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Conferencia de Jorge Cortell Albert: Tecnologías de control y propiedad intelectual

Jorge Cortell AlbertCon la connivencia de grandes empresas del ámbito de la informática (fundamentalmente Microsoft, pero también otras como Apple) y a través de programas como Carnivore (software usado por el FBI que se instala en los proveedores de acceso a Internet y permite rastrear todo lo que un usuario hace durante su navegación web), el gobierno estadounidense está intentando introducirse en los ordenadores personales de los ciudadanos de todo el mundo (no sólo de los norteamericanos). "Supuestamente", indicó Jorge Cortell durante su intervención en las Jornadas Crítica de Propiedad Intelectual de Málaga, "lo hace para luchar contra determinados delitos –tanto informáticos como de otras clases-, "pero, ¿qué le impide utilizar esas puertas traseras de nuestros ordenadores para 'husmear' todo lo que hay en ellos y controlar nuestros movimientos y actividades?".

De hecho, la obsesión por la vigilancia y el control de los ciudadanos que tiene la administración Bush le ha llevado a exigir a todas las empresas que quieran ofrecer telefonía por IP (que convierte la voz en datos) a que incorporen en sus protocolos, redes y estructuras algún mecanismo técnico que impida encriptar las comunicaciones. A su vez, poco después del 11-S, Bush firmó una orden secreta que autorizaba a la Agencia Nacional de Seguridad (NSA) a escuchar las conversaciones telefónicas y monitorear el correo electrónico de ciudadanos estadounidenses sin una orden judicial. Es decir, sin necesidad de justificar por qué y para qué se realizan esas escuchas que, como han advertido numerosas asociaciones jurídicas estadounidenses, son ilegales y vulneran principios fundamentales de la constitución norteamericana. "Pero el gobierno de Bush", aclaró Jorge Cortell, "ni siquiera trata de justificar estas medidas con argumentos racionales y defendibles desde un punto de vista jurídico, sino que se limita a repetir una idea tan sencilla como peligrosa: lo hacemos por tu bien".

En cualquier caso, nada de esto es nuevo, pues, según Jorge Cortell, el gobierno estadounidense lleva muchos años vigilando a los ciudadanos del resto del mundo a través de la red Echelon, un complejo sistema tecnológico de espionaje y análisis que permite interceptar comunicaciones electrónicas (emisiones por radio y satélite, llamadas de teléfono, faxes, e-mails...). Creada durante la Guerra Fría (aunque hay algunos investigadores que aseguran que existe desde la II Guerra Mundial), el objetivo inicial de esta red era controlar las acciones militares y diplomáticas de la Unión Soviética y sus aliados, y hoy día se utiliza, al menos oficialmente, para rastrear los movimientos de los nuevos "enemigos de la libertad": redes mafiosas, narcotraficantes y, sobre todo, grupos terroristas.

Jorge Cortell Albert"Pero hay sospechas más que fundadas", aseguró Cortell, "de que Echelon también se está utilizando para el espionaje económico y la interceptación de comunicaciones personales". Este espionaje económico ha sido incluso admitido por el ex-jefe de la CIA James Woolsey que, en un artículo publicado en el Wall Street Journal el 17 de marzo del año 2000, lo justificaba alegando que las empresas europeas estaban recurriendo a la corrupción para conseguir ventajas competitivas. No hay que olvidar que la existencia de Echelon salió a la luz pública tras unas investigaciones que llevaron a cabo los servicios secretos franceses para descubrir las razones por las que había fracasado inesperadamente una venta de aviones que iba a realizar la compañía paneuropea Airbus a un país africano. "Por tanto", subrayó Cortell, "el argumento de que todas estas medidas de vigilancia y control se toman por el bien de los ciudadanos es una auténtica milonga".

Sea como sea, a juicio de Jorge Cortell lo más grave no es que se utilicen tecnologías de control para impedir la copia privada o para poder espiar lo que cualquier persona dice y hace, sino lo que viene después. Hay que tener en cuenta que estas tecnologías de control, a pesar del alto nivel de sofisticación que han alcanzado, no han servido, al menos hasta el momento, para prevenir ni evitar nada significativo. "Sin embargo", precisó, "sí han servido para favorecer determinados intereses económicos e instrumentalizar la opinión de los ciudadanos".

Para Jorge Cortell, que ha sido profesor del Master de Multimedia de la Universidad Politécnica de Valencia, el mayor peligro de estas tecnologías de control es que se están utilizando para perfeccionar estrategias de profiling (técnica que segmenta a la población en función de ciertos criterios: el sexo, la raza, la religión...), a partir de las cuales se decide quién puede ser un terrorista (o un hacker, o un violador) y quién no. A su juicio, se recurre a estas estrategias de profiling o segmentación -que se utilizan tanto para hacer campañas comerciales como políticas- porque es mucho más fácil controlar e instrumentalizar a colectivos homogéneos y claramente identificables que a una "masa informe compuesta por sujetos individuales".

El discurso oficial es que el profiling facilita los procesos de búsqueda de delincuentes potenciales y, por tanto, permite ser más eficaz en la protección de la "seguridad nacional". Sin embargo, Jorge Cortell cree que las búsquedas selectivas que se basan en estas técnicas de segmentación, no son más eficientes para prevenir posibles atentados o atrapar a "posibles enemigos" que las búsquedas aleatorias. "Pues el 'malo', el villano", ironizó, "no es una probabilidad. Es un ente pensante -y por lo general, bastante brillante- que sabe cómo sortear esa segmentación: si buscan a calvos, se pondrá una peluca, si buscan a ciudadanos de origen norteafricano, se disfrazará de sueco". Muestras de esa ineficacia: en el año 2004, un total de 11.000 ciudadanos estadounidenses no pudieron coger sus vuelos porque sus nombres u otros datos personales coincidían con el de algún individuo buscado por el FBI.

En opinión de Jorge Cortell, si el gobierno norteamericano sigue recurriendo al profiling, no es porque piense que es una buena herramienta para luchar contra el delito, sino porque le ayuda a controlar y manipular la opinión pública. "Bajo mi punto de vista", señaló, "EE.UU. es, a día de hoy, un 'estado fascista' en el que el poder intenta vigilar todos los movimientos y actividades de sus ciudadanos y visitantes, creando un ambiente angustioso de terror y sospecha permanente". Por ejemplo, el Pentágono quiere desarrollar una gran base de datos (llamada originariamente Total Information Awareness -TIA-, aunque recientemente ha pasado a denominarse Terrorism Information Awareness) que incluya la máxima información posible de todas las personas que han nacido o vivido en los Estados Unidos. Para recopilar esos datos, la administración Bush puso en marcha tras el 11-S una campaña institucional que "instaba" a los estadounidenses a colaborar con las fuerzas de seguridad ofreciéndoles todas las informaciones que pudiesen de las personas de su entorno (fueran o no fueran sospechosas de cometer actos delictivos).

Aunque el congreso norteamericano no aprobó la financiación de esta base de datos, el Pentágono ha conseguido que varias empresas de telemarketing se comprometan a desarrollar el proyecto. "De este modo", aseguró Jorge Cortell, "los datos que se recopilen servirán tanto para proteger la 'seguridad nacional' como para vender revistas, ropa, música o lo que haga falta". En cualquier caso, esos datos por sí mismos no tienen sentido; hace falta procesarlos y analizarlos. Y para ello el gobierno norteamericano está invirtiendo una gran cantidad de dinero en crear herramientas que permitan visualizar dichos datos. "Su objetivo", insistió Cortell, "no es atrapar a los 'malos', sino controlar a la opinión pública y, finalmente, conseguir votos".

Jorge Cortell AlbertHay que tener en cuenta que, según Jorge Cortell, gracias a estas tecnologías de control, George W. Bush ha logrado ganar dos veces seguidas las elecciones presidenciales estadounidenses de forma fraudulenta. En este sentido hizo referencia a los datos aportados por investigadores independientes como Gregory Palast, quien asegura que en las elecciones de noviembre de 2004, cientos de miles de votos (procedentes, en su mayor parte, de condados y distritos que apoyan al Partido Demócrata) fueron "robados" electrónicamente, dando una ventaja considerable a los Republicanos. "Hay cosas realmente sorprendentes", recordó Cortell, "como que ningún organismo retirara las máquinas de voto electrónico fabricadas por la empresa Diebold a pesar de que hubo numerosas denuncias de que su software de seguridad tenía graves vulnerabilidades internas". "Curiosamente", agregó, "Diebold ha sido una de las empresas norteamericanas que ha apoyado de forma más generosa la segunda campaña electoral de George W. Bush".

Con el uso de estas tecnologías de control y de estas técnicas de segmentación, lo que realmente se persigue, según Jorge Cortell, es crear un estado de terror que permita dominar todas las esferas de la vida de los ciudadanos. De hecho, en EE.UU. ya hay empresas que utilizan un "profiling" genético para seleccionar a sus empleados ("y lo que ocurre allí, terminará sucediendo en el resto del planeta"). A su vez, existe una proposición de ley para que se realice un análisis genético a todas las personas que sean detenidas (sin necesidad de que hayan sido juzgadas y, por tanto, condenadas).

Pero la utilización "paranoica" de estas tecnologías de control no sólo afecta a los ciudadanos norteamericanos. El gobierno estadounidense exige a las compañías áreas de otros países los datos de todos los pasajeros de sus vuelos transatlánticos. "Teniendo en cuenta todo esto", señaló Jorge Cortell en la fase final de su intervención en las Jornadas Críticas de Propiedad Intelectual de Málaga, "parece que no estamos muy lejos de que ciertas cosas que se apuntaban en Minority Report (filme de ciencia-ficción dirigido por Steven Spielberg y protagonizado por Tom Cruise) se hagan realidad y en muy poco tiempo habitemos un mundo en el que la publicidad esté personalizada o en el que nos asignen la casa, la pareja o el trabajo en función de nuestro código genético".