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Sesión Flamenco y otros, Juan Vergillos, Luis Clemente y José Luis Ortiz Nuevo

De izquierda a derecha, Juan Vergillos, Pedro G. Romero y Luis ClementeTres ponentes relacionados con el mundo del flamenco protagonizaron la última sesión del Laboratorio T.V. del proyecto Archivo F.X. que se celebró en la sede de La Cartuja de la Universidad Internacional de Andalucía entre el 9 y el 13 de febrero de 2004. El novelista, ensayista y critico musical, Juan Vergillos subrayó que desde su origen, "Dios, el arte y el flamenco, han contado con detractores o agoreros proféticos que anunciaban su fin, su decadencia o su inexistencia". Por su parte, Luis Clemente -crítico musical especializado en flamenco- describió varias imágenes sobre acciones iconoclastas contra la religión cristiana que se encuentran alojadas en los archivos de Canal Sur Televisión. Por último, José Luis Ortiz Nuevo recordó "siete sucesos noticiosos sevillanos sobre acciones iconoclastas festivas con santos y efigies sagradas de por medio".


Bloque de imágenes: Acción de derribar estatuas en España. Juan Vergillos: La ciencia de los amores

"La iconoclastia, señaló Juan Vergillos al iniciar su intervención en el Laboratorio T.V. del proyecto Archivo F.X., los abogados del diablo, el miedo, el escepticismo, el nihilismo, son asuntos tan antiguos y necesarios como la fe, la belleza o la valentía, porque son tendencias impresas en la naturaleza humana, manifestaciones diferentes de una misma verdad". Para Juan Vergillos -novelista y crítico musical-, Dios, el arte y el flamenco comparten una curiosa característica histórica: desde su creación han contado con detractores o agoreros proféticos que anunciaban su fin, su decadencia o su inexistencia. Por ejemplo, muy pronto surgieron los primeros antiflamenquistas, liderados por el escritor Eugenio Noel, que hoy, según Vergillos, se hallan entre las filas de los modernos y posmodernos y están auspiciados por el Ministerio de Cultura. Además, existe otra clase de iconoclastia igual o más incisiva y nefasta (y de la que también hay alguna muestra en los inicios de este arte), la de aquellos que desprecian el flamenco contemporáneo, considerando que ha perdido su pureza y autenticidad y que está viviendo una fase de decadencia irreversible.

Haciendo suya la idea de Paul Valery de que todo cambia en este mundo menos la vanguardia, Juan Verguillos cree que la decadencia y muerte del arte puede considerarse como una de las tradiciones artísticas más fructíferas de todos los tiempos. Para él, la renombrada crisis del arte en el siglo XX, debe interpretarse como la traducción al ámbito de la estética de la perdida de confianza en los valores y conceptos de la modernidad. Así, el cuestionamiento de principios como razón, verdad, autonomía u objetividad conlleva la puesta en crisis de nociones artísticas específicas como argumento, realismo, verosimilitud o figuración.

La tendencia del hombre a creerse el centro de todo, alcanza niveles patológicos en muchos artistas contemporáneos que, en su vanidoso afán de protagonizar el gesto transgresor más extremo, han probado diversas formas de auto-aniquilación corporal. Para Vergillos lo que diferencia la vanguardia del siglo XX de la de épocas anteriores radica en que todo se hace desde la conciencia del fin del arte. "Pero lo cierto, subrayó, es que un siglo después de la vanguardia, el arte sigue vivo y su alianza con los valores establecidos -el capitalismo- es, al menos, tan sólida como la que tuvo en el pasado con la iglesia o la monarquía". No hay que olvidar que las vanguardias artísticas surgieron en el corazón de la burguesía acomodada occidental. Y ahí, en mayor o menor medida, se ha mantenido hasta hoy, cuando los galeristas, marchantes, editores, comisarios y productores han convertido la muerte del arte en un beneficioso valor de cambio.

Juan VergillosLa paradójica consecuencia de la lucha del arte por conseguir su autonomía y emancipación de una finalidad religiosa, social o lúdica es su dependencia actual del mercado y de las instituciones que, finalmente, deciden qué es lo que tendrá categoría artística y qué no. "El arte se muere de independencia, señaló Juan Vergillos, triste, sólo (Mozart, Beethoven, Larra, Van Gogh, Manuel Torre,...), pero resucita en forma de un niño chico (...) que necesita a sus padres (las instituciones) para respirar, para comer, para echarse a andar". Disfrazados de jóvenes airados y rebeldes, los artistas vanguardistas contemporáneos asumen implícitamente la ideología capitalista, aunque a nivel epidérmico sus propuestas estén repletas de soflamas anti-sistema. El concepto de autor, lejos de desaparecer como supuestamente se pretendía, sigue desempeñando un papel crucial, y en el arte de hoy, la firma (la conversión del artista en marca) representa el más fructífero valor de cambio. Algo parecido ocurre en el flamenco, donde lo que vende son los "nombres" del cartel y el señorito de antaño ha sido sustituido por la institución (Junta, ayuntamiento, diputación,...) que organiza o subvenciona el recital o festival.

Tras este paseo analítico por el lado nihilista de la historia del arte y del flamenco, Juan Vergillos señaló que en el núcleo de la problemática iconoclasta están las cuestiones fundamentales -"siempre las mismas, pese a todo"- que se ha planteado el hombre desde épocas remotas: el tiempo, la muerte, el amor, el placer y el sufrimiento, la relación con los "otros",... "En definitiva, subrayó, la fe, lo sagrado y, claro está, su negación".

Aunque quizás, el primer reo por iconoclastia de la historia sea Sócrates, sus adversarios, los sofistas, pueden considerarse como los iniciadores de esta fructífera, influyente y venerada tradición filosófica de la cultura occidental, retomada, entre otros, por Guillermo de Ockham, David Hume, Nietzsche o Feyerabend. Desde Sócrates a Confucio, pasando por Cristo, Laotsé, Buda o Mahoma, la mayoría de los personajes que han condicionado la historia de la humanidad, no ofrecieron al mundo ninguna realización física concreta, salvo su propio ejemplo vital. Fueron, parafraseando a Vila-Matas, hijos sin hijos (y cuando los tuvieron, fue por imperativo legal y/o renegaron de ellos) que descreían del valor real de la palabra escrita. De hecho, los textos que recogen sus pensamientos -en los que era dios (o los dioses), la vida, la verdad, la musa o la naturaleza quien hablaba a través de los hombres- fueron escritos por algunos de sus discípulos o seguidores. También en el flamenco tenemos un ejemplo de este fenómeno, el mairenismo. Su padre, Antonio Mairena, fue un hijo sin hijos, cuya doctrina quedó registrada en un libro sagrado, Mundo y formas del flamenco, que no escribió él, sino Ricardo Molina ("el Platón, el San Juan, de la religión mairenista").

De las miles de sentencias y argumentos que Platón atribuye a Sócrates, apenas se pueden considerar como verídicos un par de aforismos, ambos tan sencillos como contundentes, tan opuestos como complementarios: "conócete a ti mismo" y "sólo sé que no sé nada". El primero de ellos -un precepto que resume toda la psicología moderna- explica que Sócrates no creyera en la posibilidad de construir un sistema de pensamiento de validez universal, exhortando a cada cual a que configurara su propio modelo de conocimiento. El segundo aforismo, nos muestra la vertiente más iconoclasta y escéptica del filósofo griego, al que, sin embargo, se le puede considerar, afirmó Juan Vergillos, como "el gran creyente de la cultura occidental, el hombre de más fe de su tiempo".

A diferencia de sus compañeros de generación -los sofistas- la lucidez no transformó a Sócrates en un cínico descreído que no tuviera reparos en enseñar el arte de la retórica (el arte de engañar con buenas palabras) a cambio de dinero. Por el contrario, Sócrates se convirtió en la conciencia cívica de la sociedad helénica, cuestionando los presupuestos políticos, filosóficos y mitológicos dominantes en la Atenas democrática. "Y fue juzgado y condenado, recordó Juan Vergillos, por el crimen de no creer en los dioses en los que el Estado creía". Según Vergillos, Sócrates introdujo la conciencia individual -el "yo"- en el pensamiento occidental, pero su intención no era destruir la sociedad, sino fundar una nueva que se basara en la fe en la razón. Esto es, "en una fe adulta, crítica y madura: la fe del que duda de sí, del que sólo sabe que no sabe".

En la fase final de su intervención en Archivo F.X., Juan Vergillos definió el amor "como un acto de fe en el otro", un deseo de conocerle y de entregarse a él. El amor a dios es, según Vergillos, un deseo de unirse a él que propicia una forma superior de conocimiento. "La pérdida de la fe, indicó, la caída, el pecado original, no es sino ignorar el amor, ignorar que habitamos el paraíso, el mejor de los mundos posibles". En este sentido, Juan Vergillos hizo referencia a Teages, uno de los diálogos más desconocidos de Platón (que algunos estudiosos consideran apócrifo), en el que Sócrates le aseguraba a un muchacho al que había conocido en los soportales del templo de Zeus que no entendía de nada, "salvo de una ciencia de poca monta, la de los amores".


Bloque de imágenes: Acciones de atacar la religión cristiana. Luis Clemente: De la iconoplástica al Cristo de la cruz gamada

La imagen se detiene sobre la figura profanada de Nuestra Señora del Cerrillo, sin cabeza, sin mirada, sin mano izquierda. La virgen decapitada había aparecido, como casi todas, bajo un árbol solitario. Allí se levantó una humilde ermita que hoy tiene un cartel en el que se ruega que se respete el lugar y se guarde silencio durante el rezo del Santo Rosario. En su intervención en el Aula del Rectorado de la Universidad Internacional de Andalucía, Luis Clemente, crítico musical especializado en flamenco, analizó ésta y otras imágenes sobre acciones iconoclastas contra la religión cristiana que se encuentran alojadas en los archivos de Canal Sur Televisión.

Luis ClementeEn otra secuencia, aparece el Cristo de Los Faroles, ubicado en la Plaza de los Capuchinos de Córdoba, con ojeras y sin boca, cubierto de macabras pintadas nazis. Otra noticia nos traslada a unas dependencias policiales donde se exhibe a la curiosidad mediática el cuadro de una Virgen con niño que había sido robado. Se recuperó sin que sufriera daños, porque el robo y el expolio son gestos iconoclastas mucho más sutiles que el derivado de un acto vandálico. En este punto, Luis Clemente recordó un caso bastante singular de iconoclastia: "aquel pueblo que sacó a su Cristo en procesión rogativa en plena sequía y, como les cayó un temporal devastador, al volver de la procesión lo tiraron al río..., ya caudaloso". Entre los documentos audiovisuales sobre iglesias atacadas que existen en los Archivos de Canal Sur Televisión, Luis Clemente fijó su atención en las imágenes del incendio de un centro evangélico de inmigrantes rumanos en Arganda del Rey (Madrid).

Por razones obvias, la comunidad homosexual ha desarrollado una amplia y variada actividad iconoclasta anticlerical. Recientemente, la Plaza de San Pedro de Roma fue escenario de varias concentraciones de gays y lesbianas en las que portaron pancartas que reclamaban "un estado laico dirigido por homosexuales", aseguraban que el ateísmo era sinónimo de libertad e identificaban al Vaticano con el régimen talibán ("No Taliban. No vatican"). En esta línea también se enmarcan las celebraciones de bodas entre homosexuales, algunas de las cuales recurren conscientemente a una puesta en escena irreverente.

A veces, el origen del gesto iconoclasta es inexplicable como ocurrió la madrugá de la Semana Santa sevillana del año 2000, cuando se produjo una situación de histeria colectiva de la que aún se desconocen las verdaderas causas. La información sobre ese suceso nos muestra una multitud desconcertada, gente corriendo sin saber por qué lo hace, el caos, el desorden y el miedo adueñándose de una tradición que tiene sus ritmos rígidamente marcados. Hubo quien echó la culpa de los incidentes a la película Nadie conoce a nadie (basada en una novela homónima de Juan Bonilla). Siempre es cómodo y útil encontrar un chivo expiatorio al que responsabilizar de los efectos no deseados de un suceso que ha dañado los cimientos del imaginario colectivo de la ciudad.

La portada del folleto de Archivo F.X. reproduce un fragmento de un fotograma del videojuego Matanza cofrade -actualmente en suspensión judicial- que iba a ser distribuido junto al cd Registro de penados y rebeldes del grupo de hard rock sevillano Narco. Es un caso de iconoclastia de ida y vuelta: por un lado, la irreverente (y no por ello, menos ingenua) recreación virtual de una "matanza" de nazarenos y mujeres vestidas de mantilla; por otro lado, el proceso judicial, completamente real, abierto contra su creador que, como primera medida, ha llevado a la retirada del cd donde se incluía el videojuego.

También el universo de la moda ha tenido recientemente su "momento iconoclasta-sevillano". En la semana de la moda de Londres del año 2001, a un modisto polaco llamado Arkadius se le ocurrió presentar a una de sus modelos portando un retrato de la Virgen Macarena, una escena que a Luis Clemente le recordaba la película Roma de Fellini. Otros ejemplos recientes de iconoclastia anticlerical (voluntaria o involuntaria) relacionados con Sevilla serían la remezcla techno de una marcha procesional que durante cierto tiempo circuló por Internet, la comercialización de un vídeo que recrea el desfile de varias procesiones con una ambientación musical de Jean Michel Jarre o la portada de Flamenco Billy (con su imagen de un Cristo de ojos borrachos y boca de payaso), uno de los primeros discos de Mártires del Compás.

Desde luego, en el mundo del pop y del rock abundan los ejemplos de iconoclastia anticlerical que, en muchos casos, se encuadran en una refinada estrategia de marketing promocional, como la imagen erótico-mística de Madonna en Like a virgin o la actitud desafiante y provocadora de la irlandesa Sinead O' Connor rompiendo en dos pedazos una foto del papa Wojtila. La reacción iconoclasta anti-pop también ha dado jugosos ejemplos. En EE.UU, tras unas declaraciones irónicas de John Lennon en las que aseguraba que los Beatles eran más conocidos que Jesucristo, se desencadenó una fuerte campaña contra el grupo de Liverpool que incluyó una quema pública de sus discos en Texas.


Bloque de imágenes: Acciones iconoclastas festivas. José Luis Ortiz Nuevo: ¿Iconoqué?

Durante su intervención en el Laboratorio T.V. del proyecto Archivo F.X., José Luis Ortiz Nuevo recuperó siete sucesos noticiosos sevillanos sobre acciones iconoclastas festivas con santos y efigies sagradas de por medio. La primera noticia data de 1585 y hace referencia a una macabra anécdota que tuvo por protagonista a un morisco condenado a la horca. Antes de ejecutarle, le preguntaron si quería declarar alguna cosa para descargo de su conciencia y él respondió que se acercasen a una taberna en la puerta de Triana y pagaran una deuda de vino que tenía aún pendiente. Tras aquella petición inesperada, los asistentes a la ejecución estallaron en grandes risas, y sin cumplir con su deseo, el verdugo decidió llevar a cabo su tarea. Pero no logró realizarla del todo, y el reo quedó aún vivo colgado de la horca, no sin antes clamar a Mahoma para no ir sólo al infierno. Aparecieron entonces varios verdugos espontáneos que comenzaron a lapidarle, y después lo descolgaron y arrastraron -"medio vivo-medio muerto"- por las calles de Sevilla, hasta que llegó la noche y lo quemaron, dejándole ya cadáver en la puerta de Triana, muy cerca de la taberna donde tenía una deuda pendiente.

José Luis Ortiz NuevoEl segundo suceso aconteció en 1690, cuando la víspera de la celebración del Corpus Christi, el Arzobispo de Sevilla (respaldado por el Cabildo Eclesiástico y el Tribunal de la Santa Inquisición) mandó dictar un auto para prohibir que los grupos de danzantes y músicos profanos fueran en la parte central de la procesión, exigiéndoles que se mantuviesen siempre con los "gigantes" y que no entraran en la Catedral. Inconforme con dicho auto, el ayuntamiento de la ciudad apeló por vía urgente a la "Real Audiencia", provocando un retraso en la salida de la procesión, con el consiguiente enfado de todos los que esperaban su llegada en las calles del centro de Sevilla. Finalmente, la Audiencia revocó el auto, y aunque el Arzobispo prohibió la salida de la procesión (argumentando ahora que era demasiado tarde) bajo amenaza de "censura y pena pecuniaria" a los que participaran en ella, una parte de la comitiva, incluyendo a los grupos de danzas, terminó realizando el recorrido completo según las normas y costumbres tradicionales. La procesión se recogió después de las cuatro de la tarde y recibió la mayor cantidad de aplausos y felicitaciones que jamás le haya brindado el pueblo de Sevilla a lo largo de su historia.

En el año 1841, en una publicación llamada Revista Andaluza, apareció un texto en el que se aseguraba que existían muchas semejanzas y afinidades entre la Semana Santa sevillana y las celebraciones del Carnaval. El artículo recuperado por Ortiz Nuevo describía en tono burlón la afición extrema de algunos sevillanos (actualmente conocidos como "capillitas") por su fiesta primaveral. Ya a mediados de la Cuaresma, hay algunos "nazarenos" que no hablan de otra cosa que de procesiones, tratando de contagiar su entusiasmo a los hermanos tibios y censurando a los indiferentes. Pero su obsesión por la Semana Santa alcanza niveles casi patológicos a partir del Domingo de Ramos. "Desde ese día, señala el texto, ni come a gusto, ni duerme tranquilo, ni descansa, ni sosiega". Sale en seis procesiones, pero en ninguna de ellas como un simple nazareno que se limite a llevar un cirio. Siempre se distingue de los demás por desempeñar alguna labor de responsabilidad y por cumplir estoicamente con todos los ritos establecidos (incluyendo los más frívolos, como estrenar zapatos nuevos). Molido y estropeado llega vivo a la noche del Viernes Santo, cuando guarda con cuidado sus atavíos de penitente y vuelve a ser un hombre razonable, semejante a los demás. "¿Y habrá, concluye el texto, quién diga también que ese hombre no se ha divertido?".

El diario republicano El Tribuno publicó en 1892 una curiosa noticia sobre una irreverente procesión de disfraces protagonizada por las trabajadores de la Fábrica de Tabacos de Sevilla. El texto describía detalladamente los personajes que habían representado las cigarreras (a las que en muchos casos se les cita por sus nombres de pila): guardias civiles y policías municipales de aspecto tosco y agresivo, jefes de estado mayor con el pecho cubierto de cruces y medallas, toreros con coleta, ángeles, arcángeles y sibilas, muchos nazarenos con túnicas de terciopelo raso y lanas de diferentes colores, señoras elegantes acompañadas de sus niños y de su personal de servicio,... Una de las cigarreras representaba a la Regenta del rey Alfonso XIII, mientras dos de sus compañeras emulaban a la Virgen María y a Jesucristo. La comitiva también contaba con dobles de políticos y militares conocidos como Sagasta, Canovas o el General Espartero.

La quinta noticia a la que hizo referencia José Luis Ortiz Nuevo apareció en el antiguo Diario de Sevilla el 4 de noviembre de 1894. Se trata de una información que criticaba el uso que ciertos sectores de la población ("la gente que llena el paseo del río y atiborra los teatros y la plaza de toros") le daba al cementerio durante el mes de noviembre (conocido como el mes de los muertos). Durante esos días, señalaba el diario, entre las sepulturas y bajo los cipreses no se escuchaban rumores de oraciones ni lamentos de dolor, sino conversaciones amorosas, palabras provocativas incluso expresiones pornográficas. De hecho, según el periódico sevillano, la gente que quería llorar en esas fechas a sus difuntos, se veía obligada a huir del cementerio para no cruzarse con los "bárbaros" que creen que "la vida es una juerga continuada que no debe interrumpirse, ni aún rodeados de sepulturas". Por todo ello, el autor del texto publicado en el antiguo Diario de Sevilla consideraba imprescindible que las autoridades tomaran urgentemente cartas en el asunto y prohibieran la entrada libre en el cementerio durante el mes de noviembre.

Apenas siete años después, en 1901, en otra publicación periodística sevillana, El Baluarte, se denunciaba el ambiente excesivamente festivo y el derroche material de la celebración de la Semana Santa en la capital hispalense. La ciudad, "siempre alegre y sonriente", parece olvidar que se conmemora un hecho triste (la pasión y muerte de Cristo) y se dedica a exhibir figuras sagradas adornadas de abalorios, como si fueran muñecos de feria. "Es como una viuda que no quiere a su esposo difunto", subraya El Baluarte. Lo humano se impone sobre lo divino, la gente anda loca por las calles y proliferan nuevas saetas que, en vez de manifestaciones de fervor cristiano, parecen apasionados requiebros de amor. Hasta la efigie de la Virgen María, siempre adornada lujosamente, parece presumir de lo bonita que le han puesto los mismos "fariseos y judíos" que hicieron morir a su hijo en la cruz.

En la fase final de su intervención en Archivo F.X., José Luis Ortiz Nuevo recordó un decreto que emitió en 1929 Eustaquio Cardenal Ilundain (Azorbispo de Sevilla por aquel entonces), en el que pedía a las cofradías que prescindieran del cante organizado de saetas durante las procesiones de Semana Santa. En este decreto, Cardenal Ilundain señalaba que la práctica de interpretar saetas para hacer alardes de voz y de "arte", devaluaba el verdadero sentido de este cante que, en su origen, representaba la expresión de un espontáneo sentimiento de piedad y de fervor cristiano. Era necesario, según él, evitar que el cante de saetas se convirtiera en un espectáculo impropio de la gravedad y del devoto recogimiento de una genuina tradición religiosa del pueblo sevillano para conmemorar la pasión y muerte de Jesús en la Cruz.