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José Antonio González Alcantud: El pagano que no cesa. Iconoclastia popular y vanguardia artística en el siglo XX

José Antonio González AlcantudLa iconoclastia es un foco constante de conflicto en la cultura euromediterránea que se remonta a la antigüedad - confrontación entre los paganos y los cristianos primitivos - y llega hasta nuestros días - como reflejan multitud de manifestaciones artísticas actuales que han heredado la pulsión devoradora de las vanguardias históricas. Por ello, el director del centro Ángel Ganivet de Granada, José Antonio González Alcantud, considera muy útil la creación de un archivo multidisciplinar sobre la iconoclastia, ya que, a su juicio, "es un tema complejo que requiere un tratamiento analítico que integre distintos puntos de vistas". En su intervención en el ciclo de conferencias Granada: corpus iconoclasta del Laboratorio Rojo de F.X. Sobre el fin del arte, González Alcantud propuso un acercamiento al tema desde la antropología y la historia del arte, estructurándolo en tres apartados: iconoclastia y cultura pagana, la raíz iconoclasta de las vanguardias europeas y la búsqueda de pureza en la vanguardia norteamericana.

El pagano que no cesa. Iconoclastia y cultura pagana
En su libro El genio del paganismo, Marc Augé planteaba que el paganismo pervive en la cultura popular contemporánea, aunque la jerarquía eclesiástica, sobre todo desde el Concilio Vaticano II, ha intentado ocultarlo. En esa operación de camuflaje ha colaborado (aunque sea de forma involuntaria) buena parte de la antropología contemporánea (muy especialmente en Andalucía) que tiende a identificar cualquier manifestación de la cultura popular como una expresión de religiosidad. "No podemos olvidar, advirtió González Alcantud, que el campesino andaluz es pagano, que se levanta blasfemando y negando a Dios, es un individuo esencialmente incrédulo y pragmático que nunca ha entendido las prescripciones de la Iglesia". Decir una blasfemia (algo muy habitual en las sociedades agrarias andaluzas) implica una ruptura de un tabú fundante del catolicismo - tomar la palabra de Dios en vano - y refleja la pervivencia del paganismo en la cultura popular (lo que González Alcantud denomina "el pagano que no cesa") de la mayor parte de los países europeos y de la cuenca mediterránea.

Según Alcantud los estudios de antropólogos como James Fraser (cuyo libro La rama dorada establece el paradigma del anticlericalismo) demostraron que el paganismo nunca ha desaparecido en la cultura euromediterránea. Para el director del Centro Ángel Ganivet de Granada eso ha sido posible porque ha habido una transmisión estructural, sin necesidad de causalidad, sin que la voluntad histórica del hombre haya intervenido. En este sentido González Alcantud recordó que la confrontación entre cristianos y paganos, que se remonta a los primeros años de nuestra era, partió de interpretaciones distintas de los mismos temas (como el concepto de virtud) y se ha transmitido de forma estructural, no causal.

La cultura popular se caracteriza por un pensamiento prelógico, que se basa en la analogía (no en la abstracción) y en el pragamatismo. El paganismo es la creencia en la pluralidad (en todas sus dimensiones, no sólo por su politeísmo), un concepto que se opone al dios único que postula el cristianismo. "De hecho, precisó Alcantud, el problema de la pluralidad es uno de los elementos nodales en la confrontación histórica entre cristianos y paganos". Desde una perspectiva teológica, el catolicismo ha terminado asumiendo cierta pluralidad al admitir la existencia de algunos seres intermedios como los ángeles (sustitutos de los profetas) o los santos, pero a diferencia del paganismo, sigue considerando que el origen del mal es unívoco, procede de un único foco: el demonio.

Para el autor de El rapto del arte. Antropología cultural del deseo estético el origen del anticlericalismo deriva de la confrontación histórica entre paganismo y cristianismo que ha determinado la cultura popular euro-mediterránea. En el caso concreto español, ya existen documentos históricos de acciones anticlericales en la época de Al Ándalus, durante la Guerra de Las Alpujarras. "El anticlericalismo, subrayó González Alcantud, es la manifestación más significativa de iconoclastia que se ha dado en nuestro país, y debe considerarse como un elemento clave de la historia de España y Andalucía, no como una nota a pie de página".

Pero el catolicismo no es la única religión monoteísta que se ha tenido que enfrentar a la oposición de fuerzas contrarias y a la pervivencia de actitudes paganas. Algo parecido ocurre con el islam (donde podemos observar enormes diferencias entre el Islam oficial y el Islam popular) que, por ejemplo, sufre la confrontación entre los llamados morabitos y la ortodoxia sunni y en el que la obra de un escritor contemporáneo como Mohamed Chukri está condenada por "maldecir el nombre de Alá".

La raíz iconoclasta de las vanguardias europeas
Es durante la Revolución Francesa cuando los actos iconoclastas comienzan a concebirse no sólo como un gesto político o de desafío religioso, sino también como una muestra de agresión contra manifestaciones artísticas. Todo ello en un tenso contexto histórico en el que se definen conceptos como "vandalismo" (que alude a la violencia de las hordas urbanas contra los símbolos del Antiguo Régimen), "patrimonio artístico-histórico" o "bien cultural", se crean los primeros museos y aparecen actos inéditos hasta entonces de iconoclastia artística pura (grupo de Los barbudos).

José Antonio González AlcantudCon el trasfondo agonístico de la I Guerra Mundial, los movimientos vanguardistas europeos (surrealismo, futurismo, dadaísmo,...) son los herederos directos de esa tensión entre la apuesta por la conservación del patrimonio artístico y el impulso iconoclasta concebido como un gesto estético liberador. Algunos de sus representantes más ilustres, como Villon o Apollinaire, participaron directamente en la contienda. "Su decisión, indicó José Antonio González Alcantud, puede entenderse como una maniobra iconoclasta ya que partía de la negación total de la cultura burguesa europea y buscaba una purificación simbólica de la sociedad".

Las vanguardias europeas surgen a partir de una actitud de rechazo y de negación, como una apuesta apasionada por la ruptura total que se gesta principalmente en los cafés. Según José Antonio González Alcantud, ese rechazo les llevó a un estado de exaltación que se asemejaba a los estados alterados de las masas iconoclastas. Siguiendo a Mijail Batjin, González Alcantud señaló que la función simbólica de los actos iconoclastas no se agota definiéndolos como meros gestos irracionales de seres salvajes que queman iglesias o destruyen imágenes. "El iconoclasta como el artista de vanguardia, matizó, es alguien que ríe, que encarna la presencia del exceso en nuestra sociedad".

Pero para el autor de El rapto del arte. Antropología cultural del deseo estético, es necesario tener en cuenta que la lógica negacionista de las vanguardias del siglo XX (con su intención de reinstaurar el azar y lo imprevisible frente a lo codificado y establecido) no conducía a ningún sitio y sólo el surrealismo se planteó la posibilidad de tomar el poder como se refleja en uno de los fragmentos más inquietantes de su manifiesto: "el surrealismo es el rayo invisible que un día nos permitirá vencer a nuestros adversarios".

La búsqueda de pureza en la vanguardia norteamericana
Tras la Segunda Guerra Mundial, Nueva York comenzó a desempeñar un papel fundamental en los circuitos internacionales de arte contemporáneo, convirtiéndose en el escenario de una explosión vanguardista que renunciaba explícitamente a la conquista del poder. Influidos por las enseñanzas de doctrinas y métodos espirituales orientales como el Zen, los principales representantes de la vanguardia norteamericana en ningún momento tuvieron como objetivo la transformación política y social, sólo aspiraban a que el arte fuera un camino para alcanzar un desarrollo y/o un equilibrio emocional e intelectual.

"Así, apuntó González Alcantud, frente al gesto iconoclasta del compositor europeo Russolo que hace ruidos para espantar a la gente, el estadounidense John Cage quiere oir los ruidos de la calle y transformarlos en música". Esto nos sitúa ante otro tipo de planteamiento iconoclasta basado en una negación liberadora no destructiva, en una búsqueda de pureza que despoja a la obra de cualquier elemento superfluo. Una iconoclastia contemplativa (que también podríamos considerar una "no iconoclastia") que tiene una fuerte carga espiritual pero carece del potencial subversivo y transformador de la vanguardia europea.