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Conferencia de Dean MacCannell: La autenticidad escenificada en la actualidad |
A finales de los años sesenta del siglo pasado, Dean MacCannell, profesor de Diseño Medioambiental y Arquitectura del Paisaje en la Universidad de California (Davis) y autor de libros como El turista: una nueva teoría de la clase ociosa y Lugares de encuentro vacíos, observó que en ciertas propuestas turísticas se daba a entender que se estaban revelando elementos vinculados a lo que se podría denominar la "parte de atrás" (back region) de un espacio o actividad: fábricas que invitaban a recorrer sus cadenas de montaje, orquestas que permitían asistir a sus ensayos, organización de visitas guiadas a morgues y cloacas... Desde entonces, esta tendencia a revelar (o a aparentar que se revelan) zonas y aspectos recónditos de la sociedad no sólo se ha desarrollado de forma cada vez más intensa en el ámbito del turismo, sino que ha colonizado todas las esferas de la vida de los ciudadanos, convirtiéndose, en palabras de MacCannell, "en uno de los mecanismos de control social más utilizado por el capital en la sociedad postmoderna".
En el inicio de su intervención en las jornadas Sobre capital y territorio (de la naturaleza del espacio... y del arte), Dean MacCannell señaló que para analizar este fenómeno ha recurrido tanto a la teoría de la mirada de Michel Foucault como a las reflexiones realizadas por Erving Goffman o Jacques Lacan en torno a la relación dialéctica entre lo visible y lo invisible (entre lo público y lo privado) que se produce en la vida social cotidiana. No hay que olvidar que el poder de los lugares turísticos no reside en que poseen la mirada, sino en que la atraen. De hecho, el turista "mira hacia donde le dicen que mire y ve lo que le dicen que vea". Por tanto, el poder no está en su mirada, sino en las diferentes estrategias utilizadas para atraerla. Y a día de hoy, la principal estrategia a la que se recurre es prometerle que se le enseñarán espacios, ritos y relatos que normalmente permanecen ocultos a los visitantes y que verá y experimentará cosas de la misma manera que las experimentan y ven los habitantes de los lugares a los que va.
Este "vistazo entre bastidores" -que en la actualidad hemos asumido como normal- se consideraba una indiscreción intolerable cuando Goffman publicó Presentation of Self in Everyday Life (1959), un trabajo en el que plantea que tanto en nuestras relaciones interpersonales como sociales existe una división estructural que separa "lo de delante" (aquello que conforma nuestra personalidad pública y permite el funcionamiento rutinario de una sociedad) de lo "de atrás" (nuestras aficiones "inconfensables", nuestros datos biográficos más íntimos...). En este sentido, Erving Goffman afirmaba que la visión que un sujeto tiene de todo lo que le rodea está moldeada de antemano por la aceptación tácita de unas "barreras a la percepción" que permiten mantener a resguardo las "partes de atrás" o "regiones traseras" de individuos e instituciones sociales. Según el razonamiento de Goffman, todo secreto de la "parte de atrás" que se revele, socavará los pilares sociales y estructurales en los que se apoya el carácter, la personalidad y la solidaridad de grupo. Sin embargo, muy poco después de que Goffman publicara Presentation of Self in Everyday Life, comenzaron a proliferar las "ofertas turísticas" que prometían una aparente revelación de secretos de la "parte de atrás". Para describir este fenómeno (que surge con la intención de hacer creer al turista que no mantiene una relación superficial con los lugares que visita), en un artículo que escribió en 1973 Dean MacCannell acuñó la expresión "staged authenticiy" (autenticidad escenificada o representada). Lo importante, a su juicio, no es que esta "autenticidad escenificada" pueda camuflar una "autenticidad real", sino que supone la aparente eliminación de las barreras perceptivas entre las partes delantera y trasera de las que hablaba Goffman.
En opinión de Dean MacCannel, mientras este fenómeno se circunscribía al ámbito del turismo no era demasiado preocupante. Pero, ¿qué implicaciones tiene el hecho de que, como está ocurriendo en la actualidad, "se le diga a toda una civilización que puede ir a todas partes, verlo todo, hacerlo todo, experimentarlo todo y saberlo todo, cuando es evidente que no puede?".
A diferencia de Goffman y Lacan, que consideran que tanto ver como ser visto son dos procesos que se producen conforme a unos términos establecidos por lo simbólico, Foucault cree que puede haber una mirada que opere con independencia del lenguaje y de cualquier otro sistema simbólico para establecer su propia verdad. De hecho, en su libro El nacimiento de la clínica asegura que la mirada no es dialectizable, por lo que está protegida de las equivocaciones del lenguaje. Según MacCannell, más allá de las objeciones conceptuales y metodológicas que se le puedan realizar a la teoría de la mirada de Foucault (por ejemplo, que la misma posibilidad de una mirada sin lenguaje requiere del lenguaje para su enunciación), hay que reconocer que fue capaz de anticipar que la búsqueda obsesiva de una visibilidad sin límites se convertiría en el principio organizador central de la vida social contemporánea (donde la política se ha transformado en un espectáculo, algunos procesos judiciales se transmiten por televisión como si fueran reality shows, se multiplican -y diversifican- los sistemas de videovigilancia o el deseo de ser famoso está por encima de cualquier otro deseo).
Esa búsqueda obsesiva de una visibilidad total -que, según Dean MacCannell nos sitúa en el dominio propio de la paranoia- está propiciando una profunda transformación en el ámbito doméstico. Así, a día de hoy, las casas más valoradas son frecuentemente espacios diáfanos que se caracterizan por la desaparición de los elementos constructivos que establecían una separación nítida entre "partes de delante" y "partes de atrás". De hecho, en muchas viviendas de lujo que se están construyendo actualmente en Estados Unidos, incluso los cuartos de baño (espacios asociados inequívocamente a las "zonas traseras" de un hogar) se diseñan para ser exhibidos y mostrarse como si fueran un "atractivo turístico" más de unas casas convertidas en auténticos escaparates.
Un sector cada vez más amplio de la población percibe esta eliminación de las barreras que históricamente han separado las "partes de delante" de las "partes de atrás" como algo positivo (o, al menos, como una "incomodidad menor" necesaria para garantizar la seguridad). E incluso para numerosos ciudadanos, dicha eliminación refleja que se está construyendo una sociedad mucho más transparente, abierta y flexible. "Bajo mi punto de vista", advirtió MacCannell, "ocurre justo lo contrario, pues esta aparente revelación de unas supuestas 'partes de atrás' secretas sugiere que lo que sigue quedando oculto es tan espantoso que no podemos permitir que aparezca, ni siquiera bromear sobre ello entre bastidores".
A juicio del autor de Lugares de encuentro vacíos, la "automatización de la autenticidad escenificada" (es decir, la conversión de la visibilidad radical en el principio organizador de la vida social, la eliminación sistemática de las fronteras entre lo "de delante" y lo "de atrás") está provocando que la apariencia reemplace a la personalidad y al carácter. De hecho, en la sociedad actual (la "sociedad del espectáculo", parafraseando a Guy Debord) a los sujetos que destacan ya no se les suele denominar "personalidades" sino "celebridades", "estrellas" o "famosos". "En el nuevo espacio genérico de la autenticidad escenificada", subrayó MacCannell, "allí donde antes figuraba la 'personalidad', lo que se encuentra hoy es puro ego (...), pues la función que aquella desempeñaba en la creación de relaciones sociales ha sido asumida por la apariencia física". La disolución de las fronteras entre "fachadas" y "zonas traseras" ha generado un cambio radical en el modo en que nos vestimos y en el tipo de vehículos que preferimos utilizar. Cuando Goffman publicó Presentation of Self in Everyday Life existía una nítida distinción entre ropa formal, ropa informal y ropa de trabajo, así como unas normas implícitas precisas sobre el atuendo adecuado para cada espacio y/o situación. El principal criterio clasificatorio para establecer estas normas se basaba en la división estructural entre "partes de delante" y "partes de atrás". La separación era tan tajante que, por ejemplo, se consideraba de mal gusto que bragas y sostenes estuvieran en contacto directo con faldas y blusas y para evitarlo existían una serie de prendas (combinaciones, fajas...) que se colocaban entre ambos tipos de ropa.
"Los sujetos postmodernos", aseguró Dean MacCannell, "hemos aprendido a habitar el espacio de la autenticidad escenificada y vestirnos en consecuencia, es decir, como turistas". En Estados Unidos (y, en general, en todos los países occidentales u occidentalizados), la ropa que llevan cotidianamente casi todos los ciudadanos (salvo los homeless y, a veces, incluso éstos) está cuidadosamente pensada para que parezcan, al mismo tiempo, "responsables y despreocupados, informales y serios". En gran medida, nos vestimos para alardear de "autenticidad personal y de una informalidad propia de la parte de atrás", buscando no tanto la aprobación de los demás como su "mirada" de admiración. En un contexto simbólico dominado por esta lógica de la "autenticidad escenificada", el tipo de automóvil más valorado es el "4x4" que conducen o desean conducir tanto mujeres suburbanas modernas como hombres con exceso de testosterona, tanto miembros de las fuerzas de seguridad como delincuentes comunes, tanto altos ejecutivos como trabajadores sin cualificación. Su atractivo radica, según MacCannell, en su supuesta versatilidad, en que rompe con la separación entre lo "de atrás" y lo "de delante", sirviendo tanto como herramienta de trabajo (o para circular por un terreno agreste) como para exhibirlo por la ciudad (o para conducirlo orgulloso por la autopista). "En un coche así", subrayó, "uno puede ir a cualquier parte o a ninguna".
En este punto de su intervención, Dean MacCannell indicó que la teorización más precisa de los posibles efectos que tendría en el ser humano la desaparición sistemática de las barreras a la percepción entre lo "de delante" y lo "de atrás" se encuentra en los textos que realizó el pensador británico Jeremy Bentham a finales del siglo XVIII para explicar su propuesta de prisión "panóptica". Su idea era crear un edificio anular con una torre de vigilancia en el centro desde la que los guardianes pudieran vigilar a todos los prisioneros sin que éstos supieran en ningún momento si estaban siendo observados o no. Las celdas tendrían dos ventanas: una interior orientada hacia la torre de vigilancia y otra exterior que permitiría que los reclusos también pudieran ser observados permanentemente desde el exterior de la prisión, algo que, a su juicio, además de reforzar el control sobre los prisioneros, impediría cualquier tentativa de corrupción por parte de los responsables de las cárceles. Bentham, considerado el "padre del utilitarismo", aseguraba que este diseño panóptico posibilitaba que el presupuesto necesario para la creación, el mantenimiento y la gestión de instalaciones penitenciarias se redujera de forma notable, pues permitía la disminución del personal empleado en la custodia de los presos y simplificaba de forma significativa la arquitectura de las prisiones.
Aunque la propuesta específica de diseño de prisión que elaboró Jeremy Bentham sólo se ha aplicado de forma parcial, la influencia de su modelo panóptico de vigilancia ha sido enorme, especialmente desde mediados del siglo XX, cuando, en palabras de MacCannell, "ha arraigado y tomado cuerpo en infinidad de minúsculos detalles de la vida humana". "El proyecto general de vida social en el capitalismo avanzado", explicó el autor de El turista: una nueva teoría de la clase ociosa, "se parece cada vez más a una interminable serie de 'autenticidades representadas' que se reflejan unas en otras. Este sistema parece avanzar hacia su perfección (...) y cuando este proceso quede culminado, habremos asistido a la sustitución de la estructura social por una estructura paranoica". A juicio de Dean MacCannell, el mejor indicio de que este proceso continúa avanzando se encuentra en el hecho de que incluso las "regiones traseras" más recónditas de nuestra sociedad, las cárceles, se presentan ahora como lugares que pueden ser contemplados por cualquiera (eso sí, sólo mientras están desocupadas), invirtiéndose una gran cantidad de capital, energía y talento en su diseño y construcción o rehabilitación. Así, mientras ciudades como Celebration1 se planifican siguiendo el modelo de diseño panóptico propuesto por Jeremy Bentham y en San Francisco, Los Ángeles o París se venden lujosos lofts decorados como una "parte de atrás" industrial (paredes interiores de ladrillo visto, suelos de cemento pulido...), las nuevas prisiones que se construyen aparentan ser espacios acogedores y confortables (e incluso, con frecuencia, destacan por su audacia estética). "Desde la perspectiva aquí expuesta", concluyó MacCannell, "esto sólo puede significar una cosa: nuestras cárceles están más atestadas, son más violentas y albergan más enfermedades que nunca (...) y las bellas imágenes que nos ofrecen de ellas antes de ser ocupadas por los presos, enmascaran la brutalidad y el horror inimaginable que contendrán cuando comiencen a funcionar".
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