El seminario São Paulo S.A. se inició con la intervención
del profesor de la Escuela de Comunicación y Artes de la Universidad de
São Paulo, Jean-Claude Bernardet, que analizó a través de un recorrido
cronológico la evolución de la representación cinematográfica de la metrópolis
sudamericana desde principios del siglo XX hasta nuestros días. Los dos
primeros filmes de los que se tiene referencia histórica, La procesión
del cuerpo de Dios y Calle Directa, datan de 1903 y aunque
no se conservan imágenes de los mismos, sí se sabe que transcurren en
escenarios exteriores. En los años posteriores se siguieron filmando las
calles de São Paulo como atestigua un documento periodístico fechado
en 1907 que hace referencia a la exhibición de vistas espectaculares de
la ciudad tomadas por una realizador francés, J.A. Arnaud, que había sido
expresamente contratado para la ocasión.
Según Jean-Claude Bernardet, ese anuncio periodístico
refleja la intención explícita de filmar la ciudad que ya existía en los
inicios del cine en Brasil y que ha permanecido vigente a lo largo de
todo el siglo, aunque manifestándose a través de miradas fílmicas muy
diferentes. "Pero no hay que olvidar, señaló Bernardet, que lo que
esas películas nos han mostrado de São Paulo no es un retrato fiel de
su realidad histórica y/o de su situación socio-política, sino que es
fruto de una interpretación, de una mirada subjetiva de la ciudad determinada
por factores muy diversos". Desde la dependencia económica de la
alta burguesía paulista que obligaba a los cineastas a filmar a las clases
acomodadas durante sus ritos sociales (primeras décadas del siglo XX)
a un posicionamiento político que intentaba denunciar el proceso de deshumanización
provocado por la expansión desorbitada de la ciudad (años 50), pasando
por el deseo de equiparación con las grandes metrópolis europeas y la
búsqueda de una cierta cuota de mercado (años 20), la necesidad de articular
un discurso narrativo que expresara la fragmentación de la experiencia
contemporánea (década de los 60) o la recreación escenográfica de una
ciudad convertida en simulacro de sí misma (años 80).
En concordancia con las tesis del historiador del cine
brasileño Paulo Emilio Salles Gomes, Bernardet señaló que la representación
de la ciudad durante las primeras décadas del siglo XX se centró casi
exclusivamente en los ambientes de la alta sociedad paulista, en los ritos
de sociabilidad de industriales, políticos, gobernadores y grandes terratenientes
que pagaban a los cineastas para quedar inmortalizados en las pantallas
del cinematógrafo. Bernardet puso de ejemplo una película titulada Salida
de la Iglesia de San Benito donde aparecen filmadas varias de las
familias más acomodadas de la ciudad en uno de sus rituales sociales más
significativos. Hay que tener en cuenta que en Brasil no existía la infraestructura
industrial y comercial necesaria para permitir un cine más independiente
y sólo esos reportajes (que Salles Gomes denomina "rituales del poder"
o "crónica de los vencedores") permitían la supervivencia de
los laboratorios y la posibilidad de producir algunas películas de ficción.
En los años 20 se produjo un fenómeno singular. La ciudad
no había perdido aún su carácter provinciano pero su desarrollo comenzaba
a ser vertiginoso y trajo consigo la gestación de un cierto orgullo de
metrópolis emergente, de un deseo de sentirse habitantes de una ciudad
moderna y cosmopolita. Influido por el imaginario futurista (más por un
interés comercial que por una conciencia estética) que se estaba desarrollando
durante esos años en Europa, las películas Fragmentos de la vida
y São Paulo, sinfonía de la metrópolis expresan ese deseo de metrópolis
a partir de grandielocuentes subtítulos que exaltan las virtudes de la
velocidad, del movimiento constante y del confort de la ciudad moderna.
"Pero en realidad, advirtió Jean-Claude Bernardet, las imágenes muestran
algo muy distinto, una ciudad tranquila, ajena aún al ajetreo compulsivo
de las grandes metrópolis, y en la que el principal elemento dinamizador
de la economía local sigue siendo un producto tan tradicional como el
café".
En los años 30 y 40 no existe ninguna obra representativa
sobre São Paulo, siendo mucho más importante la producción cinematográfica
que se desarrolló en torno a la ciudad de Río de Janeiro. El panorama
cambió en la década de los 50, cuando se realizaron numerosos documentales
sobre São Paulo coincidiendo con la conmemoración de su cuarto
centenario en 1954 (como São Paulo en fiesta, que llevó a cabo
la productora Vera Cruz para promocionar la ciudad) y su transformación
definitiva en megalópolis. Muchos directores se oponían a esta vertiginosa
transformación y sus obras mostraban como el desaforado progreso urbano
estaba provocando la desaparición de la vida comunitaria y dejando una
profunda huella de destrucción y ruinas a su paso. Los argumentos de muchas
películas de este periodo, como Simon el Tuerto de Alberto Cavalcanti,
transcurren en los barrios tradicionales que aún permanecían en pie a
pesar del desarrollo compulsivo que estaba experimentando el entramado
urbano, y su objetivo era mostrar la vida cotidiana de sus habitantes.
Una vida comunitaria, en pleno proceso de extinción, en la que no había
fronteras entre el espacio público y el privado. "Pero como en épocas
anteriores y posteriores, advirtió Bernardet, su visión de São
Paulo, no era un retrato de la ciudad real, sino una interpretación muy
subjetiva que articulaba una toma de posición explicita contra la evolución
que la ciudad estaba experimentado".
A juicio de Jean-Claude Bernardet, durante la década
de los 60 (en plena expansión del cinema novo brasileño) hay
tres películas muy importantes para la comprensión de la ciudad: Noche
vacía, São Paulo S.A. (el film de Luiz Sergio Person que da
título a este seminario) y El bandido de la luz roja. A partir
de presupuestos estilísticos muy diferentes pero con un escenario común
(el cada vez más difuso centro de São Paulo), las tres cintas presentan
una visión muy negativa de la ciudad, mostrándola como un lugar inhóspito
y agresivo donde impera la incomunicación y la soledad. Además, a diferencia
de las películas de la década de los 50, hay una frontera clara entre
los espacios interiores y exteriores, una disociación total entre lo público
y lo privado que refleja la desaparición total de la vida comunitaria.
Influidos por la nouvelle vague y la deconstrucción
de la narrativa fílmica, estos cineastas recurrieron a la fragmentación
discursiva y a la experimentación visual para expresar la dificultad que
los habitantes de São Paulo tenían para reconocer (y comprender)
el proceso de continua transformación que vivía la ciudad. Un proceso
de transformación que implicaba una desestructuración total del espacio
urbano, una perdida de la noción de centro y la imposibilidad de tener
una visión total de la ciudad. En este sentido, Jean-Claude Bernardet
destaca dos tipos de planos muy frecuente (que en cierta medida se complementa)
en las películas de este periodo: por un lado, personas anónimas caminado
por la calle (una especie de actualización del flaneur de Baudelaire
y Benjamin) sin que se sepa nunca muy bien de donde viene ni adonde van;
por otro, vistas panorámicas tomadas desde lo alto de edificios que nos
muestran una ciudad inabarcable y asfixiante. "Como esos autores
ya planteaban, aseguró Jean-Claude Bernardet, los paulistas conocemos
sólo un fragmento de la ciudad (35 o 40 calles de un callejero infinito)
y carecemos de una imagen global de São Paulo".
De los años 80 datan los últimos filmes que han mostrado
una preocupación en torno a la representación cinematográfica de São
Paulo (según Bernardet, tanto en los 70 como en los 90 no hubo una producción
fílmica significativa que abordara las problemáticas urbanas de la capital
brasileña). Durante esa década, el cine brasileño estaba buscando ampliar
su cuota de mercado y los directores de fotografía (como Pedro Farkas)
se habían convertidos en auténticas estrellas que ejercían un gran poder
en el resultado final de las películas. En ese contexto, se desarrolló
una visión escenográfica de la ciudad, y cintas como Ciudad oculta,
Ángeles de la noche o La dama del cine Shangai ofrecieron
una mirada muy estetizada de São Paulo convertida en un bello y
seductor simulacro de sí misma.
La intervención de Jean-Claude Bernardet finalizó con
la proyección de dos películas de corto y medio metraje que desde una
perspectiva crítica ofrecen una mirada poco autocomplaciente de la ciudad
de São Paulo. Disaster movie (1979), de Wilson Barros narra en
clave de comedia las vicisitudes de un grupo de personajes en una ciudad
caótica y frenética (São Paulo) y “muestra con mucha lucidez, según Jean-Claude
Bernardet, el modo de funcionar y de desplazarse de la gente en una megalópolis
como São Paulo”. Dirigida por el mismo Bernardet, São Paulo sinfonía
e cacofonía (1995) es un poliédrico y fascinante collage fílmico
que construye una mirada subjetiva de la ciudad de São Paulo a partir
de fragmentos de más de 100 películas en las que la ciudad brasileña ha
desempeñado un papel fundamental (no ha sido un mero decorado de la acción
sino auténtico protagonista de la trama discursiva).
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