, hará que cambie por completo nuestra forma de relacionarnos con la experiencia de la escritura y de la lectura? Presentada como la transcripción de un diálogo de "realidad/ficción" que mantuvo con el coordinador del seminario pocos días antes de que éste se celebrara, la intervención de Belén Gopegui trató sobre la literatura política en la era digital (es decir, en un momento en el que la literatura ha empezado a experimentar un creciente proceso de desacralización). Aunque más que de "literatura política" ella prefiere hablar de "literatura crítica" (de una literatura "que necesita dar cuenta de que la libertad no se tiene sino que se conquista") pues, a su juicio, con la desaparición de los grandes relatos, lo que en realidad se esfumó fue un relato: el de la posibilidad de la revolución. Y con él también desapareció la posibilidad de la literatura política. A juicio de Germán Sierra, profesor de Bioquímica y Neurociencia en la Universidad de Santiago de Compostela y autor de libros como El espacio aparentemente perdido (1996), La felicidad no da el dinero (1999), Efectos secundarios (2000) o Intente usar otras palabras (2009), las producciones artísticas y literarias actuales no pueden obviar que la expansión de las nuevas tecnologías digitales está propiciando que cambie la forma en que recibimos y procesamos la información y, con ello, nuestra manera de percibir e interpretar el mundo. En el inicio de su intervención, Sierra recordó que en su famoso ensayo E Unibus Pluram: Television and U.S Fiction (1993), David Foster Wallace señalaba que para los artistas había dejado de tener sentido intentar establecer un diálogo con los mass media en sus propios términos y que, por ello, esperaba que llegara una nueva generación de escritores que en su crítica a la televisión fuera capaz de ir más allá del distanciamiento irónico, tratando de recuperar valores como la autenticidad personal o la emoción. Con el tiempo, el propio Foster Wallace fue tomando conciencia de que eso no era más que un deseo utópico, pues el capitalismo, a través de su maquinaria tecnológica-mediática, había conseguido que dichos valores también se convirtieran en bienes de consumo. Es decir, el autor de La broma infinita, al igual que otros escritores de la época, comenzó a darse cuenta de que vivimos en una realidad producida tecnológicamente -una realidad que nos conforma y configura (pues, parafraseando a Josefina Ludmer, es "un universo sin afueras")- y si la literatura (o el arte) quiere seguir teniendo sentido en el presente debe empezar a asumirlo. En el inicio de su ponencia, Gonzalo Torné quiso aclarar que su intervención no iba a tener como foco central la literatura, cuya amplia y compleja historia es muy difícil de abordar sin caer en generalidades, sino la "novela moderna". Una modalidad específica de manifestación literaria que nació con El Quijote y que, tras consolidarse en la Inglaterra del siglo XVIII y lograr en el siglo XIX su primer punto de inflexión gracias a las aportaciones de escritores franceses, alemanes y rusos, durante el pasado siglo, además de producir obras fundamentales como las de Franz Kafka, James Joyce o Thomas Mann, fue introduciéndose en la práctica totalidad de las tradiciones culturales del planeta, adoptando en cada sitio características particulares en función del sustrato literario con el que se mezclaba. Ramón Buenaventura no cree que ninguna de las numerosas definiciones que se han propuesto sobre la literatura nos pueda ayudar a distinguir de forma inequívoca entre los escritos literarios o artísticos y los escritos no literarios o de entretenimiento (una distinción que sería muy útil en un seminario en el que se reflexiona sobre el futuro de la literatura y del libro), pero de lo que sí está seguro es de que el futuro existe ("ya he vivido lo suficiente como para comprobar que es algo que al final siempre llega") y que nadie, por mucho empeño que le ponga, es capaz de preverlo. En este sentido, Buenaventura recordó que en 1950, cuando él apenas tenía diez años, aparecieron en prensa múltiples reportajes en los que se vaticinaba cómo sería el mundo en el año 2000. Lo que entonces se imaginó (coches voladores circulando entre los edificios altísimos de ciudades completamente nuevas, viajes espaciales en "cohetes juliovernescos", una sociedad en la que la enfermedad ya era cosa del pasado...) no se parece en nada (o en casi nada) a lo que finalmente ocurrió. "Y no hay motivo alguno para suponer que el año 2050 vaya parecerse en algo a las previsiones que hacemos ahora", subrayó. Cuando nos interrogamos por el futuro del libro, ¿no estaremos, en realidad, preguntándonos por cómo será el "libro del futuro"? El escritor y periodista argentino Rodrigo Fresán, autor de novelas como Mantra, Jardines de Kensington o El fondo del cielo, cree que, en gran medida sí y que ese desplazamiento más o menos velado e inconsciente del foco de la pregunta se produce porque tenemos tendencia a pensar más en el "envase que en el contenido". De hecho, a juicio de Fresán, el libro -como concepto, no como objeto- tiene el futuro garantizado. Incluso se atrevería a decir que su soporte tradicional (es decir, el libro en papel) corre mucho menos peligro de extinción que los artefactos tecnológicos ya existentes que se postulan como sus sucesores, pues estos últimos pronto serán reemplazados por otros similares y lo más seguro es que dentro de unos pocos años casi nadie se acuerde de ellos. La expansión que han experimentado las tecnologías digitales durante las dos últimas décadas ha hecho que proliferen las voces que anuncian, de forma más o menos apocalíptica, el fin del libro y de todo el aparataje cultural e industrial que le acompaña. Sin embargo, Teresa Moure, escritora y ensayista gallega que actualmente es profesora en la Facultades de Filosofía y Filología de la Universidad de Santiago de Compostela, cree que nunca habrá un "después del libro", pues éste no va a desaparecer, sino que simplemente tendrá -está teniendo ya- otras formas de materializarse. A su juicio, un libro es un libro, con independencia de que vaya enrollado como un pergamino o de que se despliegue en la pantalla táctil de un dispositivo electrónico.
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