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Conferencia de Esther Velázquez: El agua virtual: una forma de integrar la economía ecológica en los planteamientos económicos |
En la actualidad, la economía que se enseña en los espacios universitarios está fundamentada en premisas y principios de la filosofía y la física que se formularon en los siglos XVII y XVIII (la mecánica newtoniana, el racionalismo cartesiano, el primer principio de la termodinámica...), cuando nació la concepción moderna de las ciencias económicas. Este anclaje en presupuestos teóricos que han quedado desfasado ha provocado una progresiva reducción del ámbito analítico de la economía, pues sólo se estudian, en palabras de José Manuel Naredo, aquellos objetos directamente útiles para el hombre y que pueden ser producidos, apropiados y valorados en términos monetarios. Todo lo demás queda al margen, como si las actividades económicas no interactuaran con su entorno (natural, socio-cultural e institucional) y no estuvieran condicionadas por las leyes de la física.
Según Esther Velázquez, profesora contratada en el Departamento de Economía, Métodos Cuantitativos e Historia de la Universidad Pablo de Olavide (Sevilla) y autora de libros como Turismo rural y Medio Ambiente. Propuesta para una metodología de análisis y El Plan de modernización del sector pesquero andaluz, desde este enfoque convencional o neoclásico de la economía, ésta se entiende no sólo como un sistema cerrado (aislado y autosuficiente), sino también como un proceso reversible, "en el que se puede ir de un 'momento cero' a un 'momento uno' sin generar ningún efecto nocivo sobre el medio y, después, volver al 'momento cero' como si nada hubiese pasado". De este modo, la economía neoclásica considera que para mantener bien "engrasada" la maquinara económica basta con disponer de mano de obra (fuerza de producción) y capital, pues mientras existan estos dos elementos se podrá encontrar la forma, gracias a los avances de la ciencia y de la técnica, de ir sustituyendo los recursos que se agoten y de solventar los problemas ambientales que se generan por la emisión y acumulación de residuos.
El desinterés que las ciencias económicas han tenido históricamente por la dimensión física de la economía fue provocando un progresivo deterioro del medio ambiente que comenzó a hacerse visible en los años setenta del pasado siglo. En respuesta a esa situación surgieron dos corrientes de pensamiento: la economía ambiental y la economía ecológica. La primera, según Esther Velázquez, se puede concebir como una actualización de la economía neoclásica, pues no cambia sus esquemas analíticos sino que se limita a incorporar variables que ésta no contemplaba. De hecho, la economía ambiental sigue apostando por un enfoque disciplinar, sigue confiando en que el progreso técnico proporcionará herramientas para solventar los problemas y conflictos que generan los procesos productivos y sigue teniendo como principal objetivo el crecimiento económico. Por el contrario, la economía ecológica realiza un cuestionamiento integral de los paradigmas teóricos y analíticos desarrollados por la concepción neoclásica de la economía. "Más que una disciplina", precisó Esther Velázquez, "es un movimiento que aúna y sintetiza aportaciones de múltiples ámbitos disciplinares y que concibe la economía como un sistema abierto que está en un continuo proceso de transformación y evolución". Para ello plantea la necesidad de adoptar un enfoque "eco-integrador" y "co-evolutivo", de modo que a la hora de analizar y/o planificar las actividades económicas se aborden sus relaciones con los contextos (territorial, socio-cultural e institucional) en los que se insertan, siendo en todo momento conscientes de que dichos contextos, como sugiere R. Norgaard, también evolucionan. "Y que esa evolución", añadió Velázquez, "afecta (y es afectada por) la propia evolución de la economía".
A juicio de la autora de El Plan de modernización del sector pesquero andaluz, sólo asumiendo esta óptica multidimensional -que enfoca tanto los aspectos monetarios como los físicos, territoriales, socio-culturales e institucionales de las actividades económicas- se pueden detectar y comprender las causas de los conflictos y desajustes económicos. En este sentido, Esther Velázquez cree que en la economía ambiental, a pesar de su retórica ecologista, sigue prevaleciendo la perspectiva unidimensional monetarista de la concepción neoclásica de la economía que prioriza los resultados cuantitativos sobre cualquier otro criterio. Por ejemplo, algunos de los principales promotores de esta corriente, tras observar que en los países que han alcanzado determinado nivel de renta per cápita la contaminación ha empezado a disminuir, han desarrollado la hipótesis de que existe una "curva ambiental de Kuznets"1. Esto les lleva a argumentar que los problemas medioambientales provocados por el crecimiento económico se solucionan con más crecimiento económico. "Pero en su razonamiento", advirtió Esther Velázquez, "obvian que la principal causa de esa reducción de la contaminación está en la existencia de un marco institucional que permite que las industrias más dañinas para el medio ambiente se trasladen a los países económicamente menos desarrollados, por lo que su solución sólo es viable en un contexto global de desequilibrio y desigualdad".
Para saber el agua que se podría ahorrar si se importaran determinados productos en vez de exportarlos, Esther Velázquez explicó que hay que calcular el "agua virtual neta" de la que dispone un país o región. Ésta sería la diferencia entre el "agua virtual exportada" (que se calcula a partir del "agua virtual real", es decir del agua que se utiliza en la producción de un bien o servicio que se exporta) y el "agua virtual" importada (que se mide a partir del "agua virtual teórica", esto es, del agua que se habría utilizado en la producción de un bien o servicio que se importa). Evidentemente, a la hora de decidir si conviene o no producir y exportar un bien o servicio se deben tener en cuenta otros muchos factores e indicadores (territoriales, socio-culturales, institucionales, monetarios...) y, por ejemplo, no poner nunca en peligro la seguridad alimentaria de un país. Asumiendo estas consideraciones, Esther Velázquez cree que la noción de agua virtual puede ser un instrumento analítico muy útil para integrar los presupuestos de la economía ecológica en el estudio y planificación de las actividades económicas.
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