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Susan George: Victoria de Bush, derrota de la sociedad

Susan GeorgeLo que ocurre en Estados Unidos afecta a todo el planeta y, sin duda, los resultados de las elecciones que se celebraron el pasado 2 de noviembre van a tener una enorme repercusión en la política internacional durante los próximos años. Tanto en América como en Europa, numerosas voces han advertido que la reelección de George W. Bush representa un profundo giro hacia el fascismo en el país más poderoso del mundo. Aunque Susan George, que nació en Estados Unidos pero actualmente reside en Francia, cree que sería más exacto hablar de un retorno al puritanismo político de la Inglaterra del siglo XVII, el momento en el que apareció el capitalismo. En cualquier caso, la autora de obras como Informe Lugano o El bumerang de la deuda señaló durante su intervención en el encuentro Economía/Cultura que en el gobierno de George Bush hijo pueden apreciarse (con más o menos matices) muchos de los rasgos que el politólogo Lawrence Britt -que analizó los regímenes de Hitler (Alemania), Mussolini (Italia), Franco (España), Suharto (Indonesia) y Pinochet (Chile)- identificaba con el fascismo.

Hay una escenificación continua del fervor patriótico, con proliferación de banderas en espacios públicos y un uso recurrente de frases, eslóganes, símbolos y canciones de corte nacionalista. No se respetan algunos derechos humanos fundamentales con la excusa de que peligra la seguridad del Estado. En este contexto, incluso se llega a aceptar -y justificar- la tortura contra los enemigos de la nación o las encarcelaciones sin juicio. Se crean chivos expiatorios (los comunistas en los años 50, los terroristas en la actualidad) a los que se les culpa de ser el origen de todos los males que sufre el país. Crece el poder de la infraestructura militar a la que se destina un porcentaje muy elevado de los presupuestos públicos (algo que, según Susan George, actualmente no sólo ocurre en EE.UU, sino también en países europeos como Francia).

En las sociedades fascistas se recrudece el sexismo y el machismo -extendiéndose las actitudes homófobas y antifeministas- y aumenta significativamente la obsesión por la seguridad nacional (por ejemplo, en USA, se ha creado recientemente un departamento de seguridad del territorio nacional). También crece la preocupación por la delincuencia que se intenta atajar exclusivamente con políticas represivas y eliminando libertades civiles en nombre de los intereses de la patria, lo que conduce a que la población reclusa aumente considerablemente: por ejemplo, en Estados Unidos hay en estos momentos más de 2 millones de presos, la mayoría jóvenes de raza negra. A su vez, el Estado intenta controlar los medios de comunicación, ya sea de forma directa (como ocurría en los regímenes de Hitler o Mussolini) o indirecta (el 85% de los medios estadounidenses pertenece a seis grandes grupos afines a la administración Bush).

Susan GeorgeSe protege el poder corporativo, estableciéndose una relación muy estrecha entre las élites políticas y empresariales que en el caso de Estados Unidos beneficia especialmente a la industria de la seguridad (incluyendo la armamentística) y del petróleo. Frente a ese apoyo explícito a las grandes corporaciones, se margina a las organizaciones sindicales (que, a veces, deben pasar a la clandestinidad) y los trabajadores pierden capacidad de acción (su papel en la toma de decisiones es mínimo). Se desdeña la labor de intelectuales y artistas, disminuyendo sensiblemente (y, en ciertos casos, desapareciendo) el apoyo público a instituciones culturales y académicas independientes. Aumenta la corrupción y el amiguismo y se entremezclan las ideas políticas y religiosas (las alusiones a Dios son continuas en el discurso de Bush). Finalmente, en los regímenes fascistas suelen producirse plebiscitos fraudulentos, ya sea a través de campañas difamatorias contra los candidatos opositores o de la manipulación de las legislaciones electorales y de los mecanismos para el recuento de voto (como ocurrió en los penúltimos comicios presidenciales norteamericanos, cuando se realizó una purga de votantes de las listas electorales de Florida que permitió a los republicanos alcanzar el poder).

Se podría hablar, por tanto, de una especie de fascismo blando, "aunque el antecedente más claro del actual gobierno de Bush, insistió Susan George (vicepresidenta de la asociación Attac), se encuentra en el puritanismo político que emergió en el Reino Unido a mediados del siglo XVII". Como explica Max Weber en La ética protestante y el espíritu del capitalismo fue un momento en el que se pasó de defender una relación personal con Dios a plantear una justificación teológica del individuo y del individualismo. Desde la convicción de que el enriquecimiento económico era una señal de predestinación a la salvación eterna, la acumulación de riquezas se convirtió en el valor supremo de la vida (en un fin en sí mismo).

Y la consecuencia directa de concebir la adquisición de dinero como una forma de honrar a Dios, es que la pobreza se valora como una especie de defecto espiritual (de pecado) que refleja que quienes la sufren han desatendido sus deberes y obligaciones. "Es decir, subrayó Susan George, si eres pobre es porque quieres, porque eres un vago y no has cumplido tu deber con Dios". Por tanto, no tienen que apenarnos los infortunios económicos del prójimo, pues es algo que se merecen y que deben solucionar individualmente. De este modo, se justifica la insolidaridad y la falta de compasión con los más desfavorecidos y el Estado encuentra una excusa teológica para despreocuparse de las desigualdades económicas y sociales. Ya durante sus años de estudiantes en la Escuela de Negocios de Harvard (mediados de la década de los 70 del pasado siglo), George Bush defendía ideas parecidas a las del puritanismo político, oponiéndose, entre otras cosas, a la cobertura pública de la educación y de la sanidad o equiparando el new deal de Franklin D. Roosevelt con el socialismo.

Heredera de la Ilustración y de la Revolución Francesa, la constitución de Estados Unidos -que se aprobó en 1788 (aunque posteriormente se agregaron algunas enmiendas muy importantes)- garantiza una serie de derechos fundamentales que el gobierno de Bush no respeta, desde la libertad de culto y de prensa a la presunción de inocencia (nadie es culpable hasta que se demuestre), pasando por la obligación que tiene el Estado de velar por los intereses de los ciudadanos. Con Bush, que en palabras de Susan George "está apagando las luces de la ilustración norteamericana", en Estados Unidos la libertad de expresión no está garantizada y cualquier ciudadano puede ser investigado por el mero hecho de profesar una religión o por mantener una oposición activa contra ciertas medidas del gobierno. Además, se han promulgado leyes antiterroristas que permiten el registro de domicilios particulares sin orden judicial e incluso que alguien sea encarcelado sin que tenga derecho a que le asista un abogado y a un juicio justo.

"Y teniendo en cuenta todo esto, se preguntó Susan George, cómo es posible que George Bush haya ganado de nuevo las elecciones? ¿Puede decirse que los norteamericanos son estúpidos?". Evidentemente no. O al menos, no hay más gente estúpida que en otros países. El ciudadano medio estadounidense no desea la guerra ni la injusticia, pero como aseguró el mandatario nazi H. W. Göring, resulta fácil convencer al pueblo recurriendo a la política del miedo. Algo que la administración norteamericana ha hecho con extremada sofisticación e insistencia, asegurando que el país corría el riesgo de ser atacado y que los pacifistas eran unos antipatriotas irresponsables.

A eso se ha unido la pésima campaña del candidato demócrata, John Kerry, que ha sido incapaz de desmarcarse claramente de su rival en los temas más importantes, incluida la guerra de Irak. "Además, recordó Susan George, una gran parte de los estadounidenses han decidido su voto en función de criterios morales, un aspecto en el que el líder republicano resulta más convincente para una sociedad donde está resurgiendo el puritanismo". Y tampoco hay que olvidar que los norteamericanos están muy mal informados. En este sentido, Susan George recordó que encuestas recientes muestran que muy pocos estadounidenses saben que el gobierno de su país ha rechazado el Protocolo de Kioto y que se ha opuesto a la creación del Tribunal Penal Internacional. De hecho, antes de empezar la guerra de Irak, más de la mitad de los norteamericanos pensaba que Sadam Hussein estaba directamente involucrado en la organización del atentado a las Torres Gemelas.

Para la autora de Otro mundo es posible si..., el término neoliberal describe perfectamente la política del gobierno de Bush, cuya apuesta por dejarlo todo en manos del mercado está teniendo enormes costes para el país. Por ejemplo, sólo durante este último mes de noviembre, el déficit comercial de los EE.UU fue de 55.000 millones de dólares y para el año 2004 se prevé que el déficit presupuestario ascienda a los 480.000 millones de dólares. Es decir, la administración Bush gasta mucho más dinero del que ingresa, pero paradójicamente ha reducido los impuestos de las rentas más altas. Y entonces, ¿cómo se financia? Pues, en gran medida, gracias a los préstamos que le conceden países como China, Arabia Saudí o las naciones centroeuropeas.

A juicio de Susan George, el análisis de los gobiernos de Margaret Thatcher y Ronald Reagan a principios de los años 80 demuestra que la aplicación de las políticas neoliberales tiene una consecuencia fundamental: "enriquece más a los de arriba y empobrece más a los de abajo". En este punto la directora del Instituto Trasnacional de Amsterdam reveló algunas cifras tan ilustrativas como escalofriantes. Si tras la II Guerra Mundial, en Estados Unidos, el 1% de las personas más ricas controlaba el 8% de la riqueza nacional, ahora posee el 16%. El dato a escala global es aún más elocuente: el 1% más rico tiene el mismo dinero que el 59% más pobre. A su vez, el capital líquido de las 7,7 millones de personas más ricas del mundo sobrepasa los 28 trillones (28+12 ceros) de dólares, cuando la producción anual en todo el planeta apenas supera los 40 trillones de dólares.

Durante su intervención en la sede de La Cartuja de la Universidad Internacional de Andalucía, Susan George se preguntó por los motivos que han llevado a Europa a asumir el modelo neoliberal estadounidense cuando ya había logrado desarrollar un sistema -el estado del bienestar y sus posteriores derivaciones- que, a pesar de sus lógicas contradicciones y fisuras, reducía considerablemente las desigualdades económicas y sociales. El intento de aplicar ese estado del bienestar permitió que la mayor parte de los ciudadanos tuviera unas condiciones laborales y vitales más o menos dignas (subsidio de desempleo, pensiones, viviendas protegidas, garantías judiciales...) y, entre otras cosas, nos ha legado un sólido sistema sanitario y educativo público que no discrimina a nadie por falta de recursos económicos. Así, por ejemplo, mientras en Europa el acceso a la universidad es muy económico (con una extensa red de becas para las familias con rentas más bajas), en EE.UU, el coste de un sólo curso puede ascender a los 40.000 dólares.

Hay que tener en cuenta que este modelo neoliberal -en el que la lógica del mercado regula la vida de las naciones y de los individuos- no ha aparecido de forma accidental. Según Susan George, su creciente implantación a nivel global sólo ha sido posible por la influencia de grupos de poder y fundaciones conservadoras norteamericanas que durante las últimas décadas han financiado la producción y divulgación de la ideología liberal. Para ello han recurrido a todo tipo de canales: proyectos editoriales, publicaciones periodísticas, programas radiofónicos y televisivos, entramados universitarios... Las influyentes tesis de Francis Fukuyama o Samuel P. Huntington son consecuencia directa de la política de estas fundaciones que en palabras de Susan George, han conseguido "capturar los cerebros de numerosos ciudadanos que están votando en contra de su futuro y del futuro de sus hijos".

La apuesta por el modelo neoliberal en la Unión Europa queda refrendada por la Directiva Bolkestein (que recibe su nombre del antiguo comisario europeo Frits Bolkestein), un proyecto de ley relativo a la libre circulación de servicios en la Europa de los 25. En caso de aprobarse, todos los servicios suministrados en el seno de la Unión Europea serían considerados productos económicos ordinarios, dejando en manos del mercado (de la iniciativa privada) sectores como la sanidad, la educación o la cultura. Según Susan George, la puesta en marcha de esta directiva ("aunque sea sólo en un 80%") propiciaría el desmantelamiento de los sistemas nacionales de protección social, lo que, en sus palabras, "representa un golpe mortal al estado del bienestar en la Unión Europea".

Susan GeorgeUna vez adoptada la directiva, las empresas de servicios sólo estarán obligadas a respetar la normativa laboral del país donde esté registrada su sede social. Los gobiernos de los otros estados miembros en los que actúen o suministren servicios, únicamente podrán imponerles sus leyes relativas al salario mínimo y al horario laboral. Todo lo demás queda fuera de su control. De este modo, las empresas podrán sortear, fácilmente y sin costos, los convenios colectivos locales o las normas nacionales de protección del medio ambiente y del consumidor. Por todo ello, Susan George piensa que la "directiva Bolkestein es una clara invitación a la deslocalización, a la reducción de los salarios y a la conversión de los trabajadores en esclavos". A su juicio, la propia Constitución Europea, que consagra al mercado como motor fundamental del desarrollo del sistema, refleja ya de forma evidente la apuesta de las élites políticas y económicas europeas por legitimar la aplicación de medidas neoliberales en el viejo continente.

"¿Y entonces, se preguntó Susan George en la fase final de su intervención en el encuentro Economía/Cultura, quiénes son realmente más estúpidos, los estadounidenses que han re-elegido a Bush o los europeos que están permitiendo que desaparezca el estado del bienestar? ¿A quién beneficia sustituir un modelo basado en la cooperación y la solidaridad intergeneracional que, más allá de sus lógicas carencias e imperfecciones, se ha demostrado que es viable, por otro que profundiza en las desigualdades económicas, recorta los derechos sociales y aleja las decisiones de la ciudadanía?". Ante esta situación, la socióloga norteamericana cree que el único modo que tienen los ciudadanos de frenar la ofensiva neoliberal es organizándose y propiciando alianzas transversales (con ecologistas, intelectuales, sindicalistas, cristianos de base, feministas...) desde las que lanzar un mensaje claro y contundente: queremos otra Europa. "Y no hay que olvidar, concluyó Susan George, que ellos son muy pocos, y nosotros somos muchos".