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Javier López Gijón: Miedo, olvido y fantasía: iconoclastia en tiempo de los moriscos |
Profesor de la Facultad de Biblioteconomía en la Universidad de Granada, Javier López Gijón se mostró sorprendido por la escasa atención que las Ciencias Sociales han prestado a los fenómenos iconoclastas Así cuando se busca Iconoclastia en el Corpus de Referencia del Español Actual (CREA) - una base de datos que revisa el uso del castellano en textos contemporáneos - en el 80% de los casos aparece relacionado con Arte y sólo en un 20% con las Ciencias Sociales. Pero la iconoclastia no puede entenderse atendiendo únicamente a motivos religiosos o estéticos, pues es el resultado de una situación de conflictividad social donde también entran en juego cuestiones de índole simbólico, político y económico. Basado en un libro de Agustín Penón sobre la figura de Federico García Lorca, el título de la conferencia de Javier López Gijón remite a tres conceptos - miedo, olvido y fantasía - que han determinado históricamente los procesos iconoclastas. "La iconoclastia, señaló López Gijón, es una constante en la historia de la humanidad, desde las acciones contra los dioses paganos de los primeros cristianos a la reacción anticlerical durante la II República española, pasando por la reforma protestante o la sublevación de los moriscos en Granada en la segunda mitad del siglo XVI". El paradigma de este debate/conflicto histórico se estableció en Bizancio, donde los iconólatras (vinculados a monasterios y clases populares) creían que existía una re-ligación mágica entre la imagen y su referente, oponiéndose a los iconoclastas (asociados a la corte y a la alta jerarquía eclesiástica) que les acusaban de idólatras pues, a su juicio, estaban rindiendo culto a falsos prototipos.
Según López Gijón la pulsión iconoclasta del cristianismo no se limitó a la destrucción de los templos e imágenes de los dioses paganos, también se ejerció sobre "iluminaciones y manuscritos". En este sentido se refirió a los incendios de las bibliotecas Serapeium de Alejandría o La Madraza en Granada (que provocaron la desaparición de documentos muy valiosos). En la línea de los Libros Plúmbeos (cuyos textos plantean una especie de sincretismo entre Cristianismo e Islam), el Evangelio de San Bernabé describe la idolatría como una manifestación de la naturaleza humana que se remonta a los orígenes del hombre ("usança de los viejos"). Para López Gijón existe un paralelismo entre iconolatría y pensamiento concreto, así como entre iconoclastia y pensamiento abstracto. De esta forma, bajo el conflicto en torno a las imágenes sagradas subyace un debate de orden filosófico entre dos maneras de entender el mundo. Con una lógica abstracta muy desarrollada, el pensamiento morisco-andalusí concebía el universo como "un icono en el cual el Uno se revela (por medio del múltiplo, por mil símbolos)". Para ellos, todo en la naturaleza es una señal - ayyat - de la presencia divina, por lo que el conocimiento de la naturaleza llevaría al encuentro con Alá. Es decir, el pensamiento andalusí postula que el estudio y análisis de la naturaleza (del universo) es el camino para llegar a Alá. "En este sentido, señaló López Gijón, el techo del Salón de Comares en La Alhambra granadina debe interpretarse como una imagen del universo que revela la presencia divina". Una muestra del pensamiento abstracto y de la cultura iconófoba de Al Andalus donde se logró, subrayó López Gijón, "un nivel artístico y cultural mucho más elevado que en la Europa cristiana de la Edad Media". La reacción iconoclasta de los moriscos en el siglo XVI fue una expresión de rechazo al sometimiento social, cultural, político y religioso que impuso el gobierno castellano al poco tiempo de llegar al poder. Se incumplieron las capitulaciones, se acometió la abolición del estatuto mudéjar (vigente durante toda la Edad Media), se exigió la conversión forzosa de todos los vencidos y se aplicaron leyes cada vez más duras destinadas a confiscar sus tierras y a eliminar su identidad cultural. Todo ello en un contexto histórico muy conflictivo, en el que los reformistas calvinistas arrasaban iglesias y conventos en Gante y Amberes y se producían las primeras rebeliones indígenas (que también incluyeron actos iconoclastas) en América.
Pero la iconoclastia morisca no fue un mero acto de crueldad ni la expresión de un odio a los santos católicos o a Dios. Era una muestra de rebeldía socio-política que desde un punto de vista religioso partía de una búsqueda de pureza para regresar a unos orígenes en los que no había imágenes. Hay que tener en cuenta que en esa época, los iconos religiosos no se concebían como objetos artísticos. "Y los moriscos pensaban, concluyó Javier López Gijón, que hacer una imagen de Dios era un gesto de soberbia, un intento de parecerse a él". Para ellos, la idolatría era el mayor pecado ya que suponía rendir "culto a las manos humanas y a imágenes de palo, en vez de adorar a Dios". |