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Crónica / Resumen del taller Lo colectivo como investigación |
El taller se ha estructurado en tres sesiones, cada una de las cuales se ha articulado en torno a un tema central. En la primera sesión se intercambiaron imágenes y sensaciones (percepciones sensibles) sobre lo colectivo, primer paso para "pensar colectivamente" formas de politización y resistencia que se adecuen a nuestra realidad. Partiendo de dichas imágenes, en la segunda sesión se debatieron una serie de conceptos que pueden ayudarnos a conseguir ese objetivo, teniendo en cuenta que estamos en un contexto marcado, tanto a nivel local como global, por lo que el Colectivo Situaciones denomina impasse: vivimos un periodo de transición política (de pausa, de crisis, de suspensión de la política) en el que deben repensarse las formas conocidas del antagonismo y buscar modos de que éste detecte las nuevas movilidades sociales que están emergiendo. Este impasse tiene implicaciones ambiguas y paradójicas, pues supone al mismo tiempo un bloqueo y una apertura, un frenazo y un impulso, una calma aparente y una latente sensación de incertidumbre. Finalmente, en la tercera sesión del taller se analizó cómo llevar esos conceptos a la práctica sin recurrir ni a falsas polarizaciones ni a imágenes nostálgicas, cómo se pueden establecer alianzas (siempre horizontales y abiertas) con agentes sociales que están fuera de los circuitos militantes y/o con estructuras institucionales que asumen la necesidad de problematizar su "razón de ser".
Fundado a finales de los años noventa, el Colectivo Situaciones se autodefine como un "sujeto colectivo que investiga lo colectivo" ("para nosotros, lo colectivo es el sujeto y el objeto de nuestras investigaciones militantes"). En sus diez años de actividad, este colectivo ha desarrollado co-investigaciones con diversas experiencias sociales, desde el Movimiento de Trabajadores Desocupados de Solano al Grupo de Arte Callejero, pasando por la Mesa de Escrache Popular, la Comunidad Educativa Creciendo Juntos, la Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos o el Colectivo de Contrainformación Lavaca. Su trayectoria está marcada por lo que ocurrió en Argentina entre finales de 2001 y principios de 2003. Fue un periodo de intensa politización en el que desde sectores muy distintos de la población se llevó a cabo un cuestionamiento radical del neoliberalismo que en las décadas anteriores se había implantado de forma especialmente agresiva en Argentina (y, por lo general, en toda América Latina). La insurrección popular de diciembre de 2001 -con sus "cacerolazos", sus cortes de calle y sus manifestaciones espontáneas en las que se acuñó el famoso lema "que se vayan todos, que no quede ni uno sólo"- logró expulsar al presidente Fernando de la Rúa y abrió una época de gran experimentación política y social en la que se desplegaron experiencias de autogestión muy interesantes y potentes.
En el caso de Argentina, el gobierno "progresista" de Néstor Kirchner reconoció de forma más o menos explícita el valor de muchas de las ideas y propuestas que se habían planteado en las experiencias sociales que se articularon en torno al estallido insurreccional de diciembre de 2001 (experiencias que, no lo olvidemos, habían puesto en crisis la legitimidad del neoliberalismo). De hecho, a nivel discursivo y simbólico hizo numerosos "gestos" con los que pretendía mostrar su "profunda sintonía" con los movimientos sociales -derogación de las "leyes de impunidad", uso del imaginario de las luchas de los años setenta...-, e incluso emprendió un proceso de colaboración abierta con algunos colectivos que habían tenido un papel clave en las revueltas (por ejemplo, con el movimiento de trabajadores desocupados). Pero ese reconocimiento se plantea siempre en términos estrictamente "reparadores" (es decir, bajo la forma de demandas que compensar y/o de víctimas a las que resarcir) y, desde luego, no impide que termine reproduciéndose, aunque convenientemente reciclada y camuflada, la misma lógica económica neoliberal que había provocado el colapso social y económico de Argentina.
En cualquier caso, el Colectivo Situaciones considera que este impasse no debe concebirse como una derrota ("tampoco es, evidentemente, una victoria"), sino como una oportunidad para reinventarse, para tomar un nuevo impulso y analizar cuestiones que en momentos de mayor tensión política suelen quedar en un segundo plano (por ejemplo, para analizar qué hay que hacer para mantener experiencias de autoorganización a largo plazo). En opinión de este colectivo debemos enfrentarnos al actual impasse sin recurrir a polarizaciones esquemáticas ni a una visión nostálgica de luchas pasadas. La memoria de esas luchas debe ser un punto de partida para pensar los desafíos del presente, no una especie de referencia ideal (y, por tanto, de límite) que sólo conduce a intentar reproducir literalmente las respuestas que entonces se dieron y a hacer un uso retórico -tan solemne como ineficaz, tan vacío como desmovilizador- de discursos y símbolos, de enunciados y dispositivos de intervención ideados para un contexto histórico muy distinto al actual. Esto es lo que, según el Colectivo Situaciones, han hecho los gobiernos de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner que han recurrido sistemáticamente al imaginario de las luchas revolucionarias de la década de los setenta (como si la historia fuera reversible y el neoliberalismo no hubiera cambiado el modo en que el Capital impone su dominio). Una estrategia tosca pero eficaz, pues gracias a ella han conseguido, por un lado, dotarse de legitimidad (al subrayar el pasado revolucionario de los actuales dirigentes) y, por otro, sacar fuera del centro del debate público la crítica radical al modelo neoliberal y a la lógica representativa que asumió gran parte de la ciudadanía entre 2001 y 2003.
Otros participantes del taller indicaron que esto es algo habitual: el poder (entendiendo éste en un sentido amplio) intenta siempre desactivar e instrumentalizar las experiencias y energías sociales que tienen un potencial transformador y desestabilizador. Para ello trata de apropiarse de sus discursos y enunciados -de "fagocitarlos", de "vampirizarlos"3, algo que hace de modo cada vez más sutil y sofisticado (y, por tanto, difícil de combatir), lo que obliga al antagonismo a repensarse y reinventarse si no quiere quedar atrapado en imágenes y formas que ya han sido asumidas por el sistema. No tiene sentido, por tanto, que los movimientos sociales caigan en una idealización nostálgica de luchas pasadas. Eso puede paralizarles (pues la comparación con el presente les desanima) o, lo que es igual de negativo, puede llevarles a sumergirse en una dinámica onanista que les impide localizar nuevas prácticas colectivas de enunciación en las que se expresa y manifiesta lo común. Por ello, según algunos de los participantes del taller, en momentos de impasse, los colectivos militantes no sólo tienen que permanecer atentos a lo que ocurre a su alrededor, sino también intentar construir espacios de acción y reflexión que posibiliten que sedimenten las energías políticas antagonistas que se generan en periodos de mayor movilización social.
Con una imagen de uno de esos "cacerolazos" se inicia y finaliza el montaje audiovisual que el Colectivo Situaciones presentó en la primera sesión del taller Lo colectivo como investigación y en la conferencia El actual impasse teórico y político, visto desde la singularidad argentina (y latinoamericana). Este montaje muestra la perplejidad y la confusión que ellos sienten ante la situación actual, cuando ciertos enunciados revolucionarios regresan convertidos en meros fetiches retóricos, los sectores más reaccionarios de la sociedad se apropian de emblemáticas prácticas antagonistas o aparecen movilidades sociales que no se pueden explicar con las categorías políticas que estamos acostumbrados a usar (aunque algunas de ellas tengan un gran potencial transformador). En este montaje se alternan las imágenes de la insurrección popular de diciembre de 2001 con varias escenas cotidianas del barrio de Bajo flores, fragmentos de distintos anuncios institucionales (uno, más antiguo, que describe Buenos Aires como un lugar elegante y con "clase"; otro, mucho más actual, en el que se pide a los argentinos que no caigan en actitudes xenófobas) con referencias a una noticia en la que se informa del descubrimiento de un taller textil clandestino en un local que fue utilizado como centro de detención durante la dictadura. También aparece un poema de Borges, Nostalgia del presente4, que habla de la "experiencia casi cotidiana de sentir que algo nos separa de nuestra capacidad de actuar". Finalmente, el montaje incluye algunos sketchs de Bombita Rodríguez, "el Palito Ortega montonero". Se trata de un personaje creado por Diego Capusotto para un programa de la cadena de televisión Canal 7. Hijo de Evelyn Tacuara, "la más famosa vedette del nacionalismo católico argentino" y del Payaso Barricada, "el más renombrado clown del Trotskismo", Bombita Rodríguez fue un exitoso cantante de los años setenta que hacía "música berreta y comercial" con letras que alentaban a la lucha armada. Actualmente vive exiliado en Cuba donde, entre otras cosas, ha protagonizado una telenovela que narra las aventuras de un taxista marxista en La Habana y ha dirigido un programa (llamado VideoMarx) que graba con cámaras ocultas a burgueses en situaciones comprometidas.
Según el Colectivo Situaciones, Bombita Rodríguez se burla del imaginario revolucionario pero no lo hace desde una posición puramente cínica, pues su objetivo principal es ridiculizar el uso anacrónico y retórico de las luchas políticas de los setenta, no las luchas en sí mismas ni lo que éstas representan en la historia reciente de Argentina. Además, la "desolemnización" de ese imaginario posibilita una relación mucho más abierta y enriquecedora con dichas luchas que dejan de ser un referente ideal (tan intocable como inservible) para convertirse en algo real (con sus claros y oscuros, con sus ambivalencias) que incluso puede ser objeto de mofa (pero también servir como fuente de inspiración y de interrogación). Algunos de los participantes del taller consideran que parecida función desolemnizadora cumplen ciertas iniciativas activistas actuales que recurren al humor y al sarcasmo, ya sea apropiándose irónicamente de códigos y estrategias propias de los mass media, llevando a cabo una deconstrucción de prácticas políticas tradicionales o camuflando mensajes contrahegemónicos en acciones y propuestas artísticas y culturales que tienen un claro componente lúdico y que no son percibidas (al menos, en una lectura superficial) como políticas. A su vez, en el taller se señaló que se pueden encontrar semejanzas entre Bombita Rodríguez y ciertos sketchs de Vaya semanita, un programa emitido por la segunda cadena de Euskal Telebista que aborda con humor distintas cuestiones relacionadas con el "conflicto vasco" (tema sobre el que, hasta la fecha, apenas se ha ironizado, al menos a nivel mediático). Entre otras cosas, en este programa han aparecido unos muñecos llamados los "Batasunis" (en clara alusión al programa infantil Los Lunnis de TVE), dos arquetípicos "borrokas" -jóvenes simpatizantes de la izquierda abertzale- que quieren "liberar Euskal Herría del yugo español".
Actualmente, los integrantes del Colectivo Situaciones están desarrollando un trabajo de co-investigación con varios jóvenes de origen boliviano de este barrio a quienes les han realizado una extensa entrevista en la que éstos hablan abiertamente de múltiples cuestiones (de sus miedos y aspiraciones, de sus gustos y fobias, de sus estrategias cotidianas para sortear la discriminación, la victimización y la guetificación -física y mental-, de su visión de la ciudad, de sus relaciones con otros jóvenes bonaerenses...). Un fragmento de esta entrevista se proyectó en la tercera sesión del taller Lo colectivo como investigación, dando lugar a un intenso debate en torno a cómo trabajar con movilidades sociales que emergen en espacios despolitizados sin caer en una actitud paternalista/asistencialista, en una lógica colonialista (que intente poner las energías que estas movilidades despliegan al servicio de nuestra "causa") o en una especie de "exotismo militante" (esto es, en una visión política romántica de las mismas).
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