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Resumen de la mesa redonda "Historietas: resistencias a la historia oficial". Participantes: Rubén Garrido, José Tito Rojo y Felipe Hernández Cava (moderador: Antonio Martín) |
Por su parte, Felipe Hernández Cava, guionista del colectivo "El Cubri", cree que Desacuerdos, tanto en su faceta expositiva como de investigación, es un proyecto que puede arrojar mucha luz sobre aquel periodo. A juicio de Hernández Cava, no se puede olvidar que desde los primeros años de la transición se ha ido construyendo un discurso oficial sobre el arte español a través de los textos y análisis de críticos como Valeriano Bozal, Fernando Huici, Javier Maderuelo, Francisco Calvo Serraller o Ángel González. "Además, le replicó a Rubén Garrido, las propuestas de Mariscal no son precisamente las más adecuadas para hablar de la preocupación por articular un discurso político explícito que caracterizó a gran parte de la producción artística de la década de los setenta. Las obras de Mariscal anunciaban ya lo que vendría después: la profunda desideologización de la cultura que se produjo con la normalización democrática". Integrado por Felipe Hernández Cava y los dibujantes Saturio Alonso y Pedro Arjona, el colectivo "El Cubri" inició sus actividades a principios de los años setenta, en un momento en el que el cómic español estaba experimentando una fuerte renovación estética. Incluso existía cierta movilización gremial para reclamar mejoras laborales y más autonomía creativa. Sin embargo, la mayor parte de los historietistas seguían eludiendo las cuestiones políticas y sociales espinosas, manteniéndose al margen de los conflictos que sacudían el país en las postrimerías del franquismo. "El Cubri" quería rellenar ese hueco, y en sus primeros trabajos trató de trasladar al mundo del cómic los presupuestos estéticos y narrativos del llamado realismo social (o realismo crítico) que caracterizaba gran parte de la producción cinematográfica y literaria española de la época. Y lo hicieron tanto a través de ficciones narrativas de contenido político protagonizadas por obreros, campesinos o emigrantes como mediante pintadas, carteles y folletos explícitamente panfletarios en los que recurrían al lenguaje del cómic. Uno de sus objetivos fundamentales era poder trabajar fuera del mundo de las publicaciones especializadas, implicándose directamente en la lucha antifranquista. De hecho, "El Cubri" diseñó material propagandístico para numerosas formaciones políticas, desde el Partido Comunista de España (PCE) hasta Bandera Roja, pasando por la Liga Comunista Revolucionaria (LCR) o el Frente Revolucionario Antifascista y Patriota (FRAP). "Salvo el GRAPO, precisó Hernández Cava, prácticamente trabajamos con todas las organizaciones que se situaban en el ala más radical de la izquierda española". Igualmente, "El Cubri" colaboró en algunas producciones cinematográficas como la película A la vuelta del grito (1978) del Colectivo de Cine de Clase para la que crearon una serie de carteles en los que aparecían consignas revolucionarias.
En su interés por participar activamente en la lucha contra el franquismo, el colectivo "El Cubri" llegó a trasladar sus historietas militantes a las paredes de algunos edificios de la capital de España, reivindicando, por ejemplo, la legalización de los anticonceptivos en la fachada de un ambulatorio o explicando el concepto de plusvalía sobre el muro de una fábrica. De este modo, conseguían dotar de mayor capacidad sugestiva a un medio propagandístico -la pintada callejera- que se utilizó profusamente en aquella época (lo que había provocado cierta saturación entre los ciudadanos). A su vez, para eludir la represión policial, idearon una serie de rudimentarias plantillas con las que podían reproducir -de forma segura, rápida y eficaz- sus mensajes subversivos por puntos muy diferentes de la ciudad. "Aunque reconozco que a veces nuestro trabajo fue instrumentalizado por organizaciones tan siniestras como el FRAP, señaló Felipe Hernández Cava en la fase final de su intervención en el seminario Medios de masas, multitud y prácticas antagonistas, no me arrepiento de nada. Porque como decía Goethe: he cambiado muchas veces de opinión, pero nunca de principios". |