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Julio Jara: Predicar a los ojos (caja de herramientas) o Un burro volando en el mundo del arte |
En una de sus primeras propuestas, Jara elaboró una tarjeta de visita en la que se podía leer: "No soy artista y menos joven". Un escueto, irónico y desconcertante mensaje que cuestionaba un cliché propio de la época. Ser artista joven era un valor de cambio, un trampolín para incorporarse a los circuitos profesionales del arte. Jara llevó a sus últimas consecuencias el contenido de la tarjeta y tomó la decisión de no convertirse nunca en un mero profesional del arte. Pero su negación es una "supraafirmación" que pretende instaurar un mundo aparte pero no aislado, un espacio voluntariamente ajeno a las élites de las prácticas artísticas profesionales donde es posible la resurrección del templo (espacio abierto, en permanente construcción) más allá del recinto (espacio acotado, cerrado, excluyente). Jara considera que esa actitud le posiciona como nómada, como un vándalo sin territorio, como "un burro volando en el mundo del arte", como una "caja de herramientas": "Cuando canto, instalo, En las instalaciones profeso de poeta de la palabra. Cuando versifico me presento como guarda de seguridad, jardinero o bedel. Y cuando flamenqueo digo que son cantes cucharonas, más exactamente, infrapayos. ¿Qué soy entonces?, pues una caja de herramientas".
Transgredir las fronteras del arte, violentar los espacios de exhibición y, sobre todo, cuestionar el papel del artista como beneficiario de complejos procesos especulativos. En esta línea se enmarca su pieza Antesala - un mapa geográfico, poético, biográfico y atmosférico que recorre un año de su vida -, las fotografías en la que aparece vestido de guardia seguridad (una de las profesiones a las que se ha dedicado tras renunciar a ser artista) o la exposición 14.555 pesetas en la Galeria Moriarty de Madrid. En la Bienal de Arte y Deporte de Valencia, Jara cantó las Olímpicas de Píndaro por distintos palos flamencos al mismo tiempo que un grupo de inmigrantes ilegales iban construyendo un cubo de cemento, ladrillo y arena a su alrededor. Sucesión de paradojas y advenimiento repentino de un milagro: la poderosa institución arte permitía que un grupo de excluidos trabajaran en la destrucción de un recinto cerrado (el museo, la galería) para levantar un templo (siempre abierto, siempre en obra-s) en el que era posible la comunicación de todo con todo. Después de esta acción, Jará realizó su primera Trabacha Infrapaya - A Corfú, un mapa de Y - donde leía fragmentos de un libro que le dio El Samarú, un infraser (chemurro en el idioma infrapayo) que le abordó en plena calle (sacándole de contexto) para proponerle tomar un café (cafele). El Samarú le hablo de los infrapayos, una extensa familia formada por todas las diferencias ("a la que pertenece mucha gente que ni siquiera lo sabe") cuya Arcadia es Talaverecu (situada a la altura de la actual Talavera de la Reina) y que tiene un idioma sin diccionario - el infrapayo – que está siempre en construcción. En su primer encuentro, El Samarú se despidió de Julio Jara cantando una cucharona, un emotivo palo infrapayo y le emplazó a nuevas citas en las que le fue dando distintos textos que recuperan la memoria del Infrapayo. "El trabacha infrapaya, señaló Julio Jara, es un ejercicio realizado con la voz que desborda, invade el recinto con lo ininteligible (...) es puro significante que le permite abrirse paso a lo universal: todo en comunicación con todo". El lenguaje infrapayo está asilvestrado, es significante sin significado y aparece en las tertulias de los banquetes. La voz infrapaya es asamblearia y efímera, vuela, no deja huella, violenta y descontextualiza el habla común como herramienta para su universalidad.
Y todo ello resucitando el misterio de la Trinidad, un cruce de caminos para hacer Y a través de una revisión permanente de lo ya construido (nunca acabado, siempre en obra-s). "Hay que hacer ortodoxias", señaló Julio Jara, construir a partir de la raíz, reutilizar las herramientas que queremos destruir". Así Y es un símbolo que aparece en los textos y ornamentos que escribe, dibuja y canta el Infrapayo en El coloquio de la exclusión y la venganza. En el idioma de los Chemurros, todos los nombres propios pueden traducirse por Y, no existen los adjetivos posesivos ni el verbo "tener". "Entender Y, advirtió Jara, es la llave que nos abre al mundo infrapayo, a la continuidad, a la comunicación de todo con todo". Y elimina la propiedad, violenta el recinto y diluye al sujeto, al autor de la obra, al artista. Para finalizar su presentación-trabacha infrapaya en el Laboratorio Rojo de F.X. Sobre el fin del arte, Julio Jara propuso un ejercicio de traducción libre del castellano al infrapayo a partir de unos versos de Hölderlin:
Su propuesta de canto fue:
Samarú talaverecu |