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Resumen II de las Jornadas de debates internos (Baeza, 29 de noviembre / 1 de diciembre 2005). Relación con las instituciones |
En las jornadas de debates internos de Rutas de la potencia en la sede Antonio Machado (Baeza, Jaén) de la Universidad Internacional de Andalucía se analizaron las relaciones de los movimientos sociales con las instituciones. "Hasta ahora", señaló Mario Santucho, "nuestra experiencia con UNIA arteypensamiento ha sido positiva, aunque hay algunos puntos que han generado cierta tensión. Hay interés en que este proyecto continúe y, para ello, consideramos que sería necesario lograr una dinámica constructiva con la institución". Para entrar de lleno en el debate, Mario Santucho quiso hacer un recuento de ciertos aspectos del proyecto hasta aquí desarrollado, que en sí mismo expresan el tipo de problemas que la relación concreta con instituciones abre. Por un lado, el Colectivo Situaciones no estaba en búsqueda de financiamiento cuando BNV Producciones los contactó. "Fueron ellos", explicó, "los que rastreando prácticas y experiencias en Argentina que resultaran interesantes para su proyecto, contactaron con nosotros". Al principio, ese ofrecimiento les generó recelo ("un recelo no exento de prejuicios", admitió Santucho), pero después acordaron aceptar la financiación que destinarían a la puesta en marcha de nuevas vías de desarrollo para el trabajo del Colectivo Situaciones. "En todo momento", señaló, "tuvimos claro que una condición importante era que esa financiación no se dedicara a algo que formara parte del núcleo de nuestra experiencia de investigación militante. Aquellas dinámicas esenciales para nuestro proyecto debían mantener la mayor autonomía posible, y el apoyo ofrecido debería destinarse a financiar experiencias siempre deseadas pero imposible de autofinanciar". A juicio de los miembros del Colectivo Situaciones, Rutas de la potencia está funcionando bien porque, hasta ahora, la institución en ningún momento ha tratado de controlar, orientar o marcar los tiempos de ejecución del proyecto. "Hemos gozado de libertad para hacer lo que queríamos", indicó Mario Santucho, "manteniendo un control absoluto sobre todas las actividades que hemos puesto en marcha". Esta confianza tiene que ver con la convicción de los responsables de UNIA arteypensamiento de que gran parte de la creatividad social y de la producción de imaginarios y valores en la sociedad contemporánea, ni se origina ni se realiza en las instituciones. Los momentos de tensión en el proyecto surgieron una vez finalizados los recorridos por América Latina, y estuvieron relacionados con la necesidad de producir en un plazo determinado de tiempo una serie de documentos (publicaciones, fotográficos y audiovisuales) que funcionaran como productos de la investigación. "En ese momento", aseguró Mario Santucho, "si la necesidad de producir algo hubiera estado motivada únicamente por la exigencia de tener que acompañar los requisitos formales de la institución, lo más probable es que no lo hubiéramos hecho. Y no necesariamente por un recelo anti-institucional, sino porque implicaba la postergación de exigencias para nosotros más importantes". Si decidieron adecuarse a esos plazos de tiempo (dedicándose casi a tiempo completo a este proyecto) fue por la responsabilidad que tenían con sus propias redes de trabajo. Es decir, porque los tiempos de la presentación en la UNIA coincidieron con los tiempos propios de construcción del Colectivo Situaciones. Hay que tener en cuenta que, desde que se creó a mediados de la década de los noventa, el Colectivo Situaciones ha tratado de mantenerse siempre fiel a dos criterios de funcionamiento: la no profesionalización, es decir que la supervivencia económica de sus miembros no dependiera de sus actividades en el colectivo; y la no división y especialización del trabajo, algo que consideran imprescindible para que el sentido de lo que hacen pase por todos y cada uno de ellos. "La aceleración que hemos vivido en esta última fase de Rutas de la potencia por la necesidad de cerrar la producción de materiales específicos", recordó Sebastián Scolnik, "nos ha obligado a matizar esos criterios, pues hemos tenido que recurrir a una relativa división del trabajo y, en cierto modo, hemos descuidado los procedimientos colectivos en la elaboración de algunos de los documentos". Por todo ello, el Colectivo Situaciones cree que una manera de ir más allá de una relación puramente instrumental, es la posibilidad de que UNIA arteypensamiento asuma como criterio de valoración de un proyecto como Rutas de la potencia, el efecto que tiene en las redes de las que parte y en las que se realiza. Es decir, cómo influye, alimenta o produce sentido en la realidad en la cual se lleva a cabo. "Si esto es una aspiración viable, si la institución puede hacer propios los criterios de evaluación que las experiencias involucradas elaboran", recalcó Santucho, "podríamos pensar la institución como un elemento más del desarrollo de una construcción múltiple y horizontal". En este punto del debate, Miguel Benlloch, de BNV Producciones, quiso aclarar que UNIA arteypensamiento siempre se ha concebido como un espacio plenamente autónomo dentro de la institución en la que trabaja: la Universidad Internacional de Andalucía (UNIA). De hecho, cuando los miembros de BNV tuvieron los primeros contactos con responsables de esta universidad para poner en marcha este proyecto, se preguntaron cosas muy parecidas a las que se han planteado los integrantes del Colectivo Situaciones. "Por ello", subrayó, "no tendría sentido exigirle a las personas y colectivos que participan en este proyecto, lo que no hemos querido que se nos exija a nosotros". Para BNV, UNIA arteypensamiento representa el proyecto de colaboración con una institución en el que se han sentido más libres, pues no han recibido presiones de ningún tipo (ni conceptuales, ni metodológicas, ni económicas). En cualquier caso, Miguel Benlloch cree que resulta bastante significativo el hecho de que algunas instituciones (o algunos grupos de personas dentro de esas instituciones) estén comenzando a re-pensar sus funciones y a buscar nuevos modos de relacionarse con los movimientos sociales. Amador Fernández-Savater aseguró que le resulta difícil imaginar de qué modo se puede concretar ese intento de ir más allá de la relación más o menos instrumental entre movimientos sociales e instituciones. Según su experiencia, el proceso suele ser el siguiente: la institución concede un dinero a un colectivo o grupo de colectivos; éstos le piden que no se inmiscuya en lo que están haciendo; y, finalmente, tras sortear una serie de tensiones (unas veces más evidentes y otras más sutiles), generando más o menos confianza entre las partes, se termina produciendo algo con cierto grado de autonomía, interés y utilidad. "Pero siempre hay una sombra de superficialidad y exterioridad en estas relaciones", argumentó. Los miembros del Colectivo Situaciones creen que hay que avanzar en este tipo de vínculos, sin imaginar modelos, para investigar la posibilidad de una "institucionalidad" que no sólo rompa con las relaciones jerárquicas sino que además alcance a percibir y logre participar de las formas actuales de la cooperación social. A juicio de Mario Santucho, si se mantiene una relación basada en los criterios de valoración propios de la institución, la mayor de las veces externos a las dinámicas productivas, las tensiones sobrevendrán siempre y se resolverán a favor de uno y contra el otro. "Bajo mi punto de vista", añadió, "sólo se puede articular una construcción colectiva que permita desarrollar dinámicas institucionales inmanente a los movimientos, si la institución se piensa a sí misma como un elemento más (no como un elemento externo, ni más importante) de las redes (políticas, afectivas, relacionales...) en las que se integran los movimientos sociales". En la misma línea se manifestó Raúl Sánchez, quien recordó que cuando se decide desarrollar procesos de colaboración con determinadas instituciones es porque se quieren producir efectos políticos ("no sólo conseguir financiación para sacar carteles de más calidad"). En este sentido cree que cualquier negociación que se realice con estas instituciones tiene que hacerse desde la aceptación mutua de que ambas partes son iguales. Es decir, que no hay una parte -el colectivo- que esté subordinada a la otra -la institución-. "El objetivo final", precisó, "es que de esos procesos de colaboración surja una nueva institucionalidad que no reproduzca las lógicas organizativas jerárquicas y verticales del neoliberalismo y busque un nuevo tipo de relación entre gasto público, práctica política, innovación y creatividad social". En este sentido, Francesco Salvini añadió que problematizar la relación de los movimientos sociales con las instituciones supone pensar estrategias e iniciativas que hagan posible reconstruir la relación entre lo público y lo institucional. Leónidas Martín recordó una experiencia en la que se planteó de forma muy intensa el problema de la relación con las instituciones: el caso de Las Agencias en Barcelona. "Empezó siendo un proyecto de colaboración puntual con el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona (MACBA)", explicó, "pero al ver la potencialidad política y social que tenía, se decidió apostar por desarrollar una colaboración a largo plazo". En un determinado momento, el MACBA planteó que para seguir apoyando el proyecto, los colectivos tenían que permitir que lo que estaban produciendo, se pudiera relacionar con las redes en las que dicha institución se insertaba. "Nosotros entendíamos que eso significaba hacer concesiones inadmisibles", señaló Leónidas Martín, "pues suponía aceptar una serie de mecanismos simbólicos que convertían el trabajo colectivo (la potencia) en mera representación". La tensión entre el MACBA y los integrantes de Las Agencias fue creciendo de forma progresiva y, finalmente, desembocó en una ruptura total de la colaboración. Aún asumiendo que cualquier proceso más o menos complejo de colaboración con las instituciones terminará generando tensiones, Leónidas Martín considera que se trata de un terreno que es necesario explorar. "Sería muy interesante", añadió, "encontrar herramientas organizativas que permitan insertar a una institución en la producción de potencialidad política". Pero eso, a su juicio, sólo se podrá conseguir si se ponen en marcha relaciones que posibiliten romper con la tendencia que tienen las instituciones (especialmente las vinculadas al ámbito de la creación estética) a individualizar los procesos de colaboración en una sola persona (o en un único colectivo) y a buscar dinámicas de representación que reducen la complejidad social y política de un proyecto a la creación de productos y objetos más o menos tangibles (exposiciones, vídeos, libros...). Raúl Sánchez cree que en este debate se debe tener muy en cuenta el problema del gasto público (relacionado con otras cuestiones como la autonomía o la autogestión) y, por ello, considera que no tiene sentido pensar en abstracto las relaciones que se establecen entre movimientos sociales e instituciones. "Entre otras cosas", explicó, "porque los movimientos no son plenamente autónomos. La autonomía es una potencia, es decir, no es algo dado a priori, sino que se tiene que construir. Y es en la capacidad de trazar nexos de re-apropiación del gasto público o de recursos en relación con la institución, donde se cifra esa autonomía". A su vez, Raúl Sánchez piensa que no se puede olvidar que los representantes de las instituciones son personas de carne y hueso (a veces, gente mucho más cercana de lo que se cree) y coincide con Marina Garcés y Marta Malo de Molina en que sería mucho más productivo para este debate partir de problemáticas concretas y desprenderse de las referencias a "la Institución" o al "Movimiento" en mayúscula (como entes abstractos e indivisibles). A su juicio, otras cuestiones que habría que analizar son la tendencia a la individualización de la cooperación (se sigue reproduciendo el paradigma del creador/artista individual) y las problemáticas relacionadas con el tema de la propiedad intelectual, el copyright y los derechos de autor. "Partimos", argumentó, "de la convicción de que nuestro trabajo tiene que generar efectos políticos. Si producimos cosas inmateriales (un proceso de investigación militante lo es), es preciso que luchemos para que no sean arrancadas de lo común". Es decir, la producción intelectual que generan los movimientos sociales tiene que estar a disposición de cualquier persona o colectivo que la solicite (siempre y cuando respete ciertas condiciones para su uso y distribución). En este sentido, Raúl Sánchez cree que habría que utilizar las herramientas jurídicas que ya existen para promover la cultura libre (como las licencias creative commons). "Y no es poca cosa", señaló, "conseguir que una institución acepte trabajar con estas herramientas, especialmente en el caso del mundo del arte donde sigue prevaleciendo una fetichización del objeto estético". Jun Fujita Hirose y Raquel Gutiérrez Aguilar aseguraron que, para ellos, no es especialmente problemático ni contradictorio que los movimientos sociales establezcan una relación de tipo instrumental ("parasitaria" en palabras de Fujita Hirose) con las instituciones. A partir de su experiencia en México y Bolivia, Gutiérrez Aguilar cree que sólo es posible mantener una relación de cooperación más profunda con personas concretas que trabajan dentro de esas instituciones, pero no con las instituciones en sí mismas ("a las que se podrá influir hasta conseguir que modifiquen pequeños aspectos de su funcionamiento, pero poco más"). En este punto del debate, Marta Malo de Molina quiso recordar que gran parte de las intervenciones estaban aludiendo a la relación que se puede establecer con una serie de instituciones (la Universidad Internacional de Andalucía, Arteleku, MACBA...) muy particulares que, a pesar de sus contradicciones, tienen en su seno a personas con una voluntad política muy clara. "Creo que con ellas es posible y recomendable ir más allá de una relación puramente parasitaria", precisó. "Sea como sea", advirtió Pablo Carmona (del Centro Social Seco de Madrid), "tampoco podemos obviar que la relación de un colectivo con las instituciones se produce a muchos niveles y no siempre es posible la puesta en marcha de procesos de cooperación a medio y largo plazo. En muchos casos son relaciones circunstanciales y puntuales (trámites administrativos, solicitud de subvenciones) que, por tanto, tendrán un carácter básicamente instrumental". Para Mario Santucho limitar la relación entre los movimientos y las instituciones a una cooperación de tipo interpersonal supone, de algún modo, despolitizar el problema. "Si se acepta de antemano esa limitación", explicó, "nos autocondenamos a no poder politizar el problema de la relación con las instituciones". Bajo su punto de vista hay que investigar hasta dónde se puede llegar en esa cooperación y a partir de ahí, pensar si vale o no vale la pena seguir desarrollándola. En el caso más que concreto de la propia relación del Colectivo Situaciones con la Universidad Internacional de Andalucía a través del programa de UNIA arteypensamiento, les ha posibilitado conocer una serie de prácticas sociales y políticas que se desarrollan en distintos puntos de América Latina a las que, de otra forma, difícilmente hubieran podido acceder (por razones tanto logísticas como financieras). "Rutas de la potencia", señaló Sebastián Scolnik, "nos ha permitido comenzar a construir un plano latinoamericano que no lo podemos sostener desde una pura autofinanciación. Y si la financiación es una parte muy importante de este proyecto, creemos que debemos pensarla muy detenidamente, teniendo en cuenta todos y cada uno de sus niveles. Ese plano de relaciones latinoamericanas, de hecho, constituye uno de los proyectos políticos más interesantes que tenemos por delante. Y el hecho de que dependa, en algún sentido, de un vínculo institucional nos obliga a politizar esta relación, a incorporarla a la dinámica de construcción. Conservar una pura relación instrumental podría condenar la posibilidad al fracaso". En la fase final de esta tercera sesión de las jornadas de debates internos de Rutas de la potencia en la sede Antonio Machado (Baeza, Jaén) de la Universidad Internacional de Andalucía, Neka Jara explicó cómo ha gestionado la relación con las instituciones el Movimiento de Trabajadores Desocupados (MTD) de Solano. "Cuando empezamos a debatir si aceptábamos o no los planes sociales que ofrecía el gobierno", rememoró, "hubo muchas discusiones, tanto entre nosotros como con otras organizaciones. Algunos aseguraban que si los aceptábamos, le haríamos el juego al gobierno; otros que se desvirtuaba la lucha obrera, pues en lugar de demandar trabajo se exigían subsidios. Lo cierto es que estábamos 'cagados' de hambre, con problemas de salud y finalmente los tomamos". En cualquier caso, nunca pensaron que con la concesión de esos planes quedaban cumplidas sus reivindicaciones. Ellos lo veían como un medio que les permitía sobrevivir en un momento en el que (casi) no tenían otra forma de hacerlo. Poco a poco fueron construyendo distintos espacios autogestionados que les posibilitaron producir bienes de primera necesidad (pan, fruta, ropa, zapatos) y cubrir las carencias que tenían en temas como la salud o la educación. No hay que olvidar que el Movimiento de Trabajadores Desocupados estaba (y está) formado por personas muy diferentes. "Algunos procedíamos de otras militancias", explicó Neka Jara, "pero para otros (quizás, para la mayoría) era la primera experiencia activista que vivían". Con el tiempo, la lucha comenzó a formar parte de su cotidianidad y se fueron tejiendo redes sociales de organización barrial y territorial que posibilitaron la emergencia de una nueva subjetividad política. Tras las jornadas de diciembre de 2001 (que dieron una gran visibilidad mediática a este movimiento) y, especialmente, después de la victoria electoral de Néstor Kirchner en mayo de 2003, comenzaron a surgir una serie de voces dentro del MTD que advertían del peligro de que la organización reprodujera las mismas lógicas jerárquicas y opresoras contra las que se había rebelado. A partir de esa reflexión, hubo muchos debates internos y se llegó a la conclusión de que era necesario "desarmar buena parte de lo que se había armado para poder re-armarlo de nuevo". Hoy se encuentran en esa fase que, para Neka Jara, es fundamental pues permite reconstruir el movimiento, dotarle de un nuevo sentido. "Esto es", subrayó, "re-pensar de qué modo queremos hacer lo que estamos haciendo". "Además", añadió, "la sensación que prevalece entre los que seguimos vinculados al MTD es que, aunque haya que re-pensarlo todo y tomar nuevos caminos, mucho de lo que emprendimos valió la pena y ahora sería absurdo (e injusto) arrepentirse de lo andado". A partir de esta experiencia, Neka Jara cree que uno de los principales desafíos que tienen que asumir los colectivos sociales es analizar en profundidad qué tipo de relaciones están tejiendo y compararlas con las que, realmente, les gustaría tejer. Bajo su punto de vista, ese análisis puede contribuir a la reconstrucción del movimiento social argentino que tiene que re-inventarse para adecuarse a un contexto político y simbólico en el que herramientas de lucha como los piquetes se han ritualizado y han perdido (casi) todo su potencial subversivo. Sebastián Scolnik considera que cuando no hay fuertes procesos de politización social, la reproducción sistemática de modos de acción que fueron creados en otros contextos de fuerte politización de la sociedad, puede llegar a ser contraproducente. Incluso aunque se utilice para apoyar reivindicaciones justas y necesarias. "No es cuestión de hacer tabula rasa y olvidar todo lo que se ha producido hasta ahora", explicó, "sino de encontrar fórmulas y estrategias que nos permitan re-actualizar las herramientas de lucha social y re-conectarnos con prácticas y experiencias emergentes que contienen nuevas potencialidades políticas". En este sentido recordó que ha habido algunos acontecimientos no directamente políticos -por ejemplo, las movilizaciones para denunciar las estrategias políticos-empresariales que rigen el capitalismo argentino y que están en el fondo del incendio de la discoteca República Cromagnon- que han demostrado que esas energías sociales siguen estando ahí y se pueden re-activar. Mario Santucho cree que los movimientos sociales no necesariamente están limitados a pensar cómo influir en una plataforma institucional para lograr ciertos recursos o reivindicaciones. A su juicio también pueden investigar cómo conseguir que la necesidad de negociar con esa estructura institucional no implique un descuido del proceso concreto de configuración de sentido político. "La despolitización experimentada en la sociedad argentina desde mayo de 2003", aseguró, "tiene ver con ese descuido, pues la consolidación de cierto nivel de logro de las luchas fue seguida de una pérdida de sentido de la construcción política que estaba emergiendo". |