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Conversación entre Margarita Padilla y Franco Berardi: Agujeros negros en la red

De izquierda a derecha: Amador Fernández Savater, Margarita Padilla y Franco Berardi, BifoEn 1997, tras los desalojos de tres Centros Sociales que había en Madrid -David Castilla, Lavapiés 15 y La Guindalera- se planteó un debate muy interesante (que tendría repercusiones más allá del movimiento okupa) sobre cómo afrontar estas expulsiones. En cada caso, se habían tomado distintas iniciativas para responder a la acción policial. En el CSOA de David Castilla se siguió la estrategia okupa ortodoxa de blindar el edificio y plantear una resistencia activa. Una estrategia que, en opinión de Margarita Padilla, informática y autora de diversos artículos sobre acción política y nuevas tecnologías comunicativas, suele generar más desánimo que otra cosa, pues al final no se evita el desalojo y, con frecuencia, se producen detenciones y heridos.

En Lavapiés 15, se optó por simular la parafernalia del blindaje del edificio, pero se eludió el enfrentamiento directo, de tal modo que cuando la policía entró en el centro, lo encontró vacío, quedando en evidencia su desmesurado e injustificado despliegue represivo. "Esta decisión, recordó Margarita Padilla en el inicio de su intervención en el seminario ¿Qué significa hoy pensar políticamente?, fue muy criticada por amplios sectores del movimiento Okupa, pues planteaba una renuncia a la estrategia de llevar a cabo una defensa activa de los Centros Sociales ante posibles desalojos". Finalmente, en el CSOA de La Guindalera, se apostó por una solución poco habitual y, a primera vista, muy desconcertante: aquellos que creían que había que resistir de forma activa, se quedaron fuera del edificio, mientras que los partidarios de evitar el enfrentamiento directo, permanecieron dentro. El desalojo se saldó con numerosos detenidos, pero tuvo un enorme efecto mediático.

Margarita PadillaTras estas experiencias y ante la constatación de que las formas tradicionales del activismo estaban en crisis, algunos de los militantes que participaron en estas acciones, llegaron a una conclusión: para que una "okupación" (y, por extensión, cualquier práctica política antagonista) sea realmente efectiva, tiene que provocar un vacío. "Y eso, subrayó Margarita Padilla, implicaba demoler la propia identidad okupa mediante un desafío que se materializaba a través de una apertura a lo social". De este modo, la ocupación del CSOA El Laboratorio -que se hizo bajo la consigna de "okupemos el vacío desde el vacío"- se realizó de forma muy heterodoxa: se entró en el edifico en masa y a plena luz del día; se llevó a cabo en un ambiente lúdico (la primera actividad fue una fiesta, no una asamblea); se entregaron numerosas autoinculpaciones; se evitó, en todo momento, el enfrentamiento con las fuerzas del orden; y se eligió un espacio muy grande e ingobernable (que garantizaba que el proceso de construcción del Centro Social no pudiera controlarse y que permitía un "vacío" de poder a medio y largo plazo). "Todo esto se hizo, señaló Margarita Padilla, con el objetivo de construir un espacio abierto a lo social, asumiendo desde un principio que para que esa apertura fuera posible, había que desarrollar procesos de cooperación con otros colectivos".

En este contexto de demolición de la identidad okupa y de apertura a lo social, se pusieron en marcha una serie de iniciativas telemáticas: Sindominio (un espacio de comunicación autogestionado que asumió los presupuestos del movimiento por el software libre), la agencia de contrainformación ACP (Agencia en Construcción Permanente), varios hackmeetings (encuentros de ciberactivistas en los que no sólo se trataron cuestiones tecnológicas, sino también temas como los derechos de autor, las patentes...) y un hacklab (un laboratorio estable para compartir conocimientos sobre nuevas tecnologías).

Hasta entonces, las experiencias telemáticas antagonistas que había en el Estado español (por ejemplo, Nodo50) partían de una concepción instrumental de la tecnología. Sin embargo, el objetivo de estas iniciativas era tanto producir y hacer circular contenidos contrainformativos como desarrollar una práctica telemática horizontal, abierta y pública. "Un objetivo, recordó Margarita Padilla (directora de una publicación periódica dedicada al software libre), que se basaba en el hecho de que hasta ese momento, el desarrollo de las tecnologías digitales se había producido, en gran medida, gracias a complejos procesos de cooperación social y de intercambio de conocimientos que se situaban al margen de la lógica capitalista".

Así, con la conciencia de que la producción tecnológica tenía que hacerse desde un espacio público y apostando por una dinámica de cooperación horizontal, estos proyectos telemáticos se marcaron un propósito fundamental: hacer la red. "Pero la sociedad, advirtió Margarita Padilla, se ha transformado mucho en los últimos años, y en la actualidad, sería ingenuo pensar que las redes telemáticas son, por naturaleza, espacios horizontales". A su juicio, el poder capitalista ha sido capaz de desactivar el potencial subversivo de estas redes, creando a través de ellas nuevas y sutiles dinámicas de sumisión y dominio que, lejos de propiciar una relación igualitaria, imponen una estructura jerárquica (incluso en los entornos antagonistas), con una serie de nodos privilegiados. "Hoy día, añadió, internet es una red que conecta tanto como margina".

Desde la certeza de que la consigna de "hacer la red" se ha convertido en un nuevo lugar común (un concepto-fetiche plenamente integrado en el lenguaje desideologizado del marketing), un grupo de amigas organizadas en torno a Radiopwd comenzaron a reflexionar sobre la metáfora de los "agujeros negros". Una metáfora que, según Margarita Padilla, nos permite comprender que, hoy día, para desestabilizar la maquinaria de movilización total de la vida que ha impuesto el neoliberalismo, es necesario interrumpir el sentido y el orden de las redes -físicas y virtuales- que posibilitan el funcionamiento de la sociedad contemporánea (la sociedad-red).

En este punto de su intervención, Margarita Padilla señaló que todas estas reflexiones han adquirido nuevas connotaciones tras el 11-M, un acontecimiento que politizó la vida de muchos españoles (al menos durante cuatro días) y que abrió la coyuntura en la que actualmente estamos. "El 11-M, explicó, nos hizo ver que es posible ser afectados y modificados por lo que ocurre, pero que también podemos afectar y modificar eso que ocurre (es decir, que podemos intervenir políticamente en la realidad)". A su juicio, este descubrimiento nos obliga a analizar con atención lo que pasó durante aquellos días para saber cómo articular una práctica política crítica que sea capaz de propiciar una transformación real de la sociedad. Las bombas que estallaron el 11 de marzo de 2004 en varios trenes de Cercanías de Madrid -con toda su carga de muerte- abrieron un agujero negro que provocó la interrupción del sentido y del orden de las redes que permiten el funcionamiento del sistema. Pero, según Margarita Padilla, tras el vacío que ese atentado produjo, las concentraciones del 13-M, no suponían una interrupción del sentido, sino que eran "lo único que tenía sentido".

Margarita PadillaLa mayor parte de las interpretaciones que se han propuesto para explicar la gestación y el desarrollo de estas concentraciones (que no sólo se llevaron a cabo en Madrid, sino también en otras ciudades de España), ponen el énfasis en el fenómeno de la comunicación. Sin embargo, Margarita Padilla cree que la clave para entender la gestación de estas concentraciones no está en el soporte tecnológico que permitió que circularan los mensajes convocando a protestar contra la manipulación informativa del gobierno de Aznar ("pues la posibilidad de enviar sms o escribir correos electrónicos, siempre existe"), sino en el conjunto de circunstancias que posibilitó que se produjera un proceso comunicativo horizontal, acéfalo e incontrolable. Bajo su punto de vista, el éxito de ese proceso comunicativo se debió a que previamente se había trabado una comunidad afectiva (un común) que sólo pudo activarse cuando el funcionamiento habitual de la sociedad-red se desplomó. "Por eso, señaló Margarita Padilla, para mí pensar políticamente después del 11-M, lo que pone en primer plano es el problema del común".

En la fase final de su intervención en el seminario ¿Qué significa hoy pensar políticamente?, Margarita Padilla reflexionó sobre los procesos de expresión y comunicación que han protagonizado las personas afectadas por los atentados de Madrid, desde las concentraciones que celebran todos los martes en la Puerta del Sol hasta el discurso de Pilar Manjón en la comisión de investigación del 11-M. "Un discurso extraordinario", en palabras de Margarita Padilla, en el que los afectados del 11-M (un grupo de personas elegidas al azar y sin experiencia previa en prácticas políticas) se rebelan contra el papel pasivo que se asigna a las víctimas y subrayan que el principal enemigo a batir no es el terrorismo islámico (o de cualquier otra clase), sino la guerra y la injusticia. "Hay en ese discurso, concluyó Padilla, una manera de hacer política que pone el amor en primer plano, que comunica desde el sentir y no desde la ideología, que construye una comunidad (en este caso, una comunidad de dolor) donde la participación es directa e inmediata, que concibe la acción política como algo inseparable de la vida".

Comunicar no es sólo transferir contenidos, sino también crear espacios comunes en los que se comparten conocimientos y afectos, necesidades y deseos, servidumbres y miedos. Es, por tanto, una noción compleja y ambigua que adquiere connotaciones diferentes en cada contexto histórico y cultural. Durante su intervención en el seminario ¿Qué significa hoy pensar políticamente?, Franco Berardi, Bifo, analizó dos iniciativas de comunicación autónoma puestas en marcha por activistas italianos en periodos diferentes: la radios libres -que aparecieron en los años setenta- y el fenómeno de las telestreets (televisiones de calle federadas en red) que empezaron a funcionar a mediados de 2002.

A juicio de Franco Berardi, fundador de la revista A/Traverso, el análisis de estas dos experiencias nos permite comprender los cambios cuantitativos y cualitativos que ha experimentado la infoesfera en los últimos veinte años. En la década de los setenta, la organización de los flujos de comunicación e información tenía una estructura ramificada, con unos pocos focos comunicativos y un control directo (una "censura positiva") por parte del Estado del paisaje mediático. En la actualidad, con la expansión de Internet y la consolidación de la llamada sociedad-red, la situación se ha transformado radicalmente, produciéndose una densificación mediática que no es sólo cuantitativa, sino también cualitativa. La ordenación de los flujos comunicativos (la estructura de la infoesfera) ya no es radial, sino difusa y reticular, al tiempo que ha desaparecido la censura positiva (y, por tanto, visible, identificable), emergiendo un nuevo tipo de control mucho más sutil y críptico. Es decir, una censura de "ruido blanco" provocada por una sobresaturación informativa (una "sobrecarga de la red"), por una acumulación de voces que imposibilita "la autonomía de la atención".

En opinión de Bifo, la pregunta que da título a este seminario -¿qué significa hoy pensar políticamente?- está directamente ligada al problema de la autonomía de la atención, por lo que es necesario identificar las implicaciones políticas de este proceso de transformación de la infoesfera. "Cuando la infoesfera es tan densa y sus flujos se mueven con tanta rapidez, señaló, la atención individual y colectiva ni siquiera tiene tiempo de seleccionar sus fuentes de información. Y eso hace que la forma misma de la política cambie de un modo que, a día de hoy, aún no somos capaces de comprender".

Franco Berardi, BifoSiguiendo las tesis de Guattari y Deleuze, las radios libres de los años setenta, entre ellas Radio Alice (una emisora de Bolonia en cuya gestación participó activamente Franco Berardi), posibilitaron la expansión de un "comportamiento deseante". "Partíamos de la convicción, recordó Bifo, de que era posible alcanzar la felicidad a través de la creación de espacios autónomos en los que se pudieran poner en práctica modos de vida y de organización colectiva ajenos a la lógica del Capital". Frente a la estrategia de las fuerzas de izquierda tradicionales de generar una nueva hegemonía mediante la acción de una vanguardia que liderara el proceso revolucionario para después dirigir a las masas "hacia la victoria final", se pensaba que la derrota del Capital sólo llegaría si esa pulsión de cambio (ese "comportamiento deseante") se extendía a modo de epidemia, "como un proceso vírico que se contagia de unos ciudadanos a otros". "Las radios libres, añadió Bifo, surgieron con el propósito de convertirse en una demostración de ese comportamiento deseante".

El contexto cultural, mediático, económico y político en el que se enmarca la experiencia de las telestreets -que, en sus inicios, fueron desarrolladas por un grupo de personas procedentes de Radio Alice- es muy diferente. Surgieron en junio 2002 (cuando comenzó sus emisiones en Bolonia OrfeoTV) y desde sus inicios se han planteado como objetivo fundamental la construcción de un espacio comunicativo autónomo e independiente que erosione la férrea dictadura mediática desarrollada por el gobierno de Berlusconi. Poco a poco se fueron creando telestreets en distintos puntos de Italia y en diciembre de 2002, ya había en torno a 150 cadenas locales conectadas en red a través de Internet. Desde un punto de vista técnico, el sistema es sencillo: basta con un pequeño transmisor de baja potencia, una antena adecuada, un modulador, una cámara y un video para poder emitir (usando el cono de sombra de otros canales o satélites) en un radio de aproximadamente 500 metros a la redonda (un perímetro suficiente para comunicar a un nivel local).

En su evocación del mito de David contra Goliat (la lucha de una modesta red de medios locales y artesanales contra el gigante mediático de Berlusconi), este proyecto de televisión de proximidad (de "proxivisión", en palabras de Bifo) ha tenido un enorme efecto simbólico y su influencia ha llegado a traspasar las fronteras italianas. Pero a pesar de sus evidentes repercusiones políticas, el fenómeno de las telestreets no ha tenido, según Berardi, el efecto comunicativo que se buscaba. "Es decir, explicó, no ha permitido crear un espacio común ajeno a la lógica capitalista, no ha provocado una epidemia comportamental (una liberación del deseo) como ocurrió con las radios libres de los años setenta".

Según el autor de La fábrica de la infelicidad, ese "fracaso comunicativo" se debe, en gran medida, a la sobrecarga de contenidos que circulan en la infoesfera contemporánea. Si en los años setenta, las radios libres podían tener un efecto comunicativo (podían aspirar a crear comunidad), constituyéndose en elementos de cohesión que contagiaban el deseo de cambio a muchos ciudadanos, en la actualidad, hay tanta oferta informativa (tanto que leer, tanto que escuchar, tanto que ver), que nos falta tiempo para digerirla y procesarla.

No hay que olvidar que la globalización neoliberal ha transformado radicalmente la esfera laboral y las propias nociones de producción y de fuerza de trabajo. "Hoy día, explicó Berardi, en el ámbito laboral, la persona no importa (está cancelada, olvidada, aniquilada). Lo que importa es su tiempo. Un tiempo abstracto, despersonalizado, ajeno a su realidad física y a sus circunstancias emocionales y psicológicas". De este modo, se ha generado una situación paradójica: los ciudadanos son aparentemente libres (de hecho, no hay leyes explícitas que coarten su libertad, no hay censura previa), pero se han convertido en sujetos precarizados que renuncian -aparentemente, de forma voluntaria- a un derecho fundamental: la posesión de su tiempo.

Franco Berardi, BifoAsí, cualquier activista tiene libertad (casi) total para defender públicamente planteamientos políticos críticos, incluso explícitamente subversivos. Pero está atrapado en una dinámica social y laboral que le mantiene -simbólica y materialmente- hipotecado y le impide poner en practicar sus ideas, vivir al margen de las exigencias del Capital. En este contexto de movilización total de la vida, es muy difícil crear espacios políticos autónomos y llevar a cabo un proyecto comunicativo que aspire a crear comunidad. Según Bifo, hay que tener en cuenta que la globalización neoliberal no se conforma con marginar los espacios políticos autónomos, sino que tiende a destruirlos, a devastarlos, a aniquilarlos. "Por ello, subrayó, creo que es necesario poner de nuevo en primer plano el problema de la subversión".

Ya en la fase final de su intervención en el seminario ¿Qué significa hoy pensar políticamente?, el autor de El sabio, el mercader y el guerrero recordó que hasta hace muy poco relacionaba la fecha del 11 de marzo con las movilizaciones que hubo en Bolonia en 1977 tras la muerte del Francesco Lorruso (un estudiante que fue asesinado por disparos de los carabineros). "Es decir, subrayó Bifo, asociaba esa fecha a un momento de explosión social que protagonizó un movimiento que puso la marginalidad en el centro de su acción política". Ahora, para él, la fecha del 11-M ha adquirido nuevas connotaciones, pero sigue simbolizando la posibilidad de una ruptura radical del circuito comunicativo que permite la supervivencia del sistema. "En las protestas ante las sedes del PP tras los atentados en los trenes de Cercanías de Madrid, concluyó, una comunicación marginal fue capaz de colarse por los intersticios de la infoesfera y provocar un desajuste -momentáneo, pero de indudable potencial simbólico- en la lógica del poder".