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Gerhard Vollmer: Nuevos problemas para un cerebro viejo - epistemología y ética en el proceso de evolución |
En primer término, es necesario tener en cuenta, según el profesor de la Universidad Técnica de Braunschweig (Alemania), que desde un enfoque científico o filosófico no se puede dar una respuesta a cuestiones de este tipo sin antes analizar algunas de las premisas que en su propia formulación ya se aceptan. Así, al preguntarnos, ¿cómo podemos conocer el mundo?, presuponemos que hay un mundo real (uno sólo, y no muchos), que de algún modo estamos capacitados para conocerlo y que aceptamos la existencia de un "nosotros", de una "intersubjetividad" que comparte los mismos mecanismos de percepción y cognición.
Lo interesante es que esos "encajes tan perfectos" no sólo se se producen en la vista y en el resto de los órganos sensoriales, sino también en otros espacios de nuestra estructura cognitiva, como el sentido de la causalidad o de la percepción del tiempo. Curiosamente el cerebro humano también es capaz de subsanar algunas de sus limitaciones estructurales para permitir que esos encajes (precisos pero muy frágiles) no se desmoronen. Así, a través de complejos mecanismos perceptivos, nos inventamos pigmentos que no existen (por ejemplo, el púrpura), somos capaces de reconocer los mismos colores con independencia de la luz que haya o tenemos la capacidad de ver objetos tridimensionales en soportes bidimensionales. Se puede justificar el hecho de que nuestra estructura cognitiva encaje con tanta fluidez en ciertas estructuras reales como el resultado de la providencia divina o de la casualidad universal. Pero la historia de la Filosofía ha ofrecido respuestas más complejas y menos conformistas: desde la teoría de la Harmonia pre-establecida defendida por Leibniz al empirismo de Locke y Hume, pasando por el apriorismo de Kant, la lingüística trascendental de Wittgenstein o el economicismo que preconizaron Spencer y Marx. En este sentido, la teoría evolucionista que se desarrolló a partir de los trabajos de Konrand Lorenz plantea que la configuración del aparato cognitivo del ser humano (tanto en lo que se refiere a sus habilidades como a sus limitaciones) es el resultado de su evolución biológica. "Es decir, explicó Gerhard Vollmer, el hecho de que nuestra estructura cognitiva pueda conocer el mundo con el grado de complejidad que lo hace es fruto de un proceso de adaptación evolutiva".
Gerhard Vollmer utiliza el término "Mesocosmos" para referirse al nicho cognitivo del ser humano. Dicho mesocosmos puede analizarse desde diferentes parámetros (tiempo, distancia, aceleración, velocidad, masas, temperatura o complejidad) que establecen unos límites inferiores y superiores dentro de los cuales se encaja nuestra visión del mundo, ya que por encima y por debajo de ellos es imposible la comprensión humana. Si atendemos al parámetro temporal no podemos imaginar ni comprender intervalos como la cienmilésima de segundo o el millón de años; si pensamos en el párametro de la complejidad, nuestra capacidad cognitiva oscila entre el cero (o el polvo, o el punto) y la linealidad. "En cualquier caso, concluyó Gerhard Vollmer, las estructuras que no se encuentran en los límites del mesocosmos pueden ser apreciadas e interpretadas por el hombre a través de herramientas como la ciencia, aunque nuestro cerebro no esté, en principio, preparado para asimilarlas". |