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Resumen de la mesa redonda "Documentales: información y contrainformación". Participantes: Francisco Javier Gómez Tarín, Andrés Linares, Mariano Lisa, Josep Miquel Marti Rom (moderador: Julio Pérez Perucha) |
Por su parte, Josep Miquel Marti Rom señaló que la Central del Curt surgió cuando un grupo de personas que procedían de cine-clubs universitarios y de grupos amateurs de aficionados al cine se plantearon la necesidad de crear una plataforma alternativa que permitiera distribuir las películas militantes e independientes que se estaban realizando por aquellos años. "Material había, subrayó Martin Rom, desde los primeros trabajos del Colectivo de Cine de Clase hasta las películas vanguardistas que realizaban gente como Pere Portabella. Lo que faltaba era una plataforma, más o menos estable, que organizara su distribución y permitiera que estas obras llegarán a su público potencial que, al menos en Cataluña (donde existía una especie de antifranquismo sociológico), era bastante amplio".
En paralelo a las actividades de la Central del Curt, en 1974 se creó la Cooperativa de Cine Alternativo que también apostó por el trabajo colectivo y anónimo. A lo largo de su carrera, esta cooperativa realizó filmes como Un libro es un arma (1975), en el que denunciaban los atentados que llevaron a cabo los Guerrilleros de Cristo Rey en Barcelona y su área metropolitana; Can Serra (1975), donde se da voz a los primeros objetores de conciencia que hubo en el Estado español; La marcha de la libertad, que documenta una populosa acción que se organizó en 1976 para reclamar la autonomía de Cataluña; o La Donna, cinta sobre uno de los primeros mítines feministas que se celebraron en España tras la muerte de Franco. Algunos de los postulados teóricos e ideológicos del grupo quedaron reflejados en un manifiesto en favor del cine alternativo que elaboraron en Almería junto a otros cineastas (entre ellos los miembros del Colectivo de Cine de Madrid) en agosto de 1975. El siguiente en intervenir fue Mariano Lisa, cofundador junto a Helena Lumbreras (fallecida en 1995) del Colectivo de Cine de Clase, cuyo principal objetivo era "filmar sueños de personas que estaban luchando para conseguir mejorar sus condiciones de vida". Lisa quiso recordar la trayectoria cinematográfica y militante de Helena Lumbreras que tras trabajar en la RAI y colaborar con directores como Fellini o Gillo Potercorvo, llegó a un acuerdo con Unicité (productora ligada al Partido Comunista Italiano) para realizar en España un mediometraje sobre el movimiento antifranquista. Después contactó en Barcelona con el cineasta Llorenç Soler y en 1970 rodó El cuarto poder, un lúcido análisis fílmico de los principales medios de comunicación en papel (tanto legales como clandestinos) que había, por aquel entonces, en España.
Tras la muerte de Franco, las informaciones que llegaban de España eran muy valoradas por las televisiones internacionales y una noticia de un minuto se podía vender por mil dólares. Gracias a eso el Colectivo de Cine de Clase consiguió financiar sus dos siguientes proyectos: O todos o ninguno (1976), un documental sobre la lucha de unos obreros de una empresa metalúrgica de Cornellá ("una ciudad andaluza en Cataluña"); y A la vuelta del grito (1978), un filme realizado ya con más medios en el que apostaron por cierta experimentación formal. En 1978, coincidiendo con el inicio del desmantelamiento del movimiento obrero de base que se produjo en los primeros años de la transición, el colectivo se disolvió. "Quizás, señaló Mariano Lisa en la fase final de su intervención, pueda decirse que la transición española fue un éxito a nivel político, pero desde luego representó un auténtico desastre social, acelerando la implantación en España del capitalismo salvaje".
En una primera etapa (1970-1976), este colectivo realizó películas muy rudimentarias y condicionadas por la urgencia política del momento: desde La muerte de Pedro Patino -que denunciaba el asesinato de un obrero de la construcción en Getafe por parte de la Guardia Civil- hasta El proceso 1001 (1974) o Vitoria (1976). Tras el fallecimiento de Franco, se incorporaron nuevos miembros al colectivo y pudieron hacer producciones más elaboradas desde un punto de vista técnico. En 1978, coincidiendo con la legalización del PCE, realizaron su último trabajo, Una fiesta por la democracia, una película que ya rodaron con varias cámaras y cierto respaldo financiero. Según Andrés Linares, la emergencia de este movimiento de cine militante fue fruto tanto de una necesidad ideológica (combatir la falta de información que había bajo la dictadura), como de la aparición de equipos de grabación mucho más económicos y manejables que permitían salir a la calle y filmar directamente lo que ocurría. |