Líneas de investigación
Proyectos en Curso
Proyectos Anteriores
Resumen de la intervención de Julio Pérez Perucha: Del colectivo como forma de intervención |
Entre 1967 y 1981 hubo en España un extenso y activo movimiento cinematográfico que se opuso a las estructuras administrativas de la dictadura franquista (que se conservaron, con leves cambios, durante los primeros años de la transición). Este movimiento dio lugar a un corpus fílmico bastante "frondoso", con más de cien títulos realizados por decenas de cineastas que, en muchos casos, trabajaban bajo la forma de colectivos, ya fuera proclamando de manera pública y notoria sus identidades individuales o manteniéndolas -por necesidad y/o por convicción ideológica- en el anonimato. Alternando entre la militancia orgánica y la experimentación formal y narrativa, las películas de estos colectivos tenían un carácter clandestino o, en todo caso, alegal. No se exhibían en los circuitos convencionales (cines comerciales), sino a través de una amplia y difusa red de locales (formada por cineclubs, parroquias, asociaciones obreras, festivales de cine..., incluso eventualmente algún que otro centro militar) con ramificaciones en gran parte del país. Estos colectivos cinematográficos, muy influidos por el trabajo de grupos similares que había en países como Francia, Italia, Alemania, EE.UU o Japón, concebían sus películas como herramientas de lucha social, política y ciudadana. "Una lucha, señaló Julio Pérez Perucha en el inicio de su intervención en el seminario Medios de Masas, multitud y prácticas antagonistas, que llevaban a cabo desde la perspectiva de la contrainformación, hablando de asuntos que no cubrían los medios de comunicación mayoritarios (ni los públicos ni los privados)". Desde la convicción de que había que situarse al margen de las estructuras capitalistas, estos colectivos buscaron fórmulas alternativas para la producción, distribución y exhibición de sus proyectos. Por ejemplo, no cobraban entradas, sino que se financiaban a través de la ayuda voluntaria de los espectadores o de las asociaciones con las que colaboraban. Hay que tener en cuenta que, por su propia naturaleza, el trabajo colectivo cuestiona la lógica individualista que promueve el capitalismo y, en aquellos años, representaba además un claro posicionamiento político contra el régimen franquista. Un régimen que, en su interés por perpetuarse, podía llegar a tolerar los excesos de artistas individuales díscolos y rebeldes (presentando ese gesto de tolerancia como un síntoma de su supuesto aperturismo), pero que se veía desbordado ante las connotaciones culturales, económicas y políticas que tiene el trabajo colectivo, donde interviene una multiplicidad de agentes difusos (lo que impide el control de sus actividades) y en los que la responsabilidad autorial se diluye (lo que permite a sus miembros eludir las acciones represivas). La mayoría de estos colectivos desarrollaban sus actividades en Madrid y Barcelona, dos ciudades que acaparaban gran parte de las infraestructuras cinematográficas de la época. Impulsado por militantes izquierdistas procedentes de la Escuela Oficial de Cine (Andrés Linares, Miguel Hermoso, Javier Maqua...), el Colectivo de Cine de Madrid -que en sus primeros tiempos se denominaba "Colectivo de Contrainformación"- surgió en 1970 y estuvo en funcionamiento hasta 1978. A lo largo de su carrera llegó a producir dos largometrajes, algo bastante heroico, en opinión de Julio Pérez Perucha, para el tipo de trabajos que hacían y las condiciones en las que lo realizaban. Este colectivo también se dedicaba a la distribución y organizaba ciclos de proyecciones en los que presentaban tanto sus propias obras como otras películas militantes y antifascistas de realizadores europeos y americanos (especialmente cubanos). Como curiosidad, se puede decir que el Colectivo de Cine de Madrid distribuyó un reportaje anónimo filmado en 1971 sobre una mitin antifranquista en las afueras de París. En segundo lugar, Perucha hizo referencia al Colectivo de Cine de Clase, formado por Mariano Lisa, un profesor de Filosofía muy activo en los círculos antifranquistas catalanes, y Helena Lumbreras, una cineasta que había trabajado para Unicité (una empresa de producción audiovisual vinculada al Partido Comunista Italiano), más una serie de miembros eventuales que iban variando en cada uno de los trabajos. En cintas como El campo para el hombre (1975), O todos o ninguno (1976) o A la vuelta del grito (1978), este colectivo daba visibilidad a una serie de luchas obreras y campesinas que se estaban produciendo durante aquellos años en diversos puntos de la geografía española, desde la comarca del Baix Llobregat hasta el interior de Andalucía. En 1974, un grupo de integrantes de la Central del Curt -una distribuidora de cine independiente y militante radicada en Barcelona-, puso en marcha la Cooperativa de Cine Alternativo que estuvo en funcionamiento entre 1974 y 1979 y llegó a realizar tres ediciones de un noticiario. Entre sus obras más notables se encuentra la película Viaje a la explotación (realizada por el Colectivo SPA -una agrupación de vocación libertaria- meses antes de la creación oficial de la cooperativa), Carn crua (una cinta no estrictamente militante pero sí muy crítica) y Les Energies (una película sobre las posibilidades de las energías alternativas). Según Julio Pérez Perucha, lo más llamativo de este proyecto fue su carácter integral que abarcaba desde la producción de material propio hasta el desarrollo de labores de distribución (a través de la "Central del Curt") y de exhibición (consiguieron hacerse con el control de una sala barcelonesa llamada Aurora). De la unión de un conjunto de cineastas amateurs con escritores, periodistas y militantes sindicales y políticos surgió en 1974 la Asamblea de Cineastas Independientes Canarios (ACIC), un colectivo con una prolífica y variada filmografía (sobre todo en súper 8). Tras una depuración política y estética, algunos miembros de ACIC crearon en 1978 la asociación Yaiza Borges que mantuvo el espíritu de los colectivos de cineastas surgidos al calor de la lucha antifranquista en un momento de normalización democrática y de consolidación de la industria audiovisual. En la línea de la Cooperativa de Cine Alternativo de Barcelona, Yaiza Borges trató de intervenir en todos los niveles del sistema cinematográfico, desde la producción (con la realización de obras en vídeo y en 16mm..., incluyendo un largometraje de casi tres horas de duración que fue íntegramente financiado por suscripción popular), hasta la distribución y exhibición (disponían de una sala propia en Tenerife). A su vez, Yaiza Borges desarrolló labores formativas (organizando e impartiendo numerosos seminarios y talleres) y editoriales (entre otras cosas publicaron un libro en el que analizaban los pasos que había que dar para crear una infraestructura industrial cinematográfica en las Islas Canarias). Carlos López Piñeiro y Javier Villaverde fueron los impulsores del Equipo Imaxe, un colectivo gallego que entre 1974 y 1978 rodó varias películas (A ponte de verea vella, A illa, Erase unha vez unha fábrica, Circos...) que desde una perspectiva crítica (aunque no estrictamente militante) exploraban nuevas fórmulas narrativas y visuales. De aparición tardía y trayectoria fugaz, el equipo Penta (cuyos miembros procedían del Colectivo SPA y de la Cooperativa de Cine Alternativo) realizó a finales de la década de los setenta dos filmes muy combativos: Guerrileros (1978) y Quico sabaté (1980). También existieron una serie de colectivos híbridos como el Grup de Treball, que alternaba las producciones audiovisuales con intervenciones artísticas, así como equipos de cineastas vinculados directamente a partidos políticos concretos. "A su vez, concluyó Julio Pérez Perucha, habría que mencionar a dos agrupaciones de críticos (Maite Hernández de Madrid y F. Creixells de Barcelona) que apoyaron y difundieron las propuestas de estos colectivos y a una serie de realizadores de "películas militantes" que siempre firmaban con nombre y apellidos sus trabajos: Pere Portabella, Francisco Avizanda, Llorenç Soler...". |