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Alberto Baraya: Desenmascarando los mecanismos de legitimación del arte |
La figura del decapitado es un motivo recurrente en distintos momentos de la historia del arte como en la pintura barroca española de los siglos XVII y XVIII o en el modernismo de finales del siglo XIX. Consciente de esta tradición, Alberto Baraya realizó a mediados de la década de los 90 un cuadro que representaba su propia cabeza cortada de cuajo y se planteó la posibilidad de que el retrato adquiriera valores externos a su propia ejecución "por medio de su acercamiento a objetos y espacios dotados de aura". Baraya buscaba una mitificación artificial de su pintura, una legitimación estética de su obra a partir de los lugares que iba a visitar y de su contacto con obras y monumentos emblemáticos de la historia del arte. De esta forma se embarcó en una especie de peregrinación - un auténtico viaja iniciático en busca de su propio lugar en el mundo - que le ha llevado a fotografiarse con su autorretrato en espacios sumamente connotados y cargados de aura por razones históricas, artísticas y culturales, pero también a lugares anónimos como playas atestadas de bañistas, manifestaciones políticas o mercadillos.
En un itinerario geográfico y vital que ha intentado explorar la naturaleza fetichista del universo artístico, Baraya ha conseguido que su autorretrato comparta espacio con obras de Rubens, Marcel Duchamp o Pablo Picaso. Pero su irónica búsqueda de legitimación artística le ha deparado también situaciones anecdóticas y paradójicas. Así, en el Museo Guggenheim de Bilbao se fotografió sosteniendo la pintura con un grupo de Mormones y en Nueva York (donde, por supuesto, se hizo la previsible instantánea con su cuadro delante de las Torres Gemelas) se encontró con un fotógrafo que estaba realizando un proyecto semejante: retratarse con una camiseta en distintas zonas turísticas del mundo. En Egipto, en el templo de la Reina Hatshaspat en el Valle de los Muertos de Luxor, un grupo de guías locales le sorprendieron cuando desenrrollaba la pintura cerca de uno de los muros decorados y le instaron a que lanzara la tela al fondo del Nilo atada una piedra. Baraya comenzó a ser consciente de que ese podía ser el destino del retrato "un buen final, señaló, para un proyecto de mitificación, pues la destrucción, en ciertas circunstancias, es un óptimo desencadenante de los mitos y otorga, más que cualquier otra cosa, aura a una pintura". Un mes y medio más tarde, un grupo de fanáticos islamistas llevo a cabo una sangrienta acción en el templo de Hatshaspat que acabó con la vida de varias decenas de turistas. En el desarrollo de su proceso de legitimación artificial del cuadro del decapitado, Baraya comenzó a incorporar fragmentos de relatos relacionados con algunas de las acciones que estaba llevando a cabo y que enlazan con otra de las vías expresivas que ha seguido el artista colombiano en los últimos años: las "hojas arrancadas". Son hojas sueltas, maquetadas como si formaran parte de un libro más amplio (aparecen numeradas y a veces con referencias bibliográficas y editoriales) en las que se presentan relatos fragmentados e inconclusos que recrean supuestos sucesos históricos filtrados por experiencias y elucubraciones personales. El primer y el último párrafo de cada hoja suele aparecer cortado (como la cabeza), y a veces se incorporan algunas imágenes con sus correspondientes pies de fotos. En esta línea se enmarcan sus proyectos en la Peña Arias Montano (en la Sierra de Aracena de Huelva) y en La isla de los Faisanes (en el Bidasoa, en la frontera entre España y Francia donde el pintor cortesano Diego Velázquez preparó una reunión entre los reyes Felipe IV y Luis XIV). Sin conexión directa con la pintura de la cabeza cortada, Alberto Baraya ha continuado desarrollando sus propuestas de legitimación impresa en sus proyectos El Aurora, Le colombien (que formó parte de una exposición colectiva en el Espai 13 de la Fundació Joan Miró) o Los desastres de la guerra. Presentada en el Museo Nacional de Colombia, Los desastres de la guerra incluye la publicación de una lista de 400 personas que fueron ejecutadas por la Corona española en las guerras de independencia Grancolombiana de 1810 a 1821. Durante ese periodo Goya había realizado en Madrid una serie con el mismo título que denunciaba la cruenta invasión francesa de la península ibérica.
Alberto Baraya concluyó su intervención en el Laboratorio Rojo (Granada) de F.X. Sobre el fin del arte con la presentación de un proyecto que aún está elaborando: el Herbario Madritensis 2002, una colección de plantas artificiales procedentes de distintos puntos geográficos. Baraya invita a todos los que deseen ayudarle en su exploración taxonómica a que le envíen muestras de plantas artificiales (de 1 a 100) indicando lugar y fecha de la recolección a la siguiente dirección: C/ García Paredes, 33 6º A Izq, 28010, Madrid. También es posible ponerse en contacto con él en la siguiente dirección de correo electrónico: Esta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla . |