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Paseo II, por José Luis Ortiz Nuevo: De la memoria, los sentidos y las cosas |
El miércoles 29 de junio, José Luis Ortiz Nuevo, autor de libros como Las mil y una historias de Pericón de Cádiz o Alegato contra la pureza, organizó un laberíntico paseo por plazas y calles que retienen la memoria de la Sevilla del siglo XIX, la época en la que se configuró una peculiar forma de ser de la ciudad que, con sus tópicos y contradicciones, continua aún vigente. "En ese tiempo, recordó Ortiz Nuevo durante la presentación de su paseo, la ciudad vio nacer el flamenco (un arte popular y moderno que surge a la vez que el ferrocarril), la Feria y también la Semana Santa tal y como la conocemos hoy en día, con su marcado carácter escénico y su mezcla de devoción religiosa y celebración festiva". José Luis Ortiz Nuevo ofreció un paseo por el espacio y por el tiempo de una Sevilla imaginada en la que confluyen sensaciones y deseos, olvidos y recuerdos, pensamientos y añoranzas, luces y sombras. Un recorrido intramuros por la ciudad barroca y renacentista que juega a ser escaparate de sí misma durante los "días señalaítos" de sus celebraciones, pero en la que también bulle la vida -con sus conflictos y antagonismos- durante el resto del año. "Un paseo, subrayó Ortiz Nuevo, por la memoria personal y colectiva de la Semana Santa, el momento en el que Sevilla se convierte en un teatro grandioso y fastuoso donde se entremezclan y confunden artistas y espectadores, escenario y patio de butacas. Es una ceremonia realmente única, a la que yo, en contradicción absoluta (pero consciente) con mi posición vital de agnóstico militante, venero de una manera total". De hecho, José Luis Ortiz Nuevo ha llegado a salir de costalero en la Hermandad de La Hiniesta, en cuyo templo, situado en la Plaza de San Julián, se inició el recorrido. Allí, Ortiz Nuevo recordó que hasta la década de los setenta los costaleros eran profesionales, por lo general, trabajadores del muelle que cobraban un sobresueldo por cargar los pasos. Incluso a principios del siglo XX se les llamaba "gallegos" (ya que en los trabajos más duros del puerto abundaba la mano de obra procedente de esa región). Todo eso cambió a partir de 1973, cuando en la Hermandad de los Estudiantes se formó la primera "cuadrilla de hermanos costaleros" que no cobraba nada por llevar los pasos. El ejemplo cundió y ahora han desaparecido (casi) por completo las cuadrillas de costaleros profesionales. Desde la plaza de San Julián, se tomó la calle Duque Cornejo, se dobló a la izquierda por San Luis y después a la derecha por Divina Pastora hasta llegar a las plazas del Cronista y del Lucero. Ésta última acogió varias actuaciones de cante y baile jondo en una de las primeras ediciones de la Bienal de Flamenco de Sevilla. José Luis Ortiz Nuevo recordó que a una de esas actuaciones asistió el escritor argentino Jorge Luis Borges que al ser preguntado por un periodista si le gustaba el flamenco, dio una respuesta lacónica pero contundente: "¿!cómo no me iba a gustar¡?". La siguiente escala del paseo fue la plaza de Montesión, donde José Luis Ortiz Nuevo leyó un texto en el que bailaor extremeño criado en Sevilla, Enrique El Cojo, describe a sus vecinos en el "Convento de la Paz" (Pepa la Boticaria, Juana La Farolera, Adela la del Consumo, Mariquita la Cartera, Concha la del Maricón, Duarte, la Canariera...). Después, tras cruzar la calle Feria (una de las principales arterias comerciales de la zona norte del casco antiguo) y atravesar Joaquín Costa (calle que históricamente ha gozado de muy "mala fama" porque en ella se ejercía la prostitución), se llegó a la Alameda de Hércules, el principal boulevard de la Sevilla histórica y tradicional punto de encuentro de los sectores más libertinos y canallas de la ciudad (de hecho, actualmente es la zona donde se concentra la "movida alternativa" sevillana). Allí, flanqueado por dos de las cuatro columnas romanas que jalonan los extremos sur y norte del boulevard, Ortiz Nuevo leyó un texto aparecido el 16 de agosto de 1905 en el diario El Liberal en el que el articulista pedía a las autoridades competentes que prohibieran ciertas "coplillas" que cantaban algunos coros de carnaval que habían contratado los dueños de los cafés y quioscos de la zona. "Cuyas letras, argumentaba el articulista, tan pésimas como indecentes (...) son un verdadero derroche de naturalismo soez sin gracia y sin ingenio (...) y constituyen un atentado a la moral y a las buenas costumbres". El paseo también tuvo "pespuntes" en tiempos muy antiguos, como la Torre de Don Fradrique, edificada en 1252 por el Infante Don Fadrique, hermano de Alfonso X el Sabio e hijo de Fernando III el Santo. A pesar de ser una de las construcciones más antiguas de la ciudad, en la actualidad permanece cerrada al público y semiabandonada, pasando completamente desapercibida para cualquiera que no la conozca (de hecho sólo se divisa claramente desde algunos tramos de la calle Lumbreras). Según cuenta la leyenda, el infante Don Fadrique mandó construir esta torre para disponer de un sitio lejos de su residencia en el Alcázar en el que poder encontrase con Juana de Pointhieu que era, a la vez, su amante y su madrastra. Con apenas diecisiete años, Pointhieu (que procedía de la familia real francesa) se había casado con su padre, Fernando III, después de que éste enviudase de su primera esposa (Beatriz de Suabia). Al poco tiempo, Fernando III falleció y Don Fadrique y Juana de Pointhieu, que tenían la misma edad, iniciaron una intensa y apasionada relación amorosa que sería muy mal vista por el clero y la nobleza sevillana. La historia acabó trágicamente, pues ella, ante la presión social, tuvo que volver a Francia, mientras Don Fadrique fue sentenciado a muerte bajo la acusación de "haber ofendido el decoro real al tener amores ilícitos" con su madrastra. A la hora del crepúsculo, el grupo encabezado por Ortiz Nuevo llegó a su siguiente (y antepenúltima) "estación de penitencia": la calle Torneo, desde la que se veía, a contraluz, el río Guadalquivir, la isla de La Cartuja (con sus edificios fantasmales) y la silueta, ya borrosa, de la sierra del Aljarafe. Después cogió por Curtidurías, San Vicente y Baños para terminar desembocando en la Plaza de la Gavidia, donde Ortiz Nuevo, rememoró algunos mitos fundacionales de sus relaciones sentimentales, al tiempo que denunció la creciente especulación inmobiliaria que se está llevando a cabo en el casco antiguo de Sevilla. Antes del "merecido refrigerio" final, los miembros de la comitiva hicieron escala en el lugar en el que, según Ortiz Nuevo, nació el flamenco, la calle Tarifa (situada junto a la Plaza del Duque), donde Silverio Franconetti abrió en 1871 el primer café cantante que acogió actuaciones de arte jondo. Muy cerca de allí, en La Campana, ya se entonaban a mediados del siglo XIX, tristes y lastimeras saetas al paso de las procesiones de la Semana Santa. Estaba previsto que el paseo finalizase en la cervecería El Tremendo -"que tiene fama de ser una de las mejores de Sevilla", aseguró Ortiz Nuevo-, pero al estar cerrada, el grupo decidió trasladarse a la plaza de Los Terceros que en primavera y verano se llena de veladores donde se pueden degustar todo tipo de tapas. |