Entre            el 15 y el 18 de diciembre de 2006 se celebró en la sede Antonio Machado            de Baeza (Jaén) de la Universidad Internacional de Andalucía el encuentro            10.000 francos de recompensa (el museo de arte contemporáneo vivo            o muerto) cuyo principal objetivo fue reflexionar sobre las tareas            y funciones de los museos y los centros de arte contemporáneo en la            sociedad actual. Dirigido por la Asociación de Directores de Arte Contemporáneo            de España-ADACE y organizado por el Ministerio de Cultura, la Sociedad            Estatal para la Acción Cultural Exterior-SEACEX y la Universidad Internacional            de Andalucía-UNIA arteypensamiento, 10.000 francos de recompensa            (el museo de arte contemporáneo vivo o muerto) tomó su título de            una entrevista que Marcel Broodthaers concedió a Irmeline Lebeer en            1974 y en la que el creador belga criticaba el hecho de que el arte            fuese "prisionero de sus propios fantasmas, adornara los espacios de            las instituciones como signo de poder y deambulara como sombras por            los recovecos de la Historia". El encuentro            -que surge con la intención de tener una periodicidad bianual y una            dimensión internacional- contó con cinco mesas de interlocución articuladas            en torno a otros tantos ejes temáticos y en las que participaron más            de veinte ponentes (artistas, comisarios, historiadores, filósofos,            responsables museísticos...). Benjamin            Buchloh, Martin            Jay, Mieke            Bal, John Beverley             y René Schérer             fueron los encargados de impartir las conferencias con las que se abrieron            cada una de estas mesas de interlocución que dieron lugar a controvertidos            debates con una participación activa del público.
 
 Las instituciones museísticas, tal y como las            conocemos hoy en día, se crean en la segunda mitad del siglo            XVIII, coincidiendo con la aparición de los Estados-nación            en Europa y América. Fundadas por una emergente burguesía            urbana que encuentra en ellas una forma de autolegitimarse y de promover            su visión del mundo, estas instituciones surgen con una función            social claramente definida: conservar y difundir la memoria colectiva            (el patrimonio público), posibilitando que ciertas formas de            conocimiento, cuya gestión había estado hasta entonces            monopolizada por la nobleza y la aristocracia, fueran accesibles a un            sector más amplio de la población. 
 
 
 En la primera de las mesas de interlocución            del encuentro 10.000 francos de recompensa (el museo de arte contemporáneo            vivo o muerto) se analizó la posibilidad de que en un contexto            histórico marcado por el agotamiento de los paradigmas culturales            y pedagógicos que implantó la modernidad y por el progresivo            enquistamiento de los sistemas democráticos occidentales (que            tienden peligrosamente a una especie de autoritarismo neoliberal), el            museo pueda constituirse en un "espacio de regeneración"            que contribuya a la emergencia y consolidación de nuevas formas            de sociabilidad y educación. "Tenemos que preguntarnos qué            hacemos, cómo lo hacemos y cómo nos gustaría hacerlo",            subrayó Manuel J. Borja-Villel en la presentación del            encuentro, "siendo en todo momento conscientes de que el museo            en el siglo XXI es un espacio poscontemporáneo en el que ya no            tiene sentido aplicar modelos organizativos y narrativos decimonónicos".   
 
 
 La recreación de acontecimientos históricos ha jugado            un papel muy importante en la literatura occidental y ya en La Ilíada            se mezclan referencias a hechos semi-reales con fabulaciones mitológicas.            A su vez, la historia, en su intento de realizar una reconstrucción            no ficcional del pasado, se ha alimentado desde Herodoto de figuras            retóricas y procedimientos narrativos vinculados a la creación            estética. Por otro lado, la narrativa histórica moderna            comparte con la novela decimonónica la búsqueda de una            aparente objetividad que en ambos casos se trata de conseguir mediante            la adopción de una voz narrativa neutral y la elaboración            de descripciones detalladas. Según Martin Jay, profesor de Historia            en la Universidad de California, Berkeley y autor de libros como La            imaginación dialéctica (1973), Socialismo fin-de            siècle (1988) o Downcast eyes (1993), el uso de estas            descripciones evoca la antigua práctica de la ékphrasis            (traslación al lenguaje verbal de una obra plástica) que            se utilizó por primera vez en un pasaje de La Ilíada            en el que Homero "pinta con palabras" el escudo de Aquiles.   
 
 
 La concepción moderna de los dispositivos museísticos          es cuestionada desde la década de los sesenta del siglo pasado,          cuando comenzaron a multiplicarse las propuestas artísticas de          carácter efímero o virtual y/o que se centraban en la puesta          en marcha de procesos (y no en la creación de objetos). A día          de hoy, resulta "insostenible" que estos espacios de intermediación          funcionen sólo como lugares en los que se exhiben objetos artísticos,          por lo que no tiene sentido seguir reproduciendo modelos arquitectónicos          y escenográficos -como el white cube (el cubo blanco, paradigma          del espacio expositivo neutro) o la black box (la caja negra, la          sala oscura del cine)- que se basan en una lógica puramente visual.          La noción de teatralidad puede servir para pensar la forma de convertir          los museos en espacios relacionales y performativos en los que, como ocurre          en el teatro (donde el texto es una especie de pre-texto que sólo          cobra sentido cuando es escenificado), la "actualización"          de las obras que se presentan sea posible.
 
 
 Un comisario es un "mediador expositivo", una          especie de agente o hablante que no trata fundamentalmente con palabras,          sino con cosas. Pero, ¿son siempre estos mediadores narradores?          O, dicho de otra forma, ¿una exposición es necesariamente          una narración? En el inicio de su intervención en el encuentro          10.000 francos de recompensa (el museo de arte contemporáneo          vivo o muerto), Mieke Bal, catedrática de Teoría de          la Literatura de la Universidad de Amsterdam y autora de libros como Narratology:          An Introduction to the Theory of Narrative (1997) o The Practice          of Cultural Análisis: Exposing Interdisciplinary Interpretation          (1999), señaló que, a menudo, se han empleado modelos literarios          distintos a la narrativa para concebir y diseñar exposiciones.          Por ejemplo, Rudi Fuchs se valió del concepto poético de          "pareados" para sus exposiciones intervencionistas que, en opinión          de Bal, se pueden describir como un "conjunto de poemas visuales          basados en regularidades entre contrastes y repeticiones". 
 
 
 En un contexto en el que las prácticas artísticas          recurren cada vez con más frecuencia a una pluralidad de soportes,          lenguajes y herramientas, al tiempo que proliferan los debates en torno          a la necesidad de pensar alternativas a los formatos expositivos tradicionales          ¿cómo debe concebirse una exposición que quiera alejarse          del paradigma histórico-artístico de la cronología?          ¿Puede emplear modelos distintos al narrativo? ¿O una exposición          es necesariamente una narración? ¿Qué papel juega          el comisario en este proceso?, ¿qué tiene que hacer para          desarrollar su actividad de forma creativa pero sin caer en una actitud          demiúrgica y erigirse en la "estrella" de la exposición?          ¿Hasta que punto los espectadores pueden abandonar su rol de receptores          pasivos y convertirse en co-narradores de un proyecto expositivo? 
 
 
 En el inicio de su intervención en el encuentro          10.000 francos de recompensa (el museo de arte contemporáneo          vivo o muerto), John Beverley quiso advertir que muchas de las ideas          y reflexiones que desarrollaría en su conferencia derivaban del          trabajo colectivo del Grupo Latinoamericano de Estudios Subalternos que          coordinó entre 1992 y 2002. Este grupo utiliza el término          subalterno o subalternidad como "atributo general" que sirve          para referirse a todo tipo de subordinación (ya sea por motivos          de sexo, de raza, de edad, de clase social...). Según John Beverley,          lo subalterno es el resultado de una denegación, pero al mismo          tiempo implica una especie de afirmación negativa o afirmación          por oposición. "Pues lo subalterno", puntualizó,          "también se produce y se siente como sujeto en oposición          al 'amo' o al 'maestro'". 
 
 
 En las dos últimas décadas, la expansión          experimentada por el multiculturalismo y por una gestión cultural          basada en la corrección política ha terminado legitimando          un cosmopolitismo estético que banaliza la noción de diversidad          cultural y neutraliza el potencial conflictivo de la alteridad. En este          sentido, el artista mexicano Guillermo Gómez Peña ya advertía          en 1995 que el paradigma multicultural se está convirtiendo en          una "panacea institucional para gestionar la diferencia" y canalizar          las prácticas antagonistas pues, bajo un discurso aparentemente          integrador y progresista, permite que se profundice en la consolidación          de la estructura de dominio que configuró el colonialismo. De hecho,          a pesar de que en los países occidentales se han multiplicado las          políticas de inspiración multicultural, las producciones          estéticas procedentes de territorios periféricos (geográficos          y simbólicos) siguen estando en una posición de subordinación          en los circuitos artísticos internacionales. 
 
 
 René Schérer, profesor emérito de          Filosofía de la Universidad París-VIII Saint Denis y autor          de libros como Regards sur Deleuze (1998) o Enfantines (2002)          inició su intervención en el encuentro 10.000 francos          de recompensa (el museo de arte contemporáneo vivo o muerto)          con dos citas extraídas de textos poéticos realizados por          dos escritores de finales del siglo XIX: Rainer Maria Rilke y Carl Spitteler.          La primera de estas citas procede del poema Elegías de Duino,          donde Rilke se pregunta en el último párrafo de la cuarta          elegía: "¿Quién mostrará un niño,          tal como existe?, ¿quién lo colocará en la constelación          y le dará en la mano la medida de la distancia?". "Una          frase enigmática pero muy hermosa", según René          Schérer, que plantea que aquello que llamamos infancia o niñez          no es algo naturalmente dado, sino una categoría conceptual que          alude a un periodo mental y vital de límites difusos por el que          pasa un individuo antes de convertirse en adulto. 
 
 
 Uno de los principales retos a los que se enfrentan las          instituciones museísticas en la actualidad es pensar cómo          "acercar" al público las memorias de las que son depositarios          sin recurrir a modelos verticales y jerárquicos de distribución          y representación del saber que promueven la desigualdad y dificultan          el acceso libre y universal a los conocimientos. Estos modelos se basan          en una concepción pedagógica que concibe la educación          como mera transmisión (y no como diálogo y negociación)          y que, en nombre de un supuesto antielitismo, establece una separación          tajante entre expertos y profanos. El análisis del tipo de educación          que actualmente están ofreciendo los museos es inseparable de una          reflexión sobre el modo en que éstos están construyendo          sus narraciones. No hay que olvidar que, como se advierte en el texto          de presentación del encuentro, los museos sólo podrán          llevar a cabo una política pedagógica alternativa si las          historias que cuentan son también alternativas.
 
  
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