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Massimo Cacciari: Globalizzazione, imperio, grandi spazi, scontro di civiltà |
El ideal de la globalización ha articulado la historia y el pensamiento de la civilización occidental que desde sus inicios ha estado marcada por la tendencia (y la nostalgia) de un estado final (a la vez que embrionario u original) de unidad absoluta. Según los mitos fundacionales de la civilización judeo-cristiana, en el origen de los tiempos todos los hombres eran uno y el destino de la Humanidad era alcanzar (retornar a) un estado de unidad ideal en el que todas las diferencias y confrontaciones fueran superadas. Durante la intervención que cerró la segunda parte del ciclo de conferencias La deshumanización del mundo Massimo Cacciari planteó la necesidad y utilidad de acudir a la raíz etimológica de las palabras para comprender mejor el sentido de ciertos términos que utilizamos frecuentemente. Así, etimológicamente globalización procede de "globo", concepto mítico en nuestra cultura que remite a la idea de esfera: la forma perfecta en la que todos los puntos son equidistantes y están indiferenciados, donde no es posible la alteridad. "El ideal de la globalización, señaló el filósofo y pensador político italiano, parte de una nostalgia por recuperar esa unidad - UNUM - ese momento de conjunción total en el que no habría diferencias ni confrontaciones". Asumiendo que la búsqueda de la unidad es una constante filosófica de nuestra cultura (y que de forma explícita o implícita ha determinado también el debate político), para Cacciari el auténtico problema que hay que plantearse es el modo de llegar (o de retornar) a dicha unidad. Para el ex-alcalde de Vencecia hay dos caminos posibles que se expresan en una doble declinación: a través del est (UNUM-EST, uno es) o a través del sumus (UNUM-SUMUS, uno somos). En el primer caso, la unidad se alcanza eliminando y negando todas las diferencias: el uno es todo. En el segundo, el "uno" es un atributo del "somos", y la unidad se alcanza superando las diferencias. En el UNUM-SUMUS se asume la diferencia como pluralidad, no como alteridad o contraposición. Las diversas figuras que integran esa pluralidad se reconocen recíprocamente, no se contradicen. Uno de los problemas que el pensamiento metafísico contemporáneo se ha planteado con respecto al UNUM-SUMUS es que si se parte de la diferencia (dif-ferire) como rasgo original e irrenunciable (sustancial) de la naturaleza humana, se incurre en algunas contradicciones conceptuales. Así, desde un punto de vista lógico, UNUM-SUMUS puede calificarse como una proposición imprecisa que contiene una falta de concordancia gramatical. Según Cacciari, el principio filosófico del UNUM-EST, de la búsqueda de la globalización a través de la anulación de las diferencias, caracteriza el discurso político y filosófico norteamericano contemporáneo que plantea el ideal de la "unidad del mundo" como una especie de misión civilizatoria. Frente a la Europa de la diferencia (de las confrontaciones internas, de los nacionalismos,...) desde su fundación, los EE.UU han tenido el firme propósito de convertirse en la comunidad que logrará históricamente la unidad del mundo, el fin de la historia. Para Cacciari, este ideal de unidad postula una globalización totalizadora que sólo concibe la existencia de sensibilidades, espacios y comunidades diferentes como algo provisional que se superará con la evolución de la sociedad. Esto remite al concepto de apocalipsis (tratado en una conferencia anterior por Félix Duque) y parte de una concepción lineal de la Historia de la Humanidad entendida como un camino progresivo (evolutivo) que desembocará inexorablemente en un "fin" en el que todas las diferencias y las confrontaciones desaparecerán (no se sabe cómo, ni cuando, pero sí que será muy pronto). "Este planteamiento, aseguró Cacciari, se ha reflejado en todo el discurso que los EE.UU ha desplegado tras los atentados a las Torres Gemelas: no se sabe hasta cuándo ni cómo continuará la guerra contra el terrorismo, pero si que la victoria (el fin) está cerca". "El discurso de los movimientos actuales de resistencia a la globalización, aseguró Cacciari, parte de un rechazo a este tipo de globalización totalizadora, al orden internacional liderado por los EE.UU que supone una aplicación económica del principio filosófico del UNUM-EST". Cacciari no se opone a la búsqueda de la unidad del mundo (incluso considera que es el destino de la especie humana), pero sí cree que ese proceso de globalización hay que dirigirlo por el camino del UNUM-SUMUS que posibilita la pluralidad y fomenta una dialéctica del reconocimiento mutuo. Sólo de este modo, tiene sentido la política, ya que, como apunto el autor de Geofilosofía de Europa, "la razón de ser del discurso político surge de la certeza de que la diferencia es la clave de la identidad humana". El sujeto político se presenta en la escena de la Historia con el objetivo de transformar una situación determinada para obtener el reconocimiento de su subjetividad, de su ideología y de su diferencia. La política cobra sentido en un escenario que permita el debate y la pluralidad. Según el autor de El ángel necesario, la búsqueda de la globalización tomando el camino del UNUM-EST camufla una nostalgia (y un propósito) de poner fin a la política al apoyarse en la eliminación de las diferencias como única vía de lograr la unidad. "La globalización actual, subrayó Massimo Cacciari, conduce inevitablemente a la despolitización del mundo, ya que presupone una unidad que no puede ser alcanzada con medios políticos". Al igual que los grandes sistemas Imperiales del pasado (Napoleón, Hitler,...) estamos asistiendo a un modelo de globalización en el que el discurso dominante ("pensamiento único") concibe la unidad como el fin de un proceso lógico de evolución natural de la especie y la cultura humana. Basándose en las tesis de analistas como Fukuyama, los teóricos de la nueva globalización creen que la unidad se logrará por medios técnicos y económicos y nunca por procedimientos políticos. Una tendencia consolidada en la sociedad estadounidense que está comenzando a exportarse a Europa es concebir a los políticos como meros gestores o administradores, y no como agentes sociales portadores de un discurso ideológico destinado a la transformación de la sociedad. "Además, precisó Massimo Cacciari, las instituciones y entidades que lideran el proceso de globalización tienen una función puramente económica (Banco Mundial, Fondo Monetario Internacional,...), mientras que los órganos políticos supranacionales carecen de relevancia real y se caracterizan por un funcionamiento escasamente democrático". Esta tendencia a la unificación basada sólo en la racionalidad técnico-económica ha alcanzado ya ámbitos como el jurídico (la jurisprudencia internacional se está configurando sobre las base del derecho privado - de los intercambios comerciales - en perjuicio del derecho publico) o el cultural (cualquier tendencia artística sólo puede sobrevivir si encuentra un hueco en el mercado). El nuevo orden técnico-económico cae con frecuencia en contradicciones irresolubles. Por ejemplo, prioriza la eliminación de las diferencias sobre la desaparición de las desigualdades, de forma que la reducción de la pluralidad cultural y simbólica sólo es posible por el mantenimiento de sólidas fronteras geográficas y económicas. "A su vez, puntualizó Massimo Cacciari, este nuevo orden impone una lógica perversa que nos convence de que todos sus peligros y problemas (contaminación, bolsas de pobreza, homogeneización cultural,...) sólo pueden ser superados aplicando el mismo tipo de medidas - técnicas y económicas – que los han generado". "Este tipo de globalización basada en el UNUM-EST, concluyó Massimo Cacciari, camufla un discurso totalizador, y por ello es necesario apostar por una unidad del mundo que se desarrolle sobre el eje UNUM-SUMUS". Una unidad basada en el reconocimiento del otro (no en su eliminación) y en la validez del discurso político como medio para pensar en un destino compartido de la Humanidad que no implique una renuncia a la diversidad (otro mundo es posible). Pero Cacciari es consciente de la fragilidad de este discurso que por su propia naturaleza no dispone de mecanismos de autodefensa contundentes ante situaciones desestabilizadoras como un atentado o el triunfo de una opción política que niegue la pluralidad y la diferencia. |