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Resumen de la conferencia de Loretta Napoleoni: Al Zarqawi, historia y mitología de un proletario jordano |
Abu Musab Al Zarqawi nunca compartió la idea de Osama Bin Laden y Ayman Al Zawahiri de que el objetivo principal de las acciones de Al Qaeda debía ser el "enemigo lejano", la "alianza de los sionistas cruzados" (esto es, los países occidentales, especialmente EE.UU.). Por ello, Loretta Napoleoni, economista especializada en los sistemas de financiación de las redes terroristas y autora de libros como Dossier Baghdad o Terror Inc., cree que su muerte el pasado 8 de junio ha beneficiado más a la cúpula de Al Qaeda (que ahora puede incrementar su control sobre la insurgencia suní en Iraq) que a las fuerzas de la coalición (a las que sólo les ha servido desde un punto de vista propagandístico). En el inicio de su intervención en el seminario Representaciones árabes contemporáneas. La ecuación iraquí (II), Loretta Napoleoni recordó que Al Zarqawi, a diferencia de Bin Laden y de otros líderes históricos de Al Qaeda, provenía de una familia pobre y sin recursos y su proceso de formación y adoctrinamiento tiene numerosas semejanzas con el que experimentaron muchos de los miembros de las organizaciones armadas (tanto de izquierda como de derecha) que surgieron en Europa en la década de los setenta del siglo pasado (como las Brigadas Rojas italianas). Las investigaciones de Napoleoni sobre la vida y filosofía de este terrorista jordano se remontan a su colaboración en el documental Zarqawi - The terrorist issue (dirigido por el realizador francés Patrice Barrat) y se han materializado en un libro, Insurgent Iraq, publicado por la editorial estadounidense Seven Stories. Para la elaboración de ese libro -en el que sólo se utilizaron fuentes árabes ("pues no quería dejarme influir por la propaganda de la guerra en Iraq", precisó Napoleoni)- contó con la ayuda de un traductor español que conoce bien el movimiento yihadista. Este traductor decidió mantenerse en el anonimato por miedo a verse involucrado en el macrojuicio que se celebró en España en el año 2005 contra una célula local de Al Qaeda a la que se acusó de haber participado en la preparación de los atentados del 11-S. Durante su intervención en la sede de La Cartuja (Sevilla) de la Universidad Internacional de Andalucía, Loretta Napoleoni recordó que la primera vez que escuchó hablar de Al Zarqawi fue el 5 de febrero de 2003, cuando Colin Powell aseguró que era el nexo entre Al Qaeda y el régimen de Sadam Hussein. Tras investigar en profundidad la biografía de este personaje, la autora de Dossier Baghdad ha llegado a la conclusión de que la creación del mito de Al Zarqawi es fruto tanto de la política propagandística de Estados Unidos (que necesita una figura individual con la que identificar al "enemigo terrorista" en Iraq) como de lo que ella denomina el "alqaedismo, la nueva ideología global anti-imperialista que ha surgido de las cenizas de Al Qaeda". A juicio de Loretta Napoleoni, la trayectoria de Al Zarqawi se puede dividir en tres grandes etapas -adolescencia y juventud (años 70 y 80); encarcelamiento en Jordania (años 90); e implicación en la guerra de Iraq (años 2000)- que son paralelas al desarrollo experimentado por Al Qaeda desde su creación por Sheik Azzam como la vanguardia revolucionaria de las brigadas internacionales de los muyahidín (combatientes islámicos) hasta su renacimiento tras el 11-S como ideología global anti-imperialista. Nacido en 1966 en el seno de una familia beduina, Al Zarqawi creció en un barrio obrero de Zarqa, una populosa ciudad industrial de Jordania que está rodeada de campos de refugiados palestinos. Siendo muy joven fue encarcelado por diversos "delitos comunes" (incluyendo un asalto sexual) y durante su primera estancia en prisión entró en contacto con religiosos radicales que le influyeron para que re-orientara su vida. Al salir, empezó a frecuentar una mezquita local y fue reclutado para participar en la yihad antisoviética en Afganistán, aunque no llegó a intervenir directamente en ninguna batalla. Ya a principios de la década de los noventa, coincidiendo con la re-fundación de Al Qaeda (que, bajo el liderazgo de Bin Laden y Al Zawahiri, se convirtió en una organización armada cuyo objetivo principal eran las misiones suicidas), Al Zarqawi, que según Loretta Napoleoni se había hecho muyahidin más por una idea romántica del guerrero árabe que por motivos políticos, conoció en Peshawar (Pakistán) a Al Maqdisi, un estudiante de teología palestino formado en Kuwait que le introdujo en el salafismo. Un movimiento que, en palabras de la autora de Terror Inc., "busca la destrucción del ambiente árabe modernizado para purificarlo de cualquier influencia occidental". Con la idea de organizar una célula yihadista que derrocara al gobierno jordano, en 1993 Al Maqdisi y Al Zarqawi se instalaron en Zarqa, donde finalmente fueron arrestados y condenados a pasar quince años en la cárcel. Su segunda estancia en prisión, lejos de minar su espíritu combativo, confirmó sus dotes de liderazgo y consolidó su determinación de luchar contra los, a su juicio, "corruptos y oligárquicos regímenes árabes". Al igual que Qattab (líder de los yihadistas chechenos), se opuso a la propuesta lanzada en 1998 por Bin Laden y Al Zawahiri de centrar la lucha en el "enemigo lejano". Por ello, tras ser excarcelado en 1999 gracias a una amnistía que se concedió por la coronación del rey Abdullah de Jordania, rechazó la invitación que le hizo Osama Bin Laden para que su grupo se uniera a Al Qaeda. No hay que olvidar que tanto en el seno de esta organización como en la cúpula del régimen talibán, había sectores que se oponían a la estrategia de atacar directamente los Estados Unidos. Entre otras cosas porque temían posibles represalias militares de la potencia norteamericana. Al Zarqawi fue capaz de utilizar en su propio beneficio este conflicto interno y logró que las autoridades afganas le financiaran la creación de un campamento en Herat (cerca de la frontera con Irán) para formar comandos suicidas que llevaran a cabo ataques contra los gobiernos corruptos de los países árabes. Durante su estancia en este campamento, Al Zarqawi estableció relaciones con salafistas radicales iraníes y con un grupo jordano que eventualmente se había unido a Ansar Al Islam, una organización vinculada a Al Qaeda cuyo objetivo fundamental era crear un Estado islámico en la región del Kurdistán. Tras la caída del régimen talibán y el desmantelamiento de la estructura organizativa de Al Qaeda, esas relaciones le permitieron refugiarse primero en Irán y después en el norte de Iraq, donde fue localizado por los servicios secretos kurdos que lo identificaron como el "hombre de Al Qaeda en el Kurdistán iraquí". La administración estadounidense le pasó esa información a las autoridades jordanas que encontraron en la figura de Al Zarqawi un chivo expiatorio perfecto a quien atribuir una serie de acciones terroristas que se habían producido en su territorio y de las que se desconocían los autores. A su vez, para el gobierno de Washington, la presencia de alguien como Al Zarqawi en Iraq representaba un argumento de peso para justificar su intervención, pues permitía presuponer que existía una conexión entre Al Qaeda y el régimen de Sadam Hussein. Ni kurdos, ni jordanos, ni estadounidenses tenían pruebas concretas que demostraran sus acusaciones, pero el 5 de febrero de 2003, en su comparecencia ante el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Colin Powell presentó a Al Zarqawi como el nuevo líder internacional del terrorismo islamista. "De repente", explicó Napoleoni, "un desconocido total que dirigía un pequeñísimo e insignificante grupo de yihadistas, se convirtió en el nuevo líder del terror internacional al que se responsabilizó de los principales ataques terroristas cometidos tras el 11-S". Paradójicamente, la interesada construcción del mito de Al Zarqawi por parte de los Estados Unidos, terminó beneficiando al movimiento yihadista que, con Bin Laden y Al Zawahiri arrinconados en Pakistán, encontró en este modesto proletario jordano el nuevo líder que necesitaba. De este modo, su pequeño grupo comenzó a recibir financiación de salafistas radicales, yihadistas y simpatizantes de Al Qaeda de todo el mundo, muchos de los cuales acabarían enrolándose en sus filas y cometiendo atentados suicidas en las ciudades de Iraq. A pesar de su popularidad internacional, al principio Al Zarqawi era relativamente desconocido entre los iraquíes y tanto por motivos logísticos como estratégicos no inició sus acciones hasta agosto de 2003, cuando oficialmente la guerra ya había terminado y la insurgencia chiíta estaba en pleno auge. Hay que tener en cuenta que hasta diciembre de 2004 no obtuvo el apoyo explícito de Osama Bin Laden, algo que, según Loretta Napoleoni, se debió al hecho de que, a diferencia de los demás líderes de Al Qaeda, Al Zarqawi era sólo un muchacho de clase obrera y sin apenas formación. La unión fue posible porque ambos líderes se necesitaban y compartían la idea de que la lucha en Iraq se tenía que enfocar contra un doble objetivo: por un lado, las fuerzas de la coalición; por otro, la comunidad chiíta ("pues había que evitar que suníes y chiíes se uniesen en un frente nacionalista secular que excluyera a los yihadistas árabes", explicó la autora de Dossier Baghdad). Resumiendo, fueron intereses estratégicos de kurdos, jordanos y estadounidenses los que posibilitaron la emergencia del mito de Al Zarqawi que, finalmente, ha dotado al movimiento yihadista de un nuevo icono global que inspira y hermana a personas de todo el planeta a las que sólo les une una difusa afinidad ideológica. A su vez, su origen humilde ha propiciado una especie de democratización del yihadismo, cuyos máximos representantes habían sido siempre individuos procedentes de familias de clase alta. Por todo ello, Loretta Napoleoni considera que su muerte el pasado 8 de junio ha sido beneficiosa para los intereses de la cúpula de Al Qaeda, pues además de crear un nuevo mártir para la causa yihadista, ha permitido que los líderes históricos de esta organización se libren de un colaborador útil pero incómodo y tengan ahora la posibilidad de colocar a un hombre de su confianza al frente de la insurgencia suní en Iraq. "Por el contrario", subrayó Loretta Napoleoni en la fase final de su intervención en la sede de La Cartuja de la Universidad Internacional de Andalucía, "las fuerzas de la coalición y el gobierno iraquí han ganado muy poco: los enfrentamientos entre suníes y chiíes continúan, la paz sigue igual de lejos que antes y no han cesado los secuestros y asesinatos de extranjeros y representantes institucionales". |