Celebrado
entre el 15 y el 17 de diciembre de 2003 en el Aula del Rectorado de
la Universidad Internacional de Andalucía, Fricciones: la
realidad funciona igual que la ficción es un proyecto que surgió
con la intención de propiciar una serie de diálogos sobre las relaciones
entre lo "real" y lo "ficticio". En la primera jornada, se proyectó
una entrevista al escritor de origen alemán Winfried Georg Sebald que
fue presentada por el editor y crítico literario Ignacio F. Garmendia.
La segunda sesión reunió a dos escritores que acaban de
publicar su última novela: Enrique Vila-Matas (París no se acaba
nunca) y Bernardo Atxaga (El hijo del acordeonista, editada,
por ahora, sólo en Euskera, aunque en mayo de 2004 saldrá en castellano).
El miércoles 17 de diciembre, los andaluces Juan Bonilla (Jerez,
1966) y Justo Navarro (Granada, 1953) fueron los encargados de cerrar
este ciclo de diálogos sobre las relaciones entre realidad y ficción.
Con la proyección de una entrevista al escritor de origen
alemán Winfried Georg Sebald realizada por la televisión holandesa VPRO
en 1998 se puso en marcha el pasado lunes 15 de diciembre Fricciones:
la realidad funciona igual que la ficción, un proyecto enmarcado dentro
del programa de UNIA arteypensamiento que surge con la intención
de propiciar una serie de diálogos sobre las relaciones entre lo "real"
y lo "ficticio". La proyección de la entrevista al autor de Austerlitz
-realizada tres años antes de que éste falleciera en un accidente de tráfico-
fue presentada por el editor y crítico literario Ignacio F. Garmendia
que durante su intervención en el Aula del Rectorado de la Universidad
Internacional de Andalucía aseguró que la propuesta literaria de W. G.
Sebald debe considerarse como uno de los ejemplos más representativos
de la "invasión de la realidad" que caracteriza la narrativa contemporánea.
La segunda jornada de Fricciones: la realidad funciona
igual que la ficción reunió en una concurrida sala de la sede de La Cartuja
de la Universidad Internacional de Andalucía a dos escritores que acaban
de publicar su última novela: Enrique Vila-Matas (París no se acaba
nunca) y Bernardo Atxaga (El hijo del acordeonista, editada,
por ahora, sólo en Euskera, aunque en mayo de 2004 saldrá en castellano).
Ambos autores -que ya coincidieron hace cuatro años en un encuentro organizado
por Arteleku (Donostia-San Sebastián) en el que también colaboró la UNIA-
han abordado a lo largo de su producción narrativa las relaciones entre
ficción y realidad. "Los relatos de Vila-Matas y Atxaga, señaló Santiago
Eraso en la presentación de este diálogo, remiten a nuestra propia biografía,
donde la recreación del pasado no puede desligarse de las poéticas que
nos acompañan (la poética del que quiso ser director de cine, como yo,
o del que evoca la infancia como un paraíso perdido,...), poniendo de
manifiesto lo imprecisas e inútiles que son las fronteras que separan
la realidad de la ficción".
El miércoles 17 de diciembre de 2003, los escritores
andaluces Juan Bonilla (Jerez, 1966) y Justo Navarro (Granada, 1953) protagonizaron
el diálogo que cerró Fricciones, un ciclo celebrado en la sede
de La Cartuja de la Universidad Internacional de Andalucía en el que se
han analizado algunos de los límites imprecisos y variables que separan
la realidad de la ficción. Juan Bonilla es autor del libro Nadie conoce
a nadie que se popularizó gracias a una versión cinematográfica que
dirigió Mateo Gil y contó con la participación de Eduardo Noriega y Paz
Vega. Tanto el libro como el largometraje han sido considerados por muchas
personas como indirectamente responsables de los sucesos de la madrugá
de la Semana Santa sevillana del año 2000, cuando se produjo una situación
de histeria colectiva de la que aún se desconocen las verdaderas causas.
Justo Navarro, por su parte, ha publicado recientemente F, una
obra, no exenta de polémica, que se adentra en el ter reno de la ficción
biográfica (o de la biografía novelada). Editada por Anagrama, F
recrea la intensa vida del poeta catalán Gabriel Ferrater que, a los 35
años, prometió que no iba vivir más de 50. Y lo cumplió.
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