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Presentación de Umbrales, por Dario Malventi y Álvaro Garreaud

Imagen de una de las conferencias de UmbralesEn los últimos veinte años, no sólo ha crecido de manera exponencial el número de personas en estado de privación de libertad, sino que también ha aumentado el dinero dedicado a la construcción y remodelación de centros penitenciarios y psiquiátricos, se han promovido numerosas políticas que restringen la libertad de movimiento y reunión, y los centros urbanos y áreas de transporte público se han llenado de cámaras de vigilancia. En la presentación de Umbrales, Dario Malventi señaló que en la actualidad se puede decir que a un sistema penal centrado en el individuo, se le ha superpuesto un sistema de control que concibe y trata a determinados grupos sociales como potencialmente peligrosos, convirtiendo de manera "preventiva" a los sujetos que forman parte de ellos en personas sospechosas y a las que, por tanto, se debe vigilar -tener bajo control-, con independencia de lo que hayan hecho.

Para realizar sus clasificaciones y evaluaciones analíticas (a partir de las cuales se determina la tasa de riesgo de un grupo poblacional, es decir, hasta qué punto es potencialmente peligroso), las instituciones encargadas de la vigilancia y de la "higiene social y mental", utilizan los datos recopilados por organismos públicos y ONGs que trabajan con "colectivos en riesgos de exclusión", por utilizar la terminología oficial, esto es, colectivos que no encajan en el modelo productivo que promueve el neoliberalismo y a los que hay que intentar "curar y reinsertar".

En este proceso, la noción de peligrosidad se diluye en la más genérica noción de "riesgo". La primera hace referencia a una "calidad inmanente" del sujeto que sólo se puede probar una vez éste comete un delito, mientras que la segunda tiene siempre un carácter hipotético. Lo que importa ya no es tanto lo que se ha hecho como lo que se podría hacer. Y por ello hay que crear herramientas para detectar los "síntomas sociales" de futuros comportamientos delictivos. De este modo, el prejuicio se antepone al juicio y se invierte el principio jurídico de que todo el mundo es inocente hasta que se demuestre lo contrario (de la presunción de inocencia se pasa a la presunción de culpabilidad).

Dario MalventiSegún Dario Malventi -que durante cuatro años ha desarrollado un trabajo de campo en el interior de la vida, la organización y el dispositivo de poder de la Unidad Terapéutica y Educativa (UTE) de la cárcel de Villabona (Asturias)-, las bases de nuestro actual sistema de control de la criminalidad, que entre otras cosas ha posibilitado legitimar la realización de "guerras preventivas", se pusieron a principios de los años ochenta, coincidiendo con la llegada al poder de Margaret Thatcher y Ronald Reagan. Hay que tener en cuenta que en 1981 se publicó un informe en el que ya se planteaba que en la lucha contra la criminalidad, los "falsos positivos" que pueden diagnosticar los juicios predictivos, están justificados, aunque sean injustos, pues son el precio que hay que pagar para garantizar la seguridad. Y que un año más tarde, James Q. Wilson, politólogo conservador norteamericano que fue consejero de Reagan, acuñó el concepto de "tolerancia cero" en un artículo titulado Broken Windows (en el que se plantea que el desapego y el cuestionamiento de los valores sociales genera criminalidad, por lo que una de las cosas que tiene que hacer la policía es controlar que dichos valores se asumen y no se ponen en duda).

Con la expansión del neoliberalismo se produce una metamorfosis cualitativa de las políticas penales. En nombre de la seguridad, se empiezan a aprobar medidas y leyes que restringen las libertades de los ciudadanos y con las que se intenta desactivar cualquier muestra de disidencia. El Estado social se reduce a su mínima expresión y se va transformando en un Estado policial en el que se antepone la seguridad al bienestar. En este proceso, la cárcel, como institución capaz de conjugar la retórica del castigo con la de su ejecución, juega un papel fundamental. "De hecho", precisó Malventi, "la cárcel es una institución central de la reproducción del sistema capitalista", pues ha funcionado (y lo sigue haciendo) como un laboratorio en el que se experimentan estrategias de control que después se aplican al resto de la sociedad.

Esta metamorfosis cualitativa de las políticas penales no surge de la nada. A finales del siglo XIX, ya se empieza a concebir al ser humano como un cuerpo que se puede manipular para gobernar. Y tras la Segunda Guerra Mundial, aparecen las primeras teorías que plantean que para garantizar el control social hay que actuar sobre el "motor social primario": la familia, la escuela, el tiempo libre... Poco a poco, el poder va comprendiendo que es la vida en su globalidad lo que tiene que gobernar (que capturar). La existencia se convierte así en "objeto político de presa, contención y normalización". Los dispositivos de gobierno se interiorizan, el poder se transforma en biopoder y se difuminan los límites que en las instituciones totales -las cárceles, las fábricas, las escuelas, los hospitales- separaban el adentro del afuera.

El objetivo de Umbrales es analizar cómo y por qué ocurre esto, qué pasa (y qué deja de pasar) cuando la vida, "puesta en el centro de un diagrama de captura", deviene un campo de batalla. Todo ello siendo consciente de que en este nuevo escenario, las instituciones totales, convertidas en laboratorios de producción de vida ordenada y gobernada, "emergen como puntos críticos de articulación de nuestra contemporaneidad". Son umbrales en los que, como se dice en el texto de presentación de las jornadas, "se juega el límite de la reorganización de la soberanía contemporánea".

Dario Malventi finalizo su intervención mostrando un anuncio de una urna funeraria para enterrar a animales domésticos que se llama BIOS y que produce y fabrica el Centre d’Iniciatives per la Reinserció-C.I.R.E., una empresa pública adscrita al Departamento de Justicia de Cataluña que en su página web afirma que su misión fundamental es la "reinserción socio-laboral de personas privadas de libertad a través de la formación profesional y del trabajo". La urna contiene la semilla de un árbol o planta, de modo que, según reza el texto del anuncio (que Malventi descubrió casualmente mientras buscaba en Internet información sobre las políticas de reinserción social que se están desarrollando en España), "transforma el ritual del entierro en una regeneración y en un retorno a la vida a través de la naturaleza", con la idea de que algún día "los cementerios puedan convertirse en bosques". "Muestro este anuncio", explicó, "porque creo que ilustra de forma muy elocuente lo que queremos plantear en estas jornadas: que, hoy en día, lo biopolítico es precisamente lo que está dentro de esta urna funeraria, es decir, que ya no hay distinción entre las políticas de la muerte y las políticas de la vida, ya que sobre la vida de una persona privada de libertad, reclusa en un centro de detención para inmigrantes, segregada en un centro psiquiátrico, capturada en el engranaje de la reinserción laboral, se experimenta el gobierno de una existencia afín al sistema de dominación capitalista".

Álvaro GarreaudTras la intervención de Malventi, Álvaro Garreaud, que en su trabajo aborda las mutaciones del poder contemporáneo a través del estudio de las tecnologías políticas creadas en instituciones totales, señaló que en su experiencia de trabajo de campo en la cárcel de Villabona (Asturias) ha podido constatar que la cárcel está experimentando una profunda transformación. "La prisión", aseguró, "vuelve a jugar un papel fundamental en la constitución de soberanía, pero ya no cumple sólo funciones disciplinarias. Ha entrado en un diagrama diferente y se ha amplificado su capacidad de captura y movilización de la vida".

Debemos, por tanto, repensar el lugar que ocupan las prisiones en la sociedad contemporánea, y para ello, es importante analizar cómo su lógica se reproduce en ámbitos muy distintos, pero también tratar de "perforar sus muros" e intentar sacar afuera el conocimiento y la experiencia de las personas que las habitan. Hay que tener en cuenta que la prisión es donde el cuerpo se encuentra más cerca de una determinación total (de una sujeción total), pero por ello mismo también es el lugar en el que se manifiestan de forma más clara sus resistencias y fugas.

En esta reflexión crítica sobre el lugar que ocupan las prisiones en la sociedad contemporánea, Álvaro Garreaud cree que se debe partir de un análisis microfísico e investigar materializaciones concretas (moleculares) de conceptos como castigo, criminalidad, disciplina, terapia o reinserción. Asimismo, considera que hay que evitar caer en lo que él describe como un enfoque "evolucionista" o "humanista" que, por ejemplo, disocia claramente la prisión terapéutica de la prisión disciplinar, como si sólo esta última anulara la autonomía y la identidad de las personas. "De hecho", precisó, "durante el trabajo de campo que he desarrollado con Dario en la UTE de Villabona, hemos observado que la captura que hace la prisión terapéutica es mucho más totalitaria, pues sus efectos punitivos trascienden con mucho no sólo el tiempo de la pena, sino también la experiencia del encierro. Es una captura total de la vida".