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Precarias a la deriva: Producción cultural, feminización del trabajo y precarización de la existencia

Laura Cortés y Marta Malo de Molina de Precarias a la derivaPrecarias a la deriva es un proyecto de investigación-acción cuyos orígenes se remontan a la huelga general del 20-J de 2002, cuando una serie de mujeres se planteó la necesidad de articular estrategias de lucha que respondieran con eficacia a la profunda transformación que está experimentando el mercado laboral en la actualidad. Una transformación que ha generado la emergencia de nuevas formas de trabajos que se caracterizan por su precariedad estructural (falta de contratos, salarios escasos y variables, total flexibilidad y disponibilidad horaria...) y que, en un porcentaje muy elevado, son realizados por mujeres: trabajadoras sexuales, asistentas sociales, free-lances precarizadas (traductoras, comunicadoras, investigadoras), limpiadoras, operadoras de telemárketing...

A partir de su experiencia personal o de su participación en otros colectivos (Trabajo Zero, Sexo, mentiras y precariedad), estas mujeres habían detectado que las herramientas que ofrecen las organizaciones sindicales tradicionales (incluida la huelga) no les servían para defender sus derechos y llegaron a la conclusión de que tenían que buscar nuevas fórmulas de acción política. "Nos preguntábamos, señaló Laura Cortés durante su intervención en la primera jornada del encuentro Economía/Cultura, qué tipo de huelga se podía llevar a cabo para paralizar de forma efectiva los circuitos de producción en la sociedad de la información". De este modo, partiendo del lema-pregunta "¿qué hace una chica como tú en una huelga como esta?, el 20 de junio de 2002 Precarias a la deriva llevó a cabo su primera actividad: un piquete-encuesta con el que querían conocer lo que pensaban las mujeres (tanto las que habían secundado la huelga, como las que no) sobre su realidad laboral.

Laura CortésEn los meses posteriores, desarrollaron un conjunto de recorridos (que denominaron "derivas") por los circuitos urbanos de la precariedad, centrándose en sectores laborales (trabajo doméstico, trabajo sexual, telemárketing, hostelería, sanidad, comunicación...) que están ocupados mayoritariamente por mujeres (y cuando hay hombres, normalmente figuran en los escalafones jerárquicos superiores). Estas derivas, de las que extrajeron abundante material documental (vídeos, narraciones...), les permitieron descubrir que en la fase actual del capitalismo, la precariedad no se restringe únicamente al ámbito laboral, sino que se extiende a la totalidad de la existencia. Y que hay diferentes grados de precariedad en función de factores diversos como el sexo, la orientación sexual o la raza. A su vez, llegaron a la conclusión de que dicha precariedad no es sólo un estado provisional (una posición laboral y vital concreta), sino que, sobre todo, se vive como una incertidumbre permanente que afecta a la inmensa mayoría de la población, ya sea de forma patente o latente (como una amenaza). "De este modo, explicó Laura Cortés, el miedo a la precariedad funciona como un chantaje que obliga a la gente a seguir un modelo de vida muy determinado, a aceptar condiciones laborales abusivas".

El proceso de investigación-acción que habían puesto en marcha se complementó con una serie de talleres de "cuidados globalizados" que les posibilitó fortalecer la red de cooperación que habían conseguido crear, así como establecer un punto de encuentro y discusión con otras mujeres. Gracias a una subvención del Instituto de Investigaciones Feministas de Madrid, pudieron editar un libro (A la deriva por los circuitos de la precariedad femenina) y un vídeo (que se proyectó en el marco de Economía/Cultura) que recogen gran parte del material -textual y audiovisual- que habían ido generando en su derivas y talleres.

El vertiginoso ritmo con el que se consumen los discursos culturales y simbólicos en las sociedades postmodernas, puede generar un comportamiento errático y caprichoso en los movimientos sociales que exploran nuevos instrumentos de intervención política. Por ello, en su intento de construir una trayectoria política sólida y operativa (pero también, flexible y abierta), Precarias a la deriva ha buscado una serie de "hilos" que den coherencia y unidad a su proyecto de investigación-acción, sin que ello implique dejar de prestar atención a los cambios coyunturales. De este modo, su propuesta discursiva se ha articulado en torno a dos preguntas: ¿cuál es tu huelga? y ¿cuál es tu precariedad?

Desde sus inicios han intentado distanciarse tanto de la rigidez del conocimiento científico y académico (que al basarse en una separación entre sujeto y objeto, genera una relación instrumental) como de ciertas modalidades de acción política que propician la aparición de lo que desde el colectivo argentino Situaciones se denomina el "militante triste". Un militante que, con una actitud autocomplaciente y altiva, reproduce un discurso extremadamente codificado que hace alusión a un mundo que ya no existe (o si existe, es de forma residual): el mundo del fordismo, del obrero masa. "Nosotras pensamos, subrayó Marta Malo de Molina, que es preciso volver a nombrar el mundo. Y hacerlo desde abajo, aplicando la consigna zapatista de caminar preguntando".

Aunque ese ejercicio de enunciación debe basarse en la propia experiencia (es decir, en el reconocimiento y análisis de las propias condiciones de explotación y opresión), Precarias a la deriva considera necesario evitar la fragmentación y atomización de la lucha "que nos separa, debilita y convierte en víctimas del miedo, la explotación y el egoismo del sálvese quien pueda". A su juicio, sólo rompiendo esa fragmentación, se puede propiciar una convergencia con otros procesos de lucha y generar una verdadera transformación social.

Partiendo, por tanto, de un triple movimiento -de enunciación (volver a nombrar el mundo), de situación (basarse en la propia experiencia) y de interpelación hacia otros (buscar la convergencia con otras luchas)-, el colectivo Precarias a la deriva se plantea cuatro objetivos concretos. En primer lugar, producir "nombres comunes" sobre las actuales condiciones de precariedad. "Un objetivo que, en cierta medida, hemos alcanzado, pues a lo largo de nuestra trayectoria política, hemos encontrado una serie de certezas que nos ayudan a nombrar nuestra vivencia de la precariedad", subrayó Marta Malo de Molina. En segundo lugar, detectar formas cotidianas de resistencia, auto-organización y fuga ("las prácticas de resistencia ya existen y más que inventar cosas, lo que tenemos que hacer es reconocerlas y recombinarlas"). En tercer lugar, identificar singularidades, desde el convencimiento de que en la precariedad, se pueden encontrar "palancas" que generen cambios sociales. Y, por último, pensar "espacios de agregación" que incorporen la multiplicidad y la diversidad.

El término "precarias" es una especie de "noción paraguas" que sirve porque engloba realidades laborales y vitales muy diferentes. En cualquier caso, Precarias a la deriva trata de evitar la conversión de este concepto en un mero lugar común, en una noción-fetiche vaciada de contenido. Por ello, proponen entender la precariedad como proceso, no como sustantivo. Es decir, no utilizar el concepto para configurar una identidad colectiva estable y unívoca ("que simplifica y nos pone a la defensiva", puntualizó Laura Cortés), sino para encontrar un denominador común que exprese las carencias y potencialidades de las múltiples experiencias profesionales y vivenciales de las mujeres.

Hay que tener en cuenta que, en la actualidad, existe una tendencia a la feminización del trabajo. Es decir, las "condiciones laborales" (vulnerabilidad, invisibilidad, disponibilidad, flexibilidad...) que caracterizaban los trabajos (reconocidos como tales, o no) que históricamente han desarrollado las mujeres, se han extendido a casi todos los sectores profesionales y ámbitos sociales. Incluso se podría decir que afecta a la sociedad en su conjunto. A su vez, el componente relacional y afectivo con el que se identifica el rol femenino, se ha convertido en un elemento central en la producción directa de beneficios. Algo que se refleja en el aumento del peso económico del llamado tercer sector, con la consolidación y expansión de ámbitos sectoriales (nichos de mercado) en los que la relación y la afectividad tienen una gran importancia, como las industrias de la atención (servicios de teleasistencia...), del sexo o de la cultura y del ocio.

Por tanto, cualidades que tradicionalmente se han asociado a las mujeres, se han colocado en el centro de la producción económica. Y para Precarias a la deriva, ese hecho (esa nueva centralidad del componente relacional y afectivo) tiene efectos ambivalentes. "Pues la relación y la afectividad, precisó Marta Malo de Molina, se puede poner tanto al servicio de los intereses del Capital (de la producción de beneficios económicos) como de la sociedad en su conjunto". En este sentido, Precarias a la deriva, que propone una re-formulación y re-politización de algunos de los planteamientos claves del movimiento feminista, piensa que "colocar el cuidado en el centro" puede tener un efecto transformador. "Sin olvidar, advirtió Laura Cortés, que para nosotras, el cuidado es todo aquello que posibilita la sostenibilidad de la vida, con independencia de que esté remunerado o no".

Precarias a la deriva considera que se puede establecer un continuum entre sexo, cuidado y atención, pues, según ellas, representan tres productos históricos y culturales del afecto. A su vez, frente al proceso de externalización y privatización de los recursos sociales que pone en marcha el nuevo orden neoliberal, plantea la posibilidad recuperar y re-elaborar una lógica del cuidado fundamentada en la cooperación, la interdependencia y otros aspectos positivos del afecto. "Es decir, precisó Laura Cortés, en una reivindicación de un afecto que se base en criterios de ecología social, no de rentabilidad económica". A su juicio, sólo a partir de una revisión de los modos de organizar el sexo, el cuidado y la atención en las sociedades contemporáneas, se podrán encontrar fórmulas que den visibilidad y doten de carga política, los trabajos relacionados con el cuidado, propiciando así la emergencia de prácticas afectivas más cooperativas y liberadoras.

Marta Malo de MolinaPero, ¿es posible una "huelga de cuidados". O en otras palabras ¿cómo se puede utilizar las labores relacionadas con el cuidado (tareas cotidianas e invisibilizadas) para promover ese momento de interrupción de la producción y de visibilidad política que se busca cuando se organiza una huelga? Quizás, la clave no está en dejar de producir, sino en producir de manera que se provoque una interrupción del único circuito "público" que nos queda en la era del capitalismo global: el consumo. En este sentido, Marta Malo de Molina recordó como en una deriva con teleoperadoras, éstas comentaron que en algunas empresas de telemárketing, las huelgas convencionales no son efectivas (no generan una interrupción de la producción), pues las llamadas que las huelguistas no atienden, son desviadas a centralitas que se han instalados en Marruecos. "Si quieren lograr una auténtica interrupción de la producción, señaló Marta Malo de Molina, tendrían que realizar su trabajo de una forma distinta a la habitual. Por ejemplo, atender todas las llamadas, pero en vez de contestar a las preguntas de los clientes, contarles cuál es su situación laboral".

En este contexto de precarización de la existencia y de explotación de las "cualidades femeninas" para la producción de beneficios, la cultura -la creación de imaginario- se ha convertido en un resorte estratégico. Según Marta Malo de Molina, que define al artista/creador como alguien capaz de sintetizar ideas que existen en su entorno, en el ámbito de la cultura se pueden apreciar los efectos de la precarización tanto en las condiciones contractuales de los trabajadores culturales, como en el hecho de que el reconocimiento y la remuneración es siempre individual, a pesar de que cualquier acto creativo depende siempre de un "magma colectivo". Y lo paradójico es que al potenciarse exclusivamente la compensación de la autoría individual, se genera una competitividad que termina cercenando dicho magma colectivo. Por ello, en la fase final de su intervención en Economía/Cultura, Marta Malo de Molina subrayó la necesidad de pensar estrategias y herramientas que favorezcan una producción cultural colectiva.