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Resumen de la conferencia de Ali Bader: La situación de los intelectuales bajo la dictadur |
Para hacer cumplir sus directrices, el gobierno de Sadam Hussein no se limitó a aplicar medidas disuasorias (como premiar a los escritores afines y marginar social y económicamente a los disidentes), sino que llegó a crear una especie de "policía cultural" cuyo principal cometido era vigilar que las obras que se publicaban promovieran los principios y valores del partido Baas. En este contexto, los autores menos complacientes con el régimen eran perseguidos (acusados de ser "agentes de occidente") y, en muchos casos, se les llegaba a encarcelar o se les expulsaba del país. "En mi infancia y juventud", recordó Ali Bader, "pude ver que el gobierno de Sadam Hussein perseguía y denostaba a valiosos intelectuales cuyo único delito había sido negarse a que sus obras sirvieran de vehículo para transmitir los proyectos e ideas del baasismo". Existía un comité censor que se encargaba de revisar detenidamente todas las obras antes de que se publicaran. Sin el "visto bueno" de dicho comité, un libro no podía, legalmente, distribuirse. De este modo, los escritores, si querían sobrevivir, debían crear obras acordes con las teorías totalitarias del baasismo y promover su modelo político y social. Eso explica, según el autor de Papa Sartre, que en ninguna de las novelas que se llegaron a publicar durante aquellos años, aparezcan referencias a los problemas políticos y sociales que sufría la población o se hable de la diversidad cultura y étnica de la sociedad iraquí.
Además de la censura impuesta por el poder, numerosos intelectuales eludían conscientemente tratar temas polémicos y otros muchos decidieron abandonar la literatura para dedicarse a oficios más seguros (traducción, enseñanza...). En este punto de su intervención, Ali Bader quiso señalar que la autocensura sigue siendo muy habitual en Irak (al igual que en otras sociedades, tanto árabes como occidentales), sobre todo por el miedo a posibles represalias. Durante los años setenta y ochenta, el régimen de Sadam Hussein también prohibió la edición de numerosos libros de escritores extranjeros (James Joyce, Samuel Becket...), impidió la difusión de las teorías estructuralistas y semióticas (consideradas como manifestaciones filosóficas de sociedades burguesas decadentes) y sobornó a algunos prestigiosos intelectuales árabes para que realizaran obras que exaltaran los logros y bondades del baasismo iraquí. En algunas ocasiones, incluso llegó a manipular la traducción de obras literarias occidentales para que sus contenidos se adaptaran a los mensajes que el régimen quería difundir. "Entre ellas", recordó Ali Bader, "algunas piezas teatrales de dramaturgos españoles como Rafael Alberti o Federico García Lorca". En opinión de Ali Bader, la censura se cebó especialmente con las obras literarias, aunque también afectó a otras manifestaciones creativas como el cine y, en menor medida, las artes plásticas (pues, a su juicio, pintores y escultores gozaron de más libertad para trabajar, aunque para ello tuvieran que realizar periódicamente obras que exaltaban las virtudes del régimen, sobre todo retratos de Sadam Hussein). Hay que tener en cuenta que los escritores no sólo sufrieron una férrea censura ideológica y moral, sino que también tuvieron que hacer frente a otros problemas como la escasez de papel o la imposibilidad de acceder a muchas de las obras literarias más importantes del siglo XX.
A principios de los años noventa llegaron a Irak multitud de obras de autores extranjeros gracias a los saqueos de bibliotecas y librerías que llevó a cabo el ejército iraquí tras la invasión de Kuwait. En un primer momento, el régimen de Sadam Hussein quiso evitar la distribución de estos libros, pero pronto se dio cuenta de que le resultaba políticamente más rentable no intervenir, pues de esa forma se atribuía una imagen de gobierno tolerante y flexible, y al mismo tiempo podía utilizar en su beneficio las críticas al colonialismo y a las interpretaciones culturalistas de la historia que contenían muchas de esas obras. Para Ali Bader fue un momento muy importante, pues a partir de entonces, los intelectuales iraquíes empezaron a entrar en contacto con el pensamiento de autores contemporáneos como Edward Said o Noam Chomsky. Tras la caída de Sadam Hussein en abril del año 2003, la libertad de expresión está garantizada (al menos desde un punto de vista teórico), aunque la situación de inseguridad que vive Irak hace pensar que todavía esté lejos el momento en el que sea posible decir que dicha libertad se ejerce y respeta de forma efectiva. "Pero más allá de los graves problemas políticos y territoriales que a día de hoy atraviesa mi país ", señaló Ali Bader, "creo que la cultura y la literatura iraquí están viviendo un auténtico periodo de resurgimiento, tanto a nivel cualitativo como cuantitativo". Los intelectuales conocen lo que se produce en otras partes del mundo y, por lo general, han visto como aumentaba su capacidad adquisitiva y su estabilidad laboral (muchos se ganan la vida como periodistas o como profesores universitarios), lo que les permite trabajar con más independencia y mejorar su formación. "Además", subrayó Ali Bader en la fase final de su intervención en el seminario Representaciones árabes contemporáneas. La ecuación iraquí, "gracias a las fotocopias y a Internet, se pueden difundir y distribuir las obras que poco a poco van llegando al país, y estoy convencido de que en un futuro inmediato, vamos a asistir a la emergencia de una poderosa escena literaria en Irak". |