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Sesión Ciudad y sociedad, José Pérez de Lama, Curro Aix y David Gómez

De izquierda a derecha, José Pérez de Lama, Curro Aix y David Gómez Con amplia experiencia en el mundo del activismo político, los tres participantes de la segunda sesión del Laboratorio T.V. del proyecto Archivo F.X. analizaron diversos aspectos del fenómeno iconoclasta en el medio urbano contemporáneo. José Pérez de Lama, miembro de hackitectura.net y de indymedia madiaq, planteó la posibilidad de una iconoclastia contra-hegemónica que se centre no en una acción meramente destructora, sino en su propia capacidad de producir nuevos mundos, paisajes e imaginarios. Por su parte, Curro Aix, analizó las acciones vandálicas urbanas concibiéndolas como manifestaciones iconoclastas que expresan un descontento social, una forma de antagonismo al sistema. Y David Gómez abordó desde una perspectiva histórica los actos iconoclastas contra la máquina, desde el "luddismo" de principios del siglo XIX a los ataques a las redes informáticas o las acciones que denuncian determinados usos de la tecnología.


Bloque de imágenes: Acciones de derribar edificios. José Pérez de Lama: Ciudades iconomáquicas

La iconoclasia en la era de la (re)producción digital puede parecer una tarea sin sentido, propia de instituciones y personas paranoicas y anacrónicas, como demuestra la lucha de la SGAE (Sociedad General de Autores de España) contra las "copias ilegales" de cds o las políticas represivas que se ponen en marcha en Occidente para tratar de frenar los flujos migratorios procedentes de los países pobres. Durante su intervención en el Laboratorio T.V. del Archivo F.X., José Pérez de Lama aseguró que el gesto iconoclasta en un mundo en el que las imágenes -como el poder- se han fugado a la inmaterialidad, no puede ser otra cosa que un acto simbólico, teatral, que sólo adquiere valor dentro de un contexto muy determinado. Su repercusión final dependerá de la posición que ocupe la agresión en las redes (informativas y afectivas) en que se produzca (de su número de nodos, de las otras redes a las que, a su vez, estén conectados estos nodos,...).

Para Pérez de Lama es necesario comprender que los modos y contenidos de la iconoclasia actual difieren mucho de aquellos que dieron origen al término en los albores del cristianismo. Hay que tener en cuenta que la batalla de las imágenes (iconomaquia) en la sociedad de la información se produce en innumerables frentes, tanto escenarios físicos (casas, lugares de trabajo, edificios públicos,...) como espacios virtuales y mediáticos (Internet, la publicidad, la moda, el cine, los vídeo-juegos,...) sobre los que se construyen las vidas y habitares del ser humano en la era digital. Esta idea de la condición ubicua de la imagen conecta con el pensamiento de filósofos como Sloterdijk que plantean la necesidad de construir nuestro presente y futuro, trascendiendo las claves de comprensión que nos ha legado el pensamiento racional y humanista. Sólo así nos podremos adaptar a un mundo en el que cada vez es más difícil distinguir entre lo natural y lo artificial, entre la señal física y el estimulo mental.

En cualquier caso, Pérez de Lama cree que la imagen es una herramienta para luchar en el terreno de la opinión pública, pero que, en última instancia, no puede separarse de otros aspectos más radicales de lo real. "A día de hoy, subrayó, la imagen no puede sustituir el papel de los cuerpos". "Entonces, se preguntó José Pérez de Lama, ¿hasta que punto la destrucción de la imagen de algo afectaría radicalmente su realidad? (...); o en otras palabras ¿qué trascendencia tiene una lucha en el nivel de las imágenes para la transformación de nuestras vidas y del mundo?". A su juicio, la iconoesfera, el dominio de lo simbólico, es muy relevante, pero no deja de ser secundario ante la importancia decisiva de los cuerpos, de la materialidad última del acontecimiento.

José Pérez de LamaPor ello, Pérez de Lama piensa que el análisis semiótico no es suficiente para explicar la complejidad de los fenómenos reales. Con anterioridad al 11-S de 2001, el símbolo de las torres gemelas ardiendo ya existía: había aparecido en la portada de un disco de hip hop. Pero sólo su destrucción material, y no simulada, nos hizo sentir y saber que estábamos ante un suceso geopolítico e histórico trascendente, ante un ataque profundamente real al centro neurálgico de la globalización capitalista. Pérez de Lama, profesor asociado de Teoría de la Arquitectura en la Universidad de Sevilla, cree que el hecho de que este evento pudiera verse por televisión en directo, aunque constituyó una experiencia novedosa, no nos proporciona una clave crítica que nos permita interpretar su verdadero significado.

Uno de los casos más representativos de la batalla de las imágenes en el espacio urbano posmoderno, se localiza en la megalópolis de Los Ángeles, una ciudad que desde principios del siglo XX se ha vendido como un paraíso mediterráneo de naranjos, vides, buen tiempo y vida glamourosa y relajada. Pero bajo ese escaparate, la "ciudad real" se ha nutrido de violencia de clase y género, racismo encubierto y explícito, especulación inmobiliaria, desigualdades económicas y nuevos sistemas de explotación laboral que se han terminado exportado al resto del planeta. Un peligroso cóctel que estalló en las revueltas urbanas de 1965 y 1992, aunque el poder mediático mantiene convenientemente actualizada toda la mitología iconográfica de la ciudad del cine.

A partir de su análisis de Los Ángeles, Edward Soja describe los espacios urbanos posmodernos como ciudades simuladas que se caracterizarían por la proliferación de lo que denomina scamscapes: paisajes del engaño. En este sentido, Pérez de Lama hizo referencia a varias iniciativas que se han producido recientemente en Sevilla que podrían considerarse como acciones destinadas a cuestionar diversos scamscapes locales. Desde las propuestas de la Red Alameda Viva (que denunciaban las operaciones especulativas camufladas bajos la buenas palabras del plan Urban) al encierro de inmigrantes en la Universidad Pablo de Olavide (UPO), pasando por las movilizaciones de los estudiantes contra la LOU.

José Pérez de Lama también recordó otros dos ejemplos de iconomaquias que se han escenificado en la capital hispalense. Por un lado, la destrucción a cañonazos del bar Cornelio, una taberna del barrio de La Macarena donde se reunían grupos anarquistas sevillanos en la década de los 30. Sobre el solar, fue construida la Casa Hermandad de la Macarena, del mismo modo que se han levantado varias colonias judías en el terreno donde antes había casas palestinas (derribadas por el ejército israelí). Por otro lado, la decisión del MacDonald de La Campana (en pleno centro comercial de Sevilla) de ocultar sus señas de identidad durante las protestas en contra de la cumbre de la Unión Europea en junio de 2002.

El paisaje es la cara o imagen del territorio. Es decir, el lugar donde se encarnan los valores económicos, sociales y culturales del territorio. Las ciudades contemporáneas son uno de los espacios en los que se escenifica con mayor relevancia la lucha de las imágenes (siendo, quizás, la mediasfera el principal campo de batalla). En ellas coexisten dos paisajes en conflictos: el paisaje político-económico (el paisaje de la globalización neoliberal) y el paisaje popular o multitudinario. Entre ambos, se dan contaminaciones e hibridaciones, apropiaciones mutuas, negociaciones, capturas, resistencias,... Centrándose en Sevilla, Pérez de Lama señaló que la calle Tetuán (paralela a Sierpes) se ha convertido en los últimos años en un claro exponente del paisaje de la globalización, donde proliferan las franquicias comerciales y se domestica o reprime cualquier expresión de disidencia.

Es en el campo de la producción bio-política (de la vida en toda su complejidad) donde debe situarse la creación de modelos alternativos a los que promueve el capitalismo global. Frente a los modelos antagonistas, que se definen por su oposición a los sistemas hegemónicos, Pérez de Lama apuesta por una iconoclasia contra-hegemónica, que se centre, no en una acción meramente destructora, sino en su propia capacidad de producir nuevos mundos, paisajes e imaginarios: la ciudad de la multitud. Desde un punto de vista teórico, los proyectos contra-hegemónicos comienzan a explorarse en torno a tres ejes principales: la movilidad (relacionado con el pos-nomadismo, los nuevos flujos migratorios, la multiculturalidad, la diversidad,...), la inmaterialización del trabajo (apostando por la cooperación social y asumiendo que la creación de riqueza no sólo se genera en el ámbito laboral) y la apropiación de los medios de producción inmaterial (como la mente, el lenguaje o las nuevas herramientas tecnológicas de la información y la comunicación).


Bloque de imágenes: Acciones de vandalismo urbano. Curro Aix: Vandalismo: iconoclasia de bajo calibre

Curro AixEl vandalismo es una de las manifestaciones de iconoclasia que tiene peor consideración social, concibiéndose como una expresión de irracionalidad injustificable que escapa al sentido común. De hecho, nadie reclama la autoría de los actos vandálicos, que suponen un gasto considerable para el erario público y se suelen atribuir a "desalmados carentes de valores". En un primer nivel, y atendiendo al tipo de icono agredido, los actos vandálicos pueden calificarse como acciones contra el patrimonio (yacimientos arqueológicos, monumentos, estatuas, etc); contra el mobiliario urbano (cabinas, farolas, contenedores, señales de tráfico, etc); contra la propiedad pública (espacios institucionales, medios de transportes, etc); y contra la propiedad privada (ventanas y fachadas de casas particulares, comercios, bancos, coches, sedes de partidos políticos, etc).

Durante su intervención en la sesión "Ciudad y Sociedad" del Laboratorio F.X., Curro Aix propuso una descripción de los actos vandálicos a partir de diversos criterios de análisis (aplicables a otras formas de iconoclasia como la quema de banderas o el ataque a estatuas y monumentos). En primer lugar, el sujeto social que lo protagoniza, normalmente individuos aislados o colectivos difusos y no formalizados que carecen de una conciencia comunitaria. En cuanto a su temporalidad, las acciones vandálicas son puntuales y rápidas, aplicando siempre ciertas medidas preventivas (para evitar la detención policial). Su localización geográfica es preferentemente urbana, afectando tanto a los espacios céntricos como periféricos, y la temática es muy diversa (a veces, incluso está indefinida, como si se tratara de la expresión de un puro gesto de rabia nihilista). Otros criterios de análisis se relacionan con la emblematicidad de la acción (tipo de ataque) y de los objetos agredidos (soportes). En este sentido se observa que hay tanto agresiones a bienes representativos y ostensibles como acciones contra iconos muchos más sutiles y discretos. Un último criterio sería el carácter público o privado del objeto que sufre la acción vandálica. Según Curro Aix, se dan acciones contra ambos tipos de objetos, aunque predominan los ataques a bienes públicos.

La administración pública, ayudada por el poder mediático, pone en marcha una serie de iniciativas para atajar y reprimir los actos vandálicos. Por un lado, lleva a cabo un proceso de privatización de lo público, con un incremento de las medidas de protección y vigilancia y un endurecimiento de la legislación sancionadora. Por otro lado, despliega una clara estrategia de deslegitimación y criminalización de estas agresiones, tachándolas de irracionales y negándoles cualquier tipo de lógica y motivación social o política. Evidentemente, las agresiones vandálicas no se sostienen en un discurso estructurado y obedecen más a la expresión de un rechazo que a un impulso constructivo y propositivo. Pero Curro Aix considera necesario trascender las miradas maniqueas sobre un fenómeno tan extendido como de difícil caracterización. "Los actos vandálicos, señaló, expresan un descontento social, una forma de antagonismo al sistema, una réplica a una sociedad insolidaria bajo una lógica propia de agresión a la comunidad". O en otras palabras, ¿se puede exigir una actitud cívica y un sentido de la comunidad cuando la sociedad no es solidaria con todos sus componentes?

A partir de aportaciones teóricas de Pierre Bourdieu, Michel Foucault, James Scott y Michel De Certeau, Curro Aix propuso, durante su intervención en el Aula del Rectorado de la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA) un análisis de los fenómenos vandálicos concebidos como actos iconoclastas que articulan una repuesta política y social de baja frecuencia.

El concepto de habitus de Pierre Bourdieu hace referencia a la asunción inconsciente por parte de los sujetos individuales de los esquemas cognitivos y normativos que imponen la estructura (la hegemonía). De este modo, los sujetos aceptan como algo natural (y no construido) la imagen del mundo que propone la estructura. Y en función a esa imagen, asumen la posición que ellos ocupan y los límites de sus acciones (tanto materiales como simbólicos), así como aquello que les está prohibido y permitido. Desde este planteamiento tan determinista, en el que el peso de lo normativo condiciona los comportamientos sociales, es difícil abordar el fenómeno del vandalismo, protagonizado por un sujeto social conflictivo y disidente.

Por su parte, Foucault cree que no existen relaciones de poder sin resistencias, y que, además, éstas son más eficaces cuando se conforman en el mismo lugar en que se ejercen dichas relaciones de poder. Para el pensador francés, las relaciones de poder -que al igual que las resistencias son múltiples, multiformes e integrables en estrategias globales- están imbricadas con otros tipos de dispositivos sociales, generándose complejos procesos de interacción y condicionamiento mutuo. No existe, por tanto, una estructura binaria de dominantes y dominados, sino una producción multiforme de relaciones de dominación integradas en estrategias generales. A diferencia de Bourdieu, Foucault cree que la acción de los sujetos no está determinada por las estructuras, sino que es relativamente autónoma e imprevisible. "Aun más, subrayó Curro Aix, a juicio de Foucault cuanta más presión externa reciba un sujeto para actuar de un determinado modo, más energía pondrá en liberarse de tal presión". En cualquier caso, parece que las agresiones vandálicas no se podrían englobar en este tipo de resistencia que el autor de Las palabras y las cosas identifica con las acciones protagonizadas por grupos formalizados.

Partiendo de la idea de que lo político no es sólo la actividad que está abiertamente declarada como tal, James Scott centra su análisis en las prácticas de acción social de los grupos subordinados. Prácticas que llama "infrapolíticas", ya que se desarrollan no como una manifestación de oposición abierta y frontal al poder, sino de un modo fragmentario, sutil e indirecto. Como modalidad de resistencia de los sujetos cuando están en condiciones de peligro o en contextos muy represivos, las manifestaciones infrapolíticas suelen ser anónimas y fugitivas, y tratan de ocultar sus verdaderas intenciones bajo un discurso aparentemente inofensivo. "No es una abierta exposición de disidencia frente a los dominantes, explicó Curro Aix, sino una táctica de trastienda en la que subyace una transcripción oculta como instancia de resistencia y de crítica al poder".

Michel De Certeau analiza los usos tácticos que los sectores populares hacen de aquello que les viene impuesto por el poder. Ingeniosas prácticas cotidianas, que De Certeau denomina "tácticas de consumo", con las que los más desfavorecidos encuentran una forma de plantarle cara a los poderosos, de resistir a una disciplina que ellos no han elegido. En su análisis, De Certeau parte de la distinción entre estrategias y tácticas. Las primeras se caracterizarían por privilegiar las relaciones espaciales, estableciendo un lugar propio de poder (tanto físico como discursivo) desde el que articular un foco de resistencia a largo plazo. Es el modelo de funcionamiento propio de los nuevos movimientos sociales.

En contraste con las estrategias, las tácticas están determinadas por la ausencia de un "locus" propio, y siempre se realizan en territorio enemigo (en el espacio del otro) de forma escurridiza y silenciosa. Son acciones a corto plazo que aprovechan las fisuras temporales del sistema, para asestarle un golpe y después desaparecer sin dejar rastro. Los actos vandálicos podrían considerarse un claro exponente del uso táctico al que recurren ciertos sectores desfavorecidos para mostrar su descontento y rechazo social. No hay que olvidar que estos actos vandálicos están protagonizados por grupos pequeños y desestructurados (a veces, por individuos aislados), que carecen de estatutos y de planteamientos discursivos sólidos, y que deben aprovechar de forma astuta las oportunidades que se presentan para llevar a cabo sus acciones.


Bloque de imágenes: Acciones contra la máquina y la tecnología. David Gómez

David GómezDavid Gómez, activista urbano que ha desarrollado su trabajo principalmente en el entorno Alameda-Pumarejo de Sevilla, inició su intervención en el Laboratorio T.V. del proyecto Archivo F.X. recordando el caso del "luddismo", una revuelta popular que se produjo entre 1810 y 1816 contra la incorporación de nuevas máquinas a las fábricas textiles de Inglaterra. En esta revuelta, protagonizada por artesanos que se habían convertido en auténticas víctimas de la Revolución Industrial, se destruyeron más de 1.000 telares y se incendiaron, al menos, seis fábricas. El "luddismo" ha pasado a la historia como un ejemplo de barbarie anti-tecnológica, pero lo que implícitamente se suele justificar (o al menos obviar) es que la "reacción civilizada" de las autoridades fue mucho más desquiciada: decidieron castigar con la muerte en la horca a los destructores de máquinas.

Dos siglos después, los actos iconoclastas contra la tecnología casi nunca se producen al "modo luddita" (esto es, atacando directamente máquinas y fábricas), sino con la intención de criticar el mal uso que se hace de esa tecnología. Así entre las imágenes del Archivo F.X. que se han agrupado bajo el epígrafe de "Acciones contra la máquina y la tecnología", hay muy pocas que muestren actos de destrucción de máquinas reales (aunque sí de desguaces controlados de ordenadores). Lo que aparece son noticias sobre las movilizaciones de la Plataforma contra el cable de Tarifa o de las acciones de colectivos ecologistas en centrales nucleares y depósitos de residuos radioactivos.

Punto y aparte merece un grupo específico de imágenes que se centra en los ataques a las redes informáticas (gubernamentales, corporativas o individuales) a través de la propagación de virus y gusanos. Esta modalidad de "ataque a la máquina" suele estar motivada por intereses económicos, deseos de satisfacción individual (superar el reto de atravesar barreras de seguridad), venganzas personales o luchas comerciales y corporativas. No hay que olvidar que, como demuestran las acciones que desde hace varios años llevan a cabo comunidades de hackers y ciberactivistas de todo el planeta, la tecnología informática también puede ser usada como una herramienta para la lucha y la agitación social.

"Actualmente, explicó David Gómez, el ataque a la máquina en sí (concibiéndola como un objeto físico) es minoritario, y lo que predomina son acciones que tratan de denunciar como determinados usos de la tecnología contribuyen a la implantación o fortalecimiento de una situación perniciosa". En estos actos, la máquina se percibe como un símbolo (como un icono), y lo que se ataca es el modelo social que representa. Esto es, no se rechaza la electricidad sino el uso que se hace de la energía eléctrica; no se niega el coche, sino el modelo de movilidad que simboliza (en el que se prima el transporte privado sobre el público y se potencia un proceso de deshumanización del espacio urbano). En este sentido David Gómez propone sustituir el concepto de máquina (objeto físico) por el de maquinaria (sistema o entramado funcional que ejecuta una serie de acciones).

Con frecuencia, una gran parte de los ciudadanos no comprende la filosofía que hay detrás de las protestas y acciones contra el mal uso (o abuso) de la tecnología, y cree que sus autores viven de espaldas al progreso. No hay que olvidar que está plenamente extendida la idea de que la tecnología proporciona más beneficios que perjuicios, hasta el punto de que casi se ha convertido en un tema tabú plantear la necesidad de moderar nuestro consumo tecnológico. Así, en los recientes apagones que han sufrido varias ciudades estadounidenses y europeas lo que se ha cuestionado es la falta de adaptación de las compañías eléctricas al crecimiento de la demanda, y no los costes medio-ambientales de nuestro actual modelo energético.

En relación a los ataques a la maquinaria-coche, David Gómez hizo referencia a las acciones de varios colectivos sevillanos que, con métodos y objetivos diferentes, denuncian la "dictadura del automóvil" en la sociedad contemporánea. Desde la Plataforma contra la SE 40 (un proyecto para construir un nuevo anillo de circunvalación alrededor de Sevilla) a los movimientos contra la construcción de aparcamientos en zonas del centro urbano (plaza de la Encarnación, barrio de la Alameda,...), pasando por las propuestas de Peatón Bonzo, una "campaña de desobediencia peatonal que se rebela contra el Estado de Soberanía del coche en la ciudad". En un plano más radical se sitúan las acciones del grupo madrileño Peatones hasta los Kojones que expresan su rechazo al modelo de movilidad que simboliza el automóvil con ataques directos a coches.