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Adolfo Jiménez: Por sus obras, lo conoceréis

Adolfo JiménezEn un ejercicio consciente de autoiconoclastia Adolfo Jiménez había introducido un "chiste" en el programa donde se justificaba su presencia en este Laboratorio ("aquellos significantes que acompañan mi nombre y que me representan como sujeto") destacando títulos ("ornamentos que soportan una imagen de prestigio") que ya no le adornan. Pero además de ex-profesor en la Facultad de Medicina de Málaga y de ex-psiquiatra del Hospital Psiquiátrico de la misma ciudad, Adolfo Jiménez es, fue y, por el momento, seguirá siendo psicoanalista. El psicoanalista es aquel que produce el discurso del que él es el acto, en un lazo social mínimo constituido por dos en la intimidad: el analista y el sujeto analizante. Ese lazo tiene una peculiaridad, el analista provoca al sujeto analizante (al que Lacan re-presenta como un sujeto tachado porque es un sujeto inconsciente) para que éste se estructure, trabaje. Por ello Adolfo Jiménez advirtió que su intervención en el ciclo de conferencias Iconoclastia, Lacan y psicoanálisis del Laboratorio Rojo (Granada) de F.X. Sobre el fin del arte no sería en tanto que psicoanalista, sino como sujeto analizante. "Por que todo analista, subrayó Adolfo Jiménez citando a Lacan, cuando habla ante una audiencia, lo hace como analizante". Fue, por tanto, la audiencia la que encarnó la función del analista al provocar la disertación del sujeto analizante. A su vez, para sortear la dificultad de hablar ante una audiencia múltiple, Adolfo Jiménez decidió personificarla en una sola figura (en este caso, el director del Laboratorio, Pedro G. Romero) y dirigir su disertación a partir de los efectos que detectara en dicha figura (a la que además transfirió la responsabilidad del éxito de la conferencia).

Según Freud, la transferencia es el hecho de que durante el análisis, el analizante transfiere al analista sentimientos, intenciones e incluso pensamientos (un capital simbólico) que estaban alojados en su inconsciente (lo que le hace pensar que no son suyos, que no le pertenecen). "En un primer momento, apuntó Adolfo Jiménez, la maniobra del analista consiste en manifestar su ignorancia y su interés por ese capital, suponiendo siempre que es el sujeto analizante quien lo atesora". Esta suposición de saber inconsciente puesta de manifiesto de manera efectiva dentro del dispositivo analítico es denominada por Lacan Sujeto-Supuesto-Saber (que es correlativo al término de transferencia). Es decir, el analista supone que hay un sujeto que sí sabe cuando el analizante dice no sé.

Hay que tener en cuenta que cuando hablamos, decimos mucho más de lo que queremos decir, porque hay aspectos del lenguaje de los que no somos conscientes. En este sentido Lacan considera que la comunicación humana no es la transmisión de datos en un mensaje unívoco, sino un malentendido, la necesidad de explicar lo que se ha querido decir porque se ha entendido otra cosa.

¿Y qué se ha querido decir (y qué se ha entendido) con el título de este laboratorio: F.X. Sobre el fin del arte? ¿Es lo mismo el final del arte que su finalidad? Si la respuesta a esta segunda pregunta fuese afirmativa, supondría que la finalidad del arte sería su realización definitiva, su acabamiento. "Pero además, ¿hablar del fin del arte no es una forma de expresar un deseo de que realmente se acabe?", preguntó retóricamente el analizante al analista. En este punto Adolfo Jiménez recurrió a la máxima bíblica que titula este resumen: "por sus obras, lo conoceréis". De esta máxima se pueden deducir dos ideas:

- Una cosa es lo que uno dice y otra lo que uno hace (es decir, el ser humano - animal hablante - puede mentir).

- Son las obras del sujeto las que de forma retroactiva nos permiten entender sus verdaderas intenciones que pueden no coincidir con sus propósitos declarados.

O dicho de otra forma, al artista se le reconoce por sus obras y el auditorio en una conferencia tiene que esperar que el ponente acabe su intervención para saber qué es lo que ha dicho (más allá de lo que él cree que ha querido decir).

Adolfo JiménezSobre el significante
Para que apareciera el psicoanálisis y el proyecto iconoclasta de las vanguardias históricas hizo falta que el desarrollo de las ciencias y del discurso racionalista siguiera dejando muchas preguntas sin resolver. "Esto diferencia, precisó Adolfo Jiménez, la iconoclastia de las vanguadias artísticas de la iconoclastia sagrada (vinculada directamente a la noción psicoanalítica del Nombre del Padre)". Una diferencia que se entiende en el marco de la distinción que establece Lacan (basándose en Saussure) entre significante y significado.

Un significante se puede definir como cualquier cosa que sea distinta de otra. Siguiendo el mismo esquema retroactivo que explica que las verdaderas intenciones de un sujeto sólo se conocen por sus obras, el significado de un significante sólo aparece cuando este último se pone en relación con otros significantes. Por ello, cualquier combinación de significantes diferentes produce significados distintos. "No es lo mismo, precisó Adolfo Jiménez, hablar de iconoclastia en una Iglesia que hacerlo en un seminario sobre arte contemporáneo".

Lacan, que concebía que el origen del lenguaje era sexual, intentó explicar la operación por la que un significante le da sentido a otro a partir del comportamiento del niño que, en una fase en la que aún no ha desarrollado la habilidad del habla, comienza a preguntarse por qué la madre no está siempre con él. Una ausencia que el niño no desea y que está provocada por el interés que tiene la madre por otras cosas, entre ellas, el padre. Es decir, el deseo que tiene el niño de que la madre no se ausente es, hasta entonces, puro significante, pero adquiere significado al relacionarse con otro significante (el interés de la madre por otras cosas) que Lacan denomina Nombre del Padre. "Este Nombre del Padre, precisó Adolfo Jiménez, es el significante que permite dar sentido al resto de los significantes. Y ese sentido, vinculado a la pérdida, es siempre sexual".

El Nombre del Padre no es un dato de experiencia, es algo inconsciente. Es un significante sin significado, al que el sujeto no puede dar nombre pues no se relaciona con ningún otro significante ("me adorarás sin asociarme a nada", Corán 24,55). Los significantes del inconsciente (representado por el sujeto del inconsciente S, tachada) funcionan como este Nombre del Padre, ya que al estar reprimidos no tienen significado. Además producen un plus de goce, que también se conoce en la terminología lacaniana como Objeto A.

Adolfo JiménezEn su interés por expresar todas estas ideas a través de formulaciones matemáticas, Lacan estableció una serie de relaciones posibles entre estos elementos. En lo que podríamos denominar el discurso del amo existe un agente/provocador (identificado con el Nombre del Padre) que hace que otros se pongan en el lugar del trabajador (el resto de los significantes). Estos últimos además de lo que producen generen un plus de goce. El agente, con la idea de que los trabajadores sigan produciendo, se queda con dicho plus de goce, impidiendo a su vez que el mismo sea reabsorbido por el sujeto del inconsciente. Pero el amo antiguo (el Dios único, el Rey Absoluto) ya no existe. Ha sido sustituido por un amo anónimo (el Mercado) que en su discurso pone en primer lugar al sujeto consumidor (sujeto del inconsciente). Se llega así al discurso capitalista, en el cual el sujeto consumidor pone en marcha un dispositivo automático destinado a la producción incesante de plus de goce (objetos de consumo) para ocultar el vacío de sentido (el agujero) sobre el que se sostiene todo el sistema.

"Y todo esto, ¿qué tiene que ver con la iconoclastia?", se preguntó Adolfo Jiménez. Una imagen puede tener el valor de un significante que le da sentido a los demás significantes. La acción del iconoclasta se dirige hacia ese tipo de imágenes, cuya profunda significación simbólica remite directamente a la noción del Nombre del Padre. Según una de las acepciones del diccionario de la RAE, iconoclastia es "la acción de negar la merecida autoridad de maestros, normas y modelos". Una definición que trasladada al ámbito psicoanalítico designaría la acción de ir contra el Padre.

Pero en la sociedad actual, también el arte (incluso cuando intenta vehicular un discurso iconoclasta) está atrapado en ese circuito al servicio de un amo anónimo (el Mercado) que produce sin cesar plus de goce (objetos de consumo). "Algo inseparable de todo artista, recordó Adolfo Jiménez, es su deseo de reconocimiento (no sólo económico)". El artista iconoclasta también busca ese reconocimiento: intenta provocar el desconcierto con el objetivo de que su obra suscite un horror fascinado en los espectadores. El discurso capitalista es capaz de neutralizar cualquier acto iconoclasta al convertir la acción de mostrar el vació de sentido (de atentar contra el Padre) en un nuevo foco de producción de objetos de consumo (de plus de goce).