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Presentaciones de Ciudades Imaginadas. Tulio Hernández: Caracas imaginada |
Pero, ¿cómo detectar y analizar esas percepciones ciudadanas? La teoría de los imaginarios urbanos propone un acercamiento teórico y metodológico multidisciplinar que incluye, entre otras cosas, la obtención y el procesamiento de datos estadísticos a través de una serie de formularios, el análisis de documentos gráficos y audiovisuales pre-existentes (desde postales hasta imágenes aparecidas en prensa y televisión) o la investigación de textos escritos por cronistas contemporáneos de la ciudad estudiada. Antes de explicar más detalladamente los resultados de la aplicación de estos principios metodológicos al estudio de los imaginarios urbanos de Caracas, Tulio Hernández, sociólogo especializado en temas de cultura y comunicación, hizo referencia a cuatro rasgos que hay que tener en cuenta para comprender la complejidad simbólica, política, étnica y social de la capital de Venezuela. - Caracas es una ciudad que no conserva ninguna huella arquitectónica previa al siglo XIX, a pesar de que su fundación se remonta al siglo XVI. "Como una dama entrada en años que se ha sometido a sucesivas operaciones de cirugía estética", aseguró Tulio Hernández, "Caracas intenta eliminar de su cuerpo cualquier vestigio de su pasado". Sólo se mantienen en pie algunas (muy pocas) edificaciones decimonónicas. El resto de las construcciones son de este siglo. En este sentido, Tulio Hernández recordó una cita del dramaturgo venezolano José Ignacio Cabrujas: "así como hay personas que proclaman con orgullo pertenecer a un pueblo de grandes constructores, me atrevo a exhibir con cierta jactancia que provengo de un pueblo de grandes derrumbadores. Un pueblo demolicionista que hizo del escombro un emblema". Desde finales del siglo XIX hasta los años treinta del siglo XX, la población de Caracas se mantuvo prácticamente estancada, pero con el inicio de las extracciones petroleras y la llegada de cientos de miles de inmigrantes (muchos de los cuales se alojaron en viviendas informales, los llamados "ranchos", el equivalente a las favelas de Brasil o a las villas miserias de Buenos Aires), en poco más de tres décadas, se construyó una ciudad gigantesca, llena de rascacielos, autopistas, túneles, puentes y viaductos. - Caracas ha sido siempre una ciudad abierta, mestiza, cosmopolita y multicultural, sobre todo en comparación con su "ciudad melliza": Bogotá (mucho más endogámica y cerrada sobre sí misma). En gran medida, este carácter se debe a la diversidad de orígenes de sus habitantes. No hay que olvidar que en los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado, su población (casi) se duplicó, incorporando a gente que procedía de sitios muy diferentes, tanto inmigrantes que huían de la guerra -españoles, italianos, portugueses, sirios, libaneses...- como ciudadanos venezolanos y de otros países de América Latina que llegaban desde zonas rurales empobrecidas. - Caracas es percibida por sus habitantes, cronistas y estudiosos como una "ciudad amnésica", que nunca mira al pasado y que está en continuo proceso de demolición-renovación (aunque, paradójicamente, tiene una especie de memoria selectiva sobre ciertos acontecimientos y personajes políticos). En este sentido, Juan Nuño, un filósofo venezolano de origen español, asegura que en el mundo hay dos pueblos que sufren una grave enfermedad de la memoria: los judíos que no saben olvidar y los caraqueños (y, por extensión, los venezolanos) que son incapaces de recordar.
Siguiendo la metodología de la teoría de los imaginarios urbanos desarrollada por Armando Silva, para el proyecto Caracas imaginada se realizó una encuesta a más de 200 personas en la que se mezclaban preguntas genéricas (que son comunes para todas las ciudades analizadas) con otras concebidas específicamente para esta localidad. Posteriormente, se llevó a cabo un extenso trabajo de recopilación y producción de materiales visuales en torno a los referentes simbólicos que citaban con más frecuencia los encuestados. "Y si hay una imagen tótem de Caracas", subrayó Tulio Hernández, "es El Ávila, una montaña de 2.700 metros de altitud que la mayor parte de los entrevistados califican como el lugar más generoso, querido, fragante y hermoso de la ciudad". En la cima de esta montaña se encuentra también uno de los símbolos arquitectónicos más apreciados por los caraqueños: el Hotel Humboldt, edificio de los años cincuenta del siglo pasado al que se accede por un teleférico. El trabajo de recopilación y producción de materiales visuales ha incluido desde el análisis de postales de Caracas ("que nos permite observar", precisó Tulio Hernández, "cómo la ciudad se ha representado a sí misma en cada momento histórico") a la creación de un archivo con imágenes de fotógrafos contemporáneos que han retratado distintos aspectos de esta localidad venezolana: Sara Maneiro, Isidro Núñez (que ha realizado una serie fotográfica sobre medios de transportes en Caracas, una ciudad que es imposible recorrer a pie), Andreína Mújica (con sus imágenes sobre graffitis y pintadas callejeras o su serie en torno a basuras y residuos urbanos)... Además, Caracas imaginada ha producido un dvd con imágenes a vista de pájaro de la capital venezolana. Fotografías aéreas que muestran de forma muy clara las contradicciones de una ciudad profundamente dividida y en la que siempre hay una amenaza latente de invasión, de inseguridad, de violencia. Una amenaza que ha llevado a los caraqueños a tener una fijación obsesiva por la seguridad y la autodefensa. "Por ejemplo", recordó Tulio Hernández, "en el año 2002, cuando la relación entre el gobierno de Hugo Chávez y la oposición pasó por uno de sus momentos más tensos, se extendió el rumor de que los círculos bolivarianos iban a invadir las viviendas de clase media y alta de Caracas y muchos ciudadanos organizaron grupos de autodefensa que recurrieron a estrategias medievales para proteger sus propiedades". Como en todas las localidades analizadas hasta el momento en el marco del proyecto Culturas urbanas desde sus imaginarios sociales, los habitantes de Caracas imaginan su ciudad de manera plural, diversa y contradictoria, influidos por numerosos factores: la edad, el género, los lugares en los que viven, la clase social a la que pertenecen... Pero más allá de esa diversidad existen, según Tulio Hernández, "algunos tópicos coincidentes que dominan sobre los demás", una serie de imaginarios compartidos por la mayor parte de los caraqueños. En general, consideran El Sambil, un centro comercial gigantesco (con cuarenta salas de cine, doscientos puestos de restauración, trescientas escaleras mecánicas, un acuario de 150.000 litros...), como su espacio de ocio favorito. "El Sambil", subrayó Tulio Hernández, "es una ciudad dentro de la ciudad, donde los caraqueños pueden disfrutar de la ilusión de un espacio público del que carecen". A diferencia de ciudades como Buenos Aires, en Caracas se valora mucho más el entorno paisajístico en el que se integra la ciudad (su herencia natural) que las construcciones que ha realizado el hombre (su legado arquitectónico y patrimonial). En este sentido, la mayor parte de los encuestados identificaban el cerro de El Ávila como el lugar más representativo y con mejor olor de Caracas (seguido de otros espacios naturales, como el Parque del Este o las playas). A su vez, gracias a la presencia majestuosa de esta montaña, la mayor parte de los entrevistados piensan que el color que mejor define la ciudad es el verde.
La única figura que puede competir con las dos anteriores es Billo Frómeta, un músico de origen dominicano que ha desarrollado una adaptación del merengue muy popular en Venezuela. "No hay que olvidar", matizó Tulio Hernández, "que Caracas es una ciudad eminentemente musical, amante de la salsa, el merengue y la guaracha y en la que hasta no hace demasiado tiempo, a los muertos se les enterraba bailando". De hecho, los caraqueños relacionan la mayoría de las capitales latinoamericanas con referentes musicales -San Pablo con la samba, Buenos Aires con el tango, México D.F. con rancheras y mariachis...-, exceptuando a La Habana (que identifican con Fidel Castro), a Santiago de Chile (que asocian a Pinochet) y a Montevideo (de la que no hay muchas referencias, sólo lejanamente el fútbol). A su vez, la mayoría de los entrevistados declararon que las capitales latinoamericanas con las que Caracas tiene más puntos en común son México (por la contaminación, el ruido, la sobrepoblación...), Quito y Bogotá ("una ciudad", advirtió Tulio Hernández, "ligada históricamente a Caracas pero con la que, en realidad, tiene muy pocas semejanzas"). Por el contrario, las ciudades con las que, según los encuestados, Caracas guarda menos similitudes son Buenos Aires, São Paulo y, curiosamente, La Habana ("que cultural y étnicamente sí se parece, aunque quizás no desde un punto de vista arquitectónico y patrimonial", precisó Tulio Hernández).
Los dos sitios que los entrevistados identificaron como los más peligrosos son Petare (un barrio en el que vive casi un tercio de la población de Caracas) y 23 de enero (zona obrera en la que los índices de "delincuencia común" son parecidos a los del resto de la ciudad, pero que históricamente ha estado vinculada a conflictos de carácter político y a grupos de guerrilla urbana). A su vez, a la inversa de lo que en los últimos años está ocurriendo en Europa y en algunas capitales latinoamericanas, los caraqueños siguen percibiendo el casco histórico como uno de los espacios más degradados y tristes de su ciudad. "Pero a pesar de estar políticamente rota", aseguró Tulio Hernández en la fase final de su intervención en la sede de La Cartuja de la Universidad Internacional de Andalucía, "socialmente confrontada, administrativamente colapsada, con una urbanidad vigilante que dificulta la convivencia y una ciudadanía que desconfía profundamente de sus gobernantes, Caracas es una ciudad alegre y musical, cuyos habitantes se sienten seres privilegiados que saben disfrutar de los placeres de la vida y piensan que son percibidos por los demás como personas divertidas, simpáticas, agradables, amables, receptivas y desordenadas". Una ciudad marcada por la velocidad y la provisionalidad que vive como si estuviese a la orilla del mar (aunque se encuentra situada a más de 800 metros de altura), una "babel comprensiva" donde se mezclan referentes culturales muy diferentes y en la que siempre hay espacio para la alegría, la sensualidad, el disfrute de la naturaleza y el culto al cuerpo y a la apariencia física. |