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Mesa redonda Potencias del imaginario en Europa y en el Mediterráneo. Participantes: José María Paz Gago, Jude Bloomfield y Franco Bianchini.

Franco Bianchini y Jude BloomfieldJosé María Paz Gago, autor de libros como Semiótica del Quijote. Teoría y práctica de la ficción narrativa o La recepción del poema. Pragmática del texto lírico, señaló que el imaginario urbano de A Coruña no se puede entender sin la relación dialéctica que establece con el de otras dos localidades gallegas: Santiago de Compostela (centro de peregrinación religiosa y sede de unas de las universidades más antiguas de España) y Vigo (cuya expansión demográfica y económica ha estado directamente vinculada al desarrollo industrial)". Jude Bloomfield -traductora, poetisa e historiadora centrada en el estudio de culturas urbanas y en políticas de planificación cultural y ciudadanía- indicó que el proceso de homogeneización cultural y de desterritorialización que ha propiciado la globalización, no debe hacernos olvidar que la ciudad física (ligada al territorio y a la arquitectura) sigue siendo un lugar para el encuentro y la disensión. Finalmente, Franco Bianchini, autor de publicaciones como Bournes Green o Culture and Neightbourhoods: A Comparative Report (esta última escrita junto a L. Ghilardi) aseguró que sería muy interesante extender el proyecto Culturas Urbanas desde sus imaginarios sociales (haciendo algunas pequeñas adaptaciones metodológicas ) a ciudades europeas y del Mediterráneo, donde, subrayó, "no ha habido, hasta la fecha, ninguna iniciativa que haya abordado con tanta complejidad y rigurosidad el fenómeno urbano contemporáneo".

José María Paz GagoJosé María Paz Gago: A Coruña imaginada
José María Paz Gago, autor de libros como Semiótica del Quijote. Teoría y práctica de la ficción narrativa o La recepción del poema. Pragmática del texto lírico, señaló en el inicio de su intervención en la sede de La Cartuja de la Universidad Internacional de Andalucía que su imaginario urbano se ha configurado a partir de su experiencia en ciudades muy diferentes y alejadas entre sí, pero que tienen una cosa en común: "su alma marítima y su cuerpo híbrido de sirenas habitables, a medio camino entre la isla, el istmo o la península, todas esas estrategias geográficas del hombre para conquistar y reconfigurar como espacios habitables los territorios de Poseidón".

Son ciudades de tres continentes distintos -África, Europa y América- que José María Paz Gago confiesa haber sufrido, pero también gozado con apasionamiento. Ciudades volcadas al mar o a la navegación fluvial, como A Coruña y Vigo en la Europa más occidental; San Petersburgo y Kil en el Báltico; Venecia, Bari, Valencia o Barcelona en la costa mediterránea; Miami, Caracas y Buenos Aires en la América atlántica; o un enclave urbano bastante más desconocido, Abidjan, capital económica de Costa de Marfil. Kil, Bari y A Coruña, por ejemplo, son tres localidades con una configuración urbana muy parecida -están integradas en un entorno natural de gran belleza y cuentan con numerosos atractivos patrimoniales- cuyos imaginarios han estado históricamente condicionados por la amenaza de la inseguridad.

Esta dimensión plural de la noción de imaginario urbano conecta con el concepto de "imaginario de las lenguas" que propone el escritor Edouard Glissant, quien asegura que cualquier persona cuando habla y, sobre todo, cuando escribe, tiene presente, de forma consciente o inconsciente, todos los idiomas del planeta. "Del mismo modo", indicó José María Paz Gago, "yo creo que siempre pulsamos el imaginario urbano de las ciudades en las que hemos vivido y que nos han colonizado interiormente en presencia de todas las demás ciudades del mundo".

A su juicio, no se puede olvidar que la noción de "imaginario urbano" tiene su origen en la psicología postfreudiana, especialmente en las teorías lacanianas. Es decir, los imaginarios urbanos no aluden a la "ciudad real" sino a la "ciudad imaginada", no se basan en datos estadísticos y verdades empíricas, sino en creencias compartidas y percepciones intangibles, en una proyección de los miedos y deseos de sus habitantes. Esa raíz simbólica y psicológica de los imaginarios (que según Jacques Lacan evocan el paraíso de la primera infancia, "los años en los que fuimos tremendamente felices en contacto directo con la Madre") explicaría actitudes aparentemente paradójicas como que los bogotanos, a pesar de que su ciudad tiene un clima muy húmedo y frío, salgan a la calle en mangas de camisa y se protejan con crema solar.

"Todo esto se pone de manifiesto de forma muy evidente cuando analizamos el imaginario de A Coruña", señaló José María Paz Gago, "que no se puede entender sin la relación dialéctica que establece con el de otras dos localidades gallegas: Santiago de Compostela (centro de peregrinación religiosa y sede de unas de las universidades más antiguas de España) y Vigo (cuya expansión demográfica y económica ha estado directamente vinculada al desarrollo industrial)". De hecho, hay un dicho muy conocido en Galicia que hace referencia a esa relación dialéctica: "Vigo trabaja, Santiago reza y A Coruña se divierte".

El coruñés, según Paz Gago, tiene una percepción muy positiva de sí mismo y de su ciudad que concibe como un lugar alegre, colorido y luminoso. Un lugar para disfrutar de la vida, pues como dice la letra de una canción tradicional que popularizó el baladista gallego Pucho Boedo, "vivir en A Coruña, ¡qué bonito es!, se vive de juerga y se duerme de pie". Hay que tener en cuenta que la propia configuración urbana de A Coruña -una ciudad relativamente pequeña que, por su condición peninsular, no puede crecer- invita al paseo, a salir a la calle y usar el espacio público. Su fachada marítima sur tiene unas aceras muy anchas (conocidas como "cantones") que siempre están llenas de gente paseando.

Igual que los porteños, los coruñeses perciben su ciudad como la octava maravilla del mundo, a pesar de que su realidad arquitectónica y urbanística está bastante lejos de esa imagen paradisiaca. En las últimas décadas A Coruña ha sufrido dos catástrofes urbanísticas de gran envergadura. Por un lado, en los años cincuenta y sesenta del pasado siglo, el desarrollismo franquista derribó numerosos edificios históricos (destruyendo, entre otras cosas, casi toda la arquitectura modernista que había en la ciudad) para sustituirlos, en palabras de Paz Gago, "por construcciones impersonales de cemento y cristal realizadas con un pésimo gusto estético". A su vez, la fachada marítima norte de la ciudad, que da a una gran ensenada en la que hay dos playas (Riazor y Orzán), también está plagada de arquitectura desarrollista, con multitud de edificios oficiales de los años sesenta que tienen una "estética neofascista" tan pomposa como tosca.

La otra gran catástrofe urbanística que ha sufrido A Coruña se produjo a finales de los años noventa, cuando se extendió por diversas ciudades españolas el "efecto Guggenheim", esto es, la moda de recurrir a arquitectos de renombre (Jean Nouvel, Peter Eisenman, Santiago Calatrava...) para crear nuevos iconos urbanos que transformaran la faz de la ciudad y le dieran un nuevo impulso a su imaginario. En casi todos los casos, han sido proyectos fracasados que sólo han servido para agrandar la deuda de los municipios que los llevaron a cabo. En A Coruña, en el marco del proyecto de reubicación y remodelación de la zona portuaria -que estaba muy cerca del casco histórico ("lo que cada cierto tiempo hacía que viéramos cómo explotaba un petrolero en nuestras narices" ironizó José María Paz Gago)- se le encargó a Ricardo Bofill la construcción de un Palacio de Congresos (cuyo coste superó los 45 millones de euros). El arquitecto catalán diseñó un edificio llamado "alas de gaviota" (aunque las "malas lenguas" lo han rebautizado como "cagada de gaviota") que impide el contacto, físico y visual, de la ciudad con el mar.

Pero los coruñeses parecen obviar todo estos despropósitos urbanísticos y siguen percibiendo su ciudad como un lugar alegre, luminoso y lleno de encantos. "La razón de ese imaginario optimista", aseguró José María Paz Gago, "no sólo se debe a que evoca el paraíso de la primera infancia, sino también al privilegiado enclave natural (de una belleza sobrecogedora) en el que se integra la ciudad".

En relación al casco histórico de A Coruña, Paz Gago señaló que hasta hace muy poco tiempo ha estado completamente olvidado (de hecho, se le llamaba en tono algo despectivo la "ciudad vieja"). Sin embargo, en los últimos años, algunas personas vinculadas a la ciudad que se han enriquecido por el enorme éxito económico de Inditex (una multinacional de la industria textil -poseedora de las marcas Zara, Pull & Bear, Bershka, Massimo Dutti y Stradivarius- que tiene su sede central en A Coruña) han comenzado a restaurar muchos edificios de la zona, propiciando una gran revalorización de todo el casco antiguo.

Ya en la fase final de su intervención en el seminario Imaginarios urbanos: de ida y vuelta, José María Paz Gago señaló que la identidad histórica de esta ciudad gallega es sumamente contradictoria y confusa, pues se construye a partir de una relación de amor-odio con Inglaterra. Por un lado, su personaje más emblemático es María Pita, heroína mítica local (ligada al mundo de la prostitución) que luchó contra los corsarios ingleses comandados por Francis Drake. Por otro lado, la ciudad es bastante anglófila. De hecho, siempre ha mantenido una intensa relación comercial con el Reino Unido, incluso su último alcalde, Francisco Vázquez (que recientemente ha dejado su cargo al frente del consistorio municipal para ocupar el puesto de Embajador de España en el Vaticano) tiene el título de "Sir" que otorga la Corona británica. Además, en 1809, A Coruña fue escenario de una batalla en la que españoles e ingleses lucharon juntos contra las tropas napoleónicas. En esa batalla (llamada de "Elviña" por los españoles; de "Corunna", por los ingleses; y de "la Corogne", por los franceses) murió el general británico John Moore, cuya tumba se encuentra en uno de los espacios más bellos de la ciudad: los jardines románticos de San Carlos.

El seminario Imaginarios urbanos: de ida y vuelta ha representado el punto de partida para la extensión del proyecto Culturas Urbanas desde sus imaginarios sociales (dirigido por el colombiano Armando Silva y desarrollado inicialmente en doce metrópolis de América Latina más Barcelona) a ciudades españolas, mediterráneas y del norte de Europa. Para reflexionar sobre esa posible extensión, se celebró esta mesa redonda que contó con la presencia de dos investigadores procedentes del Reino Unido -Jude Bloomfield y Franco Bianchini- que abordaron diferentes aspectos teóricos y metodológicos relacionados con la teoría de los imaginarios urbanos.

Jude Bloomfield y Franco Bianchini: Imaginarios urbanos en ciudades europeas
En el inicio de su intervención en la sede de La Cartuja de la Universidad Internacional de Andalucía, Jude Bloomfield -traductora, poetisa e historiadora centrada en el estudio de culturas urbanas y en políticas de planificación cultural y ciudadanía- señaló que es necesario seguir teniendo en cuenta la dimensión espacial a la hora de analizar la experiencia urbana contemporánea. A su juicio, el proceso de homogeneización cultural y de desterritorialización que ha propiciado la globalización, no debe hacernos olvidar que la ciudad física (ligada al territorio y a la arquitectura) sigue siendo un lugar para el encuentro y la disensión, el espacio en el que surgen y se representan muchos de los conflictos que determinan el día a día de los ciudadanos contemporáneos.

Jude BloomfieldSin duda, los efectos de la globalización han hecho que las diferencias culturales entre el norte y el sur de Europa se difuminen, pero no que desaparezcan por completo. "Históricamente", recordó Bloomfield, "en las ciudades mediterráneas y del sur de Europa se ha realizado mucha vida en la calle (en los paseos, en las plazas, en los cafés, en los cines de verano...), mientras que en el centro y norte del viejo continente la gente vivía más hacia dentro". Esta manera distinta de concebir y usar el espacio público ha dado lugar a prácticas sociales y soluciones arquitectónicas muy diferentes, condicionando tanto el envoltorio físico como la proyección simbólica de sus principales ciudades.

En los últimos años, con la expansión de las nuevas tecnologías digitales y la emergencia de una especie de ciudad global (la red de redes) que conecta a todas las ciudades, han ido apareciendo nuevas formas de socialización que trascienden las fronteras geográficas y territoriales. En este contexto, la construcción y evolución de los rasgos identitarios de los individuos ya no depende tanto del entorno físico concreto en el que viven como del complejo e impreciso entramado de relaciones "virtuales" que establecen. A su vez, la generalización de los procesos migratorios ha permitido que en un mismo espacio urbano convivan personas de comunidades muy diferentes, lo que ha generado frecuentes choques y conflictos, pero también un enriquecimiento de las culturas locales.

Todo esto ha contribuido a que en muchas ciudades del norte de Europa hayan surgido manifestaciones festivas de apropiación del espacio público propias de otras "latitudes" geográficas y/o culturales. Estas manifestaciones -que, en algunos casos (el Festival de Edimburgo, el carnaval de Notting Hill en Londres, la Love Parade de Berlín...), han logrado tener bastante repercusión internacional- están influyendo poderosamente en la configuración de los imaginarios de estas localidades. "Y no hay que olvidar", subrayó Jude Bloomfield, "que a pesar de su naturaleza simbólica, los imaginarios no sólo tienen efectos intangibles, sino también materiales, esto es, influyen en la morfología y geografía de las ciudades, en su apariencia física".

A juicio de Bloomfield, una de las principales potencialidades políticas de la teoría de los imaginarios urbanos es que, partiendo de un enfoque metodológico flexible y multidisciplinar, propicia un abordaje analítico "cosmopolita y multicultural" de la experiencia urbana contemporánea. Un abordaje en el que siempre está presente la conciencia del "otro" y que, según la autora de Crossing the Rainbow, nos permite detectar la influencia de elementos procedentes de otras culturas (tanto a lo largo de la historia como en el presente) en las ciudades analizadas. En este sentido, Jude Bloomfield piensa que es necesario potenciar iniciativas locales que ayuden a desarrollar "formas vernáculas de lo cosmopolita", como la que ha puesto en marcha recientemente el Museo Marítimo de Liverpool, que ha creado una sección específica dedicada a las ex-colonias británicas en África en la que se muestran las aportaciones de los esclavos al progreso y la prosperidad de esta ciudad inglesa.

Otra potencialidad política de esta teoría radica, según Bloomfield, en su capacidad de favorecer la emergencia de un nuevo "urbanismo ciudadano", planteado por Armando Silva, que asuma los imaginarios que los habitantes de una ciudad tienen y comparten de ella. Es decir, esta teoría no sólo posibilita re-significar simbólicamente una urbe, sino que también proporciona instrumentos teóricos y metodológicos muy útiles para pensar políticas culturales (tanto de ámbito local como regional e internacional) que permitan profundizar en la configuración de nuevos modelos de ciudad.

En cualquier caso, Jude Bloomfield, investigadora asociada al International Cultural Planning and Policy Unit de Montfort University (Leicester), cree que esta teoría debe prestarle más atención al papel que las instituciones educativas, mediáticas y culturales -museos, centros de arte, escuelas, universidades, centros cívicos...- desempeñan en la configuración final de los imaginarios urbanos, sin que ello implique dejar de lado los puntos de vista de los "ciudadanos de a pie". "Por ejemplo", señaló, "tendría que analizar cuál es la influencia que estas instituciones ejercen en la construcción de la memoria histórica de una ciudad, un capital simbólico que no es fijo e inmutable, sino susceptible de ser modificado e instrumentalizado para beneficiar determinados intereses ideológicos y/o económicos".

A su juicio, tanto los rituales festivos como los monumentos conmemorativos pueden ser utilizados por el poder para orientar la interpretación de esa memoria histórica. Pero al mismo tiempo, pueden convertirse en espacios de conflictos que den visibilidad a realidades urbanas silenciadas o pongan en evidencia los mecanismos a los que recurren las instituciones para magnificar sus logros y/o para borrar (o minimizar) su responsabilidad en determinados hechos históricos.

En Berlín, por ejemplo, diversos colectivos han conseguido hacer visibles las trampas ideológicas y morales que había detrás de la decisión de construir un monumento conmemorativo cerca de la Puerta de Brandemburgo para "perpetuar la memoria sobre el holocausto de los judíos bajo el régimen nazi". Según estos colectivos, este monumento representa un paso más en el proceso de desplazamiento y exclusión que ha sufrido históricamente la comunidad judía en esta ciudad. Curiosamente, la construcción de esta obra también ha generado las protestas de algunas organizaciones romaníes que han sentido que, una vez más, han sido completamente excluídas del proceso "oficial" de re-construcción de la memoria histórica de la ciudad. Por otra parte, varios colectivos ciudadanos han denunciado que la operación de remodelación urbanística de la Plaza Postdam (flanqueada hoy por varios rascacielos de cristal, acero y cemento) y de otras zonas de Berlín donde la división que sufrió la ciudad durante la Guerra Fría había dejado sus huellas más profundas, es fruto de una estrategia del poder para intentar borrar recuerdos pocos edificantes de la historia reciente de Alemania.

Ya en la fase final de su intervención en el seminario Imaginarios urbanos: de ida y vuelta, Jude Bloomfield hizo un par de recomendaciones metodológicas que, a su juicio, podrían ser de utilidad para seguir profundizando en este proyecto de investigación de las percepciones ciudadanas. En primer lugar cree que en la realización de los formularios habría que reservar una cuota para personas que, con independencia de su edad, género o clase social, estén relacionados con colectivos activistas que trabajan distintas problemáticas de las urbes contemporáneas (tráfico, inmigración, vivienda...), así como para representantes de grupos sociales que tienen una serie de conocimientos "secretos" de la ciudad: desde prostitutas a taxistas... En segundo lugar considera que sería necesario ahondar en los procesos de colaboración con colectivos artísticos que están investigando diversos aspectos relacionados con los imaginarios urbanos, "pues sus propuestas", subrayó, "pueden contribuir a re-significar y re-dimensionar las ciudades analizadas".

Franco BianchiniFranco Bianchini, director del International Cultural Planning and Policy Unit y del Master European Cultural Planning en De Monfort University (Leicester, Reino Unido), considera que una de las grandes virtudes de la teoría de los imaginarios urbanos es que analiza los modos de ser urbano desde una óptica abierta y multidisciplinar que trabaja con valores culturales. "De este modo", señaló Bianchini en el inicio de su intervención en la sede de La Cartuja de la Universidad Internacional de Andalucía, "el proyecto Culturas urbanas desde sus imaginarios sociales no sólo es de gran utilidad para comprender la experiencia urbana contemporánea, sino también para pensar políticas públicas específicas y para animar el debate político en las ciudades en las que se desarrolla".

Por todo ello, el autor de publicaciones como Bournes Green o Culture and Neightbourhoods: A Comparative Report (esta última escrita junto a L. Ghilardi) cree que sería muy interesante extender este proyecto (haciendo algunas pequeñas adaptaciones metodológicas) a ciudades europeas y del Mediterráneo, donde, subrayó, "no ha habido, hasta la fecha, ninguna iniciativa que haya abordado con tanta complejidad y rigurosidad el fenómeno urbano contemporáneo".

A su juicio, el urbanismo actual restringe la capacidad de imaginar de los ciudadanos, algo que se hace especialmente evidente en los países europeos donde las ciudades se parecen cada vez más unas a otras. Por ejemplo, la mayor parte de las cafeterías o salas de cine de nueva construcción siguen el mismo patrón estético y resulta muy difícil encontrar en ellas elementos decorativos y arquitectónicos singulares o propios de la cultura local. A su vez, cuando en la puesta en escena de estos establecimientos se recurre a una tematización se reproducen miméticamente modelos importados, desaprovechando por completo la potencialidad creativa de este recurso (como, según Franco Bianchini, sí se hace en otras partes del planeta, por ejemplo en Tokio). "En la mayoría de las ocasiones", se lamentó Franco Bianchini, "esta tematización sólo ha contribuido a profundizar en la banalización de la imaginación urbana, imponiendo una especie de horror vacui tan tosco como aparatoso".

Europa también está importando el modelo de movilidad urbana estadounidense en el que todo está diseñado para el coche, lo que implica que cada vez sea más difícil el uso del transporte público y la posibilidad de hacer ejercicio físico en los desplazamientos cotidianos. Un modelo que conduce a la desaparición de la ciudad de límites precisos y estructurada en torno a un centro histórico y comercial (es decir, a la desaparición de la idea de ciudad que ha imperado en Europa durante la era moderna), diluyéndose las diferencias entre lo urbano y lo rural (pues como dijo Armando Silva en la presentación de este seminario, "hoy en día, los ciudadanos se urbanizan sin necesidad de vivir en ciudades"). "Y no hay que olvidar", advirtió Bianchini, "que el imaginario tradicional europeo se ha construido a partir del contraste entre el campo y la ciudad, concebidos como dos espacios claramente diferenciados y separados y entre los que se establece una relación dialéctica de complementariedad e interdependencia".

Todas estas cuestiones, según Franco Bianchini, deben ser tenidas en cuenta a la hora de elaborar los formularios con los que, siguiendo la metodología desarrollada en el proyecto Culturas urbanas desde sus imaginarios sociales (que lidera el proyecto de Sevilla imaginada como ciudad bisagra), se intenten detectar y analizar los imaginarios urbanos de las ciudades europeas. A su juicio, los resultados de estas investigaciones sobre los imaginarios urbanos (que define como recursos culturales y políticos) pueden tener una aplicación a muchos niveles, no sólo en campos "afines" como la cultura o la educación, sino también en ámbitos aparentemente más alejados como la vivienda, la salud o el medio ambiente.

"Y desde luego", aseguró Bianchini, "pueden ser muy útiles para configurar las políticas de marketing turístico de una ciudad". Estas políticas, si quieren ser realmente efectivas, deben asumir los principales atributos del pensamiento creativo y de las producciones culturales. Esto es, su carácter holístico e interdisciplinar, de modo que en el diseño de las estrategias de marketing de una urbe intervengan profesionales de diversas disciplinas (desde arquitectos a antropólogos, pasando por historiadores urbanos, artistas, semiólogos o científicos sociales); su tendencia a la innovación y a la experimentación, evitando la reproducción mimética de modelos anteriores y/o importados y la utilización de clichés vacíos y autocomplacientes (por ejemplo, definir a los habitantes de una ciudad como "gente hospitalaria y cordial"); su apuesta por una interpretación crítica e inconformista de la realidad, pues sólo asumiendo los aspectos conflictivos que hay en una localidad, se pueden encontrar formas de solucionar sus problemas; y su búsqueda de una dimensión humanista y no determinista (el marketing urbano tiene que ocuparse de los miedos y deseos de los ciudadanos, y no limitarse a "vender" los museos y edificios más emblemáticos que haya en una ciudad).

Asumiendo esos atributos, se puede re-definir la imagen de una ciudad como Leicester (donde vive y trabaja Franco Bianchini) que, por lo general, se percibe como un lugar feo, aburrido y sin demasiados atractivos turísticos. A juicio de Bianchini, esa percepción responde más al desinterés que las instituciones locales han tenido por la imagen de la ciudad que a la realidad urbana de esta localidad situada a unos 170 kilómetros al noroeste de Londres. "En Leicester", subrayó, "hay muchas cosas interesantes pero que no son visibles. Y no porque estén ocultas, sino porque hasta ahora nadie se ha preocupado por buscarlas y/o mostrarlas". De hecho, a través de la historia local de la capital del condado de Leicestershire se puede conocer gran parte de la historia global de Gran Bretaña, desde los tiempos del Imperio romano hasta la época actual, pasando por la invasión de los vikingos, la era Tudor, la revolución industrial o la época victoriana.

Entre otros hechos históricos relevantes se puede decir que en Leicester se inventó el inglés moderno (como una simplificación del dialecto anglosajón para facilitar el intercambio comercial) y que ha sido escenario de importantes procesos de innovación social y tecnológica (acogiendo, entre otras cosas, la primera estación local de radio de la BBC, el primer sistema electrónico para controlar el tráfico vial o una de las primeras oficinas de información turística de toda Inglaterra). A su vez, ha vivido varios hitos históricos de insurgencia y rebeldía, como algunas de las primeras manifestaciones del movimiento luddita (una revuelta popular que se produjo entre 1810 y 1816 contra la incorporación de nuevas máquinas a las fábricas textiles de Inglaterra) o ciertas iniciativas proto-feministas que llevaron a cabo trabajadoras textiles a mediados y finales del siglo XIX. Además, la ciudad de Leicester está vinculada a personajes legendarios y literarios (desde el Rey Lear al Hombre Elefante) y ha sido retratada por algunas producciones de ficción recientes como la película The Girl with Brains in Her Feet (Roberto Bangura), el libro y serie televisiva The Queen and I (de Sue Townsend) o las novelas The Crew, (Un)arranged Marriage (ambas de Bali Rai) y Backlash (Rod Duncan).

Hoy día, es una ciudad multicultural -casi el 40% de su población puede definirse como "no blanca"- que en las tres últimas décadas ha experimentado una enorme transformación (tanto urbanística como sociológica) y se ha granjeado una gran reputación internacional por su política de integración cultural (cuyos resultados han sido elogiados por la UNESCO) y de respeto a la sostenibilidad ambiental urbana (en 1990 fue seleccionada por la Royal Society for Nature Conservation como la primera "Ciudad del Medio Ambiente" del Reino Unido).

En la fase final de su intervención en el seminario Imaginarios urbanos: de ida y vuelta, Franco Bianchini explicó un proyecto en el que está actualmente trabajando que explora los imaginarios de varias ciudades europeas cuya proyección simbólica es tan fascinante como problemática. El proyecto -que está relacionado con el nombramiento de Liverpool como capital europea de la cultura para el año 2008- relaciona a esta ciudad portuaria británica con Nápoles (Italia), Marsella (Francia), Gdansk (Polonia) y Estambul (Turquía). "Aunque la inclusión de estas dos ultimas", advirtió Bianchini, "obedece más a razones estratégicas de carácter político que a una lógica teórica y metodológica".

Son ciudades con un gran poder icónico y referencial que, por un lado, concentran los principales elementos identitarios de sus países (esto es, definen lo inglés, lo francés, lo italiano...), pero, por otro lado, están asociadas a imágenes negativas: suciedad, inseguridad, fanatismo, decadencia, subdesarrollo... Así, Liverpool ha producido dos de los iconos más emblemáticos de la Inglaterra contemporánea (los Beatles y el Liverpool F.C.); de Marsella procede, entre otras cosas, el himno de Francia; y Nápoles se asocia con muchos de los tópicos con los que se identifica Italia (desde el O Sole Mio a la Mafia, pasando por los espaguetis o personajes como Totó o el "italianizado" Maradona). Son tres ciudades difíciles, incómodas, llenas de aristas y recovecos. Ciudades caóticas que están al borde (geográfico, pero también simbólico) de sus respectivos países y con las que sus habitantes mantienen una relación de amor-odio con connotaciones casi esquizofrénicas. "Pero si queremos intentar entender y explicar la complejidad y pluralidad de la experiencia urbana contemporánea", concluyó Franco Bianchini, "tenemos que asumir la necesidad de trabajar con realidades difíciles y ambivalentes".