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Resumen de la intervención de Lolo Rico: Ochenta cosas de los ochenta |
Entre 1984 y 1988, Televisión Española emitió durante la mañana de los sábados La bola de cristal, un programa destinado al público infantil y juvenil (aunque fue seguido por numerosos adultos) cuyo principal objetivo era "enseñar a desaprender, a tener una actitud crítica y comprometida ante las cosas". Lolo Rico, directora de La bola de cristal y autora de libros como Televisión fábrica de mentiras o Carta de una madre de izquierda a una hija de derechas, no pudo asistir personalmente al seminario Medio de masas, multitud y prácticas antagonistas, pero envió un vídeo en el que hace un balance retrospectivo sobre este programa que, a pesar de su éxito (o precisamente por eso), nunca ha sido repuesto. En dicho vídeo, Lolo Rico asegura que cuando se le pregunta cómo fue posible que en 1984 apareciera un programa en horario infantil en el que uno de sus protagonistas principales (La Bruja Avería) dijera cosas como "¡Viva el mal! ¡Viva el capital!", o "¡Viva la Cia!, ¡Viva la economía!", se le ocurren dos motivos fundamentales. Por un lado, la coyuntura política, el país estrenaba democracia y había un ambiente generalizado de tolerancia, alegría y creatividad (que dio lugar a fenómenos vitalistas y transgresores como la movida). Eso propició que durante un breve periodo de tiempo, coincidiendo con los primeros años del PSOE en el gobierno, la televisión fuera una especie de "oasis de libertad". Por otro lado, el "espléndido equipo creativo" (realizadores, guionistas, actores, técnicos...) que había detrás, "gente muy buena y entusiasmada con el proyecto" que tuvo la suerte de poder desarrollar su trabajo con total autonomía. En este sentido, Lolo Rico recuerda que entre los integrantes del equipo hubo siempre una gran compenetración, tanto a nivel profesional como afectivo, y eso se notaba en el resultado final. A su juicio, una de las grandes virtudes de La bola de cristal es que fue capaz de conectar con un público que demandaba una televisión más libre y crítica. "Nosotros, se enorgullece Lolo Rico, hemos acompañado en su crecimiento a numerosos espectadores. De hecho, a lo largo de estos años, muchas personas me han asegurado en distintos foros que el programa les había marcado, que lo recuerdan como un soplo de libertad en una sociedad que, de repente, parecía despertar de un prolongado letargo". Por ello, Lolo Rico cree que el éxito de La bola de cristal sólo fue posible gracias a que había un sector amplio de la sociedad que deseaba un cambio radical en la vida política y cultural de España. En sus primeras emisiones, el programa (que apenas se promocionó) tenía muy pocos espectadores pero, con el tiempo, el "boca a boca" fue funcionando, y la audiencia aumentó considerablemente (hasta llegar a superar los cuatro millones de televidentes). En su intervención grabada en vídeo, Lolo Rico recuerda que, al principio, cuando le encargaron la realización de un programa infantil de 90 minutos de duración para la mañana de los sábados, se sintió muy insegura. "Yo no creía entonces ni creo ahora, indica, en productos culturales que sean exclusivos para una franja de edad. De hecho, La bola de cristal nunca se concibió exclusivamente para el público infantil: iba dirigido tanto a los niños como a los adultos". En cualquier caso, para adaptarse a la exigencia de la dirección de TVE de que en el programa hubiera apartados específicos destinados tanto a preescolares, como a niños (de entre 6 y 11 años) y adolescentes, se realizó una división en tres grandes bloques, cada uno de los cuales tendría un público preferente (pero no exclusivo): Los Electroduendes (donde aparecían muñecos y, por lo tanto, estaba dirigido a los más pequeños); El librovisor (una sección con la que se pretendía fomentar la afición por la lectura); y La banda magnética que se centraba en el mundo del cine y de la cultura mediática. Todo esto se complementaba con la emisión de alguna teleserie poco convencional (La pandilla, La familia Monster, Embrujada...) y con un apartado (que, al principio, fue un programa independiente) presentado por Javier Gurruchaga que se titulaba La cuarta parte. "Pero esa división por edades, insiste Lolo Rico, era meramente orientativa. Nuestra idea fue siempre que las historias y los mensajes que se transmitieran en La bola de cristal tuvieran distintos niveles de lectura, de modo que cada espectador, dependiendo de su edad, de sus intereses o de sus conocimientos, se quedara con lo que quisiera o pudiera. Es decir, que cada uno comiera en función de su hambre". Lolo Rico considera que un buen programa de televisión debe tratar a los espectadores (con independencia de la edad que tengan) como seres inteligentes, ofreciéndoles una visión crítica y plural de la realidad (sin que eso signifique caer en el aburrimiento). En La bola de cristal siempre tuvieron muy claro que el entretenimiento no está necesariamente reñido con la crítica y, recurriendo al humor y a la sátira irreverente ("incluso nos reíamos de nosotros mismos"), trataron de conjugar ambas cosas. Para Lolo Rico, la televisión es un medio, no un fin. Por eso, cuando le preguntan cómo se puede enseñar a los niños a usarla, siempre responde que "lo mejor es abrirle la ventana y decirles que miren la calle: ahí está todo". El equipo creativo de La bola de cristal estaba formado por gente de izquierda (unos con más formación teórica y otros con menos), pero eso no quiere decir que el programa se concibiera como un mero instrumento audiovisual para transmitir contenidos anticapitalistas a un público infantil. Todo fue mucho más natural y espontáneo. "Nadie, explicó Lolo Rico, puede prescindir de su propio bagaje vital e ideológico (de su manera de ser, de pensar y de estar en el mundo) a la hora de crear un producto intelectual. Eso sería como lanzar una piedra al agua y pretender que no salgan círculos concéntricos". A su juicio, el hecho de que se insista tanto en la dimensión marxista/izquierdista de La bola de cristal deriva de la ausencia (antes y ahora) de programas realizados desde planteamientos no capitalistas en las parillas televisivas. "Quizás, precisó Lolo Rico, una de las claves del éxito de este programa está en que fue capaz de dar visibilidad de forma clara (y, a la vez, divertida) a una sensibilidad social y política que ya hacía tiempo que estaba en la calle pero que, hasta entonces, no había tenido un hueco en el entramado mediático-televisivo". Tampoco se puede desligar un producto audiovisual del contexto histórico en el que se genera y según Lolo Rico La bola de cristal es fruto del clima de ebullición cultural (los años de la movida) y de libertad política que vivió España durante la primera mitad de la década de los ochenta. En este sentido, la autora de Televisión, fábrica de mentiras asegura que su equipo pudo trabajar sin censuras ni presiones. "Hubo quejas desde arriba, matizó, incluso en alguna que otra ocasión se nos pidió directamente que nos mantuviéramos al margen de ciertos temas conflictivos (por ejemplo, durante la campaña del referéndum de la OTAN, se nos solicitó que no nos decantásemos explícitamente por el "no"), pero, en general, tuvimos carta blanca para hacer lo que quisiéramos". En la fase final de su emisión, se fueron acentuando las discrepancias con la dirección de TVE, y entre el cansancio acumulado tras cuatro años de trabajo y el miedo a caer en una peligrosa dinámica de autocensura, el equipo de La bola de cristal decidió dejar de realizar el programa. En cualquier caso, Lolo Rico cree que tuvo la suerte de estar en el sitio justo en el momento adecuado porque, según ella, a día de hoy, es absolutamente imposible llevar a cabo un programa como La bola de cristal. A su juicio, no por falta de talentos o de medios (de hecho, desde un punto de vista técnico, actualmente hay programas muy buenos), sino de libertad. "No se podría hacer, argumenta, porque no interesa que la gente crezca, que aprenda a conocer y a razonar por sí misma, a mirar las cosas con actitud crítica, a comprometerse en la transformación del mundo. La televisión está al servicio de los intereses del Capital, y éste, lo que desea es una ciudadanía pasiva que se entretenga mirando escaparates (reales y virtuales) y consumiendo convulsivamente". |