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Resumen de la conferencia de Lucy Lippard. La ciudad disfrazada: el impacto del turismo en Santa Fe, Nuevo México |
Escritora, crítica cultural, activista y cofundadora de numerosos colectivos artísticos, Lucy Lippard analizó en su conferencia cómo los destinos turísticos han sido imaginados o re-imaginados para nosotros por el capital, tomando como ejemplo el caso de Santa Fe (Nuevo México), una de las ciudades más antiguas de Estados Unidos. Lippard fue presentada por Beatriz Herráez, crítica y comisaria que en la actualidad es responsable de programación del Centro Cultural Montehermoso Kulturunea en Vitoria Gasteiz. En su presentación, Herráez destacó el enfoque trasversal y la amplitud y diversidad temática del trabajo de Lucy Lippard que es, en su opinión, uno de los más "relevantes y determinantes" en el campo del arte contemporáneo y la crítica cultural de las últimas décadas. Un trabajo en el que el feminismo y el compromiso sociopolítico siempre han ocupado un lugar central y que, sin huir de la rigurosidad teórica, busca un anclaje en lo local. En la trayectoria de Lucy Lippard, según Beatriz Herráez, ha tenido una gran importancia el trabajo colectivo -como demuestra su relación con proyectos como Printed Matter (una organización fundada en 1976 que, entre otras cosas, edita libros de artistas a precios reducidos), el colectivo/publicación feminista Heresies o la iniciativa Artist Call Against U.S. Intervention in Central America-, así como el contacto con los agentes culturales de su tiempo. Entre sus libros, además de Seis años: la desmaterialización del objeto artístico de 1966 a 1972 [Six Years: The Dematerialization of the Art Object from 1966 to 1972], quizás su obra más conocida y una de las pocas que se ha traducido al castellano, Herráez mencionó textos como From the Center: Feminist Essays on Women's Art, Get the Message: A Decade of Art for Social Change o la serie de ensayos que Lippard escribió sobre la guerra del Vietnam. "Quiero resaltar estos textos", explicó, "porque responden a esa definición que he leído reiteradamente de Lucy Lippard en distintos medios, entrevistas y catálogos: su definición como escritora, activista, comisaria... Como crítica cultural que, de alguna manera, redefine la idea de crítica de arte". Según Beatriz Herráez, su “estar alerta permanente", su compromiso con el contexto en el que vive, su apuesta por la interdisciplinariedad y por el activismo político-artístico, su mirada analítica abierta pero rigurosa, en definitiva, su "actitud", por decirlo en términos propios de la cultura rock, resulta especialmente destacable en un momento como el actual, cuando en el mundo del arte prevalece un "hacer" y un "pensar" despolitizado o, en todo caso, un "hacer" y un "pensar" aparentemente crítico pero con nula o mínima intencionalidad y potencialidad transformadora. En este sentido, Herráez considera que es muy acertada la idea de incluir a Lucy Lippard en un proyecto como Sobre capital y territorio que quiere explorar cómo la lógica del capital está condicionando nuestra relación con el entorno a partir de una aproximación transdisciplinar y de la búsqueda de una confluencia entre el análisis teórico y la práctica artística y activista. "Creo que en este aspecto", subrayó, "ella ha sido una pionera". Beatriz Herráez recordó que Lucy Lippard siempre ha trabajado en y con contextos que conoce, tratando de incidir en ellos. Si en los años sesenta y setenta ese contexto fue Nueva York (y su fértil escena artística alternativa), ahora es Galisteo (la pequeña localidad de Nuevo México cercana a Santa Fe en la que vive) y su entorno. En uno de sus libros más recientes, On the Beaten Track: Tourism, Art and Place (1999), donde analiza nociones como autenticidad o exotismo, hay un capítulo sobre la "realidad tricultural" de Santa Fe y su construcción como objeto de deseo turístico. Éste fue el tema que desarrolló Lippard en su conferencia que inició recordando una pintada que se encontró hace varios años en Barcelona: "Tourist, you are the terrorist". Ya en La sociedad del espectáculo Guy Debord describió el turismo como un "subproducto de la circulación de mercancías". Según Lucy Lippard un ejemplo paradigmático de esto lo encontramos en Santa Fe y Nuevo México, donde el turismo es, a día de hoy, una de las industrias más poderosas y genera tanto o más ingresos que otras actividades productivas que se han desarrollando tradicionalmente en la zona (como la industria nuclear o la minería). De hecho, Nuevo México, que hasta 1912 no perteneció oficialmente a Estados Unidos, constituye uno de los destinos turísticos favoritos de los norteamericanos de clase media que lo visitan atraídos por su "singularidad paisajística, histórica y cultural". En las guías y folletos turísticos se suele decir que Santa Fe es una "ciudad diferente" a todas las demás, destacándose tanto su "antigüedad" (su origen se remonta a principios del siglo XVII que para Estados Unidos es casi "pre-historia"1) como su realidad "tri-cultural" (pues en esta ciudad han convivido desde hace mucho tiempo poblaciones de origen indio, hispano y anglosajón). "Pero lo que nunca o casi nunca se dice", advirtió Lucy Lippard, "es que la Santa Fe actual es una recreación de la antigua Santa Fe y que, en realidad, de la ciudad original ya no queda prácticamente nada". Una recreación que comenzó a gestarse en 1912, cuando se decidió reconstruir su casco antiguo para que pareciera "más auténtico", y que, posteriormente, se ha promovido desde organismos como el Historic Design Review Board que desde hace varias décadas supervisa todas las actuaciones e intervenciones arquitectónicas que se llevan a cabo en el centro de esta ciudad. Además, en estos folletos turísticos la complejidad histórica y cultural de Santa Fe y Nuevo México se reduce a un conjunto de clichés políticamente correctos y fácilmente asimilables. Los hechos y aspectos más conflictivos y/o desmitificadores no se suelen mencionar, mientras que otros se sobredimensionan, dándoles mucha más importancia de la que realmente tienen. No se debe olvidar que la historia de Santa Fe y Nuevo México es una historia de encuentros y desencuentros, de ocultamientos y desplazamientos, de interacciones y enfrentamientos. Desde su fundación y hasta principios del siglo XVIII, los indios nativos (los indios Pueblo) y los colonos hispanos vivieron en una paz precaria. Poco a poco empezaron a mezclarse y a compartir ciertas cosas (técnicas agrícolas, ritos religiosos…) e incluso terminaron aliándose para luchar juntos contra los grupos de indios nómadas que se adentraban en la región. A mediados del siglo XIX, con la llegada de los "anglos" (término que Lippard utiliza para referirse genéricamente a todos aquellos que no son de origen hispano o indio), las diferencias culturales, de clase y, sobre todo, étnicas se exacerbaron, dando lugar a los antagonismos actuales. Antagonismos que, en cierta medida, se han acentuado en las últimas décadas porque en la zona se han instalado numerosas personas de clase media-alta (y, por lo general, de origen anglosajón) que llegaron como turistas y que han terminado adquiriendo los terrenos e inmuebles mejor situados, generando un proceso de gentrificación. Gran parte de los antiguos residentes de origen indio o hispano siente un profundo resentimiento contra estos "recién llegados" a los que perciben como "nuevos colonos" que no sólo se están quedando con sus propiedades, sino que también le están desposeyendo de muchos de sus signos identitarios. Por su parte, estos "nuevos colonos" no quieren que lleguen más turistas residenciales, ya que desean que el lugar permanezca lo más parecido posible a cómo estaba cuando ellos decidieron instalarse en él. A su vez, los hispanos sienten recelos frente a los inmigrantes mexicanos, pues los ven como competidores que pueden quitarles sus puestos de trabajos. Estamos, por tanto, ante un paisaje social y cultural muy complejo que, desde luego, nada tiene que ver con el que se muestra en los folletos turísticos. En este punto de su intervención, Lucy Lippard señaló que uno de los efectos más perversos del turismo es la conversión de ciertas regiones pobres del planeta en escenarios donde sus habitantes actúan como sus antepasados para satisfacer la curiosidad de otros ciudadanos que han perdido la relación con sus propios orígenes (una pérdida que, a juicio de Lippard, les hace sentirse superiores). Según la autora de Seis años: La desmaterialización de la obra de arte entre 1966 y 1972, el turismo conlleva siempre una simplificación de las contradicciones y complejidades de un lugar. "El turismo", subrayó, "tiene la capacidad de poner cualquier lugar entre comillas", de separarlo de la normalidad, de descontextualizarlo y transformarlo en un espacio sin vida, en un espacio momificado y al que le han expropiado su presente en nombre de su pasado. A través del turismo, el capitalismo convierte los lugares en mercancías, en marcas que compiten con otras marcas, en productos que se consumen rápidamente y que, después, se desechan. Como los miradores que hay en ciertas carreteras, el turismo nos aparta de los espacios vividos y sólo nos da una visión panorámica y superficial de aquello que visitamos: la historia real de un lugar siempre queda fuera del alcance del turista. A juicio de Lucy Lippard es necesario que el turismo se analice no sólo desde el punto de vista del que visita (es decir, del turista), sino también del “visitado” (es decir, del que vive y trabaja en los lugares que se visitan) que en las dinámicas relacionales que el turismo genera tiene siempre un rol pasivo, subsidiario, dependiente. Para ellos el turismo no es una elección sino una imposición, algo que les marca con unas imágenes estereotipadas de las que no pueden desprenderse y que, en muchos casos, les impide desarrollar una "vida normal". En Nuevo México, esta situación la padecen sobre todo los indios Pueblo que habitan en pequeñas reservas convertidas en parques temáticos a las que continuamente llegan visitantes que les observan como si fueran ejemplares de una especie en peligro de extinción. "Cómo pueden vivir una vida normal", señaló Lippard citando a una investigadora universitaria llamada Rina Swentzell, "cuando todos los días veinte personas les preguntan por qué se visten como se visten, por qué construyen sus casas como las construyen y por qué viven como viven"2. Pero también para los nativos hispanos de Nuevo México el turismo ha supuesto una pérdida, tanto material como patrimonial. Los integrantes de ambas comunidades han visto como su historia y su cultura se convertía en mercancía, mientras ellos sólo podían recoger las migajas del negocio que generaba la explotación de su capital simbólico. Además, en este proceso han sido progresivamente desplazados de sus antiguos territorios, hasta el punto de que, en la actualidad, sólo se les permite utilizar el centro de Santa Fe en momentos muy puntuales, por ejemplo durante los mercados artesanales que se celebran en verano: en julio el mercado hispano y en agosto el mercado indio. Estos mercados se desarrollan en la Plaza Central de Santa Fe, junto al Palacio del Gobernador (el edificio administrativo más antiguo de Estados Unidos), un espacio público que antes les pertenecía y que ahora está lleno de tiendas de souvenirs. Pero, ¿es posible otra forma de hacer turismo?, ¿es posible desarrollar una propuesta turística que no eluda la complejidad y el conflicto y que beneficie (no sólo económicamente) a las comunidades locales sin condenarlas a vivir disfrazadas, a comportarse como lo hacían sus antepasados? Según Lucy Lippard, el concepto de regionalismo crítico3, al que alude el arquitecto Chris Wilson en su libro The Myth of Santa Fe (donde plantea que el turismo sólo vale la pena si además de progreso económico genera justicia social), nos puede ser útil para afrontar este desafío. Hay que tener en cuenta que en un mundo globalizado como el actual, el regionalismo (aunque no sea crítico) tiene la ventaja de que posibilita que las influencias externas sean cribadas por un filtro local, propiciando una yuxtaposición que genera "pequeñas porosidades por las que los turistas pueden salir y entrar". Lippard considera que los artistas pueden contribuir a una reformulación del turismo ("pues, al fin y al cabo, su cometido es enseñar a la gente a mirar"), aunque para ello deben adoptar una actitud activa (no ejercer de meros decoradores o ilustradores) y, en colaboración con agentes locales, generar relatos, representaciones y procesos que, alejándose de cualquier tentación de exotismo y pintoresquismo, nos hagan repensar cómo miramos y nos relacionamos con los lugares que visitamos. En la fase final de su intervención Lucy Lippard habló de dos obras de arte público que, a su juicio, ilustran algunas de las cuestiones que abordó en su conferencia: Obelisk: To the Heroes (Obelisco: a los héroes), una pieza escultórica que la artista Charlene Teters, de origen indio Spokane, realizó para la tercera edición de la Bienal de Santa Fe-SITE; y Cultural Crossroads of the Americas (Encrucijada cultural de las Américas), una obra del creador indio Apache Bob Haozous. La primera es una réplica en adobe (material característico en la arquitectura tradicional de Nuevo México) del Monumento al soldado, un obelisco de piedra que se erigió en el centro de Santa Fe en 1867 con la siguiente inscripción: "To heroes that fought in various battles against the savage Indians" ("A los héroes que lucharon en varias batallas contra los indios salvajes"). A finales de los años setenta, alguien borró con un cincel la palabra "savage" de la inscripción. Y es justo esa palabra la única que Teters puso en su obelisco, bajo el cual depositó una serie de objetos personales (juguetes de plástico, cartas, monedas...) que los espectadores, si lo deseaban, podían llevarse4. En Cultural Crossroads of the Americas, Bob Haozous homenajea a la sabiduría indígena al tiempo que plantea una crítica al mundo que ha creado el "hombre blanco". Entre otras cosas, la obra, que tiene forma de valla publicitaria de carretera, incluye varias figuras aztecas y una versión en miniatura de la popular estatua ecuestre The End of the Trail (James Earle Fraser, 1915)5 en la que en vez de un indio aparece un cowboy. Cuando la estaba terminando, Haozous decidió añadir un alambre de espino en la parte superior de la estructura, pero después de una dura batalla legal se vio obligado a aceptar que lo retiraran porque la institución que le había encargado la pieza -la Universidad de Nuevo México- le dijo que no le pagaría si se negaba (argumentando que ese elemento no estaba incluido en la maqueta que les había entregado y que, por tanto, su inserción suponía un “incumplimiento de contrato”). A juicio de Lucy Lippard trabajos como éstos desafían a las comunidades a construir sus propias narrativas y nos dan pistas de cómo se puede desarrollar un "turismo más inteligente". Un turismo que no convierta los lugares en escenarios de cartón piedra y a las personas que los habitan en meras figuras ornamentales, que tenga en cuenta lo que piensan, sienten y desean "aquellos que son observados" (permitiendo al mismo tiempo que quienes les observan vuelvan a sus casas sabiendo un poco más no sólo de los espacios que han visitado sino también de sus lugares de origen), que nos acerque al "otro" y nos haga repensar cómo miramos lo que nos rodea. "No es, desde luego, una tarea fácil", subrayó Lippard, pero tenemos que hacer todo lo posible por intentar llevarla a cabo, porque el turismo es un fenómeno que, de una forma u otra, nos concierne a todos y no podemos permitir que sólo el capital se ocupe de él. "Por suerte o por desgracia", concluyó, "el turismo nos acerca al 'mundo exterior' y una pequeña ciudad como Santa Fe necesita estar en contacto con el mundo. La insularidad ya no es una opción. El debate sobre el turismo está cargado de contradicciones y las contradicciones definen a una sociedad diversa y multicéntrica, algo que yo deseo para mi comunidad".
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