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Kebir Sabar: La inmigración como proyecto de vida: búsqueda y recomposición de una identidad fragmentada |
Según Sabar ese acercamiento es imprescindible para construir una sociedad abierta, solidaria y multicultural y evitar así que las comunidades de inmigrantes queden excluidas del "cuerpo social de su país de residencia". Para este licenciado en Ciencias Políticas, el reto de toda sociedad es posibilitar que las comunidades que la componen conserven todo o parte de su propia identidad (sin que eso suponga desconectarse y aislarse) y no someterlas a una asimilación e integración no deseada. Para Sabar, la identidad del inmigrante magrebí está en continua construcción, y por ello en su configuración no es tan importante la procedencia cultural, religiosa o geográfica del individuo como su experiencia y su memoria, su desarraigo vital y su choque con un universo simbólico que le es ajeno. Citando su artículo "Magrebíes en el País Vasco. Memoria, espacio y comunidad" (integrado el libro colectivo El derecho a la no discriminación por razones de sexo) Sabar aseguró que la identidad del magrebí hoy en día en Occidente debe ser la del "otro en devenir pero no la del otro oriental, creado por un Occidente necesitado de una figura exótica, ni tampoco la del otro excolonizado, usado como mano de obra barata".
Tras quince años trabajando con inmigrantes magrebíes y analizando sus itinerarios geográficos y la mutación y recomposición de sus proyecciones sociales, Kebir Sabar ha llegado a la conclusión de que se puede hablar de una "cultura de la inmigración", con sus propias memorias y mitologías, sus ritos de pasos y sus construcciones simbólicas, sus mecanismos para preservar la identidad fragmentada y sus tabúes. Una cultura marcada por el hecho de que desde el momento en que emprende el camino hasta su asentamiento (provisional o definitivo) en el lugar de acogida, el emigrante experimenta un profundo proceso de transformación y recuperación de su identidad y de su universo simbólico y de valores. Sabar, que ha realizado varios trabajos de campo sobre las distintas fases de los itinerarios de la emigración magrebí hacia España (centrándose en el País Vasco como lugar de destino), advierte que existe una gran diversidad de tipologías de proyectos migratorios que se diferencian por aspectos como los lugares y momentos de salida, las redes de asentamiento que se utilizan o las formas de recomposición de identidad que se ponen en marcha. Pero dentro de esa diversidad y en el caso concreto de la emigración marroquí hacia el País Vasco (aunque considera que sus observaciones pueden ser aplicables a todo el estado español), Kebir Sabar ha encontrado cuatro tipos fundamentales de proyectos migratorios desde los años 70 hasta nuestros días. - Los ausentes presentes. Son los pioneros que entraron desde Algeciras a finales de la década de los 60 y principios de los 70 y siguieron dos rutas principales: el Levante hacia la frontera de La Junquera y carretera Nacional IV hasta la frontera de Hendaya. En sus proyectos de ida siempre estaba implícito un claro objetivo de regreso, que al ser imposible cumplir han sustituido por retornos provisionales (una vez al año) y un intento de reterritorialización a partir del reagrupamiento de la familia en los lugares de acogida. Estos hombres han hecho de su invisibilidad su forma de vida y no se han implicado en los ritmos y hábitos de las sociedades donde viven. Además sienten temor de morir lejos de su lugar de nacimiento. "Son los ausentes presentes, precisó Sabar, porque están aquí físicamente pero psíquicamente siguen allí, y nunca están totalmente en el mismo sitio, siempre se encuentran divididos entre dos mundos". Mención aparte merecen sus esposas, que vinieron contra su voluntad y han sufrido mucho para encontrar un mínimo proceso de integración. - Los vendedores ambulantes. Se trata de hombres procedentes en su mayor parte de zonas del interior de Marruecos con tradiciones seminómadas que se dedican a la venta ambulante. Comenzaron a venir por la gran sequía de 1981 y la crisis del ganado y por lo general sólo pasan seis meses en España y los otros en su lugar de origen, sin traer nunca a la familia.
- Menores de edad. Jóvenes de 11 a 17 años que salen a la aventura (prácticamente sin planificación) y entre los que se encuentran niños que se han socializado en la calle (y que una vez en España suelen caer en las redes de la delincuencia) y otros que proceden de familias muy pobres pero aún estructuradas (y, que a veces, logran reconducir sus proyectos migratorios por vías legales). |