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Debate público. Sesión 1 - Feminismos, transfeminismos, feminismos queer… movimiento en construcción. Miriam Solá, Cristina Garaizabal, Itziar Ziga |
¿Cómo construir lugares de resistencia a partir de las "identidades en tránsito" que promueven el transfeminismo y el feminismo queer? ¿Cómo podemos evitar que las categorías y nociones que propongamos reproduzcan viejas y nuevas opresiones de género, clase, raza o sexualidad? ¿Qué estrategias podríamos desplegar para hacer frente de forma conjunta a las distintas violencias y jerarquías que generan el patriarcado, la heteronormatividad y el capitalismo? ¿Cómo podemos poner en marcha prácticas que nos ayuden a romper con la fragmentación que se produce cuando nos enfrentamos a diferencias y conflictos dentro de nuestros propios contextos? Éstas son algunas de las cuestiones que se plantearon en el debate público de la primera sesión del seminario Movimiento en las bases: transfeminismos, feminismos queer, despatologización, discursos no binarios. Un debate que moderó y presentó Miriam Solá y en el que intervinieron Cristina Garaizabal, psicóloga clínica especializada en terapias de género y co-fundadora de Hetaira (colectivo en defensa de los derechos de las prostitutas), e Itziar Ziga, periodista y escritora que se declara "mujer por diagnostico médico y estrategia política" y que ha publicado los libros Devenir Perra y Un Zulo Propio. En principio, en este debate también iba a participar la argentina Maite Amaya, que forma parte del colectivo feminista anticapitalista "Las histériqas, las mufas y las otras" y que colabora con la publicación El Teje (que se autodefine como "el primer periódico travesti latinoamericano"), pero no le entregaron a tiempo su pasaporte. En un e-mail que envió a las organizadoras del seminario para disculparse por su ausencia, Amaya denuncia que es la cuarta vez que no puede salir de su país por problemas "burocráticos" y señala que no está muy segura de que, en el caso de haber contado con pasaporte, hubiese podido asistir al encuentro, porque en España se está denegando la entrada a muchas personas que proceden de Argentina (a las que se les exige, entre otras cosas, un mínimo de 65 euros por día de estancia y un seguro medico de viajero por valor de 30.000 euros). Miriam Sola, que forma parte de Les Tisores, grupo autónomo de mujeres y lesbianas para la acción y la reflexión feminista, y de Transblock, colectivo que ha impulsado las manifestaciones catalanas contra el llamado “Trastorno de Identidad de Género”, señaló que un análisis genealógico del transfeminismo tiene que visibilizar las líneas de continuidad entre este movimiento y el movimiento feminista, pero sin eludir los conflictos que ha habido -y que sigue habiendo- entre ambos (sobre todo por sus distintas modos de abordar cuestiones como la identidad de género o los derechos de las trabajadoras sexuales). Solá recordó que en España existe un movimiento trans con identidad propia desde finales de los años ochenta, aunque éste no empieza a establecer debates y alianzas más o menos sólidas con ciertos sectores del feminismo hasta mediados de la década de los noventa. En 1993, un grupo de mujeres transexuales participa en unas jornadas feministas que se celebraron en Madrid y a partir de ese año comienza a haber representantes del colectivo trans en las manifestaciones del 8 de marzo que se organizan en la capital de España y en otras ciudades del Estado. El término 'transfeminismo' aparece por primera vez en el texto ¿Mujer o trans? La inserción de las transexuales en el movimiento feminista, una ponencia que ofreció Kim Pérez Fernández-Figares, presidenta de la Asociación de Identidad de Género de Andalucía y una de las co-fundadoras del grupo Conjuntos Difusos, en unas jornadas celebradas en Córdoba en el año 2000. Ya en 2007/2008, en respuesta a la aprobación y entrada en vigor de la Ley de Identidad de Género, se crea la Red por la Despatologización de las Identidades Trans del Estado español. Hay que tener en cuenta que aunque esta ley supone un avance con respecto a las leyes de identidad de género que existen en otros países, en ella se sigue concibiendo la transexualidad como una enfermedad y se plantea que para que un transexual sea reconocido legalmente como tal tiene que llevar más de dos años en tratamiento médico (es decir, sometido a una terapia hormonal que afecta a su capacidad reproductiva1) y poseer un diagnóstico de transexualidad emitido por un médico colegiado o un psicólogo clínico. Las Jornadas Feministas Estatales que se celebraron en Granada entre el 5 y el 7 de diciembre de 2009 suponen un punto de inflexión fundamental en la creación del movimiento transfeminista (en cuya génesis también ha jugado un papel clave la irrupción del activismo queer a principios de los años 2000), pues en ellas las personas trans tuvieron una fuerte presencia a distintos niveles y se puso en el centro del debate la cuestión de las identidades y la violencia del binarismo. En este encuentro se plantea la necesidad de generar espacios de pensamiento y acción "netamente transfeministas". Espacios que ayuden a consolidar esta incipiente alianza entre la lucha trans, la teoría queer, el feminismo crítico, el movimiento bollero-marica y demás "disidencias del heteropatriacado". Y en abril de 2010 se organizan las primeras Jornadas Transfeministas del Estado español (que se llevaron a cabo en el CSO Can Vies de Barcelona). A juicio de Miriam Solá, una de las las principales problemáticas que tiene que afrontar el transfeminismo es cómo articular su crítica al binarismo sexual y al esencialismo identitario con la denuncia de las violencias, opresiones y jerarquías que sigue generando la lógica patriarcal y la heteronormatividad, es decir, cómo evitar que, como también plantearía posteriormente Cristina Garaizabal, su cuestionamiento radical de las categorías de género contribuya a que se invisibilicen las discriminaciones que continúan sufriendo las mujeres, los gays, las lesbianas o las personas trans. Según Solá, que actualmente está realizando una tesis doctoral sobre las consecuencias del postestructuralismo en las teorías y movimientos feministas contemporáneos, en la agenda transfeminista hay dos ejes fundamentales: la reivindicación del derecho a decidir qué hacemos con nuestros cuerpos ("una reivindicación histórica del feminismo y del movimiento trans") y la lucha contra la patologización de la diferencia (no hay que olvidar que en el DSM, el manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales de la Asociación de Psiquiatras Norteamericanos, se cataloga a los transexuales como personas enfermas, "y eso", en palabras de Miriam Solá, "también es violencia de género"). "El transfeminismo", concluyó, "nos habla de derechos trans, de economía corporal, de la patologización de ciertas formas de feminidad y masculinidad, de la infelicidad que provoca el binarismo..., pero al mismo tiempo nos muestra cómo se entrelaza el género, la sexualidad, la raza y la clase, señalando los cruces y los espacios problemáticos que subyacen a toda identidad. En resumen, el transfeminismo nombra un espacio transfronterizo repleto de nuevas y viejas cuestiones que no podemos resolver plenamente, pero que tampoco podemos dejar de preguntarnos".
Intervención de Cristina Garaizabal Ligada al movimiento feminista desde que éste empezó a gestarse en el Estado español, Cristina Garaizabal, psicóloga clínica especializada en terapias de género y co-fundadora de Hetaira, colectivo en defensa de los derechos de las prostitutas, considera que es fundamental que el movimiento transfeminista no olvide ni reniegue de las luchas históricas del feminismo, "pues sin ellas no estaríamos, ni individual ni colectivamente, donde estamos". Según Garaizabal, conocer la historia de estas luchas nos puede ayudar a tener una perspectiva más amplia y compleja de las problemáticas a las que nos enfrentamos, y también a no caer en ciertos errores metodológicos y estratégicos que, por ejemplo, nos lleven a elaborar categorías identitarias tan rígidas y excluyentes como las que queremos combatir. En su intervención en la primera sesión del seminario Movimiento en las bases: transfeminismos, feminismos queer, despatologización, discursos no binarios, Cristina Garaizabal recordó que en España el feminismo surge en el seno del movimiento antifranquista y su construcción se fue asentando sobre la premisa de que todas las mujeres sufrían unas condiciones de discriminación comunes y de que había que poner la defensa de la identidad femenina por encima de todo lo demás. Era un feminismo muy incisivo y provocador ("nos atrevíamos a hablar abiertamente de sexualidad femenina en un contexto en el que eso era un tabú absoluto"), de carácter exclusivista (pues se basaba en la auto-afirmación de las mujeres y no se admitía la participación de quienes no lo fueran) y que más que la igualdad lo que perseguía era la libertad2. La mayor parte de sus integrantes procedían de la izquierda antifranquista, por lo que, a nivel ideológico, estaban muy influidas por las teorías marxistas y el pensamiento ilustrado, con todo lo que ello conlleva. "Eso sí", precisó Cristina Garaizabal, "aunque muy tímidamente, ya empezábamos a tomar conciencia de que el sujeto revolucionario del marxismo era un sujeto masculino y de que la razón ilustrada era una razón patriarcal". En sus inicios, en este movimiento hubo muy poca actividad teórica, sobre todo porque la situación de discriminación de las mujeres era tan fuerte que la necesidad de emprender acciones para visibilizar y denunciar la opresión hizo que se dedicaran muy pocas energías a generar procesos reflexivos. Se consideraba que lo más importante era conseguir la unidad de las mujeres y, de algún modo, eso implicó una homogeneización. "De hecho", rememoró Garaizabal, "las diferencias y disidencias se llevaban muy mal, porque se pensaban que debilitaban el movimiento, cuando en realidad, si se gestionan bien, lo que hacen es reforzarlo". Para Cristina Garaizabal, uno de los principales problemas teóricos que tiene el feminismo español en este periodo proviene de la asunción (tanto por el feminismo de la igualdad como por el feminismo de la diferencia) de la tesis propuesta por la antropóloga cultural Gayle S. Rubin en su ensayo El tráfico de mujeres: Notas sobre la economía política del sexo (1975) de que el sexo biológico es la matriz sobre la cual se construye el género, es decir, de que el sexo es algo natural mientras que el género es un constructo social y cultural. De este modo, se piensa que existe una identidad femenina biológicamente predeterminada (una especie de naturaleza o esencia femenina) que, siguiendo una lógica binaria, se define por su oposición dicotómica a una identidad masculina. A esto hay que añadir que era un feminismo excesivamente normativo que consideraba que tenía autoridad para establecer cómo debían ser y actuar las mujeres y cuáles eran sus verdaderos intereses, erigiéndose en representante legítimo de los mismos. Esa actitud, que sigue vigente en ciertos sectores del feminismo actual, propició que se ignoraran las opiniones y las problemáticas concretas de muchos colectivos de mujeres que, por diversas razones, no encajaban en el modelo de subjetividad política que se quería construir. En este punto de su presentación, Cristina Garaizabal, que forma parte del consejo de redacción de la revista Página Abierta y que ha publicado artículos en libros como Crónicas carcelarias. Líneas prostituidas (2006), Transexualidad: la búsqueda de una identidad (2008) o El género desordenado (2010), señaló que en la breve historia del feminismo español hay dos grandes "puntos de inflexión". Por un lado, la incorporación de las mujeres transexuales al movimiento. Una incorporación que se produce a partir de unas jornadas que se celebraron en Madrid en 1993 y que hizo que se generara un debate en torno a la cuestión de las identidades. Por otro lado, la aparición, también por la misma época, de los primeros colectivos auto-organizados de prostitutas que defienden su derecho a ser consideradas como trabajadoras y reclaman un espacio propio dentro del feminismo. "Dentro de lo que cabe", explicó Garaizabal, "en España, las mujeres transexuales han sido bien acogidas por el movimiento feminista. En Madrid, por ejemplo, participan en la manifestación del 8 de marzo desde mediados de los años noventa". Hay que tener en cuenta que en lugares como Estados Unidos la relación ha sido (y es) mucho más conflictiva. En este país tiene mucha fuerza el llamado "feminismo cultural" que considera que, como escribe Janice Raymond, unas de sus representantes más emblemáticas, en su libro El imperio transexual (1979), la transexualidad es el "último medio inventado por los hombres para asegurar su hegemonía en la lucha de sexos" y que "los transexuales violan el cuerpo de las mujeres al reducir la verdadera forma femenina a un artefacto y apropiarse de ese cuerpo para sí". Desde una perspectiva ideológica muy diferente, la escritora y activista feminista Kate Millet, autora de Sexual Politics, critica la transexualidad porque a su juicio refuerza los aspectos más tradicionales de la feminidad. Por el contrario, Judith Butler, filósofa post-estructuralista a la que se le considera como una de las pioneras de la teoría queer, ve la transexualidad como una noción con un enorme potencial subversivo, pues cuestiona el binarismo de género y muestra que la diferencia sexual es también una construcción cultural. A juicio de Cristina Garaizabal, uno de nuestros principales retos es compatibilizar la defensa de la despatologización de la transexualidad con la reclamación de que el sistema sanitario público atienda a las personas que quieren acceder a un tratamiento médico integral para modificar su sexo. No hay que olvidar que ciertos sectores del colectivo transexual han llegado a calificar al movimiento pro-despatologización de "neotransfóbico", pues creen que éste les niega su derecho a recibir tratamiento quirúrgico y farmacológico (y que eso les condena de nuevo a la invisibilidad, la marginalidad y la infelicidad). "En todos los foros en los que tengamos voz", subrayó, "debemos dejar muy claro que nosotras consideramos que, al igual que las embarazadas o las mujeres que deciden abortar, las personas transexuales que desean cambiar de sexo tienen derecho a recibir un tratamiento médico lo más completo posible sin que por ello se les catalogue como enfermas". La cuestión de la prostitución es, si cabe, aún más problemática. Un importante sector del feminismo sigue sin admitir que las prostitutas sean trabajadoras y, por tanto, sigue sin reconocerles su derecho a constituirse en sujetos políticos. Para estas feministas, si una mujer se prostituye es porque, directa o indirectamente, se ha visto obligado a hacerlo. Y aquellas que dicen que lo hacen voluntariamente es porque, por sus circunstancias vitales y existenciales, no se dan cuenta (o no pueden/quieren darse cuenta) de la explotación que sufren. Según Cristina Garaizabal, tras esta visión reduccionista -y, en gran medida, moralista- de la prostitución subyace tanto la noción marxista de alienación como la idea de que la sexualidad es un subproducto del género. "Además", señaló, "es una visión que, de algún modo, reproduce la lógica patriarcal que divide a las mujeres en mujeres buenas (sexualmente pasivas) y mujeres malas (sexualmente activas)". Este feminismo, que en España tiene una fuerte presencia en las instituciones, promueve el abolicionismo, una doctrina que en los últimos años ha sumado muchos defensores, en gran medida por el aumento del número de trabajadoras sexuales inmigrantes3 a las que resulta más fácil presentar como víctimas que deben ser rescatadas, como mujeres que viven una situación que les aliena y que les imposibilita ser autónomas ("y, sin duda, en algunos casos esto es verdad, pero no tiene sentido generalizar, ni creer que esa situación sólo se da en el ámbito de la prostitución"). En opinión de Cristina Garaizabal, todo esto nos muestra que es necesario repensar y reinventar el feminismo (que en muchos casos se ha convertido en una herramienta que utiliza el poder para legitimarse), siendo en todo momento conscientes de que las discriminaciones por motivos de género siguen existiendo y generando mucho dolor y malestar. Por ello Garaizabal considera que es muy positivo que haya aparecido un movimiento/concepto como el de transfeminismo que no debe entenderse sólo como la suma de feminismo y transexualidad (ni como un feminismo hecho por y para transgéneros), sino como una noción que nos habla de la necesidad de rebelarse contra cualquier forma de dictadura identitaria y de ver el feminismo como un conjunto de prácticas y teorías que dan cuenta de una pluralidad de situaciones de opresión. Cristina Garaizabal finalizó su intervención señalando que más que respuestas, lo que tiene son muchas dudas y preguntas: ¿cómo puede recuperar el feminismo su potencialidad política?, ¿qué tenemos que hacer para que nuestro cuestionamiento de las categorías de género no contribuya a que se invisibilicen las discriminaciones que siguen sufriendo las mujeres, los gays, las lesbianas o las personas trans?, ¿cómo podemos evitar que las categorías y nociones que propongamos terminen siendo tan excluyentes como las que estamos cuestionando?, ¿habría que abrir el feminismo a los hombres transexuales y a los (bio)hombres?... "Encuentros como éste", concluyó, "son imprescindibles para que podamos profundizar en estas cuestiones y, sobre todo, para seguir manteniendo el ánimo utópico y las ganas de rebeldía".
Intervención de Itziar Ziga El debate público de la primera sesión del seminario-encuentro Movimiento en las bases: transfeminismos, feminismos queer, despatologización, discursos no binarios se cerró con la participación de Itziar Ziga, una de las fundadoras del colectivo ExDones y autora de los libros Devenir perra y Un zulo propio. Ziga señaló que, como demuestra la trayectoria de Cristina Garaizabal, la necesidad y voluntad de trabajar en y desde los márgenes, de cultivar la "hibridez" y establecer alianzas con otros colectivos que experimentan "en carne propia" la violencia del patriarcado, la heteronormatividad y el capitalismo, ha existido siempre en el feminismo radical. "No es algo que hayamos inventado nosotras", precisó, "y por eso la experiencia de activistas feministas heterodoxas como Garaizabal nos puede resultar muy útil y enriquecedora". En su intervención, Itziar Ziga quiso recordar a las brujas que quemaron hace 400 años en su pueblo, Rentería (Guipúzcoa), y el gran "ginocidio" que provocó la Inquisición con la que se allanó el camino a la Ilustración y a la modernidad. Una modernidad que ha patologizado y/o criminalizado todo lo que no encajaba en su marco normativo. También habló de su amiga Patricia Heras que ingresó en la cárcel a finales de octubre de 2010 por su supuesta implicación en los altercados que se produjeron el 4 de febrero de 2006 tras una fiesta en una casa okupada de la calle Sant Pere mes Baix de Barcelona4. "Le echamos muchos de menos", subrayó. "A ella y a otrxs muchxs que no están aquí y que nos gustarían que estuvieran. Como a nuestra compañera Maite Amaya a quien le confiscaron su DNI por defender a sus hermanas trans de un acoso policial brutal, por lo que no pudo obtener el pasaporte. Un pasaporte que, como la propia Maite explica en el mail que envió a las organizadoras del seminario para disculparse por su ausencia, tampoco le hubiera garantizado poder asistir al encuentro, ya que en España a las personas que proceden de Argentina se les puede denegar la entrada si no demuestran que tienen un mínimo de 65 euros por día de estancia. Una suma que muy pocos argentinos se pueden permitir". Según Itziar Ziga, que trabajó en el desaparecido periódico feminista Andra y que desde noviembre de 2008 escribe el blog Hasta la limusina siempre!!, las personas trans nos enseñan lo que significa política, institucional y médicamente ser mujer y ser hombre y son las que mejor pueden hablar del dolor y del sufrimiento que genera el binarismo de género y la dicotomía homo/hetero. "Yo", explicó, "que desde muy pronto empecé a mamar del feminismo (del feminismo más hereje, por supuesto), hasta que no empecé a escuchar y conocer a transexuales, no comprendí lo que suponía haber sido catalogada desde mi nacimiento como mujer. Y sólo entonces comencé a tomar conciencia de que esa identidad se me quedaba demasiado pequeña. O dicho con otras palabras, las luchas trans e intersexo fueron las que reventaron el hechizo de mi identidad-mujer. Y eso ha representado un exorcismo muy fuerte que me ha generado un empoderamiento enorme". En este sentido, Ziga considera que gracias a la irrupción de las teorías queer y del movimiento trans (que han posibilitado des-esencializar no sólo el género, sino también el sexo), el activismo feminista está viviendo actualmente “un momento biopolítico muy dulce" que, aunque no mitiga su visión apocalíptica del mundo, le da muchas energías para seguir luchando, para seguir reinventándose. No hay que olvidar que en las Jornadas Feministas Estatales de Granada, un gran porcentaje de las personas inscritas eran menores de 30/35 años y, en la mayor parte de los casos, tenían un discurso anticapitalista muy potente. "Siento que están surgiendo hordas, manadas, guerrillas de nuevas activistas feministas", subrayó, "y que, además, este es un fenómeno que nos desborda, pues afortunadamente no podemos ni controlarlo ni sistematizarlo". Itziar Ziga piensa que, como planteó Laura Bugalho en el debate interno de la primera sesión del seminario al hablar del asesinato de un transexual, "si nos odian tanto es porque les jodemos", porque les hacemos sentirse incómodxs e insegurxs, porque nuestra mera existencia les obliga a repensarse y resituarse y temen -consciente o inconscientemente- que en ese proceso pierdan su posición social de poder. "Y a mí", aseguró, "que como ya he dicho antes soy una apocalíptica sin remedio, saber que les jodemos, me da un subidón muy grande". A Ziga le encanta la estrategia situacionista de confundir y tratar de "volver loco al enemigo" (inventándose identidades falsas, jugando con el anonimato, lanzando mensajes cruzados...), y no sólo por su dimensión lúdica (que también) sino porque le parece que puede llegar a ser muy efectiva. Por eso cree que no está de más pervertir el lenguaje e inventarse etiquetas desconcertantes y/o disparatadas. Como, por ejemplo, "trans-puta-bollera-marica-feminista". O mejor aún, "zombie-feminista", "pues la precarización estructural que genera el neoliberalismo", ironizó, "ha propiciado que muchas de nosotras hayamos devenido en zombies que, no lo olvidemos, son criaturas marginales y abyectas que, además -y esto es lo más importante-, se comen a los ricos". Para Itziar Ziga es fundamental que sepamos ser prácticas y establezcamos alianzas (siempre horizontales, abiertas y flexibles) con otros colectivos que trabajan en y desde los márgenes, incluso con aquellos que en principio están más alejados de nuestros discursos. "Tenemos que sumar y no restar", señaló, "eso sí, siendo siempre conscientes de que establecer una alianza no significa que te cases de por vida con quien la haces y que a partir de ese momento no podréis disentir en nada. El objetivo es unirse para luchar contra una opresión común, pero manteniendo siempre la autonomía". En este sentido recordó que cuando critica la tendencia de ciertos sectores del feminismo a "victimizar e infantilizar" a las musulmanas que se cubren la cabeza con un pañuelo (en países en los que ninguna ley les obliga a hacerlo) con el argumento de que no es una elección libre, a menudo le replican que esas mujeres no querrían tener nada que ver con ella ni con lo que representa. "Pero según mi experiencia personal", aseguró, "eso no es cierto. Recientemente entré en contacto con un grupo de jóvenes musulmanas feministas de Bilbao y me di cuenta de que teníamos más cosas en común de las que me imaginaba y de que también con ellas se pueden desarrollar alianzas estratégicas". A juicio de la autora de Devenir perra es necesario desmontar los discursos que desde una supuesta óptica feminista le niegan a ciertos colectivos de mujeres la capacidad de decidir libremente qué hacen con sus cuerpos y con sus vidas. Un ejemplo paradigmático de esto sería el abolicionismo que en España está siendo promovido por ciertos sectores del feminismo institucional que tienen mucho poder. De hecho, según Ziga, las ordenanzas de algunas ciudades se empiezan a parecer demasiado a lo que estos sectores pregonan5. "Recuerdo que asistí junto a Beatriz Espejo a una mesa redonda en el Colegio de Abogados de Barcelona en la que una abolicionista dijo que no se debe escuchar a las putas porque, como víctimas que son, no tienen un criterio sano sobre sí mismas. Me parece terrible que desde postulados supuestamente feministas se pueda llegar a subestimar de esta forma a ciertos colectivos de mujeres, reproduciendo y perpetuando la lógica de opresión del patriarcado, del racismo y del clasismo". En la fase final de su intervención Itziar Ziga quiso recordar la figura histórica de Sylvia Rivera, una activista transexual de ascendencia puertorriqueña a la que se suele considerar como una de las iniciadoras de los disturbios de Stonewall, auténtico mito fundacional del movimiento en defensa de los derechos de lesbianas, gays, bisexuales y transexuales. "El papel que jugó Rivera (que durante muchos años ejerció la prostitución, fue drogodependiente y vivió en la calle) en el estallido el 28 de junio de 1969 de la revuelta de Stonewall", subrayó Ziga, "nos muestra que desde un principio ha habido personas transexuales que han estado muy implicadas en las luchas del movimiento de liberación LGBT6. Y por eso, creo que es una figura que debemos recuperar y reivindicar desde el transfeminismo".
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