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Proyección de una entrevista a W.G. Sebald, presentada por el editor y crítico literario Ignacio F. Garmendia |
Desde Vértigo (1990), su primera incursión en el terreno narrativo, hasta Austerlitz (2001), una obra que ha sido considerada como su testamento literario, la corta pero intensa producción editorial que ha llevado a cabo W. G. Sebald en poco más de una década representa, a juicio de Ignacio F. Garmendia, "uno de los caminos más novedosos y fecundos de la novela contemporánea". Para Garmendia, la obra novelística de W. G. Sebald (que, aparte de los dos libros citados, incluiría Los emigrados -1992- y Los anillos de Saturno -1995-) puede calificarse como un caso paradigmático de la tendencia a la fragmentariedad y el alejamiento puntual del territorio de la ficción que caracteriza la prosa narrativa actual. En este sentido, Ignacio F. Garmendia conecta la poética de Sebald con la propuesta de otros autores contemporáneos como Claudio Magris, Peter Handke, Martin Amis, Paul Auster o los españoles Javier Marías (Negra espalda del tiempo), Enrique Vila Matas (sobre todo en su última entrega: París no se acaba nunca), el Antonio Muñoz Molina de Sefarad o los relatos reales de Javier Cercas. Estos autores incorporan en sus obras personajes reales, datos de su propia biografía y referencias meta-literarias, articulando una propuesta narrativa que pone de manifiesto las fricciones entre la ficción y la realidad. "Más allá de la vieja dialéctica entre la novela tradicional (decimonónica) y la vanguardista o experimental, subrayó Ignacio F. Garmendia, quizás quepa concluir que algo se mueve en la narrativa contemporánea". Aunque de ese movimiento, advirtió, no debe deducirse una crisis estructural de la novela, pues existen numerosos precedentes históricos de esta apuesta por una narrativa híbrida y transgenérica: desde los viajes de Chateaubriand a los ensayos de Montaigne, pasando por las meditaciones de Goethe e incluso el Quijote.
A partir de esta idea de viaje iniciático hacia el tiempo pretérito, el autor de Los anillos de Saturno establece una serie de conexiones desconcertantes que, según Ignacio F. Garmendia, "enriquecen el paisaje humano sin descuidar el otro (la naturaleza)" y configuran una especie de puzzle narrativo que permite múltiples ensamblajes de sus distintas piezas. Todo ello a través de una singular destreza narrativa, un estilo elegante, preciso y depurado (aunque no exento de cierto manierismo) y una atmósfera melancólica que Garmendia identifica con "la mirada del viajero que no pertenece a ningún lugar" y va "camino de ninguna parte". En la línea de Borges, la obra de W. G. Sebald está cargada de connotaciones y referencias literarias, con una presencia continua y explícita del autor como narrador y personaje. Esta apuesta de carácter metalingüístico conlleva evidentes riesgos literarios que, según Ignacio F. Garmendia, Sebald es capaz de sortear, logrando "el triunfo de la narración pura, libre de cualquier observancia genérica y, paradójicamente, emancipada de la imaginación y de la fantasía". A caballo entre el relato de viaje, la crónica, el ensayo, la autobiografía, la semblanza histórica o la nota a pie de calle, la narrativa de Sebald es inclasificable y sólo la dinámica editorial hace que sus obras más conocidas se hayan presentado como novelas. El escritor alemán utiliza registros muy heterogéneos: desde el impulso lírico de ciertos pasajes al tono científico y erudito de sus reflexiones históricas o arquitectónicas, pasando por la recreación testimonial de relatos orales o la reproducción de citas textuales. A su vez, incorpora abundante material documental -fotografías, recortes de prensa, billetes de tren, planos,...- que no utiliza de manera subsidiaria sino como un elemento más (y, a veces, nuclear) del discurso narrativo. "En los libros de Sebald, precisó Ignacio F. Garmendia, las fotografías (y, por extensión, el resto del material que utiliza) no son meras ilustraciones ornamentales, sino que tienen un valor funcional dentro del texto, son parte de la historia". Aunque el propio Sebald es el protagonista principal de la mayoría de las historias que relata, Ignacio F. Garmendia cree que su presencia en la narración es muy discreta -como si fuera una "sombra pudorosa, reverente, distanciada"-, lo que le evita caer en el peligro de solipsismo. Garmendia señaló que Sebald recrea con tanta precisión como compasión (pero sin caer nunca en el patetismo) las modestas y azarosas peripecias vitales de personajes olvidados, describiendo con la misma actitud respetuosa objetos anodinos y sucesos históricos intrascendentes. "Siento la necesidad, subrayó en la entrevista que le hicieron en 1998 para la TV holandesa VPRO, de afirmar la idea de que nuestra vida no sólo está determinada por grandes acontecimientos, sino que todos los pequeños fragmentos de historia contribuyen a un proceso de evolución de dimensiones cada vez más reducidas en el que al final participamos todos".
Hermanado con el escritor suizo Robert Walser, la peregrinación es el principal modo de conocimiento de Sebald que, transfigurado en paseante, emprende en cada una de sus novelas un viaje a través del tiempo y del espacio. Porque su mirada no se agota en la mera contemplación, y en cada paisaje o escenario urbano (real o inventado) que observa y describe, el autor de Sobre la historia natural de la destrucción advierte las huellas de antiguas batallas, el rumor de viejos secretos, la memoria diluida de los hombres y mujeres que habitaron antes que él esos espacios. "Sebald, aseguró Ignacio F. Garmendia, es un devoto de la memoria personal, ajena e histórica, un coleccionista de vidas que aúna la paciencia del entomólogo y la perspicacia del analista, un hacedor de cartografías que ha trazado el mapa del mundo con las líneas de su propio rostro". |