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El Cairo y su subalterno. Asef Bayat |
Director Académico de ISIM (Instituto Nacional de Estudios Islámicos en el Mundo Moderno) y catedrático de la Universiteit Leiden, el sociólogo iraní Asef Bayat analizó las estrategias de apropiación del espacio y de los bienes públicos que ponen en marcha las clases urbanas subalternas en El Cairo y en otras ciudades de Oriente Medio. Hay que tener en cuenta que gran parte de la población de estas ciudades vive de la economía sumergida en asentamientos urbanos informales que, en muchos casos, carecen de infraestructuras básicas y ni siquiera aparecen en los planos y mapas oficiales. Sólo en El Cairo, se contabilizan más de un millar de estas comunidades urbanas espontáneas que alojan a unos cinco millones de personas. Las elites locales de los países árabes se muestran tan recelosas como impotentes ante la expansión y consolidación de estas poblaciones subalternas que se sitúan en los márgenes del orden social y económico. Por un lado, creen que, debido a su escaso nivel de formación y a sus duras condiciones de vida, los integrantes de las clases subalternas sólo se preocupan por su supervivencia diaria, no confían en el progreso colectivo a largo plazo y pueden ser fácilmente manipulados por líderes políticos y religiosos populistas. "Un planteamiento simple y determinista (y no exento de un profundo complejo de superioridad), señaló Asef Bayat en el inicio de su intervención en Representaciones árabes contemporáneas, que desmienten algunos estudios sociológicos y antropológicos recientes, en los que se asegura que las clases subalternas tienen capacidad de articular, no sólo estrategias de supervivencia, sino también acciones autónomas de resistencia política". Por otro lado, las clases medias y altas árabes consideran que la proliferación de estos barrios informales -que crecen de forma incontrolada y anárquica- está socavando el equilibrio urbano, permitiendo que los movimientos islamistas radicales se infiltren a su antojo en el interior de las ciudades y ganen adeptos entre las clases más desfavorecidas. De este modo, se obvia que hay otros muchos factores que han permitido la expansión del extremismo islámico, como el desigual reparto de riquezas a nivel global, las políticas de represión de los gobiernos árabes (apoyados por Occidente) o su incapacidad para afrontar los problemas de sus ciudadanos. "Y no hay que olvidar, subrayó Asef Bayat, que estos movimientos islamistas no se han gestado precisamente en los barrios pobres de las grandes ciudades árabes". Partiendo de la identificación de la "normalidad urbana" con los hábitos sociales de las elites políticas y económicas, la rápida e incontrolada proliferación de asentamientos informales (en los que las calles no tienen nombre, la construcción de nuevas viviendas no se somete a ninguna regulación y el espacio doméstico y público se confunde) se percibe como un "proceso cancerígeno" que desbarata cualquier proyecto de planificación urbanística y sólo genera caos y desorden. De este modo, se termina justificando el control social como único medio para preservar el equilibrio urbano y el progreso político y económico. Para las clases dirigentes del mundo árabe, la razón principal de esta proliferación urbana es la emigración masiva de campesinos a la ciudad, que está "ruralizando" capitales como El Cairo o Alejandría . Pero según Asef Bayat, estas comunidades están habitadas por gente que procede de zonas geográficas y ámbitos ocupacionales muy heterogéneos. "No sólo viven emigrantes rurales o marginados urbanos, precisó Bayat, también una nueva y creciente 'clase media lumpen' que ocupa los escalafones inferiores del sistema laboral". La mayor parte de los habitantes de estas comunidades informales esperan que a medio y largo plazo su situación de "anormalidad urbana" cambie. "Viven intencionadamente fuera de las nociones modernas de la urbanidad, explicó Asef Bayat, pero no por convicción ideológica (es decir, porque sean antimodernos), sino porque sus condiciones de existencia le obligan a ello. La modernidad es demasiado cara, y no todo el mundo se la puede permitir". Ellos aspiran a tener televisión en color, a disponer de agua corriente, a poder arrendar legalmente un local, a gozar de seguridad y estabilidad laboral..., pero ante la dificultad de garantizar su propia supervivencia respetando las normas de las sociedades modernas (que exige una adhesión a estrictas disciplinas de tiempo, espacio, contrato...), terminan optando por un modo de vida informal: autoempleo, búsqueda de soluciones no administrativas para resolver conflictos personales, utilización de vías de negocios ilegales o alegales... La obligación a asumir las normas mercantiles del capitalismo global y de reducir el déficit presupuestario, hizo que en las décadas de los 80 y 90 disminuyeran notablemente las políticas sociales de los regímenes árabes, desapareciendo la figura del estado asistencial. Esa política de recortes sociales coincidió con un mayor grado, al menos en apariencia, de apertura, lo que permitió la emergencia de algunos movimientos sociales críticos en algunas ciudades de Oriente Medio (Teherán, Alejandría, Beirut,...). "En cualquier caso, advirtió Asef Bayat, comparado con otras zonas como Latinoamérica, el activismo urbano en los países árabes y de Oriente Medio, es muy escaso, y sólo se produce en circunstancias especiales (guerra de Irak, incursiones sangrientas de Israel en los territorios palestinos ocupados...)". De hecho, actualmente, la mayoría de las redes de cooperación social que existen en estas ciudades, tienen una estructura jerárquica y asistencial, y normalmente están dirigidas por figuras paternales como jeques, ulemas o incluso matones. Uno de los ejemplos más representativos de este tipo de redes son los movimientos islamistas que están desempeñando una labor muy importante en la mejora de las condiciones de vida de los más pobres (tanto por las prestaciones benéficas que ofrecen, como por las eficaces estructuras de solidaridad y apoyo que han montado), pero lo hacen siempre desde una actitud paternalista que excluye a los "asistidos" de la toma de decisiones y de las tareas organizativas. "Además, indicó Asef Bayat, a diferencia de la teología de la liberación en Latinoamérica, el movimiento islamista concibe las reivindicaciones de carácter laico -por ejemplo, la justicia social- como un instrumento estratégico para alcanzar un objetivo mucho más noble: la instauración del Estado islámico". Según Asef Bayat, la falta de una red autónoma de activismo social con un funcionamiento más o menos horizontal se debe a tres motivos fundamentales. En primer lugar, a la política represiva del Estado hacia las acciones y manifestaciones reivindicativas. En segundo lugar, a la ausencia de un sistema de organización política estable en el que los partidos dependan del apoyo directo del electorado para conseguir representación y capacidad de negociación. Y por último, a la persistencia de una política populista que ha permitido a los regímenes árabes mantener un contrato social tácito con sus ciudadanos por el que se comprometen a cubrir algunas de sus necesidades básicas a cambio de lealtad, obediencia y desmovilización. Frente a la ausencia de unas prácticas políticas antagonistas estructuradas, sí existe, a juicio de Asef Bayat, una forma desorganizada e individual de activismo de masas, una silenciosa invasión de lo popular que crea resistencia cotidiana. "Una especie de no-movimiento, en palabras de Bayat, de revolución fragmentada e individual (con algunas acciones colectivas puntuales), sin líderes, ni estructura organizativa, ni presupuestos ideológicos concretos". No es una acción política de protesta, sino de desagravio, una batalla para conseguir resultados inmediatos a través de la acción directa individual. "Porque los pobres de estas regiones, advirtió Asef Bayat, no sólo luchan por sobrevivir, sino que también se esfuerzan por mejorar sus condiciones de vida mediante una invasión, a menudo silenciosa e individualista, del espacio público. A su vez, cuando ven amenazados los progresos que han logrado mediante su lucha individual y cotidiana, son capaces de desarrollar estrategias de acción colectiva dotadas ya de una carga política explícita". Gracias a ese activismo cotidiano y discreto, las clases subalternas consiguen, entre otras cosas, la instalación de ciertos equipamientos públicos en sus asentamientos urbanos ilegales, el acceso a determinados servicios sociales o la mejora global de su situación económica y cultural. Por ejemplo, en El Cairo, la administración pública ha terminado extendiendo su sistema de infraestructuras (agua, alcantarillado, electricidad...) a numerosos barrios informales que habían surgido de la colonización ilegal de territorios públicos deshabitados. En cualquier caso, Asef Bayat cree que la capacidad que tienen las clases subalternas de dar soluciones puntuales a los problemas provocados por el abandono público y por los efectos de la globalización (encontrar medios informales para ganar dinero, apropiarse de un terreno para construir una vivienda, conectarse a los postes eléctricos municipales...), no debe hacernos olvidar que para mejorar estructuralmente sus condiciones sociales hace falta una estrategia política organizada y a largo plazo. "En estos barrios informales, subrayó Asef Bayat en la fase final de su intervención en Representaciones árabes contemporáneas. El Cairo, existen numerosos problemas estructurales (falta de higiene, escasez de escuelas y centros médicos, carencia de servicios de recogida de basuras, hacinamiento, inseguridad...) que requieren una intervención a nivel gubernamental". Y para luchar de modo efectivo contra esos problemas estructurales, las masas subalternas urbanas tienen que movilizarse de forma colectiva y colaborar con otros grupos sociales y organizaciones de la sociedad civil. |