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Resumen de la conferencia de Sinan Antoon: Restos y diásporas: La cultura iraquí ahora

Sinan AntoonEn un reportaje publicado por el diario británico The Guardian poco después de comenzar la invasión a Iraq el 20 de marzo de 2003, un soldado estadounidense aseguraba sorprendido que tras atravesar una amplia zona del país aún no había visto ningún "Wendy's" (cadena norteamericana de restaurantes de comida rápida), "ni ningún mall center u otro signo de cultura". Irónicamente, el soldado (que procedía de una zona rural del estado de Virginia Occidental) se hallaba a escasos kilómetros de las ruinas de Ur, una de las principales ciudades de la antigua Mesopotamia. A juicio de Sinan Antoon, profesor adjunto de cultura árabe en la New York University, esta anécdota refleja el gran desconocimiento que existe en los países occidentales en general y en Estados Unidos en particular sobre la historia y la cultura milenaria de esta región de Oriente Próximo.

Durante su intervención en el seminario Representaciones árabes contemporáneas. La ecuación iraquí (II), Sinan Antoon recordó que la relación entre política y cultura cobra especial relevancia en tiempos de guerra, pues ésta sólo puede justificarse y perpetuarse mediante un proceso de deshumanización del enemigo (y, por tanto, de negación de su condición de sujeto). En el caso de la guerra de Iraq, esa deshumanización ha hecho que se identifique al conjunto del pueblo iraquí con un dictador sanguinario y ambicioso, Sadam Hussein, y que se ignoren o infravaloren sus producciones artísticas y culturales (especialmente las modernas y contemporáneas).

Para tratar de comprender el estado actual de la cultura iraquí (marcada tanto por la constitución de una creciente diáspora tras diversas oleadas de exilio, como por la pervivencia de algunos -muy pocos- focos de creatividad en el interior del país), Sinan Antoon piensa que es necesario analizar la historia política reciente de esta nación. A su juicio, el desmembramiento y el deterioro que a día de hoy sufre la cultura iraquí es fruto de un largo proceso de destrucción que comenzó a fraguarse a mediados de la década de los setenta del siglo pasado y que no se ha frenado (e incluso se podría decir que se ha acentuado) con la ocupación estadounidense. Por ello, el autor de A Prism; West with Wars cree que hay que evitar la perspectiva maniquea que reduce toda la complejidad del conflicto iraquí a la dicotomía EE.UU. vs. Sadam Hussein. Un planteamiento binario y reduccionista ("o estás conmigo o estás contra mí") que hace que, con frecuencia, las críticas de muchos intelectuales occidentales a la ocupación norteamericana caigan en una especie de idealización del régimen de Sadam Hussein (o, al menos, en un olvido de las atrocidades que éste cometió).

Sinan Antoon cree que el colapso cultural, social y político que ha sufrido Iraq tras el desmoronamiento del régimen de Sadam Hussein es el "acto final" de un proceso que comenzó mucho antes de que el ejército estadounidense entrara en Bagdad el 9 de abril de 2003. Un proceso que, a su juicio, hay que analizar con detenimiento para no ser cegados por la nostalgia o la memoria selectiva. Sin dejar de ser consciente del golpe simbólico y sentimental que representó para muchos árabes la rápida caída de Bagdad (una ciudad que se identifica con el pasado más glorioso de la cultura árabe e islámica) y del desastre material y humano que está suponiendo la ocupación del país por tropas anglo-estadounidenses, Sinan Antoon piensa que ese análisis histórico puede ayudar a los iraquíes a comprender su pasado y su presente para así poder mejorar su futuro.

En los años sesenta y setenta del siglo pasado, la escena cultural y artística iraquí era una de las más activas, modernas e influyentes de todo el mundo árabe. Un alto porcentaje de la población accedía a formación académica reglada, los intelectuales gozaban de una relativa libertad de expresión y la diversidad etnolingüística ("que hoy está destrozando el país") suponía un revulsivo para la creatividad cultural y la tolerancia social. Los poetas iraquíes de aquella época fueron quienes marcaron el camino que ha seguido la poesía árabe contemporánea, al ser los que introdujeron las dos innovaciones más importantes que ha experimentado la lírica árabe durante la segunda mitad del siglo XX: el verso libre y la prosa poética.

Sinan AntoonA partir de 1973, gracias a la subida de los precios del crudo, el partido Baaz (que había tomado el poder cinco años antes con un golpe de estado que derrocó -sin derramamiento de sangre- al nasserista Abdel Salam Muhammad Aref y que en 1972 había nacionalizado la Compañía de Petróleos Iraquí), obtuvo un notable incremento de sus ingresos, lo que le permitió aplicar una serie de medidas que le posibilitaron utilizar la cultura como un instrumento de propaganda. Así, para promocionar los principios y valores del régimen, se intentó crear una escena artística y literaria homogénea, se organizaron visitas y estancias en el país de numerosos intelectuales occidentales e incluso se compraron algunas editoriales y revistas europeas. "Fue esta especie de 'baasificación' de la cultura", señaló Sinan Antoon, "la que produjo la primera gran oleada de artistas y escritores iraquíes exiliados. Algunos de ellos lograron abrirse camino en los países que les acogieron, pero otros muchos se sintieron aislados y desplazados y no pudieron seguir desarrollando su actividad creativa".

Este intento de instrumentalización de la cultura iraquí se acentuó tras la llegada al poder de Sadam Hussein (1979) y el inicio de la guerra contra Irán (1980). En esos años, el régimen baasista sólo apoyaba la producción de obras -pictóricas, literarias, audiovisuales...- que exaltaran los valores patrióticos o ensalzaran la figura del presidente iraquí. Se propició un retorno a las formas poéticas tradicionales (pues se consideraba que el verso libre y la prosa poética carecían de la dimensión épica que la situación exigía) y con la idea de convertir el conflicto contra Irán en una confrontación general entre árabes y persas, el régimen promovió una especie de difusa ideología panarabista. Se consideraba que la crítica o el desacuerdo con estas directrices representaba, además de una frivolidad, un gesto profundamente antipatriótico ("algo que, irónicamente, también ocurre ahora en EE.UU"). Y los intelectuales que públicamente se atrevían a disentir de esas consignas eran perseguidos y, en muchos casos, se les llegaba a encarcelar o se les expulsaba del país.

En 1988, al finalizar la guerra contra Irán, el régimen de Sadam Hussein acumulaba una deuda de 80.000 millones de dólares y tenía que hacer frente a múltiples problemas internos (entre otros, la adaptación a la vida civil de centenares de miles de soldados). Tras invadir y ocupar Kuwait (lo que dio lugar a la I Guerra del Golfo que, según un general norteamericano, hizo que Iraq "regresara a la era pre-industrial"), durante la década de los noventa el país se vio sometido a un duro embargo económico que costó la vida de un millón de civiles (muchos de ellos niños) e hizo que cerca de tres millones de iraquíes se tuvieran que exiliar. "Pero el embargo", precisó Sinan Antoon, "no impidió que Sadam Hussein siguiera enriqueciéndose, ni consiguió que su régimen se debilitara".

Sinan AntoonEn este punto de su intervención Sinan Antoon recordó que, en la mayoría de las ocasiones, la experiencia de la diáspora (sobre todo en sus momentos iniciales) influye de forma negativa en la productividad de los artistas y escritores. Los exiliados tienen que enfrentarse a una situación de cambio (lo que siempre genera muchas incertidumbres) y, a menudo, son recibidos con abierta hostilidad por los gobiernos de los países a los que llegan, que suelen carecer de infraestructuras y de programas sociales que favorezcan su integración. En este sentido, Antoon mencionó el caso de las decenas de miles de iraquíes procedentes de las provincias del sur del país (entre ellos muchos escritores y artistas) que se refugiaron en la región desértica de Rafha (Arabia Saudí) tras la I Guerra del Golfo. Además de las desfavorables condiciones climáticas de la zona, tuvieron que soportar un tratamiento humillante y despectivo por parte de las autoridades saudíes ("que, como todo el mundo sabe, son firmes aliadas de los Estados Unidos", subrayó Antoon).

También los artistas y escritores que se quedaron en Iraq atravesaron momentos muy difíciles. El embargo colapsó la economía, provocando que, por ejemplo, el salario mensual de un profesor apenas bastara para comprar algunos alimentos básicos o que hubiera una gran escasez de papel y de otros materiales necesarios para desarrollar actividades artísticas e intelectuales. A su vez, propició que la sociedad iraquí quedara completamente al margen tanto de los avances tecnológicos y comunicativos que se produjeron durante aquellos años (por ejemplo, la aparición y expansión de la world wide web), como de los circuitos culturales y artísticos internacionales. La mayoría de los profesionales del mundo de la cultura tuvieron que ganarse la vida llevando a cabo todo tipo de trabajos no cualificados e incluso se vieron obligados a vender muchas de sus pertenencias más preciadas.

Cuando en marzo de 2003 las tropas anglo-estadounidenses invadieron Iraq, la población estaba tan exhausta y desanimada después de haber sufrido más de tres décadas de violencia, guerra, represión y sanciones económicas que apenas opuso resistencia (a pesar de que la mayor parte de los iraquíes rechazaba la intervención). "Lo que ha ocurrido desde entonces", señaló Sinan Antoon, "es bien conocido por todos. El desmantelamiento de la mayor parte de las estructuras e instituciones estatales que había en Iraq antes de la llegada de las fuerzas aliadas, llevó al país a una situación caótica y convulsa de la que todavía no ha salido. Y las débiles esperanzas que albergamos algunos de que la caída del régimen de Sadam Hussein sirviera, al menos, para que los iraquíes pudieran reconstruir su país, se han evaporado por completo".

Sin duda, ha habido un incremento notable de publicaciones periodísticas y culturales, pero la mayoría de ellas están vinculadas a partidos políticos y grupos de poder y tienen una función claramente propagandística. Según Sinan Antoon, en el terreno cultural y comunicativo Estados Unidos está aplicando métodos muy parecidos a los que llevó a cabo el régimen de Sadam Hussein. Por ejemplo, paga a una compañía privada - la empresa de relaciones públicas Lincoln Group- para que difunda artículos favorables al gobierno norteamericano en la prensa iraquí y de otros países árabes. A su vez, numerosas fuentes aseguran que Washington asigna un sueldo mensual a decenas de periodistas, escritores e incluso clérigos para que ofrezcan información positiva sobre la situación en Iraq. "Es una metodología", subrayó Sinan Antoon, "de efectos terriblemente perversos, pues las prácticas corruptas de unos pocos terminan atribuyéndose a todos los periodistas e intelectuales y hacen que la población desconfíe de forma sistemática de la información que aparece en los medios de comunicación".

Tras más de tres años de ocupación, las condiciones de vida de los intelectuales iraquíes (y del resto de la población), lejos de mejorar, se han deteriorado. Sufren continuos cortes de electricidad (lo que dificulta su trabajo) y problemas de inseguridad (al menos 350 profesores universitarios han sido asesinados desde que cayó el régimen de Sadam Hussein). Esta situación de precariedad afecta especialmente a las mujeres que han perdido muchos de los derechos que habían alcanzado durante las últimas décadas. Por ejemplo, este año la Unión de Escritores Iraquíes ha prohibido la presencia de mujeres en el festival poético Al-Mirad (que se celebra en la ciudad de Basora) argumentado que, en la edición anterior, una de las poetisas que participó se había acostado con un empleado del hotel en el que se alojaba. A juicio de Antoon, el hecho de que la Unión de Escritores (entidad que, en principio, se relaciona con los sectores más progresistas e ilustrados del país) haya tomado una decisión tan retrógrada, refleja de forma muy elocuente el "abismo social, político y cultural en el que se está hundiendo la sociedad iraquí".

Sinan AntoonA pesar del pésimo funcionamiento del sistema eléctrico, quizás sea el ciberespacio el medio en el que los artistas e intelectuales iraquíes que permanecen en el país están desarrollando con más libertad y autonomía su trabajo. Internet también les sirve para comunicarse -no siempre de forma amistosa y fluida- con sus colegas exiliados. Según Sinan Antoon estos últimos son, hoy por hoy, la punta de lanza de la cultura iraquí contemporánea, pues aunque también tienen que sortear numerosas dificultades, pueden trabajar con más independencia y acceder a los circuitos culturales y artísticos internacionales. Muchos de estos creadores han puesto en marcha importantes proyectos en sus países de acogida y están realizando una valiosa labor de traducción de obras escritas en árabe a otros idiomas.

A juicio de Sinan Antoon, una de las tareas fundamentales de los escritores e intelectuales iraquíes (tanto de los exiliados como de los que viven en el país) es recuperar y preservar la memoria histórica y cultural de Iraq, pues las fuerzas ocupantes (al igual que hiciera el régimen de Sadam Hussein) la están intentando re-escribir para justificar su intervención y favorecer sus estrategias e intereses en la zona. Hay que tener en cuenta que las autoridades estadounidenses no sólo han permitido (e incluso promovido) que se vendan, dañen o desmantelen restos arqueológicos, bibliotecas y museos, sino que también están consintiendo que se destrocen o trasladen numerosos monumentos públicos que había en Bagdad y en otras ciudades iraquíes.

Una de las principales iniciativas que las autoridades ocupantes han puesto en marcha para llevar a cabo esta operación de reconstrucción de la historia iraquí es el proyecto "Memory Foundation", cuyo máximo responsable, Kanan Makiyya, es un intelectual que apoyó de forma explícita la invasión a Iraq (llegando incluso a escribir que "el sonido de los bombardeos" era música para sus oídos). En sus discursos y trabajos analíticos, la Memory Foundation no hace ninguna mención al apoyo que el gobierno de Sadam Hussein recibió de Estados Unidos durante los años ochenta u obvia los efectos desastrosos que tuvo para la población iraquí el embargo que el país padeció en la década siguiente. "Por todo ello", subrayó Sinan Antoon en la fase final de su intervención en la sede de La Cartuja (Sevilla) de la Universidad Internacional de Andalucía, "es necesario que los artistas e intelectuales se armen de paciencia y se impliquen de forma activa en la preservación y reconstrucción de la devastada memoria histórica y cultural iraquí. Pues aunque la situación actual ofrece pocos motivos para la esperanza, no podemos permitirnos el lujo de ser demasiado pesimistas".