En la segunda parte del ciclo La
deshumanización del mundo (17 al 19 de junio de
2002), Félix Duque aseguró que el relato apocalíptico
es un pretexto para postergar el fin, ya que la narración del
fin impide su realización fáctica. Por su parte, Ángel
González García reflexionó sobre la relación
entre arte y terror que empezó a fraguarse durante los años
de la Revolución Francesa y se consolidó en los ambientes
vanguardistas de finales del siglo XIX y principios del siglo XX.
En la conferencia que cerró esta segunda estancia de reflexión
en torno a la crisis del humanismo - enmarcada en el programa UNIA
arteypensamiento de la Universidad Internacional de Andalucía
- Massimo Cacciari indagó en los presupuestos filosóficos
de la globalización capitalista que, en palabra del ex-Alcalde
de Venecia, "camuflan un discurso totalizador y conducen inevitablemente
a la despolitización del mundo".
A juicio de Félix Duque ha sido inútil la pretensión
del existencialismo de reconstruir el humanismo herido por una vía
voluntarista, traspasando al propio hombre la tarea de "ser él
mismo (en vez de Dios) el que se hace". Un hombre que, en palabras de
Sartre, ha de "elegir por sí mismo cómo ha de ser él"
careciendo en ese proceso de elección de modelos que le sirvan
de referencia. Así, frente a la concepción del hombre como
sujeto controlador del mundo gracias a la facultad del entendimiento (una
concepción que pertenece a la tradición filosófica
que parte de Descartes y pasa por Kant), Sartre antepone la facultad de
voluntad (querer) como motor de ese control. Pero el problema de este
nuevo planteamiento es, según Félix Duque, que si esa voluntad
(ese querer) no está prederteminada por algún tipo de elección
conduce inevitablemente al extravío y al arbitrio absoluto. "No
se puede querer querer", insistió el autor de Filosofía
para el fin de los tiempos. Tecnología y apocalipsis.
Una de las pesadillas más recurrentes de la edad de la técnica
es imaginar un mundo absolutamente deshumanizado en el que las máquinas
han logrado hacerse con el control del planeta. En el libro Hazañas
y opiniones del Doctor Faustrole, recordó Ángel González
durante su intervención en el ciclo de conferencias La deshumanización
del mundo, Alfred Jarry imaginó un París apocalíptico,
sin presencia humana, donde el último reducto de vida estaba
en el Palacio de las Máquinas de la Exposición Universal.
Dentro de ese palacio sólo seguía funcionando una máquina
manejada por el pintor H. Rosseau - quien se había transformado
en una especie de monstruo mecánico - cuya única función
era pintar automáticamente toda clase de cuadros modernos. "Es
ciertamente monstruoso, aseguró Ángel González,
el mundo imaginado por Jarry, en el que las obras de arte son más
necesarias que los hombres, quienes tienen que postrarse ante ellas
y mostrarles su respeto y admiración". Un mundo, en definitiva,
en el que se han llevado a sus últimas consecuencias algunas
de las ideas planteadas por las vanguardias históricas.
El ideal de la globalización ha
articulado la historia y el pensamiento de la civilización occidental
que desde sus inicios ha estado marcada por la tendencia (y la nostalgia)
de un estado final (a la vez que embrionario u original) de unidad absoluta.
Según los mitos fundacionales de la civilización judeo-cristiana,
en el origen de los tiempos todos los hombres eran uno y el destino
de la Humanidad era alcanzar (retornar a) un estado de unidad ideal
en el que todas las diferencias y confrontaciones fueran superadas. Durante la intervención que cerró la segunda parte del ciclo de conferencias La deshumanización
del mundo Massimo Cacciari planteó la necesidad y utilidad
de acudir a la raíz etimológica de las palabras para comprender
mejor el sentido de ciertos términos que utilizamos frecuentemente.
Así, etimológicamente globalización procede de
"globo", concepto mítico en nuestra cultura que remite
a la idea de esfera: la forma perfecta en la que todos los puntos son
equidistantes y están indiferenciados, donde no es posible la
alteridad. "El ideal de la globalización, señaló
el filósofo y pensador político italiano, parte de una
nostalgia por recuperar esa unidad - UNUM - ese momento de conjunción
total en el que no habría diferencias ni confrontaciones".
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