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Resumen del encuentro Copyleft: la potencia de lo público [Málaga 4-5 de junio de 2004] |
El primer paso de esta iniciativa para luchar contra los efectos perversos de la legislación sobre propiedad intelectual se dio en unas jornadas que tuvieron lugar en Madrid en marzo de 2003, donde se impulsó por primera vez en el Estado español un debate público acerca de las implicaciones sociales, políticas y económicas de la conversión de la cultura, la información y el conocimiento (artístico y científico) en mercancía. Algunos de los asistentes a esas jornadas decidieron organizar un encuentro similar en Barcelona, una ciudad-marca en la que la protección y difusión de la cultura sirve de excusa para justificar todo tipo de operaciones especulativas. Las personas que estén interesadas en recibir información sobre estos eventos, así como otras noticias relacionadas con el copyleft y los modelos alternativos al copyright restrictivo, pueden suscribirse a la siguiente lista de correos ( Esta dirección de correo electrónico está protegida contra los robots de spam, necesita tener Javascript activado para poder verla ) o visitar la web http://copyleft.sindominio.net.
En defensa del procomún. Estrategias de resistencia al copyright restrictivo
En la actualidad, las tecnologías de la comunicación y de la información permiten una "era de la abundancia", al menos en el espacio de la producción inmaterial, eliminando muchas de las barreras que ralentizaban y dificultaban la creación, reproducción, distribución y circulación de obras intelectuales. En este contexto, la legislación tradicional sobre el copyright es un anacronismo jurídico que en vez de fomentar la creación, sólo sirve para proteger los intereses de monopolios industriales, sociedades de gestión de derechos de autor y unos pocos (muy pocos) creadores estrellas. Desde la posición de poder que ocupan, estos agentes tratarán de mantener un sistema jurídico y económico que les beneficia, aunque sea a costa de la criminalización de una serie de actividades que lleva a cabo la mayor parte de la población. "No hay que olvidar, indicó Miquel Vidal, que el mercado capitalista sólo es capaz de generar riqueza a partir de la escasez, hasta el punto de que la provoca artificialmente cuando le conviene, como intenta hacer en la actualidad con la producción de bienes intelectuales". A juicio de Miquel Vidal, para que la apuesta por la libre circulación de los conocimientos, la cooperación social sin mando y la autogestión que promueve el procomún pueda ser efectiva, hay que desarrollar una estrategia de resistencia integral en tres capas diferentes y complementarias: física, lógica y de contenidos. En el ámbito de las nuevas tecnologías de la comunicación, esa acción de resistencia incluiría la creación de comunidades wireless que no utilicen las infraestructuras de redes controladas por las grandes corporaciones o la reivindicación de un tramo del espectro radioeléctrico para uso público (capa física). Así como el desarrollo de software no propietario y de protocolos abiertos (capa lógica) y la elección para la difusión de sus documentos y trabajos de alguna modalidad de licencia copyleft, como las que ofrece Creative Commons (capa de contenidos). Hay que tener en cuenta que la repuesta a la rigidez e insolidaridad de la legislación sobre propiedad intelectual se debe adecuar a las características específicas de cada ámbito de producción cultural e inmaterial (música, literatura, artes plásticas, conocimiento científico, investigación tecnológica...). No tiene sentido, por ejemplo, implementar el modelo del software libre a la lucha contra las patentes de medicamentos. "Pero en todos los casos, precisó Miquel Vidal, es necesario garantizar la creación de un pasillo entre las tres capas que haga viable y sostenible la aplicación del procomún, sin olvidar nunca que este derecho civil es un pre-requisito de libertad, no una especie de panacea que resuelve todas la desigualdades e injusticias".
Con la música a otra parte. SGAE, Top Manta, industria musical... ¿Quiénes
son realmente los piratas?
Al final de todo este proceso enrevesado y difuso, el músico suele sacar entre unas 50 o 60 de las viejas pesetas por cada disco de 12 euros que vende."Si tenemos en cuenta, señaló Escolar, que sólo el 0,7% de los discos que se publican anualmente logra vender más de diez mil copias, la conclusión es bastante clara: la mayor parte de los músicos no vive de sus discos, sino de las actuaciones que ofrece". Por todo esto, Ignacio Escolar piensa que a los músicos les interesa que le pirateen sus canciones, pues es la mejor forma de que la gente les conozca y luego vaya a sus conciertos. De hecho, la supuesta reducción de la venta de discos por culpa del top manta, la grabación casera de cds originales y el intercambio de canciones a través de Internet, sólo está perjudicando a un sector concreto de la industria musical -las grandes discográficas-, ya que, por ejemplo, la cifra de los ingresos por conciertos se ha duplicado en los tres últimos años. Para Ignacio Escolar, que obtuvo el I Premio de Periodismo Digital "José Manuel Porquet" por su artículo Por favor, ¡pirateen mis canciones, la verdadera razón de la crisis de las discográficas es que el desarrollo tecnológico ha hecho que no sean necesarias, pues ha abaratado enormemente los procesos de grabación y de distribución. Sólo les queda una cosa, la promoción, aunque ahora, a través de Internet existen cada vez más posibilidades de publicitar con rapidez y eficacia una canción sin necesidad de intermediarios. Sin embargo, las compañías discográficas siguen gozando de un enorme poder gracias a dos hechos fundamentales: la ignorancia (o, en algunos casos, la simple codicia) de numerosos artistas y la pervivencia de un sistema legislativo anacrónico que impide, por ejemplo, regalar canciones. "Con la excusa de que defienden los derechos morales irrenunciables de los autores, explicó Ignacio Escolar, la SGAE puede cobrar en tu nombre un tema que has decidido ceder gratuitamente". Se trata de una organización jerárquica y cerrada, cuyos socios sólo pueden participar en la elección de la Junta Directiva si tienen más de dos años de antigüedad y han generado unos ingresos mínimos. De hecho, el 80% de sus miembros no puede votar, y quienes lo hacen, se deben someter a un rígido y clasista sistema electoral que concede más poder a los socios -ya sean autores o editores- que generan más ingresos. Además, el 20% de la recaudación de la SGAE (que, en palabras de Escolar, es una "especie de Ministerio de Cultura en la sombra") procede de ingresos sin titular específico, es decir, que no se sabe a qué grupo o autor pertenece. "Ese dinero, ironizó Ignacio Escolar, se suele utilizar para promover a grupos que empiezan como Jarabe de Palo o promocionar la carrera de gente con escaso apoyo mediático como Ana Belén o Víctor Manuel". A su vez, en una de sus ultimas asambleas selectivas, la SGAE ha decidido que el 1% de esos ingresos indefinidos se destine a la creación de un "lobby" que conciencie a la opinión pública de los perjuicios que está provocando la piratería. "Ese lobby, advirtió Ignacio Escolar, pretende introducir nuevas restricciones en la actual legislación sobre propiedad intelectual, convirtiendo a Internet en un 'espacio de difusión pública' (la misma figura normativa que regula la emisión de música en bares y discotecas)". De este modo, se da cobertura legal a la SGAE para que cobre a un músico (aunque no sea socio) por dejar que los cibernautas se descarguen de forma gratuita algunas de sus canciones. Ante esta situación, Ignacio Escolar considera urgente plantear iniciativas concretas que traten de frenar la acción depredadora de la SGAE. Él encuentra tres posibles opciones a medio plazo: crear una sociedad de gestión propia; intentar modificar la próxima Ley de la Propiedad Intelectual con movilizaciones en la calle, recursos jurídicos y presión mediática; o pactar con alguna entidad de gestión ya existente para que promueva un sistema de licencias copyleft.
Contra la propiedad intelectual
Con frecuencia se cuestiona la viabilidad económica de los modelos alternativos al copyright restrictivo, asegurando que la expansión del copyleft impedirá a los creadores vivir de su trabajo. En este sentido, Jorge Cortell recordó que actualmente los autores pueden obtener tres tipos de remuneraciones fundamentales por sus creaciones: adquirir prestigio o popularidad (dándole a conocer en ámbitos culturales y profesionales); lograr ingresos por el alquiler de su talento (por ejemplo, los conciertos); y sacar réditos por cada copia que venden de sus obras. Los sistemas de licencias basados en el copyleft no se oponen a las dos primeras clases de remuneraciones, pero cuestionan la tercera y, sobre todo, un cuarto tipo de ingresos que, con la actual legislación sobre propiedad intelectual, obtienen los autores (y sus herederos): los beneficios derivados del uso que se haga de su trabajo. Esto es, hoy día los usuarios deben pagar no sólo por adquirir un producto intelectual manufacturado (lo que garantizaría los réditos por la venta de copias de una obra), sino por utilizarlo. En este punto, Jorge Cortell recordó que toda ley es fruto de un contrato social y que, por ello, no es necesariamente justa. "En la Grecia del siglo V antes de Cristo, ejemplificó, la pedofilia no sólo era una práctica habitual y socialmente aceptada, sino que estaba amparada por la ley". A menudo, se defienden los sistemas legislativos sobre propiedad intelectual que se aplican actualmente en la mayor parte de los países europeos porque, a diferencia de los derivados de la tradición jurídica anglosajona, otorgan a los autores y editores una serie de "derechos morales" (reconocimiento de la autoría, respeto a la integridad de la obra...) que complementan los "derechos de explotación" (propiedad exclusiva sobre la reproducción, distribución y comercialización de una creación) en los que se centra el copyright. A juicio de Cortell, se trata de una distinción más simbólica que efectiva, pues en ambos casos el fin es canalizar y controlar los medios de distribución y comercialización de los productos culturales. En este contexto, las sociedades de gestión de los derechos de autor funcionan como un monopolio legal que tiene la potestad exclusiva sobre la recaudación de los derechos de explotación. Imbuida de ese afán recaudatorio, una de estas entidades, la SGAE, se ha inventando un impuesto absurdo: el canon por los cds vírgenes (que fiscaliza la copia privada). "Una tasa, alertó Jorge Cortell, que también quieren aplicar a los discos duros". Para Jorge Cortell lo que debería regularse con más precisión es el plagio, una actividad que llevan a cabo desde instituciones públicas y organismos oficiales (por ejemplo, el gobierno de los EE.UU, que copió la baraja de poker con los rostros de los dirigentes iraquíes más buscados) hasta figuras mediáticas como Ana Rosa Quintana, pasando por grandes corporaciones como Disney. De hecho, uno de los filmes más conocidos (y que más ingresos ha generado) de esta multinacional, El rey león (1994) es un plagio evidente de una película de animación japonesa de 1965, El emperador de la jungla. "Y lo más paradójico, subrayó Cortell, es que Disney ha conseguido en los tribunales que El emperador de la jungla no pueda distribuirse fuera de Japón". No hay que olvidar que en EE.UU los juicios son tan caros, que las personas y entidades con escasos recursos económicos tienen muy pocas posibilidades de afrontar con éxito una demanda judicial. Hay otros muchos ejemplos que reflejan las arbitrariedades y los abusos que se pueden cometer con la excusa de defender los derechos de autores y editores. En EE.UU, la condena por copiar ilegalmente un programa como Photoshop es mayor que por disparar a alguien en la rodilla; la RIAA (Recording Industry Association of America) y la BSA (Business Software Alliance) consiguieron incriminar en un sólo día a 216 usuarios (entre ellos una niña de 12 años) por descargarse música de Internet; la multinacional Time Warner obtiene dos millones de dólares anuales por los derechos de la canción "Cumpleaños feliz". En otros países como Finlandia, los taxistas tienen que pagar un canon (20 euros al año) por la música que suena en las radios de sus coches; el mismo dinero que deben desembolsar las guarderías por las canciones que cantan sus jóvenes alumnos. "Además, subrayó Jorge Cortell, las leyes de propiedad intelectual no sólo afectan a los productos culturales, sino a todos los sectores industriales: desde el desarrollo de software a la investigación médica y biológica o la fabricación de periféricos informáticos". Ya en la fase final de su intervención en los encuentros copyleft de Málaga, Jorge Cortell recordó que el periodo de caducidad de los derechos de autor se ha ampliando varias veces desde su creación, pasando de los 14 años de 1790 a los casi 100 de la actualidad (dura lo que la vida de su autor, más 70 años -para individuos- o 95 años -para empresas). Y curiosamente, ese periodo se ha ido prorrogando cada vez que estaba a punto expirar el copyright de Micky Mouse (que, por cierto, es una copia de una pintura rupestre encontrada en la República Checa). No hay que olvidar que transcurrido ese periodo de protección, las obras pasan a ser consideradas "dominio público", lo que posibilita que sean reproducidas, versionadas y distribuidas libremente. Para Jorge Cortell, el hecho de que históricamente la mayor parte de las producciones intelectuales hayan estado dentro de ese "dominio público", ha contribuido al desarrollo de la cultura. Algo de lo que incluso Disney se ha beneficiado, pues muchas de sus películas más taquilleras -Cenicienta, Blancanieves, Pinocho...- se "inspiraron" en obras que carecían de copyright. |