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Caso de estudio. Intervención de Juan Requejo: Los procesos integrados en el litoral: planificación convergente e integración de la escala territorial y la escala marítimo-terrestre |
En el caso español, según Juan Requejo, un obstáculo para esa integración de distintas escalas de intervención está en la rígida división competencial que existe a la hora de legislar los asuntos urbanísticos y de ordenación territorial. Una división vinculada no sólo a los tres niveles básicos en los que se organiza la administración pública -municipal, autonómico y estatal-, sino también a los múltiples organismos que dentro de las distintas administraciones tienen competencia específicas sobre estos asuntos. Con frecuencia, las decisiones más influyentes son las que toman las entidades y corporaciones municipales que, por lo general, buscan resultados inmediatos para poder amortizar electoralmente su gestión, son más vulnerables a presiones externas y carecen de herramientas técnicas y de personal cualificado para analizar las problemáticas de ordenación territorial y urbana desde una perspectiva holística. En los últimos años, parece que las administraciones públicas (sobre todo las de ámbito autonómico y estatal) ya han comenzado a asumir, al menos a nivel discursivo, la necesidad de llevar a cabo una planificación territorial convergente y sostenible, aunque por el momento, advirtió Requejo, sus propuestas de ordenación "apuntan pero no disparan" y tienen una función prioritariamente propagandística. Los trabajos de asesoría en planificación territorial que ha llevado a cabo Juan Requejo para diversas administraciones públicas siempre se han articulado en torno a la noción de "capital territorial". Éste sería la suma del capital natural, construido, humano, social y de imagen (cada vez más importante) que tiene un territorio. "A día de hoy", aseguró, "todos estos capitales están condicionados por el capital financiero-especulativo (que es muy versátil, fluido e inaprensible), hasta el punto de que numerosos proyectos de ordenación territorial se limitan a propiciar y/o regular la aplicación de determinadas inversiones financieras en un espacio concreto". En España, cada una de las administraciones públicas existentes tiene competencias específicas sobre la gestión de los distintos capitales que hay en un territorio, algo que, en opinión de Requejo, está provocando una proliferación de dispositivos normativos que no están conectados entre sí (y que, en ocasiones, incluso se contradicen), una descoordinación que a menudo genera un bloqueo burocrático que impide responder de forma eficaz a las problemáticas que supuestamente tratan de resolver. "Es por ello imprescindible", subrayó, "mejorar la coordinación inter-administrativa en la ordenación territorial y urbanística, pues las decisiones que se adoptan en esta materia afectan al conjunto de la sociedad y tienen consecuencias sobre el entorno natural a corto, medio y largo plazo". También es necesario, según Requejo, que las políticas territoriales dejen de ser concebidas exclusivamente como herramientas legislativas que permiten organizar los procesos de transformación que se van a desarrollar en un territorio concreto (estableciendo cómo se distribuyen las cargas y beneficios entre los distintos agentes que intervienen en dichos procesos). "La planificación territorial", resaltó, "debe buscar el beneficio del conjunto de la sociedad (y no sólo de unos pocos), y para ello, las distintas soluciones que promueva tienen que estar encaminadas a enriquecer el capital territorial (es decir, el capital natural, construido, humano, social y de imagen) del espacio sobre el que se aplica". En este punto de su intervención, Juan Requejo se centró en el análisis de un territorio concreto, el Campo de Gibraltar, cuyas problemáticas económicas, sociales, culturales y ambientales no pueden entenderse sin tener en cuenta ciertas dinámicas globales. Se trata de un territorio con un alto valor geoestratégico, "pues el puerto de Algeciras", explicó, "es un nodo logístico esencial en la organización de los flujos globales de mercancías, un enclave crucial para que podamos vivir como vivimos; para que podamos tener en nuestras casas objetos que se han realizado a miles de kilómetros de distancia; para que podamos comprar ropa de marca a precios asequibles y usar sin problemas nuestros coches, electrodomésticos u ordenadores personales".
Las problemáticas y oportunidades que a día de hoy posee este territorio también están vinculadas al progresivo proceso de revalorización que ha experimentado el litoral mediterráneo desde los años cincuenta del pasado siglo hasta la actualidad. Una revalorización generada por la creciente centralidad que ha adquirido el ocio en la economía capitalista y por el hecho de que el turismo ha dejado de ser una práctica minoritaria para convertirse en un fenómeno de masas. En este sentido, Juan Requejo recordó que la consolidación de la costa mediterránea española como destino turístico ha propiciado la construcción de numerosas infraestructuras y áreas residenciales en el Campo de Gibraltar, sobre todo a partir de la década de los noventa, cuando muchos ciudadanos extranjeros (especialmente europeos comunitarios) empezaron a comprar en esta zona una vivienda para pasar los años de su jubilación o como segunda residencia1. De hecho, casi todas las promociones inmobiliarias que se han realizando en los últimos años en los municipios de esta comarca se han concebido para alojar a residentes "climáticos y vacacionales". En la fase final de su intervención en las jornadas Sobre capital y territorio (de la naturaleza del espacio... y del arte), Juan Requejo señaló que los "residentes climáticos", a pesar de que suelen tener una gran sensibilidad medioambiental, consumen más agua, gastan más energía, producen más residuos y generan más emisiones de C02 que los residentes fijos. El impacto sobre el entorno del turismo vacacional es mucho menor, pero los beneficios económicos y sociales que genera son muy escasos en comparación con la cantidad de capital territorial que consume. Por ello, Requejo considera que se debe descartar la idea de realizar una autovía entre Algeciras y Vejer de la Frontera, una infraestructura que tendría un enorme impacto en este territorio (un espacio de enorme valor ecológico y paisajístico) y que, a su juicio, sólo serviría para evitar los atascos que se producen actualmente durante los meses de verano en la carretera nacional que une ambas localidades. "Construir ese tramo de autovía", argumentó, "supondría resolver un problema puntual de movilidad, un beneficio relativo que no compensa si se tiene en cuenta la cantidad de capital territorial (natural, construido, de imagen...) que destruye".
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