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El taller de la pintora. Alegoría real que determina una fase de siete años de mi vida artística en la República de Berlín |
Un siglo y medio más tarde, en el año 2000, Alice Creischer realizó una singular relectura de este cuadro, adaptándolo a su propia experiencia artística y política en el Berlín de la década de los noventa. En esa década, coincidiendo con el inicio del proceso de reunificación de Alemania, se produjeron numerosos episodios de violencia contra extranjeros y grupos de ideología neonazi atacaron e incendiaron varios centros de refugiados. Unos ataques contra los que la sociedad alemana apenas se movilizó. Fue entonces cuando Alice Creischer comenzó a ser consciente de que, en contra de lo que había pensado durante sus años de estudiante, gran parte de la escena cultural y artística germana era muy conservadora y de que si quería hacer un arte que realmente no le hiciese el juego al poder, debía buscar el modo de conectar sus discursos teóricos con prácticas activistas concretas. Es decir, tenía que dejar de ser una artista "izquierdista de salón" para convertirse en una artista militante que concibiera su trabajo artístico como un "hacer" político.
En esos años, Creischer se implicó en numerosos proyectos colectivos y colaboró de forma muy activa en la edición de una serie de fanzines en los que se criticaba abiertamente al establishment artístico y cultural alemán. Pero poco a poco se fue dando cuenta de que el trabajo en red y la apuesta por el Do It Yourself ("hazlo tú mismo") no garantizan estar fuera de las estructuras del poder, pues en realidad son opciones que, a su manera, asume y promueve el neoliberalismo. "Tenemos que enfrentarnos a esta paradoja", advirtió Creischer quien considera que para evitar que el poder instrumentalice propuestas artísticas basadas en la auto-organización y en la creación de redes, éstas tienen que centrarse en problemáticas sociopolíticas muy concretas (no caer en generalizaciones y abstracciones) y ser siempre muy precisas. "De este modo", explicó, "se elude la tentación de la autocensura y se dificulta cualquier intento de descontextualización".
"Esta escena", explicó Creischer, "muestra el modo en que funciona el capitalismo" que, al promover una ética individualista (que pone al individuo por encima del colectivo), convierte a los ciudadanos en seres egoístas y desconfiados que ven a sus semejantes no como posibles aliados, sino como competidores que pueden llegar a representar una amenaza para su seguridad y bienestar. No hay que olvidar que el nombre de este mago alude a la noción de "mano invisible" de Adam Smith, padre del liberalismo económico. Para Smith la búsqueda del beneficio individual tiene consecuencias positivas para el conjunto de la sociedad, pues existe una especie de orden económico natural -una "mano invisible" (que él identifica con el mercado)- que posibilita que acciones que sólo persiguen el interés personal terminen conduciendo al bien común (por lo que, a su juicio, el Estado tiene que intervenir lo menos posible en la economía).
Durante su intervención en la sede de La Cartuja de la Universidad Internacional de Andalucía, Creischer recordó que para el cartel de la exposición Violence is at the Margin of All Things (La violencia está en el margen de todas las cosas) en la Fundación Generali de Viena, una muestra de la que ella y Andreas Siekmann fueron comisarios, se utilizó una fotografía moderna de la Plaza Vendôme que retocaron con un dibujo de la columna derribada2. "En mi trabajo", subrayó, "hay múltiples referencias cruzadas y con frecuencia, elementos que utilizo en un proyecto aparecen luego en otros, de forma que van adquiriendo nuevas significaciones y, de algún modo, también se va resignificando la obra de la que proceden". Por ejemplo, volvió a usar el tema de Mr. Invisible Hands en el proyecto Ex-Argentina y en este cuadro aparece Andreas Siekmann sujetando con una mano una pequeña figura de arcilla que también podemos encontrar en las animaciones de su proyecto Episodios para una ciencia ficción sobre una sociedad exenta de trabajo.
También como Courbet, Alice Creischer sitúa a sus "enemigos" en la parte izquierda del lienzo. En algunos casos, estos enemigos son sólo figuras alegóricas, como dos siluetas blancas que simbolizan al desempleo y que la artista alemana coloca en el mismo lugar que ocupa la figura de San Sebastián en el cuadro de Courbet. Pero en la mayoría de las ocasiones, estas figuras representan a personas reales ("personas con nombres y apellidos"), desde grandes empresarios a directores de museos, desde escritores como Martin Walser a políticos como Otto Schily (antiguo abogado de algunos miembros de la Fracción del Ejército Rojo que fue Ministro de Interior de Alemania entre 1998 y 2005) o dirigentes de la Unión Europea como Javier Solana. Éste se encuentra junto a otros personajes examinando una maqueta de un pabellón de exposiciones. Este detalle, según Creischer, está relacionado con un hecho muy importante en la trayectoria artística y política de Gustave Courbet. Al autor de El Entierro en Ornans le invitaron a participar en la muestra pictórica que se realizó con motivo de la Exposición Universal de París de 1855. Pero el jurado de este evento rechazó algunas de las obras que presentó y Courbet y otros artistas decidieron organizar una muestra paralela a la oficial que denominaron "Pabellón del Realismo" (que constituiría el germen de los futuros Salones de los Rechazados). Curiosamente, cuando estaba trabajando en el proyecto El taller de la pintora. Alegoría real que determina una fase de siete años de mi vida artística en la República de Berlín, a Alice Creischer también le invitaron a participar en la Exposición Universal que se celebró en Hanóver en el año 2000 donde, entre otras cosas, montó una intencionadamente rudimentaria carpa a la que, en homenaje a Courbet, bautizó con el nombre de "Carpa del Realismo".
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