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Mireya Forel: Orientalismo y sexismo: dos caras del poder patriarcal (y del sometimiento político) en el discurso de la modernidad occidental

Mireya ForelEl análisis de la visión que los orientalistas tienen de ese todo impreciso que es ‘Oriente’ (que abarca desde el Magreb hasta China) nos sirve más para adentrarnos en el subtexto simbólico del discurso de la modernidad en Occidente que para conocer las claves de la sociedad (sociedades) que describen. Desde dentro, la civilización moderna (calificativo que ese discurso reserva para Occidente) es percibida como una realidad compleja, dinámica, evolucionada, ajena al poder opresor de las tradiciones y, por tanto, fruto de una sociedad que ha conseguido liberarse del yugo patriarcal. En la tercera conferencia del taller El paraíso es de los extraños, Mireya Forel, feminista activa y documentalista especializada en el mundo mediterráneo, rastreó en las estructuras ideológicas y culturales de esa modernidad para analizar su raíz profundamente patriarcal. Una raíz que responde a una concepción antropocentrista de la realidad al alimentarse de una visión del hombre (varón) como centro hegemónico del mundo.

Para Mireya Forel, el patriarcado occidental como elemento articulador de la sociedad contemporánea, se construye sobre tres ejes interrelacionados: un sutil proceso de inferiorización de unos hombres sobre otros, una estrategia de exclusión de ciertas categorías de hombres (como los árabes) y un sexismo estructural más o menos camuflado. "Hay que tener en cuenta, señaló, que el discurso de la modernidad se caracteriza por un pensamiento binario que establece categorías enfrentadas: presente y pasado, hombre y mujer, occidente y oriente".

Claves del pensamiento occidental en el discurso de los orientalistas
En su intervención Mireya Forel - coordinadora de la Red de Atalayas de Documentación y Comunicación del Mundo Mediterráneo - analizó el fenómeno de los orientalistas (desde escritores como Sthendal o Flaubert a filólogos y estrategas militares) tomando como punto de partida dos discursos contrapuestos. Por un lado, la interpretación occidental tradicional presente en la definición de orientalismo incluida en el diccionario de María Moliner - "afición e interés por las cosas de Oriente" - y que responde a una construcción simbólica elaborada desde distintos ámbitos (desde el arte y la literatura a la geopolítica, pasando por los estudios lingüísticos y antropológicos). Según el diccionario de Moliner orientalista es quien se dedica al estudio de las antigüedades asiáticas. Ambas aproximaciones (reducciones) conceptuales, reflexionó Mireya Forel, "conciben Oriente como todo lo que está al este de Europa, sin distinciones entre zonas tan distintas como Egipto, China, Irán o Afganistán".

El paraíso es de los extraños, Rogelio López CuencaLa otra interpretación surge en la década de los 70, a partir del libro El orientalismo del analista de origen palestino E. Said para quien el orientalismo es una manifestación histórica e instrumentalizada del poder colonialista que se camufla bajo la supuesta neutralidad del conocimiento y del pensamiento científico. Según Said, las obras de diversas disciplinas calificadas históricamente como orientalistas tienen algo en común: vehiculan una clara conciencia geopolítica que distingue entre Oriente y Occidente. La asunción de esa conciencia geopolítica contribuye a una interesada fabricación simbólica de "el otro" (el árabe o musulmán, sin distinción, no hay espacio para los matices) al que se le reserva un papel pasivo (objeto de análisis) y se le niega su capacidad de ser sujeto de su propia historia. Los orientalistas, estima E. Said, proponen una visión de Oriente que niega su diversidad y unifica toscamente una realidad compleja, múltiple y poliédrica. Pero lo más grotesco, recalcó Mireya Forel, "es que los orientalistas nunca se preocuparon por contratar sus ideas y análisis con los protagonistas de sus estudios".

Todo esto, apunta Mireya, es fruto de un planteamiento binario que reproduce el mismo esquema del pensamiento patriarcal y establece una dicotomía entre sujetos (varón/mundo occidental) y objetos (mujer/mundo oriental). Para justificar esa objetualización es necesario buscar una matriz que explique el inmovilismo del "otro", su incapacidad para renovarse y convertirse en sujeto de su propia historia. Y el discurso occidental encuentra en el Corán (y por extensión, en el islam) esa matriz, concibiéndolo como una doctrina petrificada que no ha experimentado (ni podrá experimentar) ninguna evolución a lo largo de su historia.

Mireya Forel considera que hay que entender el origen y desarrollo del fenómeno de los orientalistas colocándolo en su contexto histórico. "Entre 1815 y 1915, señaló, Inglaterra y Francia se repartían el 85% del mundo, lo que contribuía a fomentar una actitud de prepotencia y superioridad". De acuerdo con las tesis de E. Said, Mireya Forel recordó que el discurso de los orientalistas más que darnos a conocer las situaciones sociales y características culturales de las sociedades que analizan nos ayuda a entender cómo ha pensado y cómo ha actuado la sociedad occidental durante su inacabada aventura colonial.

La raíz patriarcal de las sociedades occidentales contemporáneas.
Mireya Forel, co-fundadora de la Asociación Mujeres de Negro/Red Internacional de Mujeres Contra la Guerra, cree que el mismo proceso de deconstrucción de los entresijos ideológicos que se camuflan detrás del discurso aparentemente neutral de los orientalistas es el que debe intentar llevar a cabo el movimiento feminista. De este modo, podrá desenmascarar las claves ideológicas, históricas y simbólicas del pensamiento patriarcal sobre el que se sustenta la sociedad occidental contemporánea.

Progreso, futuro, libertad, igualdad, democracia, tolerancia..., son rasgos (virtudes) que se autoatribuye casi en exclusividad el mundo occidental, donde se considera que el poder opresor del patriarcado no es más que un triste recuerdo o algo propio de culturas inferiores. Por supuesto, ese mismo discurso admite que quedan secuelas de actitudes machistas en Occidente, pero como algo residual, que pertenece al pasado y no forma parte esencial de la sociedad. De ahí pasa a identificar (y casi a justificar) el retraso económico y la opresión política con el pasado y el inmovilismo de las sociedades tradicionales (únicas que, según el razonamiento de la modernidad occidental, generan situaciones estructurales machistas). Un inmovilismo que parece concebirse como una condición connatural de las sociedades del tercer mundo (el nuevo e impreciso Oriente).

Estas ideas, aseguró Mireya Forel, forman parte intrínseca de la cosmovisión occidental hasta el punto de que ciertos discursos alternativos - incluso el de algunos movimientos feministas - reproducen inconscientemente su determinismo ideológico. Estos discursos alternativos asocian mundo árabe (identificado genéricamente con islam) a pasado, retraso, tradición y machismo estructural. Asumen así la dicotomía insalvable entre modernidad y tradición que caracteriza el discurso binario patriarcal, identificando a Occidente como el único espacio en el que la mujer puede convertirse en sujeto socialmente activo y lograr su emancipación. Y como un fin lógico de esas asociaciones de ideas, se termina justificando la intervención del mundo civilizado para llevar la libertad, el progreso, la justicia y el conocimiento a las mujeres (y los hombres) esclavizadas de los países islámicos.

Por todo esto es necesario precisar, advirtió Mireya Forel, que "la civilización moderna occidental no acoge un sistema patriarcal extirpable como un tumor, sino que en sí misma está construida como un sistema patriarcal". En este punto Mireya Forel acudió a la definición de patriarcado propuesta por Victoria Sau en su Diccionario Ideológico Feminista: "forma de organización de la sociedad basada en el dominio del varón en todas las esferas".

El paraíso es de los extraños, Rogelio López CuencaSegún Mireya Forel es importante recalcar que esa forma de organización surge de una toma de poder histórica - que podemos calificar como matricidio - que articula un orden simbólico a través de los ritos y de la religión. No existe, por tanto, una estructura orgánica e universal del patriarcado. Cada sociedad y cada época articula sus modos específicos de relaciones de poder. En el caso de la sociedad moderna occidental existe un claro antecedente en el mundo grecolatino, que puede considerarse como el periodo en el que se produjo esa toma histórica de poder y se establecieron las pautas del orden simbólico vigentes en el mundo actual.

Para Mireya Forel la clave para entender los dispositivos específicos de poder, control y sometimiento que pone en marcha el dominio patriarcal en Occidente es su concepción del hombre (varón) occidental como centro hegemónico del mundo. Una concepción (presenta ya en la filosofía de Aristóteles) que se sostiene sobre tres ejes:

- Una ruptura con el cordón umbilical de la vida que hace que no se respeten los ciclos de la naturaleza. El hombre (varón) occidental se considera capacitado para manipular y controlar el mundo gracias a su poder hegemónico.

- Un sometimiento de otros hombres. Esto supone que una categoría concreta de hombres (los occidentales) se apropian de una supuesta superioridad ontológica del varón a través de una exclusión tanto por motivos de género (sexismo), razones culturales (los varones árabes también están excluidos de su condición de sujeto) y económicas (diferencias de clase).

- Legitimación de la violencia y la conquista territorial. El orden patriarcal de la civilización moderna occidental configura una organización social y política a través de una distribución unilateral de bienes y espacios. Organización que se establece a través del recurso a la fuerza militar.

Mireya Forel considera que la militarización es un pilar esencial del sistema de poder patriarcal occidental. Y, por tanto, el movimiento feminista debe entrecruzarse con el antimilitarista. "El objetivo del feminismo, planteó en la conclusión de su conferencia, no es luchar por la igualdad sino despatriarcalizar y desmodernizar nuestras mentes, teniendo siempre en cuenta que el patriarcado no es un tumor extirpable sino un elemento medular del sistema occidental".