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Conversación entre Santiago López Petit y Sandro Mezzadra: ¿De qué está hecha una vida política? |
Así, una de las primeras cuestiones que la crítica filosófica se planteó fue buscar la forma de salir de la vida cotidiana. A juicio de Santiago López Petit ha habido tres respuestas fundamentales a esa búsqueda: la que propuso Heidegger en Ser y tiempo (que se enmarcaría dentro de lo que podríamos considerar la revolución conservadora); la que ofrecieron los surrealistas; y la que plantearon los filósofos franceses agrupados en torno a la revista Philosophies, entre ellos H. Lefevre (puente con los Situacionistas, ya que fue amigo de G. Debord). En el primer manifiesto de los surrealistas se afirmaba que la vida verdadera está más allá de la vida cotidiana y que el camino para alcanzarla se encontraba en la poesía (concebida como creación colectiva). Por su parte, los filósofos franceses anteriormente citados, consideraban que era absurdo distinguir entre vida cotidiana y vida verdadera pues, a su juicio, la vida es indivisible, algo trivial y al mismo tiempo complejo, humilde y a la vez profundo. Su tesis fundamental, que influiría en las movilizaciones de Mayo del 68, es que para hacer la revolución, hay que empezar por transformar la vida cotidiana. "En cualquier caso, subrayó López Petit, la vida entró en el discurso crítico por la vía de la crítica de la vida cotidiana. De modo que como noción filosófica adquirió una dimensión existencial pero, al mismo tiempo, quedó prisionera de una aporía: la vida está y a la vez no está en la vida cotidiana". En la actualidad, se habla continuamente de la relación entre vida y política. De hecho, la vida se ha convertido en uno de los conceptos más analizados por el pensamiento crítico. Pero se trata de una vida neutra, vaciada de sentido existencial, que ha perdido su carácter aporético. Así, en la propuesta reflexiva de dos filósofos contemporáneos que han incorporado la noción de vida a su discurso -Giorgio Agamben y Toni Negri-, desaparece toda referencia a la cotidianidad, emergiendo un concepto de vida que, en palabras de López Petit, "está vaciado de vida".
A juicio del autor de Horror Vacui. La travesía de la noche del Siglo, para salir de ese callejón es necesario devolver a la noción de vida su dimensión existencial, su carácter radicalmente ambivalente, problemático. "Se trata, precisó, de recuperar la crítica a la vida cotidiana para ir más allá de ella". En este sentido, López Petit propone reelaborar una genealogía del concepto de vida, tarea que, de algún modo, ha tratado de realizar en su último libro El infinito y la nada. El querer vivir como desafío. Esa genealogía plantea una revisión crítica del concepto de vida al centrar su análisis, no en la noción de vivir, sino en la de "querer vivir". Siguiendo la idea de Foucault de que no existe el poder sino las relaciones de poder, la tesis de López Petit es que no existe la vida, sino el "querer vivir". A su juicio, asumir eso es ya una decisión política. "Por ello, subrayó, creo que pensar hoy políticamente es hacerlo desde una política del querer vivir". En cualquier caso, el filósofo catalán señaló durante su intervención en la sede de La Cartuja de la Universidad Internacional de Andalucía que para no pecar de ingenuos o caer en la autocomplacencia discursiva, debemos ir más allá de ese planteamiento vitalista. Hay que tener en cuenta que en la actualidad, la gran maquinaria de movilización total de la vida que ha puesto en marcha el neoliberalismo, alcanza todas las esferas de la existencia de los ciudadanos (incluyendo, por supuesto, su "querer vivir"), sin que nada, ni nadie esté a salvo. "Hoy día, explicó, la vida es nuestra verdadera cárcel, el instrumento que utiliza el poder para dominarnos y someternos".
Asumiendo nuestra condición de sujetos precarios, el único modo de sacar el "querer vivir" de esta maquinaria de movilización global de la vida (esto es, de hacer del "querer vivir" un desafío) es a través el odio (del odio a la vida, no al "otro" o a uno mismo). Porque en un contexto en el que la vida se ha convertido en el auténtico campo de batalla, ese odio (concebido como una potencia de vaciamiento) es el único camino que nos queda para subvertir nuestra condición de seres precarizados. Es un odio que nos libera del miedo porque nos permite trazar una línea entre lo que queremos y lo que no queremos vivir. "Y si la vida es hoy el auténtico campo de batalla, concluyó Santiago López Petit, las preguntas sobre el sentido de la vida (¿cómo disponer de nuestro malestar? ¿qué significa hacer del "querer vivir" un desafío?...), son preguntas directamente políticas". Para Sandro Mezzadra, miembro del equipo editorial de la revista Multitude, la relación entre vida y política se puede analizar tanto a nivel teórico y filosófico como vinculándola a problemáticas y situaciones concretas. En este sentido Mezzadra comparte con Santiago López Petit la tesis de que en la fase actual del capitalismo, la vida se ha convertido en el auténtico campo de batalla, algo que, según él, se ha hecho evidente en los momentos más fructíferos de las luchas del movimiento global. Por todo ello, Mezzadra cree es necesario revisar la forma en que el pensamiento crítico contemporáneo ha analizado la relación entre vida y política. Al igual que López Petit, Mezzadra cuestiona el tipo de retórica que se ha construido a partir del concepto de biopolítica de Foucault. Una retórica que elude cuestiones teóricas conflictivas con el argumento de que muchas cosas aparentemente inexplicables de nuestro presente se deben a la emergencia de un biopoder que afecta a todas las esferas de la vida de los ciudadanos. A juicio de este filósofo italiano, incluso la propia definición de biopolítica que propuso Foucault resulta demasiado imprecisa e inconsistente, tanto desde un punto de vista teórico (no se relaciona este concepto con el de naturaleza humana) como histórico (el autor de Las palabras y las cosas obvia en todo momento la experiencia colonial). "Cuando el periodo colonial, precisó Mezzadra, es determinante para entender el paso de una lógica soberana a una lógica biopolítica. Y, bajo mi punto de vista, no tener en cuenta eso, hace que en la definición del propio concepto de biopolítica queden muchos cabos sueltos". Más allá de planteamientos filosóficos proféticos y de iluminismos activistas, Sandro Mezzadra cree que no se debe olvidar que la política (tanto por el lado del poder como de la resistencia) siempre se ha ocupado de la vida. "Por ejemplo, señaló, no se puede pensar el Estado Moderno si no es como una máquina de dominación de la existencia, del mismo modo que no se puede pensar el movimiento obrero si no es como un intento de politizar la vida".
En la actualidad, en un contexto histórico en el que la relación entre singularidad y colectividad continua sin resolverse, las fronteras que organizaron la experiencia moderna de la política y su relación con la vida, han dejado de tener sentido ("han entrado en crisis", en palabras de Mezzadra). Por ello, según este filósofo italiano, el pensamiento crítico debe profundizar en el análisis de los procesos de construcción de las formas de subjetivación y encontrar las diferencias y conexiones que existen entre los procesos de producción de subjetividad que lleva a cabo el poder y los que se hacen desde ámbitos contrahegemónicos. En este punto de su intervención en el seminario ¿Qué significa hoy pensar políticamente?, Sandro Mezzadra propuso analizar la "crisis de las fronteras" que organizaron el discurso de la modernidad occidental desde dos puntos de vistas: el de la transformación del trabajo y el de la transformación de las instituciones políticas. Siguiendo la tesis de Santiago López Petit de que la globalización neoliberal ha puesto en marcha un proceso de movilización total de la existencia que afecta a todas las esferas de la vida de los ciudadanos (no sólo la laboral), Mezzadra considera que, a día de hoy, estamos asistiendo a una profunda transformación de la relación entre producción y vida. "Una transformación, aseguró, marcada por la plena realización de lo que Marx (uno de los filósofos que ha reflexionado de forma más lúcida sobre la relación entre vida y política) definió como fuerza de trabajo". A su juicio, la noción marxista de fuerza de trabajo -que podría definirse como el conjunto de actitudes psicológicas y físicas que tiene un cuerpo vivo- es muy útil para entender la situación contemporánea. Según Mezzadra, también la transformación de las instituciones políticas deriva de esta "crisis de las fronteras" que elimina la distinción entre lo privado y lo público, entre Estado y sociedad civil. "Actualmente, subrayó, es igual de difícil trazar una línea de separación entre trabajo (producción) y vida cotidiana, que establecer un límite entre marco institucional y entorno social".
Partiendo de estas premisas, el objetivo que según Mezzadra debe plantearse el discurso crítico es pensar cómo se puede desarrollar una materialización de la idea de Rancière de política (estallido de una insurgencia puntual que genera una igualdad absoluta) que no origine a medio plazo una maquinaria de corte policial (una estructura de sumisión y dominio, de jerarquización social). En su opinión se trata tanto de un problema teórico (filosófico) como práctico (aplicable a experiencias y situaciones concretas). Por ello, apuesta por pensar fórmulas que permitan que de un momento de insurgencia puntual -por ejemplo, las movilizaciones en España para protestar contra la manipulación informativa del gobierno de Aznar tras los atentados del 11M en Madrid- se derive un proceso a medio y largo plazo que propicie un desmoronamiento definitivo de la estructura de dominación pre-existente. "Todas estas reflexiones sobre la relación entre política y vida, concluyó Sandro Mezzadra, ponen de manifiesto la necesidad de que los movimientos sociales vuelvan a pensar la cuestión de las instituciones". |