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Presentaciones de Ciudades imaginadas. Armando Silva: Bogotá imaginada

Armando SilvaA juicio de Armando Silva, escritor con PhD en Filosofía y Literatura Comparada de la Universidad de California y coordinador del proyecto Culturas urbanas desde sus imaginarios sociales, hay tres marcas que condicionan la percepción que tienen los propios bogotanos de su ciudad. En primer lugar, el entorno natural en el que se ubica Bogotá, una localidad que está situada a más de 2.600 metros sobre el nivel del mar y que se encuentra flanqueada por una cadena extensa de cerros cuyos picos más elevados superan los tres mil metros de altura. En segundo lugar, las construcciones a base de ladrillo (un sistema que trajeron los españoles cuando fundaron la ciudad en 1538) que se extienden por todo su trazado urbano, tanto en el casco histórico como en la periferia, tanto en los distritos más pobres como en los barrios de clase media y alta. Esa "democratización" del ladrillo la diferencia de otras ciudades latinoamericanas como Caracas, en las que este material se asocia sólo con los sectores sociales más desfavorecidos.

Por último, la percepción que los bogotanos tienen de su ciudad está también condicionada por la muerte violenta de una serie de personajes locales famosos que estaban luchando por propiciar una mayor democratización de la sociedad colombiana: J. Eliecer Gaitán (1948), Luis Carlos Galán (1989) y el periodista y humorista Jaime Garzón (1999). Curiosamente, los tres tenían un apellido que empezaba por "ga".

"La configuración del imaginario de Bogotá", subrayó Armando Silva en el inicio de su intervención en la sede de La Cartuja de la Universidad Internacional de Andalucía, "no se puede entender sin tener en cuenta estas tres marcas". Dos de ellas vinculadas a percepciones sensibles -el color del ladrillo y el profundo verde de sus montes orientales- y otra a un sentimiento inaprensible que se relaciona con uno de los imaginarios que articulan la experiencia urbana contemporánea: el imaginario del miedo (que ya no es sólo un instrumento que utiliza el poder de forma excepcional para encauzar situaciones conflictivas, sino que, en palabras de Silva, "encarna el rostro cotidiano del poder contemporáneo").

Armando SilvaAdemás de realizar tareas de investigación y documentación, Ciudades imaginadas se ha concebido en todo momento como un proyecto propositivo que incluye la elaboración de producciones culturales específicas. Denominadas "representaciones urbanas paralelas", estas producciones abarcan desde pequeñas películas en vídeo que deconstruyen los códigos publicitarios para reflexionar sobre los imaginarios urbanos contemporáneos (y que se distribuyen por diferentes circuitos: cadenas de televisión, universidades, escuelas...) a la grabación de una serie de cds en los que se recopilan diferentes voces y sonidos característicos de las ciudades analizadas.

Durante su intervención en el seminario Imaginarios urbanos: de ida y vuelta, Armando Silva reprodujo algunos fragmentos sonoros del cd que se realizó para el proyecto Bogotá imaginada. Un cd en el que aparecen, entre otras cosas, sonidos de uno de los episodios más violentos y dramáticos que ha sufrido recientemente la capital de Colombia -la toma del Palacio de Justicia de Bogotá en 1985 por el grupo guerrillero M-19 (que fue reprimida brutalmente por el Ejército)- o una selección de los diferentes acentos de los grupos étnicos más representativos que hay en la ciudad.

A su vez, también incluye distintas grabaciones de agua cayendo por las calles, un sonido que se escucha muy a menudo en Bogotá, ya que se trata de una ciudad andina extremadamente húmeda en la que llueve una media de 185 días al año (es decir, más del 50% de los días) y que, según ciertas hipótesis, está edificada sobre un antiguo lago. Además de húmedo, el clima de Bogotá es bastante frío (muy raramente supera los 22/23 grados de máxima, incluso durante el verano; mientras las mínimas casi siempre bajan de los diez grados), aunque muchas personas de América Latina y, sobre todo, de Europa piensan que es una ciudad calurosa típica del Caribe. "Curiosamente", aseguró Armando Silva, "ese imaginario caribeño ha sido asumido por los propios bogotanos que suelen ir poco abrigados, en muy pocas ocasiones se acuerdan de coger el paraguas y los domingos, cuando salen a pasear, se protegen la piel con crema solar (como si estuvieran en las playas de Cartagena de Indias)".

Otra idea muy extendida sobre Bogotá es que es un lugar caótico, violento y peligroso. De hecho, muchos de los encuestados en el marco del proyecto Culturas urbanas desde sus imaginarios sociales la identificaron con la guerrilla, la delincuencia y el narcotráfico. Sin embargo, a día de hoy es una de las capitales más seguras y con mayor calidad de vida de todo el continente sudamericano. Una ciudad en la que ha descendido de forma notable el índice de criminalidad (ha pasado de tener 82 muertes violentas por cada cien mil habitantes a registrar sólo quince), se ha potenciado el uso del espacio público (actualmente dispone de 7,8 metros cuadrados de zona verde por cada ciudadano) y se ha construido un sistema de transporte público que funciona razonablemente bien (es decir, que es rápido, efectivo y seguro). Pero los propios bogotanos (y aún más los foráneos) la siguen percibiendo como una urbe peligrosa e incómoda, "lo que demuestra", subrayó Armando Silva, "la fuerza de los imaginarios urbanos, su capacidad de producir realidad y de influir en la relación que establecemos con las ciudades que habitamos y/o visitamos".

El color con el que los bogotanos identifican su ciudad depende de la franja de edad. Para los más mayores, Bogotá es gris, mientras que los consultados de mediana edad la asocian con el amarillo y los más jóvenes con el verde. "Esto quiere decir", subrayó Silva, "que el color de una ciudad se produce culturalmente y puede cambiar a lo largo del tiempo". A juicio del autor del libro Álbum de familia, con el que obtuvo el premio a la mejor tesis doctoral de las universidades de California, los colores del futuro de Bogotá son el verde y el amarillo, pues es una localidad que está intentado romper con su pasado trágico y melancólico (marcado por tres magnicidios) para asumir un carácter "caribeño", alegre, bullicioso y confiado. De hecho, hoy en día, los bogotanos son los ciudadanos más optimistas de todas las capitales de América Latina y están muy esperanzados con el futuro a medio y largo plazo de su ciudad.

Portada del libro "Bogotá imaginada"La mayoría de los encuestados señalaron que la capital latinoamericana con la que Bogotá tiene más semejanzas es Caracas. "Pero en realidad", subrayó Armando Silva, "son dos ciudades muy diferentes, tanto desde un punto de vista climático como cultural y urbanístico (aunque sí tienen fuertes lazos históricos)". Tras Caracas, las capitales más parecidas a juicio de los entrevistados son Ciudad de México y Quito. Con esta última, según Silva, sí hay bastantes similitudes, pues ambas son andinas, tienen un clima y un trazado urbano semejante y han vivido históricamente condicionadas por una amenaza latente (los magnicidios en Bogotá y el volcán Pichincha en la capital de Ecuador) que ha marcado de forma muy significativa sus imaginarios.

En el marco del proyecto Bogotá imaginada también se ha estudiado cómo se ha construido el imaginario de lo popular a través del análisis de una serie de producciones de ficción (películas, telenovelas, obras literarias...) ambientadas en la capital colombiana y en su área de influencia. Así, por ejemplo, en los años veinte del pasado siglo, en Bogotá, el carácter popular lo representaban las personas que manejaban los caballos, mientras que en los cincuenta se identificaba con los "conductores de carros" (los taxistas) y, en la actualidad, se asocia con los obreros de la construcción.

Ya en la fase final de su intervención en la sede de La Cartuja de la Universidad Internacional de Andalucía, Armando Silva presentó algunas imágenes que muestran distintas realidades urbanas relacionadas con el imaginario de Bogotá. Desde fotografías de puestos callejeros de fritangas (que muchos encuestados han considerado como el olor más característico de la ciudad) hasta imágenes panorámicas de casonas del casco histórico (con sus tejados y aleros de herencia colonial), pasando por postales de principios de siglo XX (cuando Bogotá apenas superaba los 200.000 habitantes; en la actualidad tiene unos siete millones), imágenes del arco iris (un fenómeno meteorológico muy habitual en la capital de Colombia) o instantáneas que muestran la vitalidad y diversidad de esta ciudad (donde, por ejemplo, los colectivos de gays y lesbianas han logrado una gran visibilidad).